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  • Acepte la Biblia como lo que verdaderamente es
    La Atalaya 1995 | 1 de mayo
    • Además de leer la Ley en aquellas ocasiones históricas, en Deuteronomio 31:10-12 se explica la provisión que se hizo para la lectura regular de la Palabra de Dios. Cada séptimo año, toda la nación tenía que congregarse para oír la lectura de la Palabra de Dios y de este modo alimentarse espiritualmente. Esto mantenía vivas en la mente y el corazón las promesas respecto a la Descendencia y así dirigía a los fieles al Mesías. Las medidas que se tomaron para alimentar espiritualmente a Israel cuando estaba en el desierto no cesaron una vez que la nación entró en la Tierra Prometida. (1 Corintios 10:3, 4.) Al contrario, la Palabra de Dios se enriqueció con la inclusión de las revelaciones que recibieron posteriormente los profetas.

      9. a) ¿Leían los israelitas las Escrituras únicamente cuando se reunían en asambleas grandes? Explique. b) ¿Cómo se impartía la enseñanza bíblica a la familia, y cuál era el objetivo?

      9 El consejo de la Palabra de Dios no se repasaba únicamente cuando el pueblo se reunía en asambleas grandes. Los israelitas examinaban a diario ciertos pasajes y principios de la Palabra de Dios. (Deuteronomio 6:4-9.) Hoy día, en la mayoría de los lugares los jóvenes pueden conseguir un ejemplar personal de la Biblia, y es muy provechoso que lo hagan. Sin embargo, ese no era el caso en el antiguo Israel. En aquellos días, cuando los padres impartían enseñanza de la Palabra de Dios, tenían que confiar en lo que habían memorizado y en las verdades que conservaban en el corazón, así como en los pasajes breves que hubieran escrito personalmente. Mediante la repetición frecuente procuraban inculcar en sus hijos amor a Jehová y sus caminos. El objetivo no era simplemente llenarles la cabeza de conocimiento, sino ayudar a cada miembro de la familia a vivir de tal manera que manifestara amor a Jehová y a su Palabra. (Deuteronomio 11:18, 19, 22, 23.)

  • Acepte la Biblia como lo que verdaderamente es
    La Atalaya 1995 | 1 de mayo
    • La enseñanza de las Escrituras que se impartía a la familia tampoco debía ser un simple formalismo. Como ya se señaló, en Deuteronomio 6:6-9 se dijo al pueblo que, en sentido figurado, ‘atara las palabras de Dios como señal sobre su mano’, demostrando así por su ejemplo y su acción que amaba los caminos de Jehová. Además, tenía que poner las palabras de Dios como “venda frontal entre los ojos”, es decir, debía tener presentes constantemente los principios de las Escrituras y basar sus decisiones en estos. (Compárese con la terminología que se utiliza en Éxodo 13:9, 14-16.) Los israelitas habían de ‘escribirlas sobre las jambas de las puertas de sus casas y sobre sus puertas’, y así identificar sus hogares y comunidades como lugares donde se respetaba y obedecía la palabra de Dios. Dicho de otro modo: su vida tenía que dar prueba abundante de que amaban y obedecían los justos preceptos de Jehová. ¡Qué provechoso resultaría para ellos! ¿Ocupa la Palabra de Dios ese lugar preeminente en la vida cotidiana de nuestra familia? Lamentablemente, los judíos convirtieron estos asuntos en un simple formalismo, hasta el extremo de llevar puestas cajitas que contenían textos escritos como si fueran amuletos. Su adoración ya no provenía del corazón, y Jehová la rechazó. (Isaías 29:13, 14; Mateo 15:7-9.)

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