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  • Usted puede hallar la verdadera felicidad
    ¡Despertad! 2006 | abril
    • Usted puede hallar la verdadera felicidad

      A JUZGAR por cómo viven, muchas personas de todo el mundo creen que el secreto de la felicidad es tener un automóvil caro, una buena cuenta corriente, una carrera prestigiosa, una casa grande y lo último en aparatos electrónicos, así como un cuerpo esbelto o musculoso. Pero ¿dependerá la felicidad de algo tan material?

      Recientemente ha habido “una avalancha de estudios sobre la felicidad, el optimismo, las emociones positivas y los rasgos del carácter que resultan saludables”, dice un informe especial de la revista Time. A muchos les han sorprendido los resultados de dichos estudios, pues, con notable uniformidad, indican que la persona que parte de la base de que el dinero, la fama o la belleza dan la felicidad se engaña a sí misma. Todavía peor, construye su vida sobre un fundamento que pudiera perjudicarle la salud e incluso provocarle depresión.

      En Estados Unidos, por ejemplo, muchos ciudadanos son más ricos que nunca. “Pero, en general, [los estadounidenses] no somos por ello más felices”, señala Time. Claro, lo mismo cabría decir de otros países. China, pese al auge económico que vive, ha visto un inquietante aumento en el número de habitantes infelices. En esta nación, el suicidio es ya “la principal causa de muerte entre las edades de 15 y 34 años”, indica la publicación trimestral Access Asia. Parece que un factor que contribuye a ello es la presión impuesta a los jóvenes para que triunfen en una sociedad implacable y rigurosa.

      Resulta obvio que la prosperidad económica no reduce la ansiedad ni la tensión; en todo caso las potencia. “La vida que llevamos se ha convertido en el principal factor desestabilizante a nivel emocional y mental”, mencionó un estudio universitario. Según William van Wishard, analista de tendencias sociales, “el aspecto mental y emocional de la salud está cobrando cada vez más importancia en los seguros médicos de muchas empresas”.

      Tanto cambio afecta hasta a los menores. Ya hay libros para niños de ocho años que les dan consejos “para identificar los síntomas de la tensión nerviosa y para afrontarla”, agrega Van Wishard. De acuerdo con un folleto sobre la depresión, en varios países desarrollados el diagnóstico de depresión infantil aumenta un sorprendente 23% cada año, y “el crecimiento más rápido en el mercado de los antidepresivos tiene lugar entre los niños en edad preescolar”.

      El miedo también está en auge, y no solo por la incertidumbre económica. La agudización de los extremismos políticos y religiosos hace que muchos teman que el día de mañana sea espantoso. ¿Disponemos de alguna ayuda?

      Hace dos mil años, Jesucristo enseñó un modo de vida que es muchísimo mejor y que alivia las tensiones. Su enseñanza se basa en esta verdad sencilla, a la vez que profunda: “Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual” (Mateo 5:3). En efecto, Jesús animó a sus oyentes a centrarse en la mayor necesidad que tenemos los seres humanos: conocer la verdad acerca de nuestro Creador y del propósito que tiene para nosotros.

      Como veremos en los próximos artículos, además de llenarnos de esperanza, esa verdad espiritual nos ayuda a determinar qué es realmente importante, lo que a su vez nos permite llevar una vida más feliz y significativa.

  • La receta de la verdadera felicidad
    ¡Despertad! 2006 | abril
    • La receta de la verdadera felicidad

      CON una buena receta y un buen cocinero sale delicioso cualquier plato. En cierto sentido ocurre igual con la felicidad. No es el resultado de un único factor, sino de un cúmulo de ellos, como el trabajo, el ocio, la compañía de la familia y los amigos, y las actividades espirituales. Además, hay otros ingredientes más sutiles, como las actitudes, deseos y metas en la vida.

      ¡Menos mal que no tenemos que andar averiguando por nuestra cuenta la receta de la verdadera felicidad! ¿Por qué no? Porque el Creador nos ha proporcionado un maravilloso manual, la Biblia, que ya se puede leer entera o en parte en 2.377 idiomas y dialectos, mucho más que cualquier otra publicación.

      Su asombrosa difusión muestra cuánto se interesa Dios por la felicidad y el bienestar espiritual de cada ser humano (Hechos 10:34, 35; 17:26, 27). Él mismo dice: “Soy [...] Aquel que te enseña para que te beneficies a ti mismo”, y nos promete que, si obedecemos sus mandamientos, disfrutaremos de una paz y una tranquilidad tan abundantes “como un río” (Isaías 48:17, 18).

      Esta promesa nos recuerda las palabras de Jesús citadas en el artículo anterior: “Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual” (Mateo 5:3). La espiritualidad que menciona este versículo no es una piedad superficial, sino una fuerza que influye en toda nuestra existencia. Dicha espiritualidad refleja el deseo de escuchar a Dios y permitir que nos enseñe, pues somos conscientes de que nos conoce mejor que nosotros mismos. “Lo que más me convence de que la Biblia viene de Dios —señala Errol, quien lleva más de cincuenta años estudiándola— es que sus consejos nunca fallan.” Tomemos como ejemplo las excelentes recomendaciones que hace sobre la búsqueda de las riquezas y los placeres.

      Sabia orientación sobre el dinero

      Jesús señaló que “hasta cuando uno tiene en abundancia, su vida no resulta de las cosas que posee” (Lucas 12:15). En efecto, el verdadero valor de la persona, sobre todo a los ojos de Dios, no tiene nada que ver con los números de su cuenta bancaria. De hecho, el afán de riquezas suele incrementar las preocupaciones, lo que reduce tanto la alegría de vivir como el tiempo para realizar otras actividades más importantes (Marcos 10:25; 1 Timoteo 6:10).

      De acuerdo con Richard Ryan, profesor de Psicología en Estados Unidos, cuanto más se busca la satisfacción en los bienes materiales, menos se encuentra. Así lo reconoció Salomón en la Biblia: “El que ama el dinero nunca se satisface con lo que tiene, siempre quiere más y más” (Eclesiastés 5:10, La Palabra de Dios para Todos [PDT]). Ocurre igual que con la picadura de un mosquito: cuanto más se rasca uno, más picor produce, hasta que de tanto rascarse acaba formándose una llaga.

      La Biblia nos anima a ser laboriosos y tener un sentido del logro (Eclesiastés 3:12, 13). Esto fortalece nuestro amor propio —otro ingrediente indispensable para ser feliz— y tal vez nos permita gozar de sanos placeres. Sin embargo, una cosa es aprovechar algunas de las ventajas que nos brinda el dinero y otra muy distinta convertir la adquisición de riquezas en el eje de nuestra vida.

      Los placeres tienen su lugar

      Una actitud espiritual nos permite sacar el mayor provecho de las diversiones y otros placeres. Así, Jesús disfrutó de celebraciones agradables en las que había comida y bebida (Lucas 5:29; Juan 2:1-10). Pero estas cosas no fueron nunca el principal gozo de su vida. Él encontraba su máxima satisfacción en actividades espirituales, como enseñar a la gente información sobre Dios y Su propósito para la humanidad (Juan 4:34).

      El rey Salomón hizo una investigación sobre los placeres, con la intención de ver si encerraban el secreto de la felicidad. Dijo: “Voy a divertirme y a probar los placeres y todo lo que es darse la gran vida”. Este adinerado monarca no exploró tan solo algún que otro placer, sino que se dio “la gran vida”, y luego mencionó a qué conclusión había llegado: “Esto tampoco resultó tener sentido” (Eclesiastés 2:1, PDT).

      En efecto, los que viven entregados al placer suelen terminar descubriendo que esa vida resulta vacía y sin sentido. De hecho, algunos estudios han comparado la satisfacción que producen los placeres de “la gran vida” con la satisfacción que se obtiene con cosas como un trabajo significativo, las actividades espirituales y una buena relación de familia. ¿Cuáles han sido los resultados? La búsqueda afanosa del placer fue el factor que menos repercutía en la sensación general de felicidad de los entrevistados.

      Hay que ser generosos y agradecidos

      Por lo general, la gente feliz no es egoísta, sino que demuestra generosidad e interés por los demás. Ya lo dijo Jesús: “Hay más felicidad en dar que en recibir” (Hechos 20:35). Además de bienes materiales, podemos aportar nuestro tiempo y energías, que tal vez hasta se aprecien más, sobre todo en la familia. Los cónyuges tienen que pasar tiempo juntos para fortalecer su matrimonio y mantener la dicha. Los padres, por su parte, deben dedicar mucho tiempo a sus hijos: conversar con ellos, mostrarles afecto y educarlos. Cuando todos los miembros dan de estas maneras, la familia se fortalece y el hogar se convierte en un oasis de felicidad.

      Por otro lado, cuando son los demás los que nos aportan un poco de su tiempo, sus energías o cualquier otra cosa, ¿cumplimos nosotros con la exhortación: “Muéstrense agradecidos”? (Colosenses 3:15.) Vivir de acuerdo con estas dos palabras puede mejorar muchísimo nuestras relaciones con el prójimo, además de incrementar significativamente la dicha que sentimos. ¿Verdad que uno siente mucha alegría cuando alguien le expresa de corazón su agradecimiento?

      Además, al mostrar gratitud nos hacemos más conscientes de las cosas buenas que nos ocurren. En un experimento controlado, una investigadora de la Universidad de California en Riverside (EE.UU.) pidió a los participantes que llevaran un “diario de gratitud”, es decir, que apuntaran las razones que tenían para estar agradecidos cada día. Como cabría esperar, al cabo de seis semanas se sentían mucho más satisfechos con su vida.

      ¿Qué aprendemos? Sin importar cuál sea nuestra situación, conviene centrarse en los aspectos positivos de la vida. Esa es la actitud que nos anima a tener la Biblia, pues dice: “Regocíjense siempre. Con relación a todo, den gracias” (1 Tesalonicenses 5:16, 18). Claro, para lograrlo debemos esforzarnos por recordar las cosas buenas que nos pasan. ¿Verdad que sería bueno ponerse esta meta?

      El amor y la esperanza son esenciales para la felicidad

      Bien se ha dicho que, desde la cuna hasta la tumba, todos necesitamos recibir amor. Si no, nos marchitamos. Ahora bien, ¿qué es el amor? Aunque en la actualidad se aplique este nombre a casi cualquier cosa, la Biblia da una bella descripción de esta cualidad: “El amor es sufrido y bondadoso. El amor no es celoso, no se vanagloria, no se hincha, no se porta indecentemente, no busca sus propios intereses, no se siente provocado. No lleva cuenta del daño. No se regocija por la injusticia, sino que se regocija con la verdad. Todas las cosas las soporta, todas las cree, todas las espera, todas las aguanta” (1 Corintios 13:4-8).

      Sin duda, el amor verdadero es lo contrario al egoísmo. En realidad, como “no busca sus propios intereses”, antepone la felicidad ajena a la personal. Por desgracia, ese amor es cada vez menos frecuente. De hecho, en su trascendental profecía sobre el fin del sistema de cosas actual, Jesús indicó que “se enfriar[ía] el amor de la mayor parte” de las personas (Mateo 24:3, 12; 2 Timoteo 3:1-5).

      Pero esta situación no va a seguir así indefinidamente, pues constituye un insulto al Creador, quien es el amor en persona (1 Juan 4:8). Dentro de poco eliminará de la Tierra a las personas dominadas por el odio o la codicia. Tan solo conservará vivos a quienes se esfuercen por cultivar el amor que hemos descrito. Como consecuencia, reinarán la paz y la felicidad en todo el planeta. La siguiente promesa bíblica se cumplirá sin falta: “Solo un poco más de tiempo, y el inicuo ya no será; y ciertamente darás atención a su lugar, y él no será. Pero los mansos mismos poseerán la tierra, y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz” (Salmo 37:10, 11).

      Imagínese lo que será sentir cada día “deleite exquisito”. ¿Debería sorprenderle, entonces, que la Biblia exhorte a los cristianos: “Regocíjense en la esperanza”? (Romanos 12:12.) ¿Le gustaría aprender más sobre la maravillosa esperanza que Dios ofrece a la humanidad obediente? Si así es, no deje de leer el siguiente artículo.

      [Comentario de la página 7]

      “Hay más felicidad en dar que en recibir.” (Hechos 20:35)

      [Ilustración y recuadro de la página 5]

      ¿Son ciertas las historias de triunfadores?

      En ocasiones oímos historias de gente que se cría en hogares difíciles, lucha contra viento y marea y termina amasando una fortuna. “Tales relatos se citan a veces como ejemplos de que es posible que las personas se superen en medio de la adversidad y luego les vaya bien en la vida a pesar de haber tenido una infancia infeliz, o incluso como consecuencia de ella —explica un reportaje sobre la felicidad publicado en el periódico San Francisco Chronicle—. El problema con esta interpretación es que, según ciertos estudios, no siempre les ha ido tan bien después de todo. Tan solo es que se han hecho más ricos.”

      [Ilustración y recuadro de la página 6]

      La felicidad es saludable

      Un espíritu alegre es curativo. Según la revista Time, “parece que la felicidad y los estados mentales vinculados —como la esperanza, el optimismo y la satisfacción— reducen el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y pulmonares, diabetes, hipertensión, resfriados y rinofaringitis, y limitan su gravedad”. De acuerdo con un estudio holandés realizado con pacientes ancianos, la actitud alegre y positiva propició una asombrosa merma del 50% en la mortalidad en un plazo de nueve años.

      No está claro cómo influyen los estados mentales en el organismo. Pero los estudios indican que las personas optimistas registran menores niveles de cortisol, hormona del estrés que inhibe el funcionamiento del sistema inmunológico.

  • Esperanza que nos llena de alegría
    ¡Despertad! 2006 | abril
    • Esperanza que nos llena de alegría

      JOE, enfermo terminal de cáncer, estaba postrado en la cama. A su lado conversaban su esposa, Kirsten, y unos cuantos amigos. Al mirar a su marido, Kirsten observó que las lágrimas surcaban sus mejillas. Al principio pensó que sería del dolor. Pero aunque sin duda lo sentía, él le aseguró que en esa ocasión no lloraba por eso.

      “En aquel trago amargo —dice Kirsten—, Joe estaba acompañado de amigos íntimos que habían ido a verlo. Además, contaba con una maravillosa esperanza, que nadie podría quitarle y de cuya realización estaba más seguro que nunca. Confesó que eran lágrimas de alegría. Esa misma noche falleció.”

      ¿Qué esperanza sostuvo a Joe mientras la enfermedad seguía su curso? La promesa que nos hace Jehová Dios de vivir eternamente con salud perfecta en una Tierra paradisíaca (Salmo 37:10, 11, 29). Por ejemplo, Revelación (Apocalipsis) 21:3, 4 dice: “La tienda de Dios está con la humanidad [...]. Y limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores [entre ellas los múltiples problemas de la actualidad] han pasado”.

      Esperanza hasta para los muertos

      En el caso de Joe, su esperanza se cumplirá cuando resucite. Es más, ya durante su enfermedad le consoló la garantía que dio Cristo de que “todos los que están en las tumbas conmemorativas” —los muertos que Dios guarda en su memoria— despertarán del sueño de la muerte (Juan 5:28, 29). Y usted, lector, ¿se encuentra triste por haber perdido a un familiar o amigo? Si así es, la esperanza de la resurrección también lo confortará. Cierto, no eliminará el profundo dolor de haber sufrido la pérdida de un ser querido, pues hasta Jesús “cedió a las lágrimas” cuando su amigo Lázaro falleció, pero dicha esperanza le aliviará la pena (Juan 11:14, 34, 35; 1 Tesalonicenses 4:13).

      “Cuando el cáncer acabó con Joe —señala Kirsten—, creí que me sería imposible volver a ser feliz. Ya han pasado varios años y todavía pienso que mi vida en este sistema nunca será igual. Nada puede llenar el vacío que dejó Joe. Con todo, no les miento si les digo que de nuevo estoy tranquila y contenta.”

      Los comentarios de Kirsten nos recuerdan que en este mundo no se puede experimentar en todo momento un gozo desbordante. La vida tiene sus altas y sus bajas. Y en ocasiones estaría fuera de lugar sentir júbilo (Eclesiastés 3:1, 4; 7:2-4). Además, hay quienes, por una u otra causa, batallan con la depresión. Aun así, las promesas bíblicas son un consuelo sin igual, y la insuperable sabiduría de las Escrituras nos ayuda a no cometer errores que nos harían infelices. Es tal y como Dios nos promete: “En cuanto al que me escucha, él residirá en seguridad y estará libre del [...] pavor de la calamidad” (Proverbios 1:33).

      En efecto, Jehová quiere lo mejor para nosotros. Desea que seamos felices, pero no de manera superficial, sino en lo más profundo de nuestro ser. Y no solo por unos años, sino por toda la eternidad. Por esa razón, su Hijo pronunció unas palabras que nunca perderán su validez: “Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual” (Mateo 5:3). Ciertamente, haremos bien en tomarlas en serio.

      [Ilustración y recuadro de la página 9]

      Nueve ingredientes para la felicidad

      1. Adoptar un enfoque espiritual ante la vida (Mateo 5:3).

      2. Contentarse con lo esencial y huir del “amor al dinero” (1 Timoteo 6:6-10).

      3. Mantener los placeres en su lugar (2 Timoteo 3:1, 4).

      4. Ser generoso y esforzarse por hacer felices a los demás (Hechos 20:35).

      5. Ser agradecido y apreciar lo que se tiene (Colosenses 3:15).

      6. Tener una actitud perdonadora (Mateo 6:14).

      7. Elegir bien las amistades (Proverbios 13:20).

      8. Cuidar del cuerpo y evitar los vicios (2 Corintios 7:1).

      9. “Regoc[ijarse] en la esperanza” que da la Biblia (Romanos 12:12).

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