-
Se cosecha fruto en Java OccidentalAnuario de los testigos de Jehová 2016
-
-
Europa estaba en plena segunda guerra mundial, y era imposible enviar publicaciones a Indonesia desde los Países Bajos. Pero los hermanos lo previeron y planearon que una empresa imprimiera las revistas en Yakarta. El primer número de Consolación (ahora ¡Despertad!) en indonesio se publicó en enero de 1939, y el de La Atalaya, poco después. Entonces, los hermanos compraron una pequeña prensa para imprimir las revistas ellos mismos. En 1940, recibieron de Australia una prensa plana más grande y, corriendo con los gastos, la usaron para imprimir folletos y revistas en indonesio y holandés.
La primera prensa llega al depósito de Yakarta.
El 28 de julio de 1941, las autoridades prohibieron todas las publicaciones de la Watch Tower. Jean Deschamp recordaba cómo pasó: “Cierta mañana estaba escribiendo a máquina en la oficina cuando las puertas se abrieron de par en par y entraron en formación tres policías y un oficial holandés de alto rango, en traje de gala con espada, medallas, guantes blancos y sombrero con plumas. No nos sorprendió, pues tres días antes supimos que pronto prohibirían las publicaciones. El oficial leyó solemnemente un largo anuncio y exigió que se le condujera a la imprenta para clausurarla. Mi esposo dijo que ya era demasiado tarde: habíamos vendido la máquina el día anterior”.
Los hermanos siguieron predicando y dando cursos bíblicos usando solo la Biblia, puesto que las autoridades no la habían prohibido. Aun así, con el tiempo se les pidió a los precursores extranjeros que regresaran a Australia, ya que la guerra se acercaba a Asia.
-
-
El dominio japonésAnuario de los testigos de Jehová 2016
-
-
El dominio japonés
A principios de 1942, la brutal maquinaria militar japonesa avanzaba imparable por Indonesia, controlando el país con mano de hierro. Se condenó a muchos hermanos a trabajos forzados, como construir carreteras o limpiar cunetas. A otros se les recluyó y torturó en precarios campos de prisioneros por no apoyar la guerra, y al menos tres de ellos murieron.
Johanna Harp, sus dos hijas y Beth Godenze, una amiga de la familia (en el centro)
Johanna Harp era una hermana holandesa que vivía con sus tres hijas adolescentes en un pueblo de montaña de Java Occidental. Se libraron de los campos los dos primeros años de la guerra, y aprovecharon para traducir del inglés al holandés el libro Salvación y algunos números de La Atalaya.a Las traducciones se copiaban y se repartían a escondidas a los hermanos por toda Java.
Los pocos hermanos que aún eran libres se reunían en pequeños grupos y predicaban con cautela. “Aprovechaba cualquier oportunidad para hablar de la verdad informalmente —explicó Josephine Elias (Tan, de apellido de soltera)—. Siempre que visitaba a las personas interesadas en el mensaje, llevaba un tablero de ajedrez para que los vecinos pensaran que iba a jugar un rato”. Felix Tan y su esposa se hacían pasar por vendedores de jabón al predicar de casa en casa. “Muchas veces nos seguían espías de la Kempeitai, la temible policía militar japonesa —dijo Felix—. Para no levantar sospechas, visitábamos a los estudiantes de la Biblia a diferentes horas. Seis de ellos se bautizaron antes que acabara la guerra”.
Se forman bandos en Yakarta
Además de las dificultades de la guerra, los hermanos enfrentaron otra dura prueba. Las autoridades japonesas exigieron que todos los extranjeros (hasta los indonesios de ascendencia china) portaran un documento de identificación con un juramento de lealtad al Imperio japonés. Muchos Testigos se preguntaban: “¿Tenemos que firmar el documento, o nos negamos?”.
Josephine Elias con su hermano Felix
Felix Tan explicó: “Los hermanos en Yakarta nos pidieron a los que estábamos en Sukabumi que nos negáramos a firmar. Pero decidimos pedir permiso a las autoridades para cambiar la frase: ‘el abajo firmante ha jurado lealtad al’, por: ‘el abajo firmante no interferirá con el’ ejército japonés. Sorprendentemente, aceptaron y nos dieron a todos la identificación. Cuando los hermanos en Yakarta se enteraron, nos llamaron apóstatas y rompieron toda relación con nosotros”.
Por desgracia, la mayoría de los que trataron así a los hermanos de Sukabumi fueron arrestados y renunciaron a la verdad. Un hermano que no había firmado acabó en prisión con André Elias. “Razoné con él para ayudarlo a ver las cosas con equilibrio —dijo André—. Con toda humildad, me pidió perdón por haber dejado de hablarnos. A partir de ese momento, nos apoyamos el uno al otro, pero él no soportó las duras condiciones de la prisión y, lamentablemente, murió”.
-