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HungríaAnuario de los testigos de Jehová 1996
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y un siervo de circuito, János Lakó, fueron arrestados junto con otros cuatro hermanos y llevados a la prisión de la calle Andrássy, número 60.
János Konrád escribió: “Durante los interrogatorios no utilizaron tanta tortura física ni tan dolorosa como en los interrogatorios de la policía, pero el lavado de cerebro y la tortura mental a mitad de la noche a veces eran peores que la tortura física.
”Nuestro juicio se celebró el 2 de febrero de 1951. La acusación fue: ‘Colaborar en la dirección de una organización que tiene como objeto la subversión del Estado y la sociedad, y traición’. El presidente del tribunal, el juez Jónás (este juez se suicidó presa del pánico durante la contrarrevolución que estalló cinco años más tarde), nos sentenció a los siete a pasar entre cinco y diez años de cárcel. Al parecer, la sentencia estaba preparada de antemano, pues no hubo ningún tipo de deliberación y anteriormente, durante uno de los interrogatorios, le habían dicho a un hermano: ‘Los vamos a encerrar diez años; para entonces, nuestra república popular será más fuerte que ahora y se habrá preparado ideológicamente al pueblo para hacerlo inmune a la influencia de ustedes con la Biblia. Después podremos ponerlos en libertad’”.
El relato del hermano Konrád sigue diciendo: “Nos enviaron a la prisión de Vác, al norte de Budapest. Pero nos alegró que nos pusieran a todos en la misma celda. Por fin podríamos intercambiar ideas y experiencias. Pasábamos el día siguiendo un horario: empezábamos con el texto del día, que preparábamos por turno. Aunque ni siquiera teníamos una Biblia, comenzamos a ‘leerla’ desde el principio recitando los pasajes que recordábamos. ‘Leíamos’ los artículos de La Atalaya del mismo modo. Y pedíamos a Jehová diariamente que ayudara a nuestros hermanos del exterior a seguir firmes.
”Pero no estuvimos juntos mucho tiempo, pues nos separaron y colocaron con reclusos mundanos, ya que las autoridades pensaban que si seguíamos juntos, nos fortaleceríamos mutuamente en nuestras convicciones y nunca ‘mejoraríamos’. Más tarde nos volvieron a poner juntos porque temían que pudiéramos convencer de la verdad de Dios a nuestros compañeros de celda. Este juego se repitió a lo largo de todo nuestro encarcelamiento.”
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En 1955 volvieron a trasladar a János Lakó a la celda de János Konrád. Un tal señor Szabó habló con el hermano Lakó y le hizo algunas propuestas. “Con Konrád no se puede hablar —dijo el señor Szabó—. Es demasiado terco. Usted es más inteligente. Estamos a punto de dejarlo en libertad y autorizar su obra. Konrád se quedará aquí, pero la congregación podrá reunirse. Se les permite ser testigos de Jehová, orar todo lo que deseen; eso sí, sin molestar a la gente.”
—Si actuáramos así, seríamos testigos que no dan testimonio —repuso el hermano Lakó—. No puedo prometerle eso.
—Bueno, piénselo. Volveré a visitarlo. —Cuando volvió, preguntó entre otras cosas—: ¿Cómo le va a Konrád?
—Bastante bien.
—¿Cuándo fue la última vez que lo vio?
—Ahora mismo; estamos en la misma celda.
—¿Y le contó lo que estuvimos hablando?
—Claro que sí, es mi hermano. —El agente del gobierno se marchó enfadado y no volvió a visitar al hermano Lakó.
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[Fotografía en la página 102]
Al igual que muchos otros Testigos, János Lakó se negó a transigir ante sus perseguidores
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