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  • El fuego del infierno, ¿está ardiendo, o apagándose?
    La Atalaya 1993 | 15 de abril
    • El fuego del infierno, ¿está ardiendo, o apagándose?

      EL PREDICADOR protestante Jonathan Edwards solía atemorizar a los colonos americanos del siglo XVIII con sus gráficas descripciones del infierno. En una ocasión describió una escena en la que Dios colgaba a los pecadores sobre las llamas como repugnantes arañas. Edwards regañó a su congregación diciendo: “Oh, pecadora, pendes de un delgado hilo, con las llamas de la ira divina ardiendo cerca de él, listas en todo momento para chamuscarlo y partirlo en dos”.

      Sin embargo, poco después de que Edwards pronunció este notorio sermón, las llamas del infierno empezaron a, por decirlo así, vacilar y apagarse.a El libro The Decline of Hell, de D. P. Walker, dice que “hacia la cuarta década del siglo XVIII, la doctrina del tormento eterno para los condenados se cuestionaba abiertamente”. Durante el siglo XIX las llamas del infierno siguieron apagándose, y para la mitad del siglo XX el punto de vista de Edwards de que el infierno era un ‘horno de fuego donde se torturaba intensamente a las víctimas en mente y cuerpo para siempre’ había desaparecido de la conversación educada. “Atacadas por el intelectualismo moderno y eclipsadas por las llamas de Hiroshima y el Holocausto —observa el periodista Jeffery Sheler—, las temibles imágenes del infierno perdieron gran parte de su violencia.”

      A muchos predicadores también dejaron de interesarles el fuego y el azufre. Los sermones agresivos sobre los horrores del infierno desaparecieron de la retórica del púlpito de las iglesias tradicionales de la cristiandad. Para la mayoría de los teólogos, el infierno se convirtió en un tema anacrónico para la erudición seria. Hace algunos años, un historiador eclesiástico repasó los índices de varias revistas especializadas en busca de información para un discurso universitario sobre el infierno. No halló ninguna referencia a este. Según la revista Newsweek, el historiador llegó a la siguiente conclusión: “El infierno ha desaparecido. Y nadie se ha dado cuenta”.

      El regreso del infierno

      ¿Desaparecido? En realidad no. Sorprendentemente, en años recientes la doctrina del infierno ha resurgido en algunos lugares. Algunas encuestas realizadas en Estados Unidos muestran que el porcentaje de creyentes en el infierno ha aumentado de un 53% en 1981 a un 60% en 1990. Además, hay que tener en cuenta la proliferación de los movimientos evangélicos que predican el infierno, por lo que puede decirse que el regreso del infierno al credo de la cristiandad es en realidad un fenómeno mundial.

      Pero ¿afecta este resurgimiento tan solo a los laicos, o ha llegado también a los púlpitos? El hecho es que el fuego del infierno como lo predicó Jonathan Edwards hace doscientos cincuenta años nunca ha desaparecido totalmente de algunos púlpitos conservadores de la cristiandad. En 1991 la revista U.S.News & World Report observó: “Incluso en algunas confesiones liberales tradicionales hay indicios de que los teólogos están empezando a pensar más seriamente en la idea del infierno que en las últimas décadas”. Está claro que después de años de olvido, el fuego del infierno ha regresado al panorama religioso por todo el mundo. No obstante, ¿conserva las mismas características ardientes?

      Preguntas que se plantean

      El teólogo W. F. Wolbrecht no tiene dudas: “El infierno es el infierno, y ningún deseo ni idea humanos evitarán un ápice de su condenación eterna”. Muchos feligreses no están seguros. Aunque no dudan de la existencia del infierno, tienen preguntas en cuanto a la naturaleza del mismo. Otro teólogo admite: “Para mí, el infierno también es una realidad incuestionable, claramente expuesto en el testimonio bíblico, pero su naturaleza precisa es problemática”. Sí, para un número creciente de teólogos y legos, la pregunta ya no es “¿existe el infierno?”, sino “¿qué es el infierno?”.

      ¿Qué contestaría usted? ¿Qué se le ha dicho en cuanto a la naturaleza del infierno? ¿Y por qué preocupa esta doctrina a los cristianos sinceros?

      [Nota a pie de página]

      a El 8 de julio de 1741 Edwards pronunció el sermón “Pecadores en las manos de un Dios airado”.

  • El tormento eterno, ¿por qué es una doctrina perturbadora?
    La Atalaya 1993 | 15 de abril
    • El tormento eterno, ¿por qué es una doctrina perturbadora?

      —Me enteré de que destituyeron a su pastor. ¿Qué sucedió?

      —Bueno, siempre nos decía que todos iríamos al infierno.

      —¿Y qué les dice el nuevo pastor?

      —También dice que iremos al infierno.

      —Entonces, ¿cuál es la diferencia?

      —Bueno, la diferencia consiste en que el anterior parecía que disfrutaba al decirlo; pero cuando este nuevo lo expresa, parece que se le parte el corazón.

      ESTA anécdota, que aparece en un libro de ilustraciones, muestra a su manera que tanto muchos maestros de la Biblia como sus feligreses no se sienten cómodos con la doctrina del infierno. Confirma también, en un contexto más amplio, lo que expresó el teólogo canadiense Clark H. Pinnock: “Creo que de todos los artículos de la teología que han perturbado la conciencia humana a través de los siglos, pocos han causado más desasosiego que la interpretación del infierno como un castigo eterno y consciente del cuerpo y el alma”.

      Implicaciones morales

      ¿Por qué razón perturban a algunas personas las escenas del infierno que pinta la cristiandad? (Véase el recuadro.) El profesor Pinnock explica: “La idea de que una criatura consciente tenga que soportar tortura mental y física por toda la eternidad es sumamente perturbadora, y el concepto de que esta se inflija por sentencia divina ofende mi convicción del amor de Dios”.

      Sí, la enseñanza del tormento eterno implica un problema moral. Por ejemplo, los cristianos sinceros reflexionan sobre las preguntas que planteó el teólogo católico Hans Küng: “Una ilimitada tortura psico-física de sus criaturas, tan despiadada y desesperante, tan insensible y cruel, ¿va a poder contemplarla por toda una eternidad un Dios de amor [...]?”. Küng prosigue: “¿Es Dios un acreedor tan sin entrañas? [...] ¿Qué cabría pensar de un hombre que satisficiese su deseo de venganza con tal intransigencia y avidez?”.a Efectivamente, ¿cómo podría Dios, quien en la Biblia nos manda amar a nuestros enemigos, torturar eternamente a sus enemigos? (1 Juan 4:8-10.) No sorprende, pues, que tantas personas coincidan en señalar que un infierno de semejante naturaleza es, sencilla y llanamente, incompatible con la personalidad de Dios, que dicha doctrina va en contra del sentido común y de la moral.

      Muchos otros creyentes procuran calmar su conciencia eludiendo estas cuestiones. Sin embargo, las inquietudes no desaparecen por el solo hecho de eludirlas. Así que afrontemos el problema. ¿Cuáles son las implicaciones morales relacionadas con esta doctrina? En el Criswell Theological Review, el profesor Pinnock afirma: “El tormento eterno es intolerable desde el punto de vista moral porque convierte a Dios en un monstruo sediento de sangre que mantiene un eterno Auschwitz para víctimas a las que ni siquiera permite morir”. Enseguida pregunta: “¿Cómo puede alguien que posea un mínimo de compasión mostrarse impasible ante semejante visión [la doctrina tradicional del infierno]? [...] ¿Cómo pueden los cristianos aceptar el concepto de una deidad tan cruel y vengativa?”.

      Indicando la mala influencia que esta doctrina ha ejercido en el comportamiento del hombre, el profesor Pinnock comenta: “Me pregunto cuántas atrocidades habrán cometido los que han sostenido que Dios tortura a sus enemigos”. Y concluye diciendo: “¿Acaso no merece un examen este concepto perturbador?”. Claro que sí. No sorprende, pues, que muchos feligreses sensibles estén reconsiderando la doctrina del infierno de fuego. ¿Y qué han hallado? Otro problema que pugna con la idea del tormento eterno.

      El infierno y la justicia

      Muchas personas que han reflexionado sobre la doctrina tradicional del infierno han hallado que esta ofende su concepto natural de la justicia porque atribuye a Dios actos injustos. ¿De qué manera?

      Para responder a esta pregunta, midamos la doctrina del tormento eterno con la norma de justicia que Dios fijó: “Ojo por ojo, diente por diente”. (Éxodo 21:24.) Si aplicamos a la doctrina del infierno de fuego esa ley divina que se dio al antiguo Israel, la ley de la retribución exacta, ¿a qué conclusión llegamos? A la de que únicamente los pecadores que infligieran tormento eterno a su prójimo merecerían un tormento igualmente eterno: tormento eterno por tormento eterno. Pero puesto que el hombre (por malo que sea) solo puede infligir tormento finito, el condenarlo a un tormento eterno crea una desproporción entre su delito y el castigo infinito del infierno de fuego.

      En pocas palabras, la sentencia sería demasiado severa. Excedería los límites de “ojo por ojo, diente por diente”. Teniendo en cuenta que las enseñanzas de Jesús atemperaron el concepto de retribución, tenemos que admitir que los cristianos verdaderos difícilmente considerarían justo el tormento eterno. (Mateo 5:38, 39; Romanos 12:17.)

      Justificación de la doctrina

      No obstante, muchos creyentes intentan justificar la doctrina. ¿De qué manera? El autor inglés Clive S. Lewis, hablando en nombre de muchos de sus defensores, dice en el libro The Problem of Pain: “Esa es la doctrina que más desearía eliminar del cristianismo, si estuviese a mi alcance. Pero tiene pleno fundamento en las Escrituras, especialmente en las palabras de nuestro Señor”. De esta manera, los defensores de la doctrina confiesan que el tormento eterno es horroroso, pero a la vez sostienen que es obligatorio aceptarlo, porque creen que la Biblia lo enseña. El teólogo Pinnock señala al respecto: “Creen que admitiendo su inconformidad, demuestran su inquebrantable lealtad a la Biblia y cierto heroísmo en creer una verdad tan horrible solo porque las Escrituras la enseñan. Hacen que parezca que la infalibilidad de la Biblia estuviera en juego; pero ¿lo está realmente?”.

      Es probable que usted también se pregunte si la lealtad a la Biblia no le deja más alternativa que aceptar esa doctrina. ¿Qué dice la Biblia en realidad?

      [Nota a pie de página]

      a ¿Vida eterna? Respuesta al gran interrogante de la vida humana, Ediciones Cristiandad, 1983, páginas 227, 228.

      [Recuadro en la página 5]

      TRES IMÁGENES PARECIDAS

      La confesión de fe de Westminster, adoptada por muchos protestantes, afirma que los no elegidos “serán arrojados al tormento eterno y castigados con destrucción perpetua”. (Comentario de la confesión de fe de Westminster, de Archibal A. Hodge, versión española de Plutarco Arellano, 33:2.) “En el cristianismo católico romano —dice The Encyclopedia of Religion— se considera el infierno un lugar de castigo interminable [...] que se distingue [...] por el sufrimiento causado por el fuego y las diversas torturas.” La enciclopedia añade que “el cristianismo ortodoxo oriental [comparte] la enseñanza de que el infierno es el destino de fuego eterno que les espera a los condenados” (volumen 6, páginas 238, 239).

  • El infierno, ¿tormento eterno, o sepulcro común?
    La Atalaya 1993 | 15 de abril
    • El infierno, ¿tormento eterno, o sepulcro común?

      ¿SE LE dijo a usted que los Padres de la Iglesia, los teólogos medievales y los reformadores sostenían que los tormentos del infierno eran eternos? En tal caso, puede que le sorprenda enterarse de que prestigiosos eruditos bíblicos cuestionan en la actualidad ese concepto. Uno de ellos, el británico John R. W. Stott, dice que “las Escrituras enseñan el concepto de la aniquilación, y el ‘tormento eterno consciente’ es una tradición que tiene que ceder ante la suprema autoridad de las Escrituras”. (Essentials—A Liberal-Evangelical Dialogue.)

      ¿Qué lo hizo llegar a la conclusión de que el tormento eterno no es bíblico?

      La lección del idioma

      Su primer argumento se basa en el idioma. Explica que cuando la Biblia alude al último estado de condenación (“Gehena”; véase el recuadro de la página 8), suele usar terminología relacionada con “destrucción”; en griego, “el verbo apollumi (destruir) y el sustantivo apòleia (destrucción)”. ¿Sugieren tormento estas voces? Stott dice que el verbo “apollumi” en voz activa y función transitiva quiere decir “matar”. (Mateo 2:13; 12:14; 21:41.) Por eso, cuando leemos en Mateo 10:28, según la versión Reina-Valera de 1960, que Dios destruye “el alma y el cuerpo en el infierno”, la idea que se da es de destrucción por muerte, no sufrimiento eterno. En Mateo 7:13, 14, Jesús contrasta el ‘camino estrecho que conduce a la vida’ con ‘el camino ancho que conduce a la destrucción’, y Stott comenta: “Sería incoherente, por tanto, que se hablara de personas que han de sufrir destrucción, cuando en realidad no son destruidas”. Y concluye, con buena razón, que “si matar es privar de la vida al cuerpo, el infierno supondría la privación de la vida física y la espiritual, es decir, la extinción del ser”. (Essentials, páginas 315, 316.)

      Cómo interpretar las imágenes infernales

      Sin embargo, muchas personas religiosas concuerdan con Morris H. Chapman, presidente de la Southern Baptist Convention, quien dijo: “Predico un infierno literal”. Y añadió: “La Biblia lo llama un ‘lago de fuego’, y no creo que podamos mejorar esa definición”.

      Por supuesto, es posible que las imágenes de fuego que utiliza la Biblia evoquen un cuadro mental de tormento. No obstante, el libro Essentials aclara: “Sin duda, relacionamos mentalmente el fuego con el ‘tormento consciente’ porque todos hemos experimentado el intenso dolor que produce una quemadura. No obstante, la función principal del fuego no es causar dolor, sino destruir por completo, como bien atestiguan todos los incineradores del mundo” (página 316). Si tiene presente esa clara distinción, podrá evitar leer en las Escrituras lo que en realidad no dicen. Examine estos ejemplos:

      Sobre aquellos que serían echados en el Gehena, Jesús dijo que “su cresa no muere y el fuego no se apaga”. (Marcos 9:47, 48.) Sin embargo, influidos por el libro apócrifo de Judit (“entregará sus cuerpos al fuego y a los gusanos, y gemirán en dolor eternamente” [Judit 16:17, Biblia de Jerusalén]), algunos comentaristas de la Biblia opinan que las palabras de Jesús implican tormento eterno. Pero el libro apócrifo de Judit no fue inspirado por Dios, y difícilmente puede servirnos de base para determinar el significado de los escritos de Marcos. Isaías 66:24, el texto al que parece haber aludido Jesús, dice que el fuego y la cresa destruyen los cuerpos muertos (“los cadáveres”, según Isaías) de los enemigos de Dios. Ni en esas palabras ni en las de Jesús se hace alusión alguna al tormento eterno consciente. Esas imágenes de fuego representan destrucción completa.

      Revelación 14:9-11 nos habla de los que serán ‘atormentados con fuego y azufre. Y el humo del tormento de ellos asciende para siempre jamás’.a ¿Prueban esas palabras que hay tormento eterno consciente en el infierno? En realidad, lo que dice este pasaje bíblico es que los inicuos son atormentados, no que son atormentados para siempre. El texto dice que es el humo —la prueba de que el fuego ha efectuado su función destructiva— lo que continúa eternamente, no el tormento ardiente.

      Revelación 20:10-15 dice que en el “lago de fuego y azufre [...] serán atormentados día y noche para siempre jamás”. A simple vista, esas palabras pudieran parecer una prueba del tormento eterno consciente por fuego, pero no lo son de ningún modo. ¿Por qué? Entre otras razones, porque “la bestia salvaje y el falso profeta” y “la muerte y el Hades” terminan siendo lanzados a lo que en este texto se llama “el lago de fuego”. Es fácil ver que ni la bestia, ni el falso profeta, ni la muerte, ni el Hades son seres vivos, por lo que no pueden experimentar tormento consciente. Más bien, escribe G. B. Caird en su obra A Commentary on the Revelation of St. John the Divine, el “lago de fuego” prefigura “extinción y olvido completo”. Y deberíamos llegar a esa conclusión con relativa facilidad, pues la Biblia dice sobre el lago de fuego: “Esto significa la muerte segunda, el lago de fuego”. (Revelación 20:14.)

      Se separan dos gemelos teológicos

      A pesar de todo, muchos creyentes insisten en que “destrucción” no significa lo que la palabra indica, sino tormento eterno. ¿Por qué? Porque han sido influidos por la doctrina gemela del infierno: la inmortalidad del alma. Y en vista de que su iglesia ha acogido en su seno estas doctrinas gemelas por siglos, creen que los textos que hablan de destrucción significan en realidad tormento eterno. Después de todo, dicen muchos, el alma inmortal no puede dejar de existir.

      No obstante, observe lo que admitió el clérigo anglicano Philip E. Hughes: “Sostener que solo el alma humana es inmortal por naturaleza sería adoptar una postura que no cuenta con ningún apoyo en la enseñanza de las Escrituras, pues en el contexto bíblico la naturaleza humana se nos presenta como un compuesto de cuerpo y espíritu. [...] La advertencia divina original en cuanto al árbol prohibido —‘en el día que comas de él, positivamente morirás’— le fue dada al hombre como criatura corpóreo-espiritual, y, si comía de él, moriría como tal. No hay ninguna indicación de que algún componente de su ser fuera imperecedero y que por ello su muerte fuera solo parcial”. (The True Image—The Origin and Destiny of Man in Christ.)

      Del mismo modo, el teólogo Clark Pinnock observa: “Este concepto [de que el alma humana es inmortal] ha influido en la teología por muchísimo tiempo, pero no es bíblico. La Biblia no enseña que el alma sea inmortal por naturaleza”. Ezequiel 18:4, 20 y Mateo 10:28 lo confirman. Además, Jesús mismo dijo que su difunto amigo Lázaro “est[aba] descansando”, o dormido, e indicó que iría a “despertarlo del sueño”. (Juan 11:11-14.) Así que Lázaro, como ser humano o alma humana, había muerto, pero incluso después de algún tiempo pudo ser resucitado, es decir, devuelto a la vida. Los hechos muestran que Jesús resucitó a Lázaro de entre los muertos. (Juan 11:17-44.)

      ¿Qué incidencia tienen estos puntos en la doctrina del tormento eterno? En el siglo XVII, el ensayista William Temple dijo: “Hay [textos] que hablan de arrojar al fuego eterno. Pero si no los leemos con la idea preconcebida de que lo que allí se echa es indestructible, concluiremos, no que arderá eternamente, sino que será destruido”. Este acertado análisis es tan cierto hoy como entonces, pues refleja lo que en verdad enseña la Biblia.

      Indudablemente, hay fuertes razones para que usted ponga en tela de juicio la idea de un tormento consciente y eterno en el infierno. Tal vez desee ir más allá de sencillamente cuestionarlo y quiera seguir el consejo del profesor de Teología Pinnock, que dijo: “Todas las creencias sobre el infierno, incluso la del tormento eterno, [...] deberían desecharse en aras de la doctrina bien fundamentada”. Sí, la moral, la justicia y, sobre todo, la Palabra de Dios, la Biblia, le dicen que haga precisamente eso.

      De optar por ello, comprobará que la verdadera naturaleza del infierno es muy verosímil. Hallará información útil sobre el tema en el libro Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra.b Pídaselo a los testigos de Jehová cuando los vea, y lea los capítulos “¿Qué sucede cuando uno muere?”, “¿Qué clase de lugar es el infierno?” y “Resurrección... ¿para quiénes, y dónde?”. Se dará cuenta de que el verdadero significado del infierno no es solo verosímil, sino también prometedor.

      [Notas a pie de página]

      a En este pasaje bíblico, la expresión “atormentado con fuego” se refiere principalmente a un tormento espiritual finito. Si se desea más información, véase el libro Apocalipsis... ¡se acerca su magnífica culminación!, publicado por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.

      b Publicado por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.

      [Ilustración en la página 9]

      Jesús despertó a Lázaro del sueño de la muerte

      [Recuadro en la página 8]

      CÓMO DEFINIR LOS TÉRMINOS

      En este artículo, los términos “infierno” y “fuego del infierno” usados por los teólogos de la cristiandad se derivan del vocablo griego gué·en·na, que figura doce veces en el “Nuevo Testamento”. (Mateo 5:22, 29, 30; 10:28; 18:9; 23:15, 33; Marcos 9:43, 45, 47; Lucas 12:5; Santiago 3:6.) Aunque esta voz griega se ha traducido por “infierno” en algunas versiones de la Biblia, otras lo han transliterado “Gehena”. Corresponde a “la muerte segunda, el lago de fuego”, un símbolo de destrucción eterna que hallamos en el último libro de la Biblia. (Revelación 20:14.)

      En cuanto a las otras dos palabras que a veces se han traducido “infierno”, la obra A Dictionary of the Bible (1914), publicada por William Smith, dice: “Infierno [...] es el término que desafortunada y comúnmente usan nuestros traductores para traducir la voz hebrea Sheol. Quizás hubiera sido mejor dejar la palabra hebrea Sheol, o haberla traducido siempre ‘sepultura’ o ‘fosa’. [...] En el N[uevo] T[estamento], la palabra Hades, igual que Sheol, a veces significa sencillamente ‘el sepulcro’ [...] Este es el sentido en el que dicen los credos que nuestro Señor ‘bajó al infierno’, refiriéndose a la condición de los muertos en general”.

      A diferencia de Gehena, que simboliza destrucción definitiva, Seol y Hades aluden a la muerte en el sepulcro común de la humanidad, con la perspectiva de la resurrección. (Revelación 20:13.)

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