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Dos pastores religiosos que estimaban los escritos de RussellLa Atalaya 2002 | 15 de abril
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Dos pastores religiosos que estimaban los escritos de Russell
EN 1891 visitó Europa por primera vez Charles Taze Russell, quien realizó una magnífica labor entre los verdaderos siervos cristianos de Jehová. Se tienen noticias de que durante una parada en Pinerolo (Italia), conoció al profesor Daniele Rivoire, antiguo pastor de un grupo religioso conocido como los valdenses.a Aunque Rivoire seguía estrechamente vinculado a los valdenses aun después de haber abandonado su actividad pastoral, tenía una mente abierta y leía muchas publicaciones de C. T. Russell.
Rivoire tradujo al italiano el libro de Russell Plan Divino de las Edades y costeó su impresión en 1903, mucho antes de que se publicara la edición oficial en ese idioma. En el prólogo escribió: “Ponemos esta primera edición en italiano bajo la protección del Señor. Que él la bendiga para que, pese a sus imperfecciones, contribuya a la glorificación de su santísimo nombre y a incrementar la piedad de sus hijos de habla italiana. Que los corazones de cuantos lleguen a valorar la profundidad de las riquezas, la sabiduría y el conocimiento del plan y amor divinos debido a la lectura de este libro, se sientan agradecidos a Dios mismo, por cuya gracia ha sido posible publicar esta obra”.
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Dos pastores religiosos que estimaban los escritos de RussellLa Atalaya 2002 | 15 de abril
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“Sentí como si se me cayeran escamas de los ojos”
Otro pastor que estimó las publicaciones de Russell fue Giuseppe Banchetti, educado como valdense por su padre, quien había abandonado el catolicismo. En 1894, Giuseppe se hizo pastor y comenzó a atender diversas comunidades valdenses de Apulia, los Abruzos y las islas de Elba y Sicilia.
En 1905 se publicó la edición italiana autorizada del libro de Russell Plan Divino de las Edades. Banchetti escribió una crítica entusiasta para la publicación protestante La Rivista Cristiana. “Para nosotros —afirmó Banchetti—, [el libro de Russell] es la guía más iluminadora y confiable que un cristiano pudiera hallar para emprender un provechoso y bendito estudio de las Santas Escrituras. [...] Apenas lo hube terminado de leer, sentí como si se me cayeran escamas de los ojos; fue como si el camino a Dios se hiciera más directo y más fácil. Hasta las aparentes contradicciones desaparecieron casi en su totalidad. Las doctrinas que antes se hacían difíciles de entender se presentaban sencillas y perfectamente aceptables. Las cosas anteriormente incomprensibles se hicieron claras. El admirable plan de la salvación del mundo en Cristo apareció ante mí con una sencillez tan impresionante que exclamé como el apóstol: ‘¡Oh la profundidad de las riquezas y de la sabiduría y del conocimiento de Dios!’.” (Romanos 11:33.)
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