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    ¡Despertad! 1988 | 8 de marzo
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      ¿QUÉ le comunican las noticias sobre personas que duermen en los bancos de los parques y en las aceras, o acurrucadas dentro de cajas de cartón o debajo de plásticos? Escenas lamentables como estas han recibido amplia publicidad en los medios de comunicación, y resultan muy familiares para los que viven en las ciudades. Pero el problema de la gente que duerme en la calle, por preocupante que sea, tan solo representa una pequeña parte de la entera problemática sobre la escasez mundial de viviendas y las personas sin hogar. ¿Cuál es la verdadera situación y cuán grave es?

  • Las personas sin hogar... ¿cuán grave es el problema?
    ¡Despertad! 1988 | 8 de marzo
    • Las personas sin hogar... ¿cuán grave es el problema?

      POR todo el mundo hay millones de personas que residen en viviendas que no reúnen las condiciones necesarias. Según una publicación de las Naciones Unidas titulada Building for the Homeless, en las naciones en desarrollo, “hasta el 50% de la población urbana, en algunas ciudades casi el 80%, vive hacinada en insalubres barrios pobres y asentamientos de squatters (ocupantes ilegales de terrenos o viviendas)”, sin disponer de un suministro adecuado de agua y de luz, y de medidas sanitarias y alcantarillado. ¿Cómo se vive en tales lugares? Algunos corresponsales de ¡Despertad! presentan los siguientes informes de primera mano.

      Bombay (India): En el centro de Bombay se respira el intenso y sofocante calor del verano. Un hombre, una mujer y un bebé están durmiendo en la acera bajo las ramas extendidas de un baniano. Un camastro, unos pocos utensilios para cocinar y las cenizas de una pequeña fogata indican que han hecho de ese lugar su asentamiento provisional. No tienen otro sitio adonde ir. Por allí pasan compradores y gente de negocios que parecen no percatarse de esa familia. Al fin y al cabo, en la ciudad hay decenas de miles como ellos. En un país donde se calcula que faltan unos 24.700.000 viviendas, ver personas sin hogar es una escena común.

      Cerca de allí, en terrenos desocupados y a lo largo de las carreteras y de las vías del ferrocarril, han proliferado unas rudimentarias tiendas de campaña. Hechas de sacos de yute usados y trapos viejos, sirven de cobijo a un sinfín de personas a las que se califica con el nombre de squatters. Si las autoridades no retiran tales cobijos, pronto aparecerán chabolas hacinadas y sin ventanas, fabricadas con materiales recogidos de la basura. Los que viven en esas condiciones tienen que ir todos los días en busca de agua. Las vías del ferrocarril y los vertederos de basura se convierten en retretes públicos. Las estructuras “permanentes” ubicadas en los atestados e insalubres barrios pobres, donde al menos se pueden encontrar algunas fuentes de agua y letrinas, son, en comparación, viviendas envidiables.

      Johannesburgo (África del Sur): Para los sudafricanos de raza blanca, encontrar vivienda no es un gran problema, siempre que puedan pagar los precios cada vez más altos. Sin embargo, según South Africa 1986, un anuario oficial del gobierno, “actualmente África del Sur está muy lejos de poder proporcionar viviendas a todas las personas de raza negra, en especial en las zonas urbanas”. Debido a que hay miles de personas en listas de espera para conseguir una vivienda, a veces en una casa de cuatro habitaciones viven tres familias, o en una misma habitación vive una familia de tres o cuatro miembros. Cuando un hijo se casa, entra en la lista de espera, con la confianza de que en dos o tres años habrá algo disponible. Mientras tanto, los recién casados o bien comparten la habitación con los padres, o bien construyen en el patio trasero, en el caso de que lo haya, una chabola con planchas de hierro acanalado.

      En algunas zonas, los propietarios construyen ese tipo de chabolas y piden por ellas alquileres exorbitantes. Los ayuntamientos lo permiten porque no pueden hacer frente a la demanda de viviendas existente. Esto crea barrios pobres, atestados e insalubres, y engendra delito y enfermedades. Por la radio se dijo que de cada 1.000 bebés, 136 mueren por nacer en tales condiciones antihigiénicas: sin agua corriente y quizás con un solo retrete para cuatro o cinco familias. Los niños de más edad también se ven afectados por la situación. Aprenden a robar y a drogarse desde muy pequeños. También es común que los jóvenes se den a la bebida.

      Shanghai (China): Para esta ciudad, la de mayor población de la nación más populosa del mundo, intentar encontrar vivienda adecuada para sus más de doce millones de habitantes supone un auténtico desafío. Aunque el gobierno está haciendo lo que puede a fin de construir nuevas viviendas, la mayoría de las personas todavía viven en casas pequeñas construidas en la década de los treinta y de los cuarenta, y que parecen de juguete. Están apiñadas en grandes manzanas, y solo se puede llegar a ellas a través de lo que los habitantes de Shangai llaman “pasadizos”. Muchas de estas casas no disponen de agua corriente, cocina interior ni retrete, y no tienen ningún tipo de calefacción, a pesar de que las temperaturas invernales pueden descender por debajo de los cero grados centígrados. Las moradas más grandes, que se encuentran en las zonas originalmente francesas y británicas, suelen dividirse a razón de una habitación por familia, y todas comparten la misma cocina y el mismo baño. Muchas veces, en una habitación así viven juntas tres generaciones distintas.

      Entre las principales prioridades de los funcionarios de la ciudad está el poder proporcionar a la gente mejores viviendas. Actualmente se calcula que cada persona solo tiene entre 4 y 5,4 metros cuadrados para vivir. Esto está por debajo de la meta nacional de 5,9 metros cuadrados por persona. En el año 1985 se construyeron en Shanghai 6.000 nuevos apartamentos, y en 1986 se gastaron unos 135 millones de dólares (E.U.A.) en la construcción. Aun así, hay más de 100.000 personas en la lista de espera oficial para conseguir vivienda, y no hay manera de saber cuántos más están buscando un hogar propio.

      São Paulo (Brasil): En esta ciudad, por todas partes han proliferado las barriadas de chabolas. Las personas sin hogar, desesperadas, invaden la propiedad privada y los terrenos desocupados, y construyen chozas de hojalata y cobertizos inestables, a veces justo al lado de casas flamantes y de modernos edificios de apartamentos. Muchas casas hechas para acomodar a una familia han sido convertidas en varias viviendas provisionales de una sola habitación, con lo que, frecuentemente, más de cincuenta personas tienen que compartir un mismo cuarto de baño.

      Las cosas adquirieron un mal cariz cuando el pasado mes de abril la policía militar se movilizó para desalojar de un suburbio de Saõ Paulo a sus ocupantes ilegales. Según el periódico O Estado de S. Paulo, golpearon a personas mayores, sacaron a algunas mujeres arrastrándolas del pelo y maltrataron a niños. Muchos sufrieron problemas respiratorios por causa de las bombas lacrimógenas que arrojaron dentro de las chabolas.

      Para alguien que nunca lo haya vivido, resulta difícil de imaginar la miseria, la privación y la desesperación que se experimenta al morar en esos insalubres y hacinados barrios pobres, asentamientos de squatters, barriadas de chabolas o como se les quiera llamar. Sin embargo, para cientos de millones de personas, esas son las realidades de su existencia cotidiana.

  • Las personas sin hogar... un problema de ámbito mundial
    ¡Despertad! 1988 | 8 de marzo
    • Las personas sin hogar... un problema de ámbito mundial

      EL PROBLEMA de la escasez de viviendas y de las personas sin hogar no conoce fronteras; no está limitado meramente a las naciones pobres o en desarrollo. Las grandes capitales y metrópolis del mundo desarrollado, casi sin excepción, también tienen sus barrios bajos y sus insalubres y hacinadas barriadas pobres. Junto a los flamantes rascacielos y los modernos edificios altos de pisos, están los guetos y los decadentes barrios interiores de las ciudades. ¿Cómo se vive en esos lugares?

      En un comentario sobre un estudio efectuado en Chicago, la revista Science informa que las personas sin hogar se “caracterizan por su extrema pobreza y aislamiento, así como por una gran falta de integración social. Cuatro de cada cinco de esas personas han sido recluidas en cárceles, hospitales mentales o centros para desintoxicación de drogadictos”.

      La mayoría de las ciudades estadounidenses cuentan con algunos establecimientos benéficos para las personas sin hogar. Por ejemplo: a aquellas que no tienen familia, la ciudad de Nueva York las coloca en albergues gratuitos, y a las familias sin hogar, en hoteles benéficos. Se esperaba que al llegar el invierno, habría unas 12.200 personas individuales, además de otras 20.500 agrupadas en familias, que estarían buscando ayuda, y las autoridades de alguna forma esperaban disponer de suficiente espacio para cobijarlas a todas.

      No obstante, la calidad de vida en esos lugares es otra cuestión. Los albergues gratuitos de Nueva York donde las personas pasan la noche suelen ser antiguos gimnasios o arsenales transformados para ese propósito. En un gran espacio abierto hay filas de camas en las que duermen cientos de personas. Hay quienes rehúsan ir a esos albergues. “Los albergues para personas sin hogar no son lugares seguros, y muchas veces están infestados de chinches o piojos —dijo un desafortunado—. Uno tiene que dormir allí con los ojos abiertos.” Ese tipo de vida es particularmente difícil para los niños. “En esa especie de barracones que sirven de albergue y en los atestados hoteles a los que la ciudad finalmente los envía, los niños se ven expuestos a una terrible serie de problemas: enfermedad, trastornos físicos, drogas, delincuencia y desesperación —informa el periódico neoyorquino Daily News—. Estos niños están en peligro de convertirse en una generación perdida.”

      Debido a que no disponen de un lugar de residencia fijo, resulta difícil conseguir cifras exactas de cuántas personas hay sin hogar. The National Coalition for the Homeless (La Coalición Nacional para las Personas sin Hogar) afirma que la cantidad de personas sin hogar que hay en Estados Unidos oscila entre dos y tres millones. Por otro lado, el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano de Estados Unidos informa que, “según el mejor cálculo que se puede hacer, basándose en los datos disponibles, la cifra más confiable oscila entre 250.000 y 350.000 personas sin hogar”. No obstante, sea cual sea la verdadera cantidad de personas sin hogar, todo el mundo concuerda en que está aumentando.

      “Una plaga de nuestro tiempo”

      Algunos países de la Comunidad Europea también se encaran a grandes problemas de vivienda. El periódico londinense The Times informa que en el Reino Unido, “la cantidad de personas que viven en hospedajes donde se ofrece cama y desayuno ha aumentado de 49.000 a 160.000 entre los años 1979 y 1984, hay 1.250.000 personas en listas de espera de los ayuntamientos y oficialmente se han clasificado como inhabitables un millón de hogares”.

      Según un artículo del periódico The New York Times titulado “Las personas sin hogar de Europa: una plaga de nuestro tiempo”, al otro lado del Canal de la Mancha, “en París, ciertos grupos privados afirman que, como mínimo, hay 10.000 personas que están viviendo en las calles”. El gobierno italiano calcula que el 20% de los recién casados “no tienen otra alternativa que vivir con parientes, incluso después del nacimiento de su primer hijo”. Entre las 20.000 personas sin hogar que se calcula que hay en Dinamarca, “la cantidad de menores de treinta años en ese colectivo ha aumentado notablemente desde 1980”.

      Lo irónico es que todo esto está ocurriendo, según Peter Sutherland, comisario de Cuestiones Sociales para la Comisión de las Comunidades Europeas, precisamente cuando estas naciones “habían empezado a creer que estaban a punto de eliminar para siempre las plagas de la pobreza y la falta de vivienda”.

      Una tendencia alarmante

      No obstante, en años recientes las autoridades que tratan el problema de las personas sin hogar han observado una nueva tendencia. El periódico The New York Times citó las siguientes palabras de un miembro de la Coalición para las Personas sin Hogar de Chicago: “Vemos una tendencia nueva: los que carecen de hogar ya no son solamente los pobres tradicionales, sino la gente de clase media que de repente se encuentra sumida en la pobreza. Son personas que pierden sus empleos, sus tarjetas de crédito y su hipoteca. Ya no se trata del típico borracho tendido en un callejón”.

      De manera similar, el director de una agencia de asistencia social de Connecticut dijo: “Lamentablemente, existe un malentendido en cuanto a quiénes integran el colectivo de las personas sin hogar. No se trata de la persona con un hato a la espalda que va sin rumbo fijo de una ciudad a otra. En realidad, son familias que no pueden seguir pagando el alquiler debido a que este ha subido, o porque han perdido el empleo o se han divorciado”. Según un informe publicado el pasado mes de mayo por la Conferencia de Alcaldes de Estados Unidos, los datos obtenidos en 29 ciudades importantes revelan que una tercera parte de las personas sin hogar eran familias con niños, cantidad que representa un 31% de aumento con respecto al año anterior.

      Preguntas desconcertantes

      Aunque la gravedad del problema de la escasez de viviendas y de las personas sin hogar varía de país en país y de lugar en lugar, se puede decir sin temor a equivocarse que hoy en día son pocas las personas que no tienen conocimiento de ello o que no se ven afectadas en absoluto por esa situación. Y lo más desconcertante es que a pesar de los esfuerzos y de los fondos que los gobiernos invierten en ello, no hay señal de que el problema esté disminuyendo. ¿Por qué? ¿De dónde proceden todas las personas sin hogar? Y, aún más importante, ¿qué esperanza hay de que se resuelvan los problemas de vivienda?

  • Las personas sin hogar... ¿por qué se produce esta situación?
    ¡Despertad! 1988 | 8 de marzo
    • Las personas sin hogar... ¿por qué se produce esta situación?

      ERA una fría noche de invierno. Una serie de gritos penetrantes despertaron bruscamente a Louise y su familia. Se había declarado un incendio en el apartamento de unos vecinos. Las fuertes ráfagas del viento invernal avivaron las llamas y las propulsaron por todo el edificio de seis pisos. En medio del pánico y la confusión que se produjo al intentar salir del apartamento, situado en el quinto piso, la madre de Louise cayó al vacío desde la escalera de incendios y murió. Momentos después, el edificio fue consumido por las llamas y todas las viviendas fueron destruidas.

      Para Louise fue un golpe devastador perder en una sola noche, no solo a su madre, sino también su hogar. Afortunadamente, tenía parientes y amigos que la acogieron en su casa hasta que pudo encontrar la manera de salir adelante. Esto es lo que los sociólogos llaman “red comunitaria de ayuda”, que por generaciones ha supuesto una verdadera red de seguridad en tiempos de emergencia.

      Entonces, ¿a qué se debe que en todas las ciudades grandes haya gente que duerme en las calles y albergues para las personas sin hogar? ¿Por qué hay squatters (ocupantes ilegales de terrenos o viviendas), barrios pobres, insalubres y hacinados, y barriadas de chabolas? Y, en realidad, ¿a qué se debe el problema de la vivienda y de las personas sin hogar?

      Cuando se rompe la red de seguridad

      Bajo circunstancias normales, la red de parientes y amigos funciona lo suficientemente bien como para proveer la ayuda necesaria durante cualquier crisis personal. Sin embargo, dicha red es frágil. ¿Qué ocurre si la necesidad es demasiado grande o tan costosa que va más allá de lo que pueden proveer los que la componen? ¿O qué sucede si algún trastorno social de gran escala la rompe? Cuando se rompe esta red de seguridad, las personas se ven sumidas en graves apuros.

      Esto es lo que está sucediendo en muchos países en desarrollo. Por ejemplo: en la India, las lluvias monzónicas anuales fueron escasas durante los pasados años. Para el verano de 1987, uno de cada tres habitantes de la India no tenía suficiente agua para beber. La escasez de agua también significó que las cosechas no crecieron y el ganado no pudo sobrevivir. Al no haber cosechas, los campesinos no tenían trabajo ni ningún medio para alimentar a sus familias. La única elección que les quedaba era dejar las aldeas e ir a las ciudades, donde quizás todavía pudiesen encontrar algún tipo de empleo.

      El efecto de esta emigración resulta en una verdadera carga para las ciudades, ya plagadas por el rápido crecimiento de la población. Sin dinero y sin trabajo, estos emigrantes recién llegados ni siquiera pueden sufragar los gastos de una pequeña habitación en una atestada colonia de gente pobre. Y como ahora se han trasladado a un entorno totalmente nuevo, pocos tienen a alguien a quien acudir. Así que se ven obligados a unirse a las incontables personas que han hecho del asfalto su hogar, con lo que la crisis de la vivienda se intensifica.

      Otras naciones en desarrollo se encaran a problemas similares. “En 1950 en África solo había una ciudad de más de un millón de habitantes: El Cairo —dice el libro Africa in Crisis—. En 1980 había diecinueve ciudades de más de un millón de habitantes. Para el año 2000, se calcula que habrá más de sesenta ciudades de ese tamaño.” La población rural entra en tropel en las ciudades en busca de mejores medios de vida. Pero, como resultado, han surgido hacinados e insalubres barrios pobres, y una degradación que a menudo es peor que lo que han dejado atrás.

      Aumentan los precios y disminuyen las viviendas disponibles

      En las naciones más ricas o desarrolladas, las causas de que haya personas sin hogar pueden ser bastante diferentes. Los defensores de las personas sin hogar generalmente señalan al aspecto económico como el factor principal. Por ejemplo: en Canadá, “el aumento de los costes de construcción experimentado en el transcurso de las pasadas dos décadas ha hecho subir los precios de las nuevas casas —informa la revista de noticias canadiense Maclean’s—, y, además, el que en años recientes hayan entrado en el mercado de la vivienda familias con dos fuentes de ingresos ha hecho que los precios suban aún más: un alza, en algunos barrios urbanos, de hasta un 50% tan solo el año pasado”.

      Algo que contribuye al creciente coste de las viviendas en muchas ciudades es la afluencia de personas de clase media a zonas urbanas recientemente renovadas. Cada vez son más las viviendas antiguas y baratas ubicadas en el casco antiguo de las ciudades que están siendo renovadas o convertidas en apartamentos costosos con todas las comodidades modernas que atraen a los nuevos ricos o a los profesionales jóvenes, quienes prefieren vivir en la ciudad antes que en el extrarradio. Esto no solo repercute en el alza de los precios de las viviendas, sino que también reduce en gran manera la cantidad de viviendas disponibles para las familias de pocos o hasta medianos ingresos.

      Por ejemplo: en la ciudad de Nueva York, según indica un estudio reciente, una familia tendría que ganar 58.000 dólares (E.U.A.) al año para poder pagar un apartamento nuevo de un precio medio y de un solo dormitorio. Una encuesta nacional muestra que el barrio de Manhattan es, de todas las ciudades del país, el lugar donde las rentas son más elevadas. Un apartamento de 130 metros cuadrados, bien situado y con dos dormitorios cuesta, como promedio, unos 2.555 dólares (E.U.A.) al mes, con lo que una familia tendría que ganar alrededor de 73.000 dólares (E.U.A.) al año para poder pagarlo, siempre y cuando estuviesen dispuestos a gastar más del 40% de sus ingresos tan solo en la vivienda.

      El coste de la vivienda en otras ciudades puede ser inferior, pero también lo es el salario medio de los trabajadores. Cuando la vivienda se lleva un porcentaje tan elevado de los ingresos de la familia, cualquier revés económico puede tener fatales consecuencias. Esto fue lo que le sucedió a John, quien hace unos años trasladó a su familia de cinco miembros de Chicago, Illinois, a Houston, Texas, en busca de trabajo. Durante un tiempo mantuvo a su familia de las comisiones que ganaba como vendedor de vehículos caravana. Pero llegó el momento en que, debido a la depresión económica, no vendió ninguno durante dos meses. Al no poder pagar el alquiler de su apartamento, de 595 dólares mensuales, los desahuciaron. Como no tenían a nadie a quien recurrir, fueron a un albergue para familias sin hogar. Si bien tenían asegurado un techo bajo el cual cobijarse, John se preguntaba cómo podría algún día superar aquella situación, ya que pocos patronos contratan a alguien que no tiene un domicilio particular.

      Aunque la mayoría de los habitantes de las grandes ciudades quizás no estén sin hogar, el lugar donde viven deja mucho que desear. Un estudio indica que aun en una ciudad tan moderna como Nueva York, el 10% de las viviendas existentes son las llamadas “old-law tenements” (viviendas de la vieja ley), casas que no se consideraban adecuadas ni siquiera a principios de siglo debido a su poca ventilación e iluminación, y a sus escasas provisiones sanitarias. Otro 30% son “new-law tenements” (viviendas de la nueva ley), algo mejores, pero anticuadas hasta para las normas de 1929. Cada año se echa de sus hogares hasta a 30.000 personas cuando los edificios ruinosos en los que viven son declarados inhabitables o son abandonados.

      Un factor psiquiátrico

      Para complicar los asuntos, muchos expertos opinan que los problemas económicos quizás sean tan solo un factor del complejo problema de las personas sin hogar. Sostienen que un alto porcentaje de estas personas se encuentran en esa situación debido a enfermedad mental y no poder cuidar de sí mismas.

      Desde mediados de la década de los sesenta, muchas instituciones mentales estatales, en un esfuerzo por reducir los gastos, han adoptado lo que se conoce como “planteamiento comunitario del problema de la salud mental”. A los enfermos mentales se les trata con ciertas drogas nuevas psicoactivas y luego se les da de alta. La teoría era que al poder controlar los síntomas más serios con los fármacos, los pacientes podrían ser rehabilitados al vivir en la comunidad y recibir su apoyo. Como resultado, por ejemplo, el total de camas de las instituciones mentales de Canadá ha bajado de 47.600 en 1960 a menos de 10.000 en la actualidad, y la cantidad de enfermos recluidos en los hospitales mentales de Estados Unidos es menos de una cuarta parte de la que había en 1955, cuando se alcanzó la cifra máxima de 559.000 enfermos mentales.

      “Pero la solución de dar de alta a los enfermos mentales se ha visto muy socavada por la falta de apoyo de las provincias a la hora de proveer ayuda social adecuada y viviendas para los que fueron pacientes psiquiátricos”, informa la revista Maclean’s. Muchos se ven obligados a vivir en albergues mal cuidados y casas de huéspedes. Otros, al no poder administrar su vida, terminan en asilos para personas sin hogar o en la calle. Los asistentes sociales de muchas ciudades canadienses calculan que aproximadamente una tercera parte de las personas sin hogar sufren algún tipo de trastorno psiquiátrico. Un estudio efectuado por Ellen Bassuk, de la Escuela Médica de Harvard, descubrió “un 90% de incidencia de casos de enfermedad mental diagnosticable” entre los residentes de un típico albergue para personas sin hogar de Boston.

      La situación de las familias sin hogar colocadas en hoteles benéficos y otras instituciones semejantes no es mucho mejor. Aunque no muchos habían padecido enfermedades mentales, las condiciones atestadas y poco higiénicas, aunadas al aburrimiento y la desesperanza, a menudo conducen a la violencia familiar y a trastornos emocionales, especialmente entre los niños.

      Se busca la solución de esta tragedia

      Aunque los expertos no concuerdan en si la falta de hogar se debe a la depresión económica, al alto costo de las viviendas, a problemas psiquiátricos o a alguna otra causa, varios aspectos del problema siguen siendo alarmantes. En primer lugar, no se puede negar que el problema de la vivienda está intensificándose en todo el mundo. En segundo lugar, y cada vez con más frecuencia, no solo son personas individuales, sino también familias enteras las que están quedándose sin hogar. Y finalmente, el colectivo de las personas sin hogar es más joven. Estos hechos trágicos claman por soluciones. ¿Qué se está haciendo para resolver el problema? ¿Cuán eficaces son esas medidas? Y ¿habrá alguna vez suficientes viviendas para todos?

      [Fotografía en la página 9]

      Cobijos improvisados a la sombra de una vivienda lujosa

      [Reconocimiento]

      Mark Edwards/UNCHS

  • Las personas sin hogar... ¿existe alguna esperanza para ellas?
    ¡Despertad! 1988 | 8 de marzo
    • Las personas sin hogar... ¿existe alguna esperanza para ellas?

      “EL ALOJAMIENTO es una necesidad humana prioritaria, como el alimento y el agua, y una condición esencial de la vida civilizada. Cuando se comprendan estas verdades, se reconocerá el problema de estar sin hogar como lo que verdaderamente es: una afrenta contra la dignidad humana y la denegación de un derecho humano básico.”—Lord Scarman, presidente del Consejo del Reino Unido para el Año Internacional del Refugio para las Personas sin Hogar.

      Discursos como este demuestran claramente que los funcionarios y los gobiernos son muy conscientes de la necesidad de que se disponga de más y mejores viviendas, y lo cierto es que se está trabajando en esa dirección. No obstante, la pregunta que queda pendiente es: ¿cuánto se está logrando? Consideremos unos cuantos ejemplos.

      Análisis de lo que se está logrando

      Para satisfacer las necesidades de la creciente población de Bombay, The Times of India dice que se necesitan diariamente 125 nuevas viviendas. Aunque esta quizás no parezca una cifra muy elevada, significa más de 45.000 viviendas al año, y eso únicamente para cubrir las necesidades del aumento de población. Pero, ¿qué sucede con las más de 800.000 chabolas de la ciudad, situadas en barrios pobres, que no reúnen las debidas condiciones sanitarias? Para lograr reemplazarlas en veinte años, se tendrían que construir diariamente otras 110 viviendas. Esto lleva a un total de más de 85.000 viviendas al año. Para conseguirlo, “nuestro porcentaje de producción tendría que subir cuatro veces”, dice el informe. De igual manera, entre 1961 y 1981, Nueva Delhi, la capital de la India, no llegó a construir ni una décima parte de las 450.000 viviendas que tenía programadas.

      En África, los gobiernos se ven muy presionados por la crisis de la vivienda debido a la afluencia de la población rural a las ciudades. En algunos países, “los ciudadanos desempleados simplemente han sido deportados al campo”, dice The Star, un periódico de Johannesburgo (África del Sur). En otros, solo se permite que trabajen en las ciudades los residentes establecidos en ellas. A pesar del clamor internacional contra la discriminación, especialmente cuando hay envueltos factores raciales, ¿han tenido éxito tales medidas drásticas? “El problema de proveer empleo y hogar a los refugiados procedentes de las zonas rurales amenaza con descontrolarse en gran parte de África y, de hecho, en todo el Tercer Mundo —dice el informe—. Se ha predicho que las ciudades más importantes de África se encararán al colapso de sus sistemas sociales y educativos, así como al de sus servicios de agua, fluido eléctrico y alcantarillado.”

      En Gran Bretaña, dos problemas importantes que exigen atención urgente son el proveer vivienda para los pobres y el reparar o reemplazar las ya existentes que se están deteriorando. “Sin embargo, al mismo tiempo que se nos dice que la nación ‘no tiene recursos suficientes’ para gastar más dinero en solucionar estos terribles problemas, no hay restricción de ningún tipo en la subvención que pagamos a las personas que compran sus casas”, dice el periódico Catholic Herald. Debido a la reducción de fondos para viviendas baratas, la construcción ha bajado a menos de una quinta parte del nivel que tuvo hace unos años. Además, “también tenemos una enorme factura que pagar en concepto de reparaciones, tanto para viviendas subvencionadas como particulares, la cual se calcula en 50 millones de libras esterlinas”, dice el informe. Todavía no se ve claro cómo planea el gobierno afrontar estos gastos.

      “En América, el problema de las personas sin hogar no se limita a proporcionar vivienda a los desesperados y los desvalidos”, dice un editorial publicado en el New York Post. Por ejemplo: la ciudad de Nueva York paga un promedio de 1.800 dólares mensuales para mantener a una familia sin hogar en un hotel benéfico, y la factura anual por este servicio asciende a 125 millones de dólares. Además, gasta 250 millones al año en mantener en funcionamiento 28 albergues gratuitos para personas sin hogar. Y aun así, el número de personas sin hogar en la ciudad sigue aumentando. ¿Por qué? “Nadie sabe cómo ayudar mejor a las personas sin hogar —concluye un artículo especial sobre este tema publicado en la revista U.S.News & World Report—. El que haya mejores viviendas, más empleos y más facilidades para conseguir vales de alimentación no ayudará a los que padecen trastornos mentales o están entrampados en la droga o la bebida.”

      Se tratan los síntomas

      Es evidente que resolver los actuales problemas de vivienda y hacer frente a las necesidades futuras es una tarea agobiante para los gobiernos de todo el mundo. ¿Por qué? Porque el problema de la escasez de vivienda y de las personas sin hogar no es una cuestión aislada. Está muy entrelazada con otros problemas que también son extremadamente graves, como la explosión demográfica, la pobreza, el desempleo y la inflación. Si no se atajan con éxito estos otros problemas, es poco probable que pueda mejorarse la cuestión de la vivienda. Pero, ¿hay alguna nación en la Tierra hoy que esté libre de alguno de los problemas mencionados? O ¿hay siquiera un gobierno que los esté resolviendo con verdadero éxito? No, no lo hay.

      A la luz de lo que acabamos de analizar, los esfuerzos que se están efectuando por resolver los problemas de las personas sin hogar se pueden asemejar a poner parches en las grietas y goteras de una casa que se está derrumbando. Aunque las intenciones pudieran ser buenas, solo se estarían tratando los síntomas. Lo que se necesita es derruir toda la estructura carcomida y edificar una nueva casa a partir del fundamento mismo.

      Este punto de vista ciertamente no es nuevo. Se expresó hace diecinueve siglos, y fue una idea tan adelantada para su tiempo que les resultó difícil de aceptar a los líderes tradicionalistas de aquellos días. “Nadie zurce un vestido viejo, echándole un remiendo de paño nuevo sin tundir; pues el parche añadido tira de la tela y resulta una rotura peor”, dijo Jesucristo. (Mateo 9:16, Franquesa y Solé.) ¿A qué se refería?

      La solución permanente

      En lugar de tratar los síntomas, Jesús se interesó en la raíz del problema. Enseñó a sus discípulos a recurrir al Reino de Dios en busca de una solución permanente, no solo para los problemas de vivienda, sino también para todos los males que están plagando actualmente a la humanidad. Les instó a orar: “Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra”. (Mateo 6:10.) Ese Reino, que llevará a cabo la voluntad de Dios sobre la Tierra, no se limitará a poner un parche sobre el presente sistema de cosas, un sistema acabado y hundido. Lo reemplazará.

      ¿Cómo repercutirá todo esto en usted? Lea lo que Isaías, un profeta hebreo de la antigüedad, dijo por inspiración: “Edificarán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán su fruto. No edificarán para que otro habite, no plantarán para que otro coma, pues cuanto vive un árbol vivirá mi pueblo, y mis elegidos disfrutarán del trabajo de sus manos”. (Isaías 65:21, 22, Biblia de Jerusalén.)

      ¿Notó que en lo que se hace hincapié no es sencillamente en la edificación de más casas, sino, más bien, en la imparcialidad, la igualdad y la justicia? ¿No anhela vivir bajo un gobierno así? Usted no solo podrá disponer de una casa propia, lo cual es más de lo que la mayoría de las personas hoy en día siquiera puede soñar, sino que podrá vivir en un entorno pacífico, con suficiente alimento, aire puro, agua limpia y buenos vecinos. Todo esto, y aún más, es lo que logrará la justa administración del Reino de Dios.

      En obediencia al mandato de Jesús, en la actualidad los testigos de Jehová están hablando a todo el mundo sobre “estas buenas nuevas del reino”. (Mateo 24:14.) A través de las páginas de esta revista y de su compañera, La Atalaya, así como mediante sus visitas personales, los Testigos intentan informarle de la maravillosa perspectiva que tenemos a las puertas. Le instamos a que dedique el tiempo necesario para descubrir cómo puede estar entre los que vivirán bajo ese justo gobierno que restaurará toda la Tierra hasta convertirla en un hogar paradisiaco eterno para la humanidad.

      [Comentario en la página 12]

      “Edificarán casas y las habitarán.” (Isaías 65:21, Biblia de Jerusalén.)

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