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  • Jehová protege a su pueblo en Hungría
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1993
  • Subtítulos
  • Un comienzo modesto
  • Se intensifican los ataques
  • Los años de proscripción
  • Un cambio favorable, pero pasajero
  • Empieza la era de terror
  • Perspectivas brillantes
  • ¡Al fin libres!
  • Cuál es la situación actual
La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1993
w93 15/7 págs. 9-12

Jehová protege a su pueblo en Hungría

ENCLAVADA en el corazón de Europa, Hungría ha sentido con frecuencia los avatares de la historia. Su pueblo ha sufrido mucho, pese a que en el año 1001 su primer rey, Esteban I, lo consagró a la virgen María y lo obligó a convertirse al cristianismo nominal.

A través de los siglos, los numerosos conflictos intestinos debilitaron a Hungría y la hicieron presa fácil de naciones que la dominaron consecutivamente. En tales conflictos se arrasaron poblaciones enteras, para reemplazarlas después con advenedizos. Como resultado, la población se convirtió en una mezcla de nacionalidades. En el aspecto religioso, unas dos terceras partes de la población continuaron siendo católicas, aunque posteriormente la Reforma se extendió por algunas regiones.

Un comienzo modesto

Las semillas de la verdad se plantaron por primera vez en Hungría en 1908. Las sembró una mujer que aprendió la verdad de los Estudiantes de la Biblia, como se llamaba entonces a los testigos de Jehová. Su predicación despertó el interés de muchas personas en las buenas nuevas. Poco después, dos hombres que se trasladaron de Estados Unidos a Hungría se dedicaron de lleno a difundir las buenas nuevas como repartidores. La verdad se esparció poco a poco, pero a paso firme, y en Kolozsvár se abrió una imprenta.

El primer informe confiable se consiguió en 1922, año en que 67 Estudiantes de la Biblia de diez pueblos diferentes celebraron la Conmemoración de la muerte de Cristo. Su predicación produjo una conmoción inmediata, seguida de la oposición del gobierno y la prensa, a los que el clero indujo a entorpecer la obra.

Se intensifican los ataques

En 1928 el sacerdote católico Zoltán Nyisztor publicó un libelo titulado Estudiantes Milenaristas de la Biblia, en el que afirmó acerca de los Estudiantes de la Biblia: “Son peores que los bolcheviques que atacan con armas, pues, escudándose en la Biblia, extravían a los inocentes. La policía del real estado de Hungría está muy pendiente de ellos”.

En aquel tiempo, un hermano celoso llamado Josef Kiss visitaba las congregaciones. La gendarmería le seguía los pasos con sigilo. En 1931 la policía irrumpió en la casa del hermano que lo hospedaba y le ordenó salir de inmediato. Cuando el hermano Kiss empezó a empacar sus pertenencias, un gendarme lo golpeó con la culata del fusil y le dijo en tono amenazador: “¡Apúrese, o terminará con una puñalada!”. Sonriente, el hermano Kiss contestó: “En tal caso me iría más pronto a casa”, aludiendo a su esperanza celestial como cristiano ungido.

Los soldados lo siguieron hasta el tren. La congregación de Debrecen lo esperaba el 20 de junio de 1931, pero él nunca apareció. Los hermanos concluyeron que los enemigos lo habían eliminado, que, en efecto, ‘se había ido a casa’, su herencia celestial. Aunque detuvieron su actividad personal, las autoridades nunca pudieron extinguir la llama de la verdad.

Se solía predicar con ingenio, como cuando falleció un hermano en Tiszakarád a mediados de los años treinta. Las exequias solo podían efectuarse con el permiso de las autoridades. A los hermanos se les concedió solo un minuto para orar y otro para entonar un cántico. Se suponía que los gendarmes, que llegaron al funeral con fusiles y bayonetas, los obligaran a circunscribirse a esos dos minutos. La curiosidad atrajo a muchas personas deseosas de ver cómo se llevaría a cabo el funeral.

Un hermano oró ante el féretro durante media hora, y lo hizo de tal manera que los asistentes admitieron que nunca habían oído nada semejante. “Aun si seis sacerdotes hubiesen dirigido el funeral —dijeron—, no habría sido tan conmovedor.” A continuación, un hermano que tenía buena voz empezó el cántico, pero un gendarme lo obligó a guardar silencio. Los policías dijeron después que, aunque se sintieron incómodos, no pudieron interrumpir la oración.

Mientras los ataques continuaban, Lajos Szabó, sacerdote de la Iglesia Reformada, escribió en 1935 en su panfleto El anticristo junto al río Tisza: “Ha sido genial enseñar a la gente el bolchevismo en el nombre de la religión [...]. Marx se ha presentado como Cristo [...]. El anticristo ha estado entre nosotros vestido de rojo con los testigos de Jehová”.

Los años de proscripción

En 1939 se proscribió completamente la obra de los testigos de Jehová. Se la estigmatizó como campaña “contra la religión y la sociedad”. Los adventistas, bautistas, evangélicos y presbiterianos imprimieron libelos contra los Testigos. Sin embargo, Jehová no desamparó a sus siervos, y los Testigos de otros países los ayudaron. Además, el pueblo de Dios tuvo en Hungría muchas experiencias que fortalecieron su fe.

Por ejemplo, cuando un hermano trajo de Checoslovaquia una mochila llena de revistas, el agente de aduanas le preguntó: “¿Qué lleva en la mochila?”, a lo que el hermano contestó con franqueza: “Atalayas”. El agente de aduanas hizo una seña con la mano, que daba a entender que el hermano estaba loco, y lo dejó pasar. De este modo llegó a salvo a Hungría más alimento espiritual.

No obstante, el acoso no se detuvo. Cada vez se arrestaba a más hermanos y se los encarcelaba por períodos diferentes. Luego se formó un equipo especial para investigar a los testigos de Jehová y tomar medidas enérgicas contra ellos. En 1942 se encerró en establos y escuelas judías vacías a hombres, mujeres y niños. Después de dos meses de tortura se les enjuició y sentenció. Algunos fueron sentenciados a cadena perpetua y otros recibieron condenas que oscilaban entre dos y quince años de prisión. Tres hermanos, Dénes Faluvégi, András Bartha y János Konrád, fueron sentenciados a la horca, pero la sentencia se conmutó después por cadena perpetua. Más tarde se llevó a 160 hermanos al campo de exterminio de Bor. Al cruzar la frontera se les dijo que nunca regresarían con vida. De los 6.000 judíos que fueron llevados a este campo, solo sobrevivieron 83. Sin embargo, a excepción de cuatro, todos los Testigos regresaron.

Fue inevitable que algunos testigos de Jehová sufrieran martirio. Los nazis ejecutaron a algunos hermanos al final de la segunda guerra mundial. Bertalan Szabó, János Zsondor y Antal Hónis fueron fusilados, y Lajos Deli, ahorcado. (Mateo 24:9.)

Un cambio favorable, pero pasajero

Después de la segunda guerra mundial la situación volvió a cambiar. El gobierno de coalición prometió respetar los derechos humanos. Los hermanos que regresaron de los campos de concentración comenzaron de inmediato a predicar y a organizar las congregaciones. Concluyeron que Jehová los había liberado para que glorificaran su gran nombre, no para dedicarse a acumular bienes materiales. A fines de 1945 había 590 publicadores activos del Reino. En 1947 se compró una casa de campo para usarla como sucursal de la Sociedad Watch Tower y se celebró la primera asamblea nacional en un salón deportivo. Asistieron 1.200 personas, y la compañía nacional de ferrocarriles ofreció el 50% de descuento a los asambleístas.

Sin embargo, la libertad no duró mucho tiempo. El partido comunista pronto ganó terreno y hubo un cambio de gobierno. El aumento del pueblo de Jehová atrajo la atención del nuevo régimen, pues de 1.253 publicadores en 1947, el número había ascendido a 2.307 en 1950. En ese año las autoridades comenzaron a estorbar la obra de predicar. Se exigían permisos para predicar, pero el gobierno no los concedía, y la guardia nacional golpeaba a quienes los solicitaban. Los periódicos difamaban constantemente a los Testigos tachándolos de ‘agentes imperialistas’. Irónicamente, antes de que el comunismo ascendiera al poder, se había enviado a los Testigos a los campos de detención bajo la acusación de ser ‘partidarios del comunismo judío’.

Empieza la era de terror

El 13 de noviembre de 1950 se detuvo al superintendente de la sucursal y al traductor (dos de los que anteriormente habían sido condenados a muerte), así como al superintendente del primer circuito. Fueron llevados a la infame prisión ubicada en la calle Andrássy, número 60, de Budapest, para “ablandarlos”. Su juicio se celebró el 2 de febrero del año siguiente. El superintendente de la sucursal fue sentenciado a diez años de prisión, el traductor a nueve años y el superintendente de circuito a ocho años. A los tres se les confiscaron sus bienes. Durante el juicio se sentenció además a cuatro superintendentes de congregación, acusados de intentar derrocar al gobierno, a condenas de cinco a seis años de prisión.

Se puso a los hermanos en una prisión de alta seguridad, donde no se les permitía recibir cartas, paquetes ni visitas. Sus familiares no tenían noticias de ellos. Los guardias tenían prohibido hasta mencionar sus nombres. Para identificarlos se les colgaba del cuello una ficha de madera con un número. Incluso se colocó en la pared un letrero que decía: “No solo vigile a los prisioneros; ódielos”.

Los Testigos entraron en la clandestinidad, pero su obra no se detuvo. Nuevos Testigos reemplazaban a los que iban a prisión. Con el tiempo se capturaba también a estos. Para 1953 se había condenado y sentenciado a más de quinientos hermanos, pero las buenas nuevas no podían ser encadenadas. Solo un puñado se dejó engañar por las promesas de los guardias y transigió.

Perspectivas brillantes

En el otoño de 1956, el pueblo comenzó a rebelarse contra el gobierno. El ejército soviético reprimió la revolución, y el partido comunista volvió a fortalecerse.

Aunque se había dejado en libertad a todos los Testigos, se puso de nuevo en prisión a unos cuantos de los más conocidos para que terminaran sus sentencias; sin embargo, no se encarceló a los más nuevos. Finalmente, la situación empezó a mejorar en 1964. Las autoridades dejaron de interrumpir los funerales y las bodas. Se celebraron asambleas de circuito en los bosques. Aunque se interrumpió el desarrollo de algunas, no se envió a prisión a ningún Testigo.

En 1979 se permitió que algunos superintendentes asistieran a la asamblea de Viena. Ese mismo año las autoridades prometieron dar reconocimiento legal a los testigos de Jehová, pero habrían de transcurrir otros diez años para conseguirlo. En 1986 se celebró la primera asamblea de distrito con permiso de las autoridades en el Parque de la Juventud del bosque de Kamara. Hasta se colocó un letrero que anunciaba la Asamblea de Distrito “Paz Divina” de los Testigos de Jehová. Al año siguiente se celebró la asamblea “Confianza en Jehová”, y en 1988 los hermanos disfrutaron de la asamblea “Justicia Divina”.

¡Al fin libres!

El 27 de junio de 1989 fue un día maravilloso, pues en esa fecha los hermanos recibieron el documento oficial que daba reconocimiento legal a la Organización Religiosa de los Testigos de Jehová de Hungría. En julio de ese año, 9.477 personas asistieron a la Asamblea de Distrito “Devoción Piadosa” en el impresionante Salón de Deportes de Budapest. La Asamblea de Distrito “Lenguaje Puro” de 1990 se celebró en este mismo lugar y en otras tres ciudades grandes del país.

Una vez levantada por completo la proscripción, fue posible organizar la primera asamblea internacional. A pesar del mal tiempo, esta se celebró en el Népstadion de Budapest, donde 40.601 asistentes disfrutaron del amor cristiano de sus hermanos. Estuvieron presentes varios miembros del Cuerpo Gobernante, y sus discursos fortalecieron la fe de los hermanos. Además, en esta asamblea se presentaron nuevos libros y folletos con ilustraciones a todo color.

Cuál es la situación actual

Las ediciones de La Atalaya y ¡Despertad! en húngaro se publican en simultaneidad con las de inglés y tienen el mismo hermoso formato. En 1992 comenzó a publicarse en húngaro el Anuario. El número de publicadores ha aumentado vertiginosamente de 6.352 en 1971 a 13.136 en enero de 1993.

Hoy día, los testigos de Jehová de Hungría disfrutan de libertad de religión y predican de casa en casa sin ningún estorbo. Hay 205 congregaciones, y el 17 de abril de 1992 asistieron 27.844 personas a la Conmemoración. Por causa de la insuficiencia de Salones del Reino, las congregaciones aún se reúnen en escuelas, centros culturales, cuarteles vacíos y hasta en las oficinas desocupadas del partido comunista. Para 1992 diez congregaciones ya habían dedicado su propio Salón del Reino, y había otros salones en construcción.

En medio de todos los cambios y las revoluciones, los hermanos se han mantenido fielmente de parte de Jehová Dios y de su Hijo, Jesucristo, y han seguido predicando. Los embates de los tiempos no han acabado con ellos, pues también en Hungría Jehová ha protegido a su pueblo. (Proverbios 18:10.)

[Fotografía en la página 10]

El pueblo de Jehová congregado en Budapest

[Mapas en la página 9]

(Para ver el texto en su formato original, consulte la publicación)

Viena

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Budapest

Debrecen

HUNGRÍA

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