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He visto el poder de la verdad bíblicaLa Atalaya 2010 | 15 de diciembre
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Nos enviaron a Nápoles (Italia), junto con otra pareja de misioneros, Carl y Joanne Ridgeway. En aquellos días, la ciudad apenas comenzaba a recuperarse de la guerra. Como era difícil encontrar casa, tuvimos que vivir durante unos meses en un minúsculo apartamento de dos habitaciones.
Como crecí escuchando a mis padres hablar el dialecto napolitano, mi italiano era bastante entendible, aunque tenía un marcado acento americano. A Fern, en cambio, le daba trabajo el idioma, si bien he de admitir que terminó superándome.
Al principio, la verdad no tuvo mucha acogida en Nápoles. Los únicos interesados en aprenderla fueron los cuatro miembros de una familia que se dedicaba al contrabando de tabaco. Uno de ellos, Teresa, sufría una asombrosa transformación entre semana. Por la mañana salía de casa muy gordita —pues llevaba muchísimos cigarrillos ocultos en una falda llena de bolsillos—, pero por la tarde regresaba delgada como un palo. El conocimiento bíblico produjo una transformación muy profunda en esta familia y sus parientes, de modo que un total de dieciséis personas terminaron haciéndose Testigos. En la actualidad, la ciudad de Nápoles cuenta con casi tres mil setecientos publicadores.
Encontramos oposición
Al cabo de tan solo nueve meses en Nápoles, las autoridades nos obligaron a los cuatro misioneros a abandonar la ciudad.
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He visto el poder de la verdad bíblicaLa Atalaya 2010 | 15 de diciembre
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1952
En Turín y Nápoles con otros misioneros
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