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Una creencia muy extendidaLa Atalaya 2008 | 1 de noviembre
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Una creencia muy extendida
“El infierno me aterrorizaba. Soñaba con que me echaban en un lugar en llamas, y me despertaba gritando. Como es natural, me esforzaba muchísimo por no pecar.” (Arline)
¿CREE usted que el infierno es un lugar de tortura destinado a los pecadores? Muchas personas así lo creen. Según un sondeo realizado en Escocia en 2005 por un investigador de la Universidad de Saint Andrews, 1 de cada 3 ministros religiosos creía que quienes se apartaban de Dios sufrirían una “eterna angustia mental en el infierno”. Y 1 de cada 5 pensaba que experimentarían tormento físico.
La creencia en el infierno está muy extendida entre los habitantes de muchos países. En Estados Unidos, por ejemplo, una encuesta Gallup llevada a cabo en 2007 reveló que el 70% de los entrevistados creían en el infierno. Otro estudio realizado en 2000 mostró que el 71% de los mexicanos creían lo mismo. Esta creencia sobrevive hasta en países que no se consideran religiosos. Según la encuesta antes mencionada, el 40% de los argentinos y el 30% de los españoles también estaban convencidos de la existencia del infierno. Lo mismo opinaban el 42% de los canadienses y el 32% de los británicos, de acuerdo con otra encuesta Gallup efectuada en 2004.
Qué se enseña en las iglesias
Muchos miembros del clero ya no enseñan que el infierno es un lugar literal en el que arden los pecadores. Ahora se acercan más a la definición que se hace en la edición de 1993 del Catecismo de la Iglesia Católica: “La pena principal del infierno consiste en la separación eterna de Dios”.
Con todo, muchas personas siguen creyendo que el infierno es un lugar de tormento físico y mental. Y los que defienden esta doctrina afirman que está basada en la Biblia. Así lo reflejan las palabras de Albert Mohler, presidente del centro teológico Southern Baptist Theological Seminary, quien sostiene que esta doctrina “es una realidad bíblica”.
¿Importa lo que usted crea?
Si el infierno es un lugar de tormento, hay razones para tenerle miedo. Sin embargo, si esta enseñanza es falsa, los clérigos que la defienden están causando mucha confusión y angustia innecesaria. Pero no solo eso: están difamando a Dios.
Pues bien, ¿qué dice la Biblia al respecto? Veámoslo en los siguientes artículos, donde se usarán diferentes versiones de la Biblia —tanto católicas como protestantes— para analizar las siguientes cuestiones: 1) adónde vamos cuando morimos, 2) qué enseñó Jesús sobre el infierno y 3) cómo nos acerca a Dios saber la verdad sobre el infierno.
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¿Adónde vamos cuando morimos?La Atalaya 2008 | 1 de noviembre
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¿Adónde vamos cuando morimos?
“Todas las almas son inmortales, incluso las de los malvados [...]. Castigados con la infinita venganza del fuego insaciable, no pueden morir, de modo que les resulta imposible poner punto final a su suplicio.” (Clemente de Alejandría, teólogo de los siglos II y III de nuestra era)
TODOS los que, como Clemente de Alejandría, defienden que el infierno es un lugar de tormento dan por sentado que el alma humana es inmortal. Pero ¿apoya la Biblia esta creencia? Averigüémoslo analizando cómo responde la Palabra de Dios a las siguientes preguntas.
¿Tenía Adán un alma inmortal? Una traducción católica —La Santa Biblia, de Juan Straubinger— narra así la creación de Adán: “Formó Yahvé Dios al hombre del polvo de la tierra e insufló en sus narices aliento de vida, de modo que el hombre vino a ser alma viviente” (Génesis 2:7). Es interesante notar que en ningún momento se dice que Adán recibiera un alma.
¿Y qué pasó cuando tiempo después Adán pecó? Dios no lo castigó con el tormento eterno en el infierno. Veamos cuál fue la sentencia divina según lo vierte una versión protestante: “Te ganarás el pan con el sudor de tu frente, hasta que vuelvas a la misma tierra de la cual fuiste sacado. Porque polvo eres, y al polvo volverás” (cursivas nuestras; Génesis 3:19, Nueva Versión Internacional [NVI]). Estas palabras no dan a entender en ningún momento que algo dentro de Adán sobreviviría a la muerte. En efecto, cuando Adán murió, su alma —esto es, el mismo Adán— también murió.
¿Hay algún ser humano que tenga un alma inmortal? Dios le dijo al profeta Ezequiel: “El alma que peque, ésa morirá” (Ezequiel 18:4, Biblia Americana San Jerónimo). Más tarde, el apóstol Pablo escribió: “Por medio de un solo hombre [Adán] el pecado entró en el mundo, y por medio del pecado entró la muerte; fue así como la muerte pasó a toda la humanidad, porque todos pecaron” (Romanos 5:12, NVI). Por lo tanto, si todos los seres humanos pecan, es lógico concluir que también todas las almas mueren.
¿Saben o sienten algo los muertos? La Palabra de Dios dice que “los vivos saben que deben morir, pero los muertos no saben nada” (Eclesiastés 9:5, Biblia de América). También explica que, cuando el hombre muere, este “vuelve a la tierra; en ese mismo día perecen sus pensamientos” (Salmo 146:4, Reina-Valera, 1960). De modo que si los muertos “no saben nada” y cuando mueren “perecen sus pensamientos”, ¿cómo pueden sentir los tormentos del infierno?
Jesucristo nunca dio a entender que los muertos estuvieran conscientes; al contrario, comparó la muerte a un sueño (Juan 11:11-14).a Aun así, hay quienes afirman que Jesús habló del fuego del infierno y de que los pecadores serían echados allí. Pues bien, examinemos lo que realmente dijo Jesús acerca del infierno.
[Nota]
a Hallará más información en el artículo titulado “Enseñanzas de Jesús: Una esperanza para los muertos”, en las páginas 16 y 17 de esta revista.
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¿Qué enseñó Jesús sobre el infierno?La Atalaya 2008 | 1 de noviembre
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¿Qué enseñó Jesús sobre el infierno?
Jesús dijo: “Si lo que ves con tu ojo te hace desobedecer a Dios, mejor sácatelo. Es mejor que entres al reino de Dios con un solo ojo, que tener los dos ojos y ser echado al infierno, donde hay gusanos que nunca mueren, y donde el fuego nunca se apaga” (MARCOS 9:47, 48, Traducción en lenguaje actual [TLA]).
En otra ocasión, habló de un período de juicio durante el cual les diría a los malvados: “Apártense de mí, malditos, vayan al fuego que no se apaga, preparado para el diablo y sus ángeles”. Y luego explicó que estos irían “al castigo eterno” (MATEO 25:41, 46, Biblia de América [BA]).
A PRIMERA vista puede parecer que estas palabras de Jesús en verdad apoyan la enseñanza de un tormento eterno en las llamas del infierno. Sin embargo, la Biblia indica claramente que “los muertos no saben nada”, y Jesús nunca diría algo contrario a lo que dice la Palabra de Dios (Eclesiastés 9:5, BA).
Entonces, ¿a qué se refería cuando habló de echar a alguien “al infierno”? Además, cuando empleó la expresión el “fuego que no se apaga”, ¿estaba hablando en sentido literal o simbólico? ¿Por qué se dice que los malvados sufren un “castigo eterno”? Contestemos estas preguntas de una en una.
¿A qué se refería Jesús cuando habló de echar a alguien “al infierno”? En la versión arriba citada de Marcos 9:47, el vocablo griego traducido por “infierno” es guéenna, un término procedente del hebreo gueh hinnóm, que significa “valle de Hinón”. Este valle —situado a las afueras de la antigua Jerusalén— se empleó en tiempos de los reyes israelitas para ofrecer niños en sacrificio. Dios condenaba esta repugnante práctica, así que prometió ejecutar a quienes realizaban estos actos propios de la religión falsa. Este valle llegaría a conocerse como el “valle de la Matanza”, donde yacerían sin ser enterrados “los cadáveres de esta gente” (Jeremías 7:30-34, TLA). De este modo Jehová predijo que el valle de Hinón dejaría de ser un lugar donde se torturaba a seres vivos y se convertiría en un lugar para depositar grandes cantidades de cadáveres y así deshacerse de ellos.
En tiempos de Jesús, el valle de Hinón se utilizaba como basurero. Allí se arrojaban los cadáveres de algunos criminales, y un fuego constante quemaba sus restos y los desperdicios de los habitantes de Jerusalén.
Parece que cuando Jesús habló de gusanos que no mueren y de un fuego que no se apaga, estaba citando de Isaías 66:24. Este profeta menciona “los cadáveres de los hombres que se rebelaron contra [Dios]” y dice que “los gusanos que se los comen no morirán, y el fuego que los devora no se apagará” (Versión Popular). Tanto Jesús como sus oyentes sabían que Isaías estaba aludiendo al fin que les esperaba a los cadáveres de quienes no merecían un entierro.
De modo que cuando Jesús habló de ser echados en el valle de Hinón, o Gehena, en realidad se refería a morir sin posibilidades de resucitar. Por si quedaban dudas, dejó claro este punto cuando advirtió que Dios “puede destruir alma [o vida] y cuerpo en el Gehena” (Mateo 10:28, Versión Hispano-Americana). Por tanto, el Gehena es símbolo de muerte eterna, y no de tormento eterno.
Cuando Jesús empleó la expresión el “fuego que no se apaga”, ¿estaba hablando en sentido literal o simbólico? Como indica la Biblia de América en Mateo 25:41, ese “fuego que no se apaga” fue preparado “para el diablo y sus ángeles”. Ahora bien, ¿es posible quemar criaturas espirituales con un fuego literal? ¿No será que Jesús utilizó el término “fuego” de manera simbólica? Está claro que “las ovejas” y “las cabras” que se mencionan en ese mismo relato no son literales. Más bien, representan a dos tipos de personas (Mateo 25:32, 33). Por lo tanto, ese “fuego que no se apaga” quema a los malvados, pero solo en sentido figurado.
¿Por qué se dice que los malvados sufren un “castigo eterno”? Aunque la mayoría de las traducciones emplean la palabra “castigo” en Mateo 25:46, el significado básico del término griego kólasin es “poda de los árboles”, que implica truncar o recortar lo que sobra. Así, a diferencia de las personas mansas como ovejas que reciben vida eterna, los pecadores incorregibles —comparados a cabras— reciben un “castigo eterno” en el sentido de que se les corta, o trunca, la vida para siempre.
Y usted, ¿qué piensa?
Jesús nunca enseñó que los seres humanos tuvieran un alma inmortal. Pero sí habló muchas veces de que los muertos volverían a la vida (Lucas 14:13, 14; Juan 5:25-29; 11:25). Si Jesús hubiera creído que las almas eran inmortales, ¿por qué dijo que los muertos resucitarían?
Jesús tampoco enseñó que Dios tortura eternamente a los malvados; al contrario, dijo: “De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16, Reina-Valera, 1960). Con estas palabras, Jesús dio a entender que quienes no creyeran en él no tendrían vida eterna. Ahora bien, si lo que en realidad quería decir es que sí vivirían eternamente, pero en un infierno de fuego, ¿por qué no lo dijo así?
Tal como hemos visto, la doctrina de que el infierno es un lugar de tormento no está basada en la Biblia. En realidad es una creencia pagana disfrazada de enseñanza cristiana (véase el recuadro “Breve historia del infierno” en la página 6). Está claro, entonces, que Dios no atormenta a nadie en el infierno por la eternidad. Pues bien, ahora que usted ya sabe la verdad acerca del infierno, ¿cómo influye este hecho en su relación con Dios?
[Recuadro de la página 6]
Breve historia del infierno
NACE DE CREENCIAS PAGANAS. Los antiguos egipcios creían en la existencia de un infierno de fuego. El libro del Amduat, que data del año 1375 antes de nuestra era, habla de quienes han “caído en los hoyos de fuego” y les dice: “No escaparéis [de las llamas]. No lo evitaréis”. Asimismo, el filósofo griego Plutarco (c. 46-120 de nuestra era) dijo que los que estaban en el mundo de ultratumba recibían “castigos y entre atroces sufrimientos y tormentos ignominiosos se lamentaban llorando”.
PENETRA EN DIVERSAS SECTAS DEL JUDAÍSMO. Según el historiador Flavio Josefo (37-c. 100 de nuestra era), la secta judía de los esenios creía que “el alma es inmortal, imperecedera”. También dice que estaban “de acuerdo con los griegos” en que “las almas impuras [...] van a parar a un abismo tenebroso agitado por tempestades, lleno de sufrimientos eternos”.
SE INTRODUCE EN EL “CRISTIANISMO”. En el siglo II de nuestra era, el libro apócrifo Apocalipsis de Pedro anunciaba lo que les esperaba a las personas malas: “Se les prepara [...] un fuego inextinguible”. Y luego decía: “Ezreel, el ángel de la ira, viene con hombres y mujeres con la mitad de sus cuerpos en llamas y los arroja a un lugar oscuro, el infierno de los hombres; y un espíritu de la ira los castiga”. En esa misma época, Teófilo de Antioquía citó en uno de sus escritos las palabras de cierta profetisa griega —conocida como la Sibila—, quien describía así el castigo que sufrirían los malvados: “Una llama de fuego abrasador ha de veniros, y por siempre, el día entero, seréis en su ardor abrasados”. Para Teófilo, estas palabras estaban entre lo que es “verdadero y provechoso y justo y digno de amarse por todos los hombres”.
SE UTILIZA PARA JUSTIFICAR LA VIOLENCIA DURANTE LA EDAD MEDIA. María I Tudor —quien fue reina de Inglaterra de 1553 a 1558— recibió el apodo de María la Sanguinaria por quemar a casi trescientos protestantes en la hoguera. Según cuentan, se justificó diciendo: “Si las almas de los herejes van a arder eternamente en el infierno, no hay nada de malo en que yo imite la venganza divina y los mande a la hoguera aquí en la Tierra”.
SE REDEFINE HOY DÍA. Durante los últimos años, algunos grupos religiosos han revisado su doctrina del infierno. La comisión doctrinal de la Iglesia Anglicana, por ejemplo, dijo en 1995: “El infierno no es el tormento eterno; es la elección final e irrevocable de un proceder que se opone de forma tan absoluta a Dios, que lleva irremediablemente a la inexistencia total”.
[Ilustración y recuadro de la página 7]
¿Qué es “el lago de fuego”?
En Apocalipsis (Revelación) 20:10 se indica que el Diablo será arrojado en “el lago de fuego” y atormentado “día y noche por los siglos de los siglos” (Reina-Valera [RV], 1960). Pero para atormentar al Diablo eternamente, Dios tendría que mantenerlo con vida. Sin embargo, la Biblia dice claramente que Jesús lo va a “destruir” (Hebreos 2:14, RV). También indica que este lago de fuego representa “la muerte segunda” (Revelación 21:8). ¿A qué se refiere esta expresión? No se trata de la muerte que se menciona primero en la Biblia, la provocada por el pecado de Adán y de la que uno puede ser liberado mediante la resurrección (1 Corintios 15:21, 22). Y dado que la Biblia no dice en ningún lugar que alguien pueda salir libre del “lago de fuego”, “la muerte segunda” tiene que referirse a una muerte irreversible.
Ahora bien, ¿en qué sentido se atormenta eternamente a los que están en “el lago de fuego”? A veces, el verbo atormentar se usa con el sentido de “encarcelar” a alguien. Por ejemplo, en cierta ocasión en que Jesús hizo frente a los demonios, estos clamaron: “¿Has venido acá para atormentarnos antes de tiempo?” (Mateo 8:29, RV). Estas palabras se aclaran en un relato paralelo, donde se dice que “le rogaban que no los mandase marchar a la cárcel de demonios” (Lucas 8:30, 31, Biblia del Peregrino, nota). Así que todos los que sean arrojados a dicho “lago” sufrirán el tormento de estar eternamente encarcelados en la muerte; en otras palabras, sufrirán “la muerte segunda”.
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La verdad sobre el infierno nos acerca a DiosLa Atalaya 2008 | 1 de noviembre
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La verdad sobre el infierno nos acerca a Dios
QUIENES enseñan que el infierno es un lugar de tormento dan una imagen muy distorsionada de Jehová Dios y sus cualidades. Es verdad, la Biblia dice que Dios destruirá a las personas malas (2 Tesalonicenses 1:6-9). Pero la justa indignación que lo lleva a tomar esta medida no es el rasgo dominante de su personalidad.
Está claro que Dios no es perverso ni rencoroso. Él mismo dice: “¿Acaso creen que me complace la muerte del malvado?” (Ezequiel 18:23, Nueva Versión Internacional [NVI]). Si a Dios no le agrada destruir a los pecadores, ¿cómo le va complacer atormentarlos eternamente?
La principal cualidad de Dios es el amor (1 Juan 4:8). Así es, “el SEÑOR es bueno con todos; él se compadece de toda su creación” (Salmo 145:9, NVI). Y lo único que pide a cambio es que lo amemos con todo el corazón (Mateo 22:35-38).
¿Temor al infierno, o amor a Dios?
Quienes creen que las almas sufren en el infierno sienten por Dios un angustioso temor. Pero esto no tiene nada que ver con el verdadero temor de Dios. Este temor no es un terror paralizante, sino un profundo sentimiento de respeto por el Creador que nos impide hacer cualquier cosa que le desagrade. Este es el temor que desarrollan quienes conocen la verdad sobre él y llegan a amarlo. Como explica Salmo 111:10, “el principio del saber es temer al Señor; es sabio de verdad el que así vive” (La Nueva Biblia Latinoamérica, 1992).
Veamos cómo aprender la verdad acerca del infierno le ayudó a Kathleen, una ex drogadicta de 32 años. En su vida no había otra cosa que juergas, inmoralidad y violencia; además, sentía un total desprecio por sí misma. Ella cuenta que veía a su hija de un año de edad y pensaba: “Mira lo que le estoy haciendo. Arderé en el infierno por esto”. En varias ocasiones intentó dejar las drogas, pero no lo conseguía. “Quería ser mejor persona —reconoce—, pero tanto mi vida como el mundo en general me parecían patéticos. No encontraba las fuerzas para cambiar.”
Entonces conoció a los testigos de Jehová. “Me enseñaron con la Biblia que el infierno no existe. La explicación era completamente lógica —dice ella—. ¡Qué aliviada me sentí cuando supe que no ardería en el infierno!” También le hablaron de la promesa divina de que los seres humanos podrían vivir para siempre en una Tierra libre de toda maldad (Salmo 37:10, 11, 29; Lucas 23:43). “Por fin tenía una esperanza: vivir para siempre en el Paraíso”, relata ella.
¿Conseguiría Kathleen librarse de su adicción ahora que sabía que no existía aquel infierno que tanto temor le provocaba? “Cada vez que sentía la necesidad de tomar drogas, oraba a Jehová suplicándole ayuda. Recordaba lo mucho que a él le desagrada ese vicio y no quería decepcionarlo. Él siempre contestó mis oraciones”, explica ella (2 Corintios 7:1). Gracias a que no quería desagradar a Dios, Kathleen pudo dejar las drogas.
Así es, el profundo amor y el respeto reverencial que sentimos por Dios —y no el miedo al infierno— es lo que debe impulsarnos a cumplir su voluntad. Si así lo hacemos, podremos disfrutar de felicidad eterna. Como escribió el salmista: “Bienaventurado todo aquel que teme a Jehová, que anda en sus caminos” (Salmo 128:1, Reina-Valera, 1960).
[Ilustraciones y recuadro de la página 9]
¿Quiénes serán liberados del infierno?
Algunas versiones bíblicas han creado confusión al traducir dos términos griegos —guéenna y háides— por una misma palabra: “infierno”. En la Biblia, el término guéenna alude a una destrucción absoluta, sin posibilidades de resurrección. Por el contrario, quienes están en el háides (en español, Hades) sí tienen la esperanza de ser resucitados.
Por eso, tras la muerte y resurrección de Jesús, el apóstol Pedro pudo decir que Jesús “no fue abandonado al infierno” (Hechos 2:27, 31, 32; Salmo 16:10; La Sagrada Biblia, de Guillermo Jünemann). En este versículo, el término griego que se traduce “infierno” es háides. Así que Jesús no estuvo en ningún lugar de tormento con fuego, sino en el Hades, que es la sepultura colectiva de la humanidad. Sin embargo, él no es el único a quien Dios tiene pensado liberar del Hades.
Hablando proféticamente de la resurrección, la Biblia dice: “La muerte y el infierno dieron los muertos que estaban en ellos” (Apocalipsis [Revelación] 20:13, 14, Reina-Valera, 1909). De modo que el “infierno” se vaciará, y volverán a la vida todas las personas a quienes Dios considere dignas de ser resucitadas (Juan 5:28, 29; Hechos 24:15). ¡Qué magnífica esperanza para el futuro! Gracias a Jehová, el Dios de amor infinito, tendremos la alegría de volver a ver con vida a nuestros seres queridos que han muerto.
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