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  • ¿Es caliente el infierno?
    La Atalaya 1989 | 1 de octubre
    • ¿Es caliente el infierno?

      “EN ALGÚN momento durante los años sesenta desapareció el infierno.” Así se expresó el escritor británico David Lodge en su libro Souls and Bodies (Almas y cuerpos), y sus palabras reflejan el modo de pensar de muchos católicos y protestantes durante las décadas que han pasado después de la segunda guerra mundial. Por un tiempo, muchas de las iglesias principales mismas moderaron su doctrina oficial de un infierno de fuego en sus esfuerzos por adaptarse a las formas de pensar modernas.

      La idea de recibir castigo después de la muerte era especialmente inaceptable para la gente porque el concepto del pecado mismo se le había hecho mentalmente turbio. En una entrevista que se hizo al cardenal Ratzinger de Roma en 1984, este dijo: “Nuestra civilización [...] se concentra en debilitar las circunstancias y en pretextos para tratar de quitar a la gente el sentido de culpabilidad, de pecado [...], la mismísima realidad con la cual se relaciona la creencia en el infierno y el Purgatorio”.

      ¿Es posible hoy creer en la realidad del pecado sin aceptar la doctrina del castigo en el purgatorio y el infierno después de la muerte? Un libro reciente, Abrégé de la foi catholique (Resumen de la fe católica), con prólogo del cardenal francés Decourtray, planteó francamente la pregunta: “¿Es necesario creer en el infierno?”. La respuesta fue: “No se puede eludir la atemorizante pregunta acerca del infierno”. La obra Vatican Council II—More Postconciliar Documents (1982) cita de “El credo del pueblo de Dios”, que dice: “Creemos [...] [que] los que han respondido al amor y a la compasión de Dios pasarán a la vida eterna. Los que los han rechazado hasta el fin serán enviados al fuego que nunca se extingue”.

      De modo que, a pesar de todos los esfuerzos teológicos por probar lo contrario, el infierno de fuego todavía es parte integrante del dogma católico oficial. No obstante, A New Dictionary of Christian Theology (1983) menciona la “vergüenza” y el “malestar” que la doctrina de la condenación eterna causa a muchos miembros de las iglesias de la cristiandad hoy día. Se les hace difícil conciliar este dogma con el concepto de un Dios de amor. Se preguntan: ‘¿Es de veras cristiana y bíblica la doctrina de un infierno caliente? Si no lo es, ¿de dónde provino?’.

      [Fotografía en la página 3]

      Catedral de Bourges, Francia

  • El origen del infierno
    La Atalaya 1989 | 1 de octubre
    • El origen del infierno

      “INFIERNO”, explica la New Catholic Encyclopedia, es la palabra que “se emplea para indicar el lugar de los condenados”. Una enciclopedia protestante define infierno como “el lugar donde se castiga a los inicuos después de la muerte”a. Pero las iglesias principales de la cristiandad no son las únicas que creen que hay un lugar donde se inflige castigo después de la muerte. Esa creencia se originó muchos siglos antes de que surgiera la cristiandad.

      El infierno mesopotámico

      Unos 2.000 años antes del nacimiento de Jesús, los sumerios y los babilonios creían en un mundo subterráneo que llamaban el país sin retorno. Esa creencia antigua se refleja en los poemas sumerios y acadios conocidos como “La epopeya de Gilgamés” y el “Descenso de Istar a los infiernos”. Estos describen la morada de los muertos como una casa de oscuridad, “la casa de la cual nadie que ha entrado en ella puede salir”.

      Respecto a las condiciones que imperan allí, un antiguo texto asirio dice que “el otro mundo está lleno de terror”. El príncipe asirio a quien supuestamente se le concedió ver esta morada subterránea de los muertos testificó que le “temblaron las piernas” por lo que vio. Al describir a Nergal, el rey del mundo subterráneo, el príncipe escribió: “Con un clamor horroroso me gritó airadamente como una furiosa tormenta”.

      Religiones de Egipto y del Oriente

      Los egipcios de la antigüedad creían en la inmortalidad del alma y tenían su propio concepto del más allá. The New Encyclopædia Britannica declara: “Los textos funerarios de los egipcios describen el camino al otro mundo como estando lleno de peligros terribles: monstruos espantosos, lagos de fuego, puertas por donde no se puede pasar a menos que se usen fórmulas mágicas, y un barquero siniestro cuya intención malvada hay que frustrar por medios mágicos”.

      Las religiones indoiranias desarrollaron diversas creencias acerca del castigo después de la muerte. Respecto al hinduismo, la Encyclopædia Universalis francesa dice: “Hay innumerables descripciones de los 21 infiernos ideados por los hindúes. Los pecadores son devorados por bestias salvajes y serpientes, asados laboriosamente, mutilados, atormentados con sed y hambre, hervidos en aceite, o pulverizados en recipientes de hierro o piedra”.

      El jainismo y el budismo tienen sus propias interpretaciones del infierno, donde se atormenta a los pecadores impenitentes. El zoroastrismo, fundado en Irán, o Persia, también tiene un infierno: un lugar frío y hediondo donde se atormenta a las almas de los pecadores.

      Es interesante notar que parece que los tormentos del infierno no son eternos según las creencias egipcia, hindú, jainí, budista y zoroástrica. Según estas religiones, después de un período de sufrimiento, las almas de los pecadores pasan a otro lugar u otra condición, dependiendo del concepto que tenga la religión en particular sobre el destino humano. Sus ideas acerca del infierno son similares al concepto católico del purgatorio.

      Los infiernos griego, etrusco y romano

      Los griegos de la antigüedad creían en la supervivencia del alma (psy·kjé, la palabra que también usaban para la mariposa). Llamaban Hades a la región de los muertos, y creían que la gobernaba un dios que llevaba ese mismo nombre. En el libro Orpheus—A General History of Religions, el erudito francés Salomon Reinach escribió lo siguiente acerca de los griegos: “Una creencia muy popular era que [el alma] entraba en las regiones infernales después de haber cruzado el río Estigia en la barca del viejo barquero Caronte, quien exigía como pasaje un óbolo [moneda], que se colocaba en la boca del difunto. En las regiones infernales, [el alma] comparecía ante los tres jueces de ese lugar [...]; si se le condenaba por sus delitos, tenía que sufrir en el Tártaro. [...] Los griegos hasta inventaron un limbo, la morada de los niños que habían muerto durante la infancia, y un purgatorio, donde se purificaban las almas mediante cierto castigo leve”. Según The World Book Encyclopedia, las almas que iban a parar al Tártaro “sufrían tormento eterno”.

      En Italia los etruscos —cuya civilización precedió a la de los romanos— también creían en el castigo después de la muerte. El Dictionnaire des Religions comenta: “Los etruscos cuidaban mucho de sus muertos debido al concepto que tenían de las regiones infernales. Como los babilonios, ellos creían que eran lugares de tortura y desesperación para los manes [los espíritus de los muertos]. El único alivio para ellos venía de las ofrendas propiciatorias que hacían sus descendientes”. Otra fuente declara: “Las tumbas de los etruscos muestran escenas de horror que sirvieron de inspiración para las pinturas cristianas del infierno”.

      Los romanos adoptaron el infierno etrusco y lo llamaron Orco o Infierno. También tomaron de los griegos los mitos acerca de Hades, el rey del mundo subterráneo, y lo llamaron Orco o Plutón.

      Los judíos y las Escrituras Hebreas

      ¿Qué hay de los judíos que vivieron antes de los días de Jesús? Respecto a ellos, la Encyclopædia Britannica (1970) dice: “Desde el siglo V a.C. en adelante, los judíos estuvieron en contacto estrecho con los persas y los griegos, quienes tenían ideas muy avanzadas sobre el más allá. [...] Para el tiempo de Cristo, los judíos ya creían que las almas inicuas serían castigadas en el Gehena después de la muerte”. No obstante, la Encyclopædia Judaica declara: “En las Escrituras no hay ninguna indicación de este concepto posterior del Gehena”.

      Esta última declaración es correcta. No hay ninguna indicación en las Escrituras Hebreas de que se castigue después de la muerte a un alma en un infierno de fuego. Esta doctrina escalofriante provino de las religiones posdiluvianas de Babilonia, no de la Biblia. La doctrina de la cristiandad sobre el castigo en el infierno se originó de los babilonios primitivos. La idea católica del sufrimiento remediador en el purgatorio se remonta a las religiones primitivas de Egipto y del Oriente. El limbo se tomó de la mitología griega. Las oraciones y ofrendas a favor de los muertos eran prácticas de los etruscos.

      Pero ¿en qué suposición fundamental se basan estas doctrinas del castigo consciente después de la muerte?

      [Nota a pie de página]

      a La Cyclopædia of Biblical, Theological, and Ecclesiastical Literature, de M’Clintock y Strong, tomo 4, página 165.

      [Ilustración en la página 5]

      Cruzando el Estigia, según se describe en el “Infierno” de Dante

      [Reconocimiento]

      Publicaciones Dover, Inc.

  • La verdad acerca del infierno
    La Atalaya 1989 | 1 de octubre
    • La verdad acerca del infierno

      ES PATENTE que la doctrina fundamental tras la creencia en el castigo después de la muerte es la creencia de que en realidad el hombre mismo no muere cuando el cuerpo carnal muere, sino que algo —frecuentemente llamado alma— sobrevive a la muerte del cuerpo. Esta creencia, como vimos en el artículo anterior, se remonta al tiempo de los sumerios y los babilonios primitivos de Mesopotamia. Más tarde la adoptaron los griegos, cuyos filósofos —como Platón— refinaron la teoría. Su refinada creencia dualística respecto a “cuerpo y alma” llegó a ser parte de la creencia judía apóstata.

      ¿Cuándo adoptaron los supuestos cristianos la creencia de que hay vida después de la muerte? Ciertamente no fue durante el tiempo de Jesús y sus apóstoles. La Encyclopædia Universalis francesa dice: “El [apócrifo] Apocalipsis de Pedro (siglo II E.C.) fue la primera obra cristiana que describió el castigo y las torturas de los pecadores en el infierno”.

      De hecho, parece que entre los padres primitivos de la iglesia había mucho desacuerdo en cuanto al infierno. Justino Mártir, Clemente de Alejandría, Tertuliano y Cipriano estaban a favor de un infierno de fuego. Orígenes trató de dar al infierno un giro remediador al afirmar que los pecadores que estuvieran en el infierno serían salvos con el tiempo. En esto lo siguieron a mayor o menor grado Gregorio de Nacianzo y Gregorio de Nisa. Pero Agustín puso fin a esos puntos de vista conciliadores sobre el infierno. En el libro Early Christian Doctrines, el profesor J. N. D. Kelly, de Oxford, escribe: “Para el siglo V era prominente por todas partes la rígida doctrina de que los pecadores no tienen una segunda oportunidad después de esta vida y que el fuego que los devora nunca se extingue”.

      En cuanto al purgatorio, el libro Orpheus—A General History of Religions declara: “San Agustín había sostenido que existía una condición intermedia de prueba entre la felicidad futura y la condenación: la de la purificación de las almas por fuego. Esta es la doctrina órfica [pagana griega] y virgiliana [pagana romana] del Purgatorio: no se hace ninguna mención de ella en los Evangelios. [...] La doctrina del Purgatorio [...] se formuló en el siglo VI, y el Concilio de Florencia (1439) la proclamó dogma de la Iglesia”. La New Catholic Encyclopedia reconoce: “La doctrina católica sobre el purgatorio se basa en la tradición, no en la Sagrada Escritura”. Respecto al limbo, el cardenal Ratzinger de Roma admite que es “solamente una hipótesis teológica”.

      No hay castigo después de la muerte

      Sin embargo, ¿qué dice la Biblia al respecto? ¿Dice que el alma sobrevive al cuerpo cuando este muere y que, por lo tanto, puede recibir castigo en un infierno de fuego o un purgatorio? La New Catholic Encyclopedia declara: “La idea de que el alma sobrevive después de la muerte no es fácilmente perceptible en la Biblia. [...] En el A[ntiguo] T[estamento] el alma no se refiere a una parte del hombre, sino al hombre completo... al hombre como ser viviente. De igual manera, en el N[uevo] T[estamento] significa la vida humana: la vida de la persona”.

      Así que la premisa fundamental para establecer el castigo después de la muerte fracasa por completo. La Biblia dice: “El alma que pecare, ésa morirá”. (Ezequiel 18:4, Bover-Cantera, católica.) También dice: “El sueldo del pecado es muerte”. (Romanos 6:23, BC.) Por consiguiente, cuando en la Biblia se habla de inicuos impenitentes que van a parar al “Gehena”, el “fuego eterno” o el “lago de fuego”, sencillamente se emplea lenguaje simbólico para decir que ellos experimentan muerte permanente, “la muerte segunda”. (Mateo 23:33; 25:41, 46; Revelación 20:14; 21:8a; compárese con 2 Tesalonicenses 1:7-9.)

      Vaciado el infierno ediante la resurrección

      Entonces, ¿es caliente el infierno, o no? No lo es según la Biblia. En realidad, las palabras hebrea y griega que en algunas Biblias se traducen “infierno” significan simplemente la sepultura común de los difuntos. No es un lugar ardiente de tormento. Más bien, es un lugar de descanso del cual saldrán los muertos durante la resurrección. (Eclesiastés 9:10; Hechos 24:15.) Oscar Cullmann, profesor de la Facultad de Teología de la Universidad de Basilea, Suiza, y de la Sorbona de París, habla sobre la “diferencia radical que hay entre la esperanza cristiana de la resurrección de los muertos y la creencia griega sobre la inmortalidad del alma”. Dice correctamente que “el hecho de que más tarde el cristianismo formara un eslabón entre ambas creencias [...] no es en realidad ningún eslabón, sino la renuncia a una de ellas [la doctrina bíblica de la resurrección] en favor de la otra [la creencia pagana sobre la inmortalidad del alma humana]”. (Cursiva nuestra.)

      Los testigos de Jehová no han renunciado a su fe en la resurrección para favorecer la idea de la inmortalidad del alma. Se complacerán en compartir con usted la feliz esperanza que tienen y en demostrarle con la Biblia que, en realidad, el infierno no es caliente.

      [Nota a pie de página]

      a Para más información sobre estos textos bíblicos y otros que algunas personas han usado para tratar de apoyar la doctrina de un infierno de fuego, véase el libro ¿Es esta vida todo cuanto hay?, publicado por la Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.

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