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¿Ocurren todavía curaciones milagrosas?La Atalaya 1997 | 1 de julio
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¿Ocurren todavía curaciones milagrosas?
“ACEPTA a Jesús y serás sanado.” Este tipo de afirmaciones hicieron pensar a cierto evangélico llamado Alexandre que tomar medicamentos para su enfermedad demostraría falta de fe. Se convenció de que con tan solo tener fe, se efectuaría la curación milagrosa que necesitaba. Una católica devota llamada Benedita se conmovió profundamente cuando se enteró de las curaciones milagrosas ocurridas en el santuario de Aparecida do Norte, del estado brasileño de São Paulo. Utilizando un ensalmo que le había enseñado su tía, Benedita rezó a Nuestra Señora Aparecida, a “san” Antonio y a otros “santos”, con la esperanza de recibir el poder de sanar a los enfermos.
Aun a finales de este siglo XX, es evidente que muchas personas todavía creen en la curación milagrosa. ¿Por qué? Sin duda, algunas se sienten desilusionadas cuando los médicos no pueden hacer mucho para curar las enfermedades y aliviar el dolor y el sufrimiento de sus seres queridos, en particular de sus hijos. Los que padecen de enfermedades crónicas pudieran opinar que, en vista del alto costo del tratamiento médico moderno, nada se pierde recurriendo a la curación por fe. Algunas ven en programas de televisión que diversas iglesias o personas se ofrecen para curar el sida, la depresión, el cáncer, la demencia, la hipertensión y muchas afecciones más. Sea que tengan fe en esas afirmaciones o no, quizás opten por hacerles caso como último recurso. Otras personas creen que los espíritus malignos provocan su enfermedad y que en nada puede beneficiarles la medicina convencional.
Por otra parte, hay quienes se oponen firmemente al concepto de que los “santos” muertos o los sanadores vivientes efectúen curaciones milagrosas, y hasta condenan tal parecer. Según el periódico Jornal da Tarde, el inmunólogo Dráusio Varella opina que tal creencia “constituye un aprovechamiento engañoso de la fe del incauto y desesperado”. Además, comenta: “Por culpa de estos impostores, muchas personas pudieran cifrar su esperanza en los milagros y abandonar el tratamiento médico formal”. Asimismo, The New Encyclopædia Britannica explica: “Históricamente, las curaciones no convencionales se han relacionado con los lugares sagrados y los ritos religiosos; de ahí que la ciencia médica tienda a atribuir al proceso natural de la sugestión, funcionando en circunstancias favorables, la totalidad de dichas curaciones”. Aun así, muchos sostienen que, efectivamente, en su caso ha ocurrido una curación milagrosa y que la sanidad por fe ha surtido efecto.
Los que tienen conocimiento de la Biblia son conscientes de que Jesucristo sanó en muchas ocasiones a los enfermos y lo hizo por “el poder [...] de Dios”. (Lucas 9:42, 43.) Por consiguiente, quizás se pregunten: ‘¿Actúa aún el poder de Dios y produce curaciones milagrosas en la actualidad?’. En tal caso, ¿por qué no producen los resultados prometidos los intentos de curación? ¿Será acaso que el enfermo no tiene la fe necesaria o que su donativo no es de cuantía suficiente? ¿Es apropiado que busque curación milagrosa el cristiano que padece alguna enfermedad dolorosa o quizás incurable? ¿Se realizarán algún día curaciones milagrosas infalibles como las que ejecutó Jesús? Podemos hallar las respuestas a esas preguntas fundamentales en el siguiente artículo.
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Se acerca la curación milagrosa de la humanidadLa Atalaya 1997 | 1 de julio
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Se acerca la curación milagrosa de la humanidad
“JAMÁS hemos visto cosa semejante.” Así se expresó la gente al ver a Jesús sanar de forma milagrosa e instantánea a un paralítico. (Marcos 2:12.) Además, curó a los ciegos, los mudos y los cojos, y sus discípulos realizaron obras semejantes. ¿Con qué poder realizó estos milagros Jesús? ¿Qué papel desempeñó la fe? ¿Qué luz arrojan sobre las curaciones milagrosas de la actualidad aquellas experiencias del siglo primero? (Mateo 15:30, 31.)
“Tu fe te ha devuelto la salud”
A los sanadores por fe de nuestros tiempos les encanta citar las palabras de Jesús dirigidas a una mujer que acudió a él en busca de alivio, debido a que llevaba doce años padeciendo de un flujo de sangre: “Tu fe te ha devuelto la salud”. (Lucas 8:43-48.) ¿Quiso decir Jesús que la curación dependía de que ella tuviera fe? ¿Fue un ejemplo de “curación por fe” como la que se practica hoy en día?
Al leer detenidamente la Biblia, observamos que por lo general ni Jesús ni sus discípulos exigían que los enfermos declararan su fe antes de sanarlos. La mencionada mujer se acercó y, sin haber dirigido palabra alguna a Jesús, tocó sigilosamente su prenda de vestir por detrás y “al instante el flujo de su sangre cesó”. En otra oportunidad, Jesús sanó a uno de los hombres que habían ido con la intención de arrestarlo. Hasta curó a un hombre que no tenía siquiera idea de quién era él. (Lucas 22:50, 51; Juan 5:5-9, 13; 9:24-34.)
Pues bien, ¿qué papel desempeñó la fe? Cuando Jesús se encontraba con sus discípulos en el distrito de Tiro y Sidón, una fenicia se acercó y clamó: “Ten misericordia de mí, Señor, Hijo de David. Mi hija está terriblemente endemoniada”. Imagínese la desesperación que sentía cuando suplicó: “¡Señor, ayúdame!”. Jesús se compadeció de ella y le dijo: “Oh mujer, grande es tu fe; que te suceda según deseas”. Y su hija recuperó la salud “desde aquella hora”. (Mateo 15:21-28.) Es evidente que la fe estaba implicada, pero ¿la fe de quién? Note que Jesús elogió la fe de la madre, no la de la hija enferma. Y ¿en qué tenía fe? Al llamar “Señor, Hijo de David” a Jesús, la mujer lo reconoció públicamente como el Mesías prometido. No era sencillamente una expresión de fe en Dios ni en el poder del sanador. Cuando Jesús le dijo: “Tu fe te ha devuelto la salud”, dio a entender que si los enfermos no hubieran tenido fe en que él era el Mesías, no lo habrían buscado para que los curara.
Estos ejemplos bíblicos nos muestran que las curaciones que efectuó Jesús difirieron mucho de las que se observan o se alega que suceden en la actualidad. Las muchedumbres no se entregaron a ninguna intensa manifestación emocional, como gritos, cantos, lamentos, desvanecimientos ni nada por el estilo, ni tampoco incurrió Jesús en ningún tipo de comportamiento histérico. Además, Jesús nunca dejó de curar a los enfermos con el pretexto de que les faltaba fe o de que su ofrenda no había sido suficientemente generosa.
Curaciones por el poder de Dios
¿Cómo pudieron efectuar curaciones Jesús y sus discípulos? La Biblia contesta: “El poder de Jehová estaba allí para que él hiciera curaciones”. (Lucas 5:17.) Después de cierta curación, según Lucas 9:43, “todos empezaron a quedar atónitos ante el poder majestuoso de Dios”. Como era propio, Jesús no procuró atraer la atención a sí mismo como sanador. En una ocasión le dijo a un hombre a quien había librado del hostigamiento demoníaco: “Vete a casa a tus parientes, e infórmales acerca de todas las cosas que Jehová ha hecho por ti, y de la misericordia que te tuvo”. (Marcos 5:19.)
Puesto que Jesús y los apóstoles sanaban por el poder de Dios, es fácil comprender por qué no era indispensable para la curación que el enfermo tuviera fe. Sin embargo, sí se exigía que el sanador tuviera una fe fuerte. Así pues, cuando los discípulos no pudieron expulsar a cierto demonio excepcionalmente poderoso, Jesús les indicó la razón: “Por su poca fe”. (Mateo 17:20.)
El propósito de la curación milagrosa
Aunque Jesús curó a muchas personas en el transcurso de su ministerio terrestre, no se dedicó principalmente a un ‘ministerio de sanidad’. Sus curaciones milagrosas, por las cuales nunca cobró ni solicitó donaciones, ocupaban un lugar secundario en comparación con su interés primordial: ‘predicar las buenas nuevas del reino’. (Mateo 9:35.) La Biblia dice que en cierta ocasión “los recibió amablemente y se puso a hablarles del reino de Dios, y sanó a los que tenían necesidad de curación”. (Lucas 9:11.) Según los Evangelios, la gente a menudo llamaba a Jesús “Maestro”, pero nunca “Sanador”.
Pues bien, ¿con qué fin realizó Jesús curaciones milagrosas? Su propósito principal fue demostrar que era el Mesías prometido. Cuando se encarceló injustamente a Juan el Bautista, este quiso tener la seguridad de haber cumplido bien con la misión que había recibido de Dios. Envió a sus propios discípulos a preguntar a Jesús: “¿Eres tú Aquel Que Viene, o hemos de esperar a uno diferente?”. Fíjese en la respuesta de Jesús: “Vayan e informen a Juan lo que oyen y ven: Los ciegos ven otra vez, y los cojos andan, los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen, y los muertos son levantados, y a los pobres se declaran las buenas nuevas”. (Mateo 11:2-5.)
En efecto, las obras milagrosas de Jesús recogidas en los Evangelios, incluidas las curaciones, demostraron indiscutiblemente que era “Aquel que [Venía]”, el Mesías prometido. No había razón alguna para “esperar a uno diferente”.
¿Curaciones milagrosas en la actualidad?
¿Debemos esperar, pues, que Dios demuestre su poder hoy en día efectuando curaciones? No. Al ejecutar aquellas obras milagrosas por el poder de Dios, Jesús evidenció sin lugar a dudas que era el Mesías prometido por Dios. Las obras poderosas de Jesús quedaron recogidas en la Biblia para que todos pudieran leerlas. No hace falta que Dios demuestre su poder vez tras vez ante cada generación sucesiva.
Cabe señalar que las curaciones y demás obras milagrosas solo convencieron a la gente hasta cierto grado. Aun algunos testigos presenciales de los milagros de Jesús no creyeron que él actuaba con el apoyo de su Padre celestial. “Aunque había ejecutado tantas señales delante de ellos, no ponían fe en él.” (Juan 12:37.) Por consiguiente, después de analizar los dones milagrosos que Dios dio a diversos miembros de la congregación cristiana del siglo primero —profecías, lenguas, curaciones y así por el estilo— el apóstol inspirado Pablo dijo: “Sea que haya dones de profetizar, serán eliminados; sea que haya lenguas, cesarán; sea que haya conocimiento, será eliminado. Porque tenemos conocimiento parcial y profetizamos parcialmente; pero cuando llegue lo que es completo, lo que es parcial será eliminado”. (1 Corintios 12:28-31; 13:8-10.)
Por supuesto, la fe en Dios es esencial para nuestro bienestar. Sin embargo, si ciframos nuestra fe en falsas promesas de curación, sufriremos una desilusión. Es más, Jesús advirtió respecto al tiempo del fin: “Se levantarán falsos Cristos y falsos profetas y darán grandes señales y prodigios para extraviar, si fuera posible, hasta a los escogidos”. (Mateo 24:24.) Además de las prácticas fraudulentas de curación, habría también manifestaciones de poder demoníaco. Por lo tanto, es de esperarse que aparezcan noticias de sucesos inexplicables, pero no constituyen en modo alguno un fundamento para la fe sincera en Dios.
¿Nos perjudica el hecho de que nadie efectúe curaciones como las de Jesús en la actualidad? En absoluto. La verdad es que, con el tiempo, las personas que Jesús curó podían enfermar de nuevo, y todas envejecieron y murieron. Los beneficios que recibieron de aquellas curaciones duraron relativamente poco tiempo. Aun así, las curaciones milagrosas de Jesús son de valor duradero debido a que prefiguraron bendiciones futuras.
Después de examinar la Palabra de Dios, la Biblia, Alexandre y Benedita, mencionados anteriormente, dejaron de cifrar su confianza en la actual sanidad por fe y en las curaciones espiritistas. Por otra parte, tienen la seguridad de que la curación milagrosa no es simplemente un suceso del pasado. ¿Por qué? Al igual que otros millones de personas alrededor de la Tierra, esperan con anhelo los beneficios curativos que traerá el Reino de Dios. (Mateo 6:10.)
No habrá más enfermedad ni muerte
Como ya hemos analizado, sanar a los enfermos y ejecutar otros milagros no fue el propósito fundamental del ministerio de Jesús. Más bien, su obra primordial consistió en predicar las buenas nuevas del Reino de Dios. (Mateo 9:35; Lucas 4:43; 8:1.) Ese Reino es el instrumento que Dios empleará para efectuar la curación milagrosa de la humanidad, y eliminar todo el sufrimiento que ha experimentado como resultado del pecado y la imperfección. ¿Cómo y cuándo lo hará?
Con siglos de antelación, Cristo Jesús dio al apóstol Juan una visión profética en la cual se oyó la siguiente declaración: “¡Ahora han acontecido la salvación y el poder y el reino de nuestro Dios y la autoridad de su Cristo!”. (Revelación 12:10.) Todas las pruebas indican que en 1914 se arrojó a la vecindad de la Tierra al gran opositor de Dios, Satanás, y que la gobernación del Reino es ya una realidad. Jesús ha tomado su posición como Rey del Reino Mesiánico, y pronto efectuará grandes cambios en la Tierra.
En el futuro muy cercano, el gobierno celestial en manos de Jesús reinará sobre una nueva sociedad humana justa que constituirá “una nueva tierra”. (2 Pedro 3:13.) ¿Cómo será la vida entonces? He aquí una gloriosa vista por anticipado: “Vi un nuevo cielo y una nueva tierra; porque el cielo anterior y la tierra anterior habían pasado [...]. Y [Dios] limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado”. (Revelación 21:1, 4.)
¿Puede imaginarse cómo será la vida cuando se lleve a cabo la curación milagrosa de la humanidad? “Ningún residente dirá: ‘Estoy enfermo’. La gente que more en la tierra constará de los que habrán sido perdonados por su error.” Sin falta, Dios logrará lo que los sanadores por fe nunca podrán realizar. “Él realmente se tragará a la muerte para siempre.” Sí, “el Señor Soberano Jehová ciertamente limpiará las lágrimas de todo rostro”. (Isaías 25:8; 33:24.)
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