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    ¡Despertad! 1989 | 22 de enero
    • La iglesia anglicana

      El parlamento de la iglesia anglicana, el sínodo general, se reunió en noviembre de 1987 para considerar una moción que reafirmara que “la fornicación, el adulterio y los actos homosexuales son pecado”. El secretario general del Movimiento Cristiano de Lesbianas y Gays dijo: “Si esta moción se aceptara, hundiría a la Iglesia, y el obispo de Canterbury lo sabe. En números redondos, creemos que entre el 30 y el 40% de los clérigos de la iglesia anglicana son homosexuales”.

      La periodista Philippa Kennedy escribió lo siguiente en el periódico inglés Daily Express del 29 de octubre de 1987: “El ataque de Margaret Thatcher a los líderes de la Iglesia por no dar la adecuada dirección moral a la nación acrecentará la expectativa por lo que promete ser una de las grandes peleas clericales de esta década. Porque no es solo la primera ministra quien cree que los obispos en general, y el arzobispo de Canterbury en particular, son un montón de charlatanes insulsos”.

      El 11 de noviembre de 1987 se debatió la moción, pero resultó demasiado drástica para ser aceptada, de modo que fue sustituida por una débil enmienda aprobada por una mayoría aplastante. Así que no resultó ser “una de las grandes peleas clericales de esta década”. Se quedó en nada. Los obispos simularon luchar, eludieron el problema, maquinaron, amagaron con tomar acción y, al final, se volvieron atrás.

      La decisión del sínodo general fue: lo ideal son las relaciones sexuales dentro de una relación matrimonial permanente; la fornicación y el adulterio son pecados contra este ideal; los actos genitales homosexuales no alcanzan este ideal, y todos los cristianos deben ser ejemplares en todas las esferas de la moralidad, incluyendo la moralidad sexual. Los actos homosexuales fueron clasificados como menos graves que la fornicación y el adulterio: estos últimos son pecados contra lo ideal, mientras que la homosexualidad simplemente no alcanza lo ideal. No se despide a los fornicadores. No se expulsa a los adúlteros. Se mostró tolerancia a los sacerdotes y vicarios homosexuales.

      La trompeta del sínodo dio una llamada indistinta, y la moción original propuesta por el cura párroco Tony Higton se quedó en nada. (1 Corintios 14:8.) Sin embargo, por extraño que parezca, él votó a favor de la versión mutilada de la moción y estuvo “muy, muy complacido” con el resultado. Una reacción difícil de comprender en vista de sus previas manifestaciones. “Si la Iglesia no pone en orden su casa —amenazó—, entonces, Dios la juzgará.”

      Durante el sínodo, Higton había presentado un sorprendente informe con pruebas contra el clero homosexual. Un sacerdote fue declarado culpable de abusos deshonestos de menores, pero simplemente lo trasladaron a otra parroquia. Otro, condenado por conducta gravemente indecorosa en un excusado público, fue trasladado a otra diócesis, donde volvió a ser hallado culpable de un delito similar... y todavía no había sido depuesto. Higton informó que unos sacerdotes anglicanos de Londres que eran homosexuales se encargaban de un puesto de libros de la Iglesia en el que se “vendían publicaciones dedicadas, según informes, a fomentar la promiscuidad homosexual, las relaciones sexuales con prostitutos y diversos actos homosexuales”. Se dijo que en un libro de ese puesto aparecía “una niña de cinco años acostada en la cama con su padre y el amante de este, un hombre”.

      Ya que las pruebas de Higton fueron desechadas, ¿cómo podía sentirse “muy, muy complacido”? Indudablemente, porque los clérigos anglicanos son apacibles y fáciles de complacer. Como dijo cierta noticia: “Hay que admitir que nada de este escándalo ha hecho que los anglicanos pongan el grito en el cielo; solo ha provocado los leves susurros en los que están especializados”.

      Es comprensible, entonces, que el clero homosexual se sintiese complacido. “El sínodo ha concedido abiertamente a la comunidad gay y lesbiana un lugar en la vida de la Iglesia”, dijeron. Al fin y al cabo, el arzobispo de Canterbury, Runcie, había “argumentado que la Iglesia no debería condenar a los homosexuales disciplinados y responsables”, y había dicho: “Quiero recalcar que quien es homosexual por naturaleza es un ser humano completo”.

      “Homosexual por naturaleza”, dijo el arzobispo de Canterbury. ¿Homosexuales indefensos sentenciados a serlo debido a factores genéticos? Ese es el parecer que algunos sostienen, y dicen que la condición homosexual “es una peculiaridad psicológica básica que antecede a cualquier selección moral”. Descartaron al apóstol Pablo —quien bajo inspiración condenó la homosexualidad— como si fuese “un pedazo de mojigato”, comenta el periódico londinense The Times.

      Sir Immanuel Jakobovits, rabino principal, objetó a que “tal disposición natural hacia la homosexualidad” hubiese sido probada, y dijo: “Las predisposiciones naturales como base de argumentación son un terreno resbaladizo que puede conducir al colapso de todas las reglas morales [...]. No podemos aceptar en ninguna sociedad que una predilección natural pueda ser suficiente en sí misma para exonerar de culpa. Debemos ser amos de la naturaleza y no sus víctimas”.

      El arzobispo de Canterbury modificó las palabras de Jesús de modo que parecieran dar cabida a los homosexuales en la Iglesia de Cristo, pues dijo: “En este tabernáculo terrestre de la Iglesia de Cristo hay muchas mansiones, y todas están hechas de cristal”. (Compárese con Juan 14:2.) Es como si dijese: “No tiren piedras a nadie, ni siquiera a los homosexuales, pues también hay una mansión para ellos en la Iglesia de Cristo”.

      Michael Baughen, obispo de Chester, razonó que “el griego del Nuevo Testamento justificaba una nueva exposición de la doctrina anglicana para expresar ‘amor, tristeza, sensibilidad y comprensión’ a los homosexuales”, y que la homosexualidad era censurada en las Escrituras únicamente como “una desviación de la senda”. Pero lo que las Escrituras dicen en realidad es que los homosexuales, si no cambian, no heredarán el Reino y “son merecedores de muerte”. (Romanos 1:27, 32; 1 Corintios 6:9-11.)

      Según otra cita de The Times, el sínodo probó “la trillada acusación de que la iglesia anglicana no cree nada y lo permite todo”, y dejó fuera de toda duda “su habitual falta de criterio: tragarse, como si del Evangelio se tratara, toda nueva moda liberal”. Bajo el titular “Church Fudge” (Patrañas de la Iglesia), el Liverpool Daily Post dijo: “Los líderes de la iglesia anglicana cada vez parecen menos capaces de expresar en términos claros y fuertes lo que consideran bueno y lo que consideran malo”. Como observó irónicamente The Economist: “La iglesia anglicana está en contra de las prácticas homosexuales, pero no mucho”.

      Bajo el titular “Fury at Synod Ruling on Gays” (Furia por el fallo del sínodo sobre los homosexuales), el Daily Post citó a varios miembros conservadores del Parlamento. Uno de ellos calificó el fallo del sínodo de “vergonzoso y cobarde”. Otro dijo: “Me temo que la homosexualidad ha conseguido un firme punto de apoyo en el clero de la iglesia anglicana y en la propia iglesia anglicana”. Un tercero comentó: “Este voto, preferiría llamarlo patraña vergonzosa, en realidad pone en peligro a los niños. Muchos homosexuales que no encuentran compañeros recurren a los niños pequeños, y a esto es a lo que los jóvenes que asisten a la iglesia son tan vulnerables. [...] Hablando sin rodeos: la Iglesia no ha sido capaz de eliminar un mal muy difundido dentro de su propio seno”.

      La iglesia católica romana

      La iglesia católica es categórica a la hora de desaprobar la homosexualidad, y la califica de pecado grave. Pero en la práctica, encubre a los sacerdotes homosexuales y hasta hace posible que continúen con sus perversiones sexuales. Desde luego, el papa Juan Pablo II se expresó con palabras afectuosas hacia los homosexuales cuando declaró: “Están en el corazón de la Iglesia”.

      Con fecha del 27 de febrero de 1987, un periódico católico independiente, el National Catholic Reporter, dijo que el clero homosexual calculaba que el 50% de los sacerdotes católicos de Estados Unidos es homosexual. Esta cifra ha sido rebatida. Un psicólogo, basando su declaración en 1.500 entrevistas, dice que el 20% de los 57.000 sacerdotes católicos de Estados Unidos es homosexual, mientras que informes más recientes hacen que “otros terapeutas opinen que en la actualidad la verdadera cifra puede estar más cerca del 40%”.

      Hace tan solo poco más de un año, varios periódicos de ese país estaban llenos de noticias sobre casos de abusos deshonestos de menores por parte de sacerdotes católicos. El siguiente informe publicado el 30 de diciembre de 1987 en el Mercury News, de San José (California), es un ejemplo típico:

      “En un tiempo en que existe una mayor conciencia nacional de los problemas del abuso de menores, la iglesia católica de Estados Unidos sigue pasando por alto y hasta encubriendo casos de sacerdotes culpables de abusos deshonestos de niños, como muestran archivos judiciales, documentos internos de la Iglesia, las autoridades civiles y las propias víctimas.

      ”Las autoridades eclesiales insisten en que un caso notorio que tuvo lugar en Luisiana en 1985, un sacerdote fue culpable de abusar sexualmente de por lo menos treinta y cinco muchachos, les ha enseñado a tratar el problema con firmeza. Pero una investigación efectuada por Mercury News durante tres meses revela que en más de veinticinco diócesis del país, las autoridades eclesiales no han notificado a la policía los hechos, han trasladado a los sacerdotes a otras parroquias, han pasado por alto las quejas de los padres y han hecho caso omiso del daño que podían sufrir las víctimas de tierna edad. [...] Ya se han pagado millones de dólares por daños a las víctimas y sus familias, y un informe eclesial de 1986 calculó que durante la próxima década, la Iglesia podría verse obligada a desembolsar hasta mil millones de dólares.”

      El “caso notorio que tuvo lugar en Luisiana en 1985” mencionado en el Mercury News tenía que ver con un sacerdote llamado Gilbert Gauthe. Ha habido una “indemnización de 12 millones de dólares a sus víctimas”. Las actividades homosexuales de Gauthe eran conocidas desde hacía muchos años, pero ‘lo que hizo la diócesis fue trasladarlo de una parroquia a otra por lo menos tres veces’. En uno de los casos, “unos padres testificaron que Gauthe cometió sodomía con su hijo de siete años el primer día que este sirvió de monaguillo, y luego siguió haciéndolo durante todo un año hasta que fue trasladado”.

  • La cristiandad anda en la senda de Canaán
    ¡Despertad! 1989 | 22 de enero
    • Thomas Fox, editor del periódico National Catholic Reporter, dice: “Durante años ha habido un encubrimiento nacional del problema por parte de los obispos”. Eugene Kennedy, quien anteriormente fue sacerdote y en la actualidad es profesor de Psicología en la universidad de Loyola, dice: “Lo que uno ve en los tribunales es tan solo la punta del iceberg”. Thomas Doyle, sacerdote dominico y abogado canónico, declara: “El abuso deshonesto de jovencitos por parte de sacerdotes es el problema más serio al que nos hemos tenido que enfrentar en siglos”.

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