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Quería ser como la hija de JeftéLa Atalaya 2011 | 1 de diciembre
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Se caen las “escamas” de mis ojos
Debido a las dificultades económicas que siguieron a la segunda guerra mundial, nos mudamos a Bombay, a más de 900 kilómetros (550 millas) de distancia. En 1945, dos testigos de Jehová visitaron a mi padre y le dieron un folleto de la Biblia. Papá absorbió su mensaje como el terreno reseco absorbe la lluvia, y comenzó a hablar de él a otras personas de habla kannada. A principios de los años cincuenta, nuestro pequeño grupo de estudio se convirtió en la primera congregación de Bombay en ese idioma.
Papá y mamá nos enseñaron a ser buenos estudiantes y maestros de la Biblia. A diario sacaban tiempo para orar y estudiar con nosotros (Deuteronomio 6:6, 7; 2 Timoteo 3:14-16). Cierto día, mientras leía la Biblia, sentí como si las “escamas” se me cayeran de los ojos (Hechos 9:18). Aprendí que a Jehová se le compara a un pastor porque guía, alimenta y protege a sus siervos (Salmo 23:1-6; 83:18).
Jehová me lleva de la mano
Me bauticé poco después de aquella memorable asamblea de Bombay de 1956. Seis meses más tarde seguí el ejemplo de mi hermano mayor, Prabhakar, y me hice evangelizadora de tiempo completo. Aunque ansiaba enseñar las verdades bíblicas a la gente, en cuanto intentaba hablar de mis creencias, se me secaba la boca. Empezaba a tartamudear, y la voz me temblaba. “¡No podré hacer esta obra a menos que Jehová me ayude!”, me decía a mí misma.
La ayuda de Jehová llegó con los misioneros canadienses Homer y Ruth McKay, que en 1947 habían asistido en Nueva York a la escuela misional de los testigos de Jehová. Ellos me llevaron de la mano, por así decirlo, mientras daba mis primeros y torpes pasos en el ministerio. Ruth siempre practicaba conmigo lo que íbamos a decir en las puertas. Y sabía cómo calmarme. Me sostenía las manos temblorosas y me decía: “No te preocupes. Intentémoslo en la próxima casa”. Su tono tranquilizador siempre me infundía ánimo.
Un día supe que Elizabeth Chakranarayan, una maestra de la Biblia experimentada y mayor que yo, iba a ser mi compañera de predicación. Al principio pensé: “¿Cómo me las voy a arreglar para vivir con esta hermana que me lleva tantos años?”. Pero ella resultó ser la compañera que yo necesitaba.
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Quería ser como la hija de JeftéLa Atalaya 2011 | 1 de diciembre
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[Ilustración de la página 29]
Anunciando un discurso bíblico en Bombay en 1960
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