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SepulturaPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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Sepulturas de los reyes y de David. Pedro dijo en el Pentecostés: “David [...] falleció y también fue sepultado, y su tumba está entre nosotros hasta este día”. (Hch 2:29.) Esto indica que la sepultura del rey David aún existía para el año 33 E.C.
En 1 Reyes 2:10 se dice que se enterró a David en “la Ciudad de David”, y al parecer llegó a ser una costumbre enterrar en ese lugar a los reyes de Judá. De los veinte reyes que ocuparon el trono después de David, se especifica que doce fueron enterrados en la Ciudad de David, si bien no todos en “las sepulturas de los reyes”. El registro bíblico dice específicamente que a Jehoram, Joás (Jehoás) y Acaz no se les enterró en ellas. (2Cr 21:16, 20; 24:24, 25; 28:27.) En lugar de ser una tumba común compuesta de varias cámaras, es posible que “las sepulturas de los reyes” se refiriera a una zona concreta dentro de la Ciudad de David donde estaban ubicadas las tumbas conmemorativas de los reyes. El rey Asá fue enterrado en una “grandiosa sepultura que él había excavado para sí en la Ciudad de David” (2Cr 16:14), y a Ezequías se le enterró “en la subida a las sepulturas de los hijos de David”. (2Cr 32:33.) El rey Uzías, que murió leproso, fue enterrado “con sus antepasados, pero en el campo de entierro que pertenecía a los reyes, porque dijeron: ‘Es leproso’”. Esto da a entender que su cuerpo se enterró en el suelo, en lugar de ser depositado en una tumba excavada en la roca. (2Cr 26:23.)
En cuanto a los demás reyes de Judá, parece ser que Manasés y Amón fueron enterrados en otro lugar, “en el jardín de Uzá”. (2Re 21:18, 23, 26.) El que se diga que el hijo de Amón, el fiel rey Josías, fue enterrado en “el cementerio de sus antepasados”, puede indicar tanto que se le enterró en las tumbas reales de la Ciudad de David como que el entierro fue en las sepulturas de Manasés y Amón. (2Cr 35:23, 24.) Tres reyes murieron en el exilio: Jehoacaz (en Egipto), Joaquín y Sedequías (en Babilonia). (2Re 23:34; 25:7, 27-30.) En cumplimiento de la profecía de Jeremías, Jehoiaquim tuvo “el entierro de un asno”, “arrojado de día al calor y de noche a la escarcha”. (Jer 22:18, 19; 36:30.)
Al justo sumo sacerdote Jehoiadá se le concedió el honor de ser enterrado en “la Ciudad de David junto con los reyes”, siendo la única persona conocida que recibió tal distinción sin pertenecer al linaje real. (2Cr 24:15, 16.)
No se ha determinado el emplazamiento de estas sepulturas reales. Basándose en la referencia a “las Sepulturas de David”, en Nehemías 3:16, y en la alusión a “la subida a las sepulturas de los hijos de David”, en 2 Crónicas 32:33, hay quien cree que su ubicación más probable es la colina sudoriental de la ciudad, cerca del valle de Cedrón. En esa zona se han hallado lo que parecen ser tumbas subterráneas labradas en la roca, con conductos rectangulares que penetran hacia el interior. No obstante, no pueden identificarse con certeza, y cualquier intento de hacerlo se ve complicado, no solo por la destrucción que sufrió la ciudad en los años 70 E.C. y 135 E.C., sino porque los romanos utilizaron la sección meridional de la ciudad como cantera. Por ello, las tumbas mencionadas se hallan muy deterioradas.
El mausoleo de la reina Elena de Adiabene, ubicado en la parte N. de la actual Jerusalén, es conocido por el engañoso nombre de “tumba de los reyes”. La realidad es que se construyó en el siglo I E.C., y no debe confundirse con los cementerios reales que menciona la Biblia.
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SepulturaPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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Las investigaciones arqueológicas nos proporcionan una idea del tipo de sepulturas que se utilizaban en la antigüedad. Además de estar excavadas en la tierra, en Palestina las sepulturas podían consistir en panteones y cámaras labradas en la roca, con frecuencia en las laderas de las montañas. Al parecer se tenía predilección por los lugares elevados. (Jos 24:33; 2Re 23:16; 2Cr 32:33; Isa 22:16.) La cámara podía estar destinada a una sola sepultura, en cuyo caso el cuerpo se depositaba en un lugar excavado en el suelo. O podía haberse preparado para varias, con nichos suficientemente profundos como para contener un cuerpo, labrados en ángulo recto en las paredes de la cámara. La estrecha abertura por la que se introducía el cuerpo se tapaba después con una piedra cortada a la medida exacta. En otros casos, se labraba un nicho en forma de banco en la pared posterior y en las laterales (Mr 16:5), o podía haber una fila doble de tales bancos, lo que aumentaba la capacidad de la sepultura. Las tumbas podían constar de más de una cámara, aunque parece ser que entre los judíos eran más usuales las de una sola cámara. Como es lógico, cuando el cuerpo se colocaba sobre un banco, había que sellar la entrada para impedir que fuera depredado por animales salvajes. La entrada principal se obstruía con una piedra grande que se abría como una puerta, y en ocasiones, con una piedra circular que se hacía rodar sobre un surco frente a la entrada. Dichas piedras circulares podían llegar a pesar más de una tonelada. (Mt 27:60; Mr 16:3, 4.)
Las antiguas sepulturas judías se caracterizaban por su sencillez. Por lo tanto, contrastaban mucho con las tumbas paganas, que solían decorarse con pinturas murales y otros adornos. Aunque Jacob levantó una columna sobre la sepultura de Raquel, posiblemente una sola piedra (Gé 35:20), parece ser que se trataba más de una señal que de un monumento. (1Sa 10:2.) En 2 Reyes 23:17 también se menciona una “lápida” que señalaba cierta sepultura. Jesús mencionó las tumbas “que no están expuestas a la vista, de modo que los hombres andan sobre ellas y no lo saben”. (Lu 11:44.) Como tocar un cadáver suponía inmundicia ceremonial, las sepulturas judías solían blanquearse con el fin de que se advirtiese su presencia. (Mt 23:27.) Según indica la Misná, se blanqueaban todos los años poco antes de la Pascua. (Sheqalim 1:1.)
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Con el transcurso del tiempo, como la cantidad de muertos aumentaba, se crearon los cementerios. Normalmente estaban fuera de los muros de la ciudad. Sin embargo, a los reyes de Judá se les enterraba en “la Ciudad de David”, y a los de Israel, en la ciudad capital del reino septentrional. (1Sa 25:1; 1Re 22:37; 2Cr 9:31; 24:15, 16.) J. G. Duncan escribe en su libro Digging Up Biblical History (1931, vol. 2, pág. 186): “Aunque los hebreos en ocasiones enterraban a sus muertos intramuros, por regla general excavaban sus tumbas en la roca, en la ladera de alguna colina cercana a la ciudad. La presencia de tumbas en la roca de una ladera es un indicio seguro de que hubo un asentamiento en una colina próxima, mientras que la ausencia de sepulturas prueba que el lugar no estuvo ocupado”. Los riscos que rodean Jerusalén contienen una cantidad considerable de sepulturas. (Compárese con Isa 22:16.) Se cree que el “cementerio de los hijos del pueblo” (“las sepulturas de la gente común”, Mod), situado en el valle de Cedrón, era un cementerio para la clase más pobre. (Jer 26:23; 2Re 23:6.) La Biblia también menciona el “campo del alfarero”, donde se sepultaba a los extraños. (Mt 27:7; véase AKÉLDAMA.)
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