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  • La pandemia del odio
    ¡Despertad! 2001 | 8 de agosto
    • La pandemia del odio

      UN MONSTRUO anda suelto. Se llama odio y causa estragos en todo el mundo.

      Una provincia de los Balcanes apenas se repone de los horrores de una reciente campaña de limpieza étnica. Las hostilidades seculares dieron paso a ejecuciones en masa, violaciones, expulsiones, incendios y saqueos de hogares y pueblos, destrucciones de cosechas y ganado, y hambrunas, así como a la colocación de minas terrestres, muchas de las cuales aún siguen sembradas.

      En Timor Oriental, república del sudeste de Asia, 700.000 seres humanos huyeron aterrorizados para librarse de los asesinatos, las palizas, los disparos indiscriminados y los desplazamientos forzosos. Dejaron tras de sí un paisaje desolado por los grupos paramilitares. “Me siento como un animal acosado”, exclamó una de las víctimas.

      Un edificio de apartamentos de Moscú quedó destrozado en un ataque terrorista con bomba. Los restos de 94 seres inocentes —entre ellos niños— quedaron esparcidos por todas partes, y hubo más de ciento cincuenta heridos. Ante tal atrocidad, la gente se pregunta: “¿Quiénes serán los próximos?”.

      En la ciudad californiana de Los Ángeles, un fanático racista disparó contra un grupo de preescolares judíos y luego mató a un cartero filipino.

      Como vemos, no es errado calificar al odio de pandemia. Casi todos los días nos llegan noticias de lo que sucede cuando la hostilidad racial, étnica o religiosa se alía con la criminalidad. Contemplamos la destrucción de países, familias y comunidades; la perpetración de genocidios, y el salvajismo con que se trata a algunas personas por el simple hecho de ser “distintas”.

      Para enjaular al monstruo del odio, debemos entender sus orígenes. ¿Lo lleva el hombre escrito en los genes, o lo aprende? ¿Será posible vencerlo?

      [Reconocimiento de la página 3]

      Kemal Jufri/Sipa Press

  • Las raíces del odio
    ¡Despertad! 2001 | 8 de agosto
    • Las raíces del odio

      EL ODIO hizo su aparición en los albores de la humanidad, como indica el relato bíblico de Génesis 4:8: “Aconteció que, mientras estaban en el campo, Caín procedió a atacar a Abel su hermano y a matarlo”. “¿Y por qué causa lo degolló? —escribe el apóstol Juan—. Porque sus propias obras eran inicuas, pero las de su hermano eran justas.” (1 Juan 3:12.) En efecto, Abel fue víctima de una de las causas más comunes del odio: la envidia, los celos. “La furia de un hombre físicamente capacitado son los celos”, señala Proverbios 6:34. En la actualidad, las personas siguen atacándose por envidia de la condición social, la riqueza, las posesiones u otras ventajas.

      La ignorancia y el temor

      Pero esta no es más que una de las múltiples raíces del odio. Otras son la ignorancia y el miedo. “Antes de aprender a odiar, aprendí a temer”, dijo un joven, miembro de un violento grupo racista. En la mayoría de los casos, tales recelos suelen fundarse en la ignorancia. Según The World Book Encyclopedia, la gente con prejuicios tiende a abrigar opiniones “infundadas [...,] a tergiversar, distorsionar, malinterpretar o incluso pasar por alto todo lo que discrepe de sus ideas preconcebidas”.

      ¿Qué origen tienen estos conceptos? Un servicio de información de Internet dice: “La historia da cuenta de buena parte de los estereotipos culturales, pero muchos prejuicios obedecen a vivencias personales”.

      En Estados Unidos, por ejemplo, el sistema esclavista dejó un legado de tensiones —que perviven hasta nuestros días— entre muchos blancos y afroamericanos. No es raro que los criterios del exclusivismo de raza se transmitan de padres a hijos. Un blanco, racista declarado, admitió que llegó a sentir rechazo hacia los negros “sin haber tenido el más mínimo contacto con ellos”.

      Por otro lado, hay quienes creen que las personas diferentes no pueden ser buenas. Quizás tuvieron un incidente aislado con alguien de otra raza o cultura, y de ahí dieron un salto espectacular y concluyeron que todos los miembros de esa colectividad compartían el mismo defecto.

      Aunque la intolerancia es espantosa a nivel individual, cuando infecta a todo un país puede resultar mortífera. La noción de que la nacionalidad, el color de la piel, la cultura o el idioma hacen a un ser humano superior a otros pudiera ser un caldo de cultivo del fanatismo y la xenofobia (hostilidad hacia toda persona o cosa extranjera). Durante el siglo XX, tal intransigencia se tradujo a menudo en actos violentos.

      Cabe mencionar que el odio y la intolerancia no se centran únicamente en el color de la piel o la nacionalidad. El investigador Clark McCauley, de la Universidad de Pensilvania, señala que “la división arbitraria de la gente en dos grupos, aunque se realice lanzando una moneda al aire, basta para generar parcialidad hacia el grupo al que uno pertenezca”. Una maestra demostró este hecho con un famoso experimento: al dividir a sus alumnos de tercer grado (de ocho años) en dos secciones según el color de los ojos, azules o castaños, enseguida surgieron las disputas. Hasta las asociaciones que se fundan en cuestiones tan triviales como la predilección por un determinado equipo deportivo pueden desencadenar choques violentos.

      ¿Por qué tanta violencia?

      Pero ¿por qué suele manifestarse tal aversión de forma violenta? Aunque los expertos han examinado minuciosamente estos asuntos, por el momento solo disponen de teorías. Clark McCauley compiló una extensa bibliografía sobre los estudios que analizan la violencia y la agresividad humana. Menciona uno que indica que “los delitos violentos guardan relación con las guerras y las victorias bélicas”. Los investigadores descubrieron que “los países que intervinieron en las dos conflagraciones mundiales, sobre todo los que resultaron vencedores, vieron aumentar el número de homicidios durante la posguerra”. Según indica la Biblia, vivimos en un período de contiendas bélicas (Mateo 24:6). ¿No es posible, por tanto, que estas hayan potenciado otras formas de violencia?

      Hay especialistas, sin embargo, que buscan una explicación biológica a la agresividad humana. Un estudio trató de relacionar ciertos tipos de agresiones con “la presencia de niveles bajos de serotonina en el cerebro”. Otra teoría popular es que la agresividad acecha ya en nuestros genes. “Buena parte [del odio] tal vez venga integrada en nuestro organismo”, razonó un politólogo.

      Es cierto que la Biblia indica que todos los seres humanos nacen imperfectos, con malas inclinaciones y deficiencias (Génesis 6:5; Deuteronomio 32:5), pero no todos sienten odio irracional hacia otras personas. Tal sentimiento se aprende. De ahí que el famoso psicólogo Gordon W. Allport comentara que los niños pequeños “apenas [...] manifiestan instintos destructivos. [...] El bebé es confiado y se acerca a casi todo tipo de estímulo y de persona”. Tales observaciones respaldan la postura de que la agresividad, el prejuicio y el odio son, en esencia, conductas aprendidas. Los maestros del odio explotan agresivamente la aparente capacidad humana de aprender a odiar.

      Formas de envenenar las mentes

      En primera línea figuran los líderes de grupos que incitan al odio, como los cabezas rapadas de orientación neonazi y el Ku Klux Klan. Su blanco suelen ser jóvenes influenciables de familias problemáticas, chicos con sentimientos de inseguridad e inferioridad que desean obtener un sentido de pertenencia.

      Un medio muy poderoso para difundir el odio es Internet que, según un recuento reciente, alberga un millar de sitios que incitan a la hostilidad. De acuerdo con la revista The Economist, el dueño de uno de ellos dijo: “Gracias a la Red, hacemos llegar nuestros puntos de vista a centenares de miles de personas”. Ese mismo espacio incluye una “Sección infantil”.

      Cuando los adolescentes navegan por la Red en busca de música, pudieran encontrar enlaces con sitios que permiten bajar canciones cargadas de odio, por lo general ruidosas, violentas y con letras muy racistas. Esas mismas páginas ofrecen conexiones con grupos de noticias, foros de charla y otros espacios que fomentan la hostilidad.

      Algunos de ellos tienen secciones especiales con juegos y actividades para los jóvenes. Una página neonazi trata de justificar con la Biblia el racismo y el antisemitismo. El grupo que la mantiene creó también un sitio con crucigramas que incorporan comentarios racistas. ¿Con qué finalidad? “Ayudar a los jóvenes blancos a que entiendan nuestra lucha.”

      Pero no todos los promotores del odio son tan excéntricos. Un sociólogo escribió acerca de los últimos conflictos en los Balcanes y dijo lo siguiente de algunos respetados autores y creadores de opinión: “Me quedé atónito al ver[les] adoptar un estilo que apela a los más bajos instintos de sus compatriotas, agita su odio más visceral y les nubla la mente haciéndoles creer que ninguna acción es reprobable [...] y falseando la realidad”.

      No debe perderse de vista el papel que ha desempeñado el clero en este particular. En su libro Holy Hatred: Religious Conflicts of the ’90’s (Odio sagrado: conflictos religiosos de los años noventa), el escritor James A. Haught hace este perturbador comentario: “Una de las grandes ironías de la década de 1990 es que la religión, que supuestamente genera bondad e interés humano, sea la primera causa de odios, guerras y actos terroristas”.

      Por lo visto, las raíces del odio son múltiples y complejas. Entonces, ¿no hay manera de conseguir que el hombre se salga del círculo vicioso del odio, esa locura que ha marcado su historia? ¿Pueden adoptarse medidas, tanto de carácter personal como internacional, para combatir la incomprensión, la ignorancia y el temor que engendran odio?

      [Comentario de la página 6]

      El prejuicio y el odio son conductas aprendidas

      [Ilustración de las páginas 4 y 5]

      No nacemos con...

      ... sentimientos de odio e intolerancia

      [Ilustración de la página 7]

      Muchos grupos radicales usan la Red para captar jóvenes

      [Ilustración de la página 7]

      Las religiones han avivado muchos conflictos

      [Reconocimiento]

      AP Photo

  • Cómo vencer el odio
    ¡Despertad! 2001 | 8 de agosto
    • Cómo vencer el odio

      ‘Amen a sus enemigos.’ (MATEO 5:44.)

      DURANTE varios días, los dirigentes de dos naciones enemigas estuvieron enfrascados en una intensa ronda de negociaciones de paz. A la cita acudió también el presidente de un poderoso país industrializado que, haciendo uso de sus grandes influencias y dotes diplomáticas, trató de reconciliar a los dos bandos. Pero todas estas iniciativas solo generaron más angustia. Al cabo de unas semanas, ambas naciones se enzarzaron en “los enfrentamientos más violentos de los últimos veinte años”, según la revista Newsweek.

      Pese al empeño que ponen muchos jefes de Estado, el odio y la animosidad entre las diversas etnias y naciones del mundo se resisten a desaparecer. La ignorancia, el fanatismo y la propaganda alimentan la espiral de odio. Pero aunque los líderes intentan en vano hallar soluciones innovadoras, pasan por alto el hecho de que el mejor remedio es muy antiguo, tanto como el Sermón del Monte. Durante aquel discurso, Jesús instó a sus oyentes a obedecer a Dios y pronunció la declaración que citamos al principio: ‘Amen a sus enemigos’. Esa exhortación no solo es el mejor antídoto contra el odio y el prejuicio, sino el único efectivo.

      Los escépticos rechazan la opción de amar a los enemigos por considerarla idealista e inviable. Ahora bien, si el odio es un comportamiento aprendido, ¿no es lógico concluir que puede desaprenderse? Así pues, las palabras de Jesús brindan esperanza segura para el ser humano e indican que es posible superar la hostilidad aunque lleve años arraigada.

      Examinemos el marco en el que vivían los judíos que escuchaban a Jesús. No tenían que ir muy lejos para encontrar enemigos. Los ejércitos romanos mantenían el control sobre la región y los sometían a un régimen caracterizado por la pesada carga fiscal, la manipulación política, el abuso y la explotación (Mateo 5:39-42). Además, había quienes llegaban a considerar enemigos a algunos compatriotas suyos debido a desavenencias triviales que se habían enconado (Mateo 5:21-24). ¿De verdad podía esperar Jesús que sus oyentes amasen a quienes les habían hecho daño?

      El significado de “amor”

      En primer lugar hay que tener presente que al hablar de “amor”, Jesús no se refería al afecto propio de amigos íntimos. El término griego que aparece en Mateo 5:44 se deriva de a·gá·pe, que transmite la idea de amor regido por principios, y no implica necesariamente cariño. Dado que está orientado por principios justos, este sentimiento incita a velar por los intereses del prójimo, independientemente de su conducta. Así pues, el amor a·gá·pe es capaz de superar las enemistades personales. El propio Cristo demostró esta cualidad cuando, en vez de maldecir a los soldados romanos que lo clavaron en un madero, oró: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34).

      ¿Sería realista esperar que el mundo abrazara las enseñanzas de Jesús a gran escala y que todos comenzasen a amarse mutuamente? No, pues la Biblia señala que este sistema seguirá hundiéndose en su ruina. Como predice 2 Timoteo 3:13, “los hombres inicuos e impostores avanzarán de mal en peor”. No obstante, a nivel individual podemos romper el círculo vicioso del odio estudiando la Biblia para conocer bien sus justos principios. Hay muchos ejemplos de personas que han aprendido a resistir el torbellino de odio que las rodea. Veamos algunas experiencias.

      Aprendió a amar

      A los 13 años, José ya pertenecía a un grupo terrorista con el que participaba en la lucha de guerrillas.a Le enseñaron a odiar a los supuestos culpables de las injusticias que le rodeaban. Tenía que matarlos siempre que fuera posible. Al ver morir a muchos compañeros suyos, José se llenó de amargura y sed de venganza. Mientras preparaba granadas, se preguntaba: “¿Por qué hay tanto sufrimiento? Si Dios existe, ¿no ve lo que pasa?”. Muchas veces, sumido en la confusión y el abatimiento, cedía al llanto.

      José empezó a frecuentar una congregación de los testigos de Jehová. La primera vez que asistió a sus reuniones percibió de inmediato el amor que reinaba entre ellos. Todos le saludaron con cordialidad. Más adelante escuchó un análisis del tema “¿Por qué tolera Dios la maldad?” que le contestó sus preguntas.b

      Al aumentar sus conocimientos de la Biblia, José decidió cambiar de vida y de forma de pensar. Aprendió que “el que no ama permanece en la muerte. Todo el que odia [...] es homicida, y [...] ningún homicida tiene la vida eterna como cosa permanente en él” (1 Juan 3:14, 15).

      Sin embargo, no le fue fácil romper con los terroristas, quienes lo seguían cada vez que iba al Salón del Reino de los Testigos de Jehová. Algunos llegaron a asistir a varias reuniones para averiguar la razón de que hubiera cambiado tanto. Finalmente, al ver que no era un traidor ni suponía un peligro para ellos, lo dejaron tranquilo. Con 17 años, se bautizó como testigo de Jehová y poco después empezó a predicar de tiempo completo. En vez de tramar asesinatos, ahora difunde un mensaje de amor y esperanza.

      Derribaron las barreras étnicas

      ¿Pueden los miembros de diversas etnias derribar las barreras de odio que los separan? Tomemos como ejemplo a los testigos de Jehová del grupo de lengua amárica que se reúne en la ciudad de Londres. De sus 35 integrantes, 20 proceden de Etiopía y 15 de Eritrea. Todos adoran a Dios en concordia a pesar de que hace poco se libraron en África sangrientas batallas entre ambas colectividades.

      Un etíope aprendió de su familia a recelar siempre de los eritreos, pero ahora no solo confía en los Testigos de esa nacionalidad, sino que, como comparte su fe, los llama hermanos. Aunque estos quince cristianos por lo general hablan tigriña, decidieron aprender amárico, el idioma de sus hermanos etíopes, para estudiar la Biblia junto con ellos. Sin duda, un elocuente testimonio de la fuerza del amor piadoso como “vínculo perfecto de unión” (Colosenses 3:14).

      Dejó atrás el pasado

      ¿No es natural que quien haya sufrido tratos inhumanos albergue odio a sus torturadores? Veamos lo que le ocurrió a Manfred, de Alemania. Pasó seis años en una prisión comunista por el único delito de ser testigo de Jehová. ¿Sintió alguna vez animadversión hacia sus opresores o deseos de vengarse de ellos? “No”, contestó. Según el rotativo germano Saarbrücker Zeitung, Manfred dijo: “Cometer injusticias o devolverlas [...] pone en marcha un círculo vicioso que lleva invariablemente a la comisión de más injusticias”. Es patente que él obedeció esta exhortación bíblica: “No devuelvan mal por mal a nadie [...]. Si es posible, en cuanto dependa de ustedes, sean pacíficos con todos los hombres” (Romanos 12:17, 18).

      Un mundo sin odio

      Los testigos de Jehová no dicen que hayan superado a la perfección la hostilidad. Muchas veces constatan que no es fácil vencer los viejos rencores y animadversiones. Tienen que luchar con empeño y constancia para vivir de acuerdo con los principios bíblicos. Pero en general son un ejemplo vivo del poder de las Escrituras para romper el círculo vicioso del odio. Con su programa de cursos bíblicos ayudan todos los años a miles de personas a liberarse del racismo y la intolerancia.c (Véase el recuadro “La Biblia ayuda a vencer el odio”.) El éxito que han cosechado constituye un anticipo de los resultados que obtendrá la campaña educativa mundial que pronto erradicará para siempre el odio y sus causas. Este programa futuro se llevará a cabo bajo la supervisión del Reino de Dios, el gobierno universal por el que Jesús nos enseñó a orar en el Padrenuestro, cuando dijo: “Venga tu reino” (Mateo 6:9, 10).

      La Biblia promete que mediante la administración de este gobierno celestial, “la tierra ciertamente estará llena del conocimiento de Jehová” (Isaías 11:9; 54:13). Entonces se cumplirán por todo el planeta las siguientes palabras de Isaías, citadas con frecuencia: “[Dios] ciertamente dictará el fallo entre las naciones y enderezará los asuntos respecto a muchos pueblos. Y tendrán que batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni aprenderán más la guerra” (Isaías 2:4). Por consiguiente, será el propio Dios quien rompa de una vez y para siempre el círculo vicioso del odio.

      [Notas]

      a Se le ha cambiado el nombre.

      b Véase el cap. 8, “¿Por qué permite Dios el sufrimiento?”, del libro El conocimiento que lleva a vida eterna, editado por los testigos de Jehová.

      c Para estudiar gratuitamente la Biblia con los testigos de Jehová, no tiene más que ponerse en contacto con ellos en su propia localidad o escribir a los editores de esta revista.

      [Recuadro de la página 11]

      La Biblia ayuda a vencer el odio

      ● “¿De qué fuente son las guerras y de qué fuente son las peleas entre ustedes? ¿No son de esta fuente, a saber, de sus deseos vehementes de placer sensual que se hallan en conflicto en sus miembros?” (Santiago 4:1.) Si reprimimos los deseos egoístas, es posible que evitemos muchas disputas.

      ● “No [estén] vigilando con interés personal solo sus propios asuntos, sino también [...] los de los demás.” (Filipenses 2:4.) Anteponer los intereses ajenos contribuye a acabar con los enfrentamientos innecesarios.

      ● “Depón la cólera y deja la furia; no te muestres acalorado solo para hacer mal.” (Salmo 37:8.) Tenemos la capacidad y la obligación de controlar los impulsos destructivos.

      ● “Dios [...] hizo de un solo hombre toda nación de hombres, para que moren sobre la entera superficie de la tierra.” (Hechos 17:24, 26.) Es irracional sentirse superior a las personas de otra raza, pues todos pertenecemos a la misma colectividad: la familia humana.

      ● “No [estén] haciendo nada movidos por espíritu de contradicción ni por egotismo, sino considerando con humildad mental que los demás son superiores a ustedes.” (Filipenses 2:3.) Es una gran necedad menospreciar a los demás, pues suelen tener cualidades y habilidades de las que carecemos nosotros. Ninguna raza o cultura tiene el monopolio de todo lo bueno.

      ● “Realmente, pues, mientras tengamos tiempo favorable para ello, obremos lo que es bueno para con todos.” (Gálatas 6:10.) Para facilitar la comunicación y resolver los malentendidos, es muy útil tomar la iniciativa y ser amable y servicial con el prójimo, sin importar su raza o cultura.

      [Ilustraciones de las páginas 8 y 9]

      Testigos etíopes y eritreos adoran a Dios juntos, en paz

      [Ilustración de la página 10]

      Manfred, sobreviviente de una prisión comunista, se negó a ceder al odio

      [Ilustración de la página 10]

      La Biblia puede ayudar a derribar las barreras que separan a la gente

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