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JesucristoPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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Esta asignación que le esperaba representaba una responsabilidad inmensa, pues había mucho en juego. Si se mantenía fiel, podía probar que era falsa la afirmación de Satanás de que los siervos de Dios lo negarían bajo privación, sufrimiento y prueba, afirmación que se registra en el caso de Job. (Job 1:6-12; 2:2-6.) Como el Hijo primogénito, Jesús podía ser la criatura de Dios que diera la respuesta más concluyente a esa acusación y que defendiera mejor a su Padre en la mayor cuestión, que tenía que ver con lo legítimo de la soberanía universal de Jehová. De ese modo demostraría que era el “Amén, el testigo fiel y verdadero”. (Rev 3:14.) De haber fallado, él, más que ninguna otra criatura, habría acarreado oprobio al nombre de su Padre.
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JesucristoPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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Jesús mismo dijo que todas las profecías sobre el Mesías iban a realizarse, “tenían que cumplirse”. (Lu 24:44-47; Mt 16:21; compárese con Mt 5:17.) No obstante, esto no eximió al Hijo de Dios del peso de la responsabilidad, ni coartó su libertad para escoger entre ser fiel o infiel. La cuestión no era unilateral, no dependía solo del Dios Todopoderoso, Jehová. Su Hijo tenía que hacer su parte para que las profecías se realizaran. Dios aseguró la certeza de las profecías por medio de su sabia selección del que tenía que llevar a cabo la asignación, el “Hijo de su amor”. (Col 1:13.) Es evidente que su Hijo retuvo su libre albedrío y lo ejerció como humano en la Tierra. Jesús habló por propia voluntad, demostró que se sometía de manera voluntaria a los deseos de su Padre (Mt 16:21-23; Jn 4:34; 5:30; 6:38) y trabajó conscientemente por el cumplimiento de esa asignación como estaba expuesta en la Palabra de su Padre. (Mt 3:15; 5:17, 18; 13:10-17, 34, 35; 26:52-54; Mr 1:14, 15; Lu 4:21.)
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