¿Son todos revelaciones divinas?
¿PUDIERA ser que el espíritu de Dios, que inspiró la Santa Biblia, fuera responsable asimismo de otros libros que algunos consideran sagrados? (2 Timoteo 3:16.) Esta pregunta la planteó un diario jesuita italiano (La Civiltà Cattolica) publicado “bajo la supervisión de la Secretaría de Estado [del Vaticano]” y, por tanto, considerado digno de crédito en los círculos católicos.
“Mediante el Espíritu Santo, Dios sembró la semilla de la Palabra incluso en algunos libros sagrados que no pertenecen ni a la tradición judía ni a la cristiana”, dijo el diario jesuita. Para los jesuitas, los libros “sagrados”, como el Avesta, del zoroastrismo, o los Cuatro Libros, del confucianismo, se escribieron “con alguna influencia particular del Espíritu Santo, y por lo tanto contienen hasta cierto punto una ‘revelación divina’”.
Sin embargo, el artículo hace una aclaración. “No todo el contenido de tales libros sagrados es la palabra de Dios”, declara, y añade que en los escritores de esos libros tal vez “ejerció su influencia el ambiente politeísta o el contexto filosófico” en el que vivían y se movían. Según Marco Politi, corresponsal para asuntos vaticanos del periódico La Repubblica, esta postura “abre unas posibilidades antes impensables en las relaciones entre la Iglesia Católica y las grandes religiones históricas”, y retorna al espíritu de varias reuniones interconfesionales para la oración, como la que tuvo lugar en Asís en 1986, que fomentó enérgicamente Juan Pablo II.
Jehová no es un Dios de desorden ni de confusión. (1 Corintios 14:33.) Así que no podemos concluir correctamente que su espíritu santo, o fuerza activa, inspiró ni siquiera una sección de libros que no concuerdan completamente con su Palabra, la Biblia. En lugar de favorecer acercamientos ecuménicos entre las distintas “tradiciones religiosas”, el apóstol cristiano Pablo escribió que hay una “sola esperanza [...,] un Señor, una fe, un bautismo”. (Efesios 4:4, 5.)
Esa “sola esperanza” depende de tener fe en Jesucristo. La Biblia indica apropiadamente: “No hay salvación en ningún otro, porque no hay otro nombre debajo del cielo que se haya dado entre los hombres mediante el cual tengamos que ser salvos”. (Hechos 4:12.) Ningún otro “libro santo” presenta a Jesús como la figura central en el cumplimiento de los propósitos de Dios. Únicamente si aceptamos la Biblia como la Palabra de Dios, puede esta enseñarnos acerca de la amorosa provisión de Jehová Dios para la salvación. (Juan 17:3; 1 Tesalonicenses 2:13.)