BIBLIOTECA EN LÍNEA Watchtower
Watchtower
BIBLIOTECA EN LÍNEA
Español
  • BIBLIA
  • PUBLICACIONES
  • REUNIONES
  • He visto el poder de la verdad bíblica
    La Atalaya 2010 | 15 de diciembre
    • La obra misionera

      Después de casarnos, servimos de precursores especiales en Geneva y en Norwich, también en Nueva York. En agosto de 1948 tuvimos el honor de asistir a la clase 12 de Galaad. Nos enviaron a Nápoles (Italia), junto con otra pareja de misioneros, Carl y Joanne Ridgeway. En aquellos días, la ciudad apenas comenzaba a recuperarse de la guerra. Como era difícil encontrar casa, tuvimos que vivir durante unos meses en un minúsculo apartamento de dos habitaciones.

      Como crecí escuchando a mis padres hablar el dialecto napolitano, mi italiano era bastante entendible, aunque tenía un marcado acento americano. A Fern, en cambio, le daba trabajo el idioma, si bien he de admitir que terminó superándome.

      Al principio, la verdad no tuvo mucha acogida en Nápoles. Los únicos interesados en aprenderla fueron los cuatro miembros de una familia que se dedicaba al contrabando de tabaco. Uno de ellos, Teresa, sufría una asombrosa transformación entre semana. Por la mañana salía de casa muy gordita —pues llevaba muchísimos cigarrillos ocultos en una falda llena de bolsillos—, pero por la tarde regresaba delgada como un palo. El conocimiento bíblico produjo una transformación muy profunda en esta familia y sus parientes, de modo que un total de dieciséis personas terminaron haciéndose Testigos. En la actualidad, la ciudad de Nápoles cuenta con casi tres mil setecientos publicadores.

      Encontramos oposición

      Al cabo de tan solo nueve meses en Nápoles, las autoridades nos obligaron a los cuatro misioneros a abandonar la ciudad. Así que nos mudamos a Suiza por un mes y luego regresamos a Italia con visado de turista. A Fern y a mí nos destinaron a Turín. Al principio, una señora nos alquiló un cuarto de su casa con derecho a compartir la cocina y el baño. Más tarde llegaron los Ridgeway y conseguimos un apartamento. Finalmente, terminamos viviendo cinco parejas de misioneros en la misma casa.

      En 1955 nos obligaron a irnos de Turín, pero para entonces habían quedado puestos los cimientos de cuatro congregaciones que ya contaban con hermanos de la localidad capaces de dirigirlas. Las autoridades nos dijeron: “Estamos seguros de que cuando se vayan ustedes los americanos, todo lo que han logrado se les va a venir abajo”. No obstante, la obra creció, lo que prueba que el éxito depende de Dios. Hoy en día hay en Turín más de 4.600 Testigos repartidos en 56 congregaciones.

      La maravillosa Florencia

      Nuestro siguiente destino fue Florencia. Ya habíamos oído hablar mucho de ella, pues allí estaban asignados mi hermana Carmela y su marido, Merlin Hartzler. Pero vivir en esa ciudad, con lugares tan hermosos como la Piazza della Signoria, el Ponte Vecchio, el Piazzale Michelangelo o el Palazzo Pitti, superó todas nuestras expectativas. Y la forma en que acogieron la verdad algunos florentinos fue igualmente extraordinaria.

      Le dimos clases bíblicas a una familia, y ambos esposos se bautizaron. No obstante, él no había dejado de fumar. En 1973, La Atalaya exhortó a los lectores a abandonar el hábito inmundo del tabaco, y los hijos mayores le pidieron que lo dejara. Él les prometió que lo haría, pero no cumplió su promesa. Cierta noche, la esposa mandó a la cama a los dos gemelos de nueve años sin haber hecho con ellos la oración acostumbrada. Pero finalmente decidió ir a su cuarto. Descubrió que ya habían hecho sus propias oraciones, y les preguntó: “¿Qué dijeron?”. Ellos contestaron: “Jehová, por favor, ayuda a papá a dejar de fumar”. La esposa llamó a su marido y le dijo: “Ven a escuchar la oración de tus hijos”. Cuando los oyó, rompió a llorar y exclamó: “¡No volveré a fumar jamás!”. Esta vez cumplió su promesa, y hoy en día hay más de quince Testigos en esta familia.

  • He visto el poder de la verdad bíblica
    La Atalaya 2010 | 15 de diciembre
    • Regresamos a Italia

      En 1961, gracias a la generosidad de algunos hermanos, pudimos pagar un pasaje a Italia en un barco bananero para asistir a la asamblea internacional de Turín. Allí nos enteramos de que nos iban a cambiar de asignación. En septiembre de 1962 volvimos permanentemente a Italia, donde fui nombrado superintendente de circuito. Compramos un pequeño automóvil que nos permitió desplazarnos durante cinco años a lo largo y ancho de dos circuitos.

      Después de habernos asado de calor en África, ahora hacíamos frente a un frío glacial. El primer invierno, cuando estábamos visitando una congregación al pie de los Alpes, dormimos en una habitación sin ningún tipo de calefacción, situada sobre un granero. El frío era tan terrible que nos fuimos a la cama con los abrigos puestos. Esa misma noche murieron helados dos perros y cuatro gallinas en las cercanías.

      Más tarde servimos en la obra de distrito. En aquellos años cubríamos toda Italia. Algunas regiones, como Calabria y Sicilia, las visitamos muchas veces. Animábamos a los jóvenes a desarrollarse espiritualmente y a ponerse la meta de ser ancianos, superintendentes viajantes o betelitas.

      ¡Cuánto hemos aprendido de tantos hermanos fieles que han servido a Jehová de todo corazón! ¡Qué cualidades tan buenas tenían! Nos admiramos de su lealtad absoluta a Jehová, su generosidad, su amor por los hermanos y su disposición a adaptarse y hacer sacrificios. Además, en Italia hemos podido asistir a bodas oficiadas en los Salones del Reino por testigos de Jehová reconocidos por el gobierno como ministros religiosos, algo impensable hace unos años. Los hermanos ya no se reúnen en las cocinas de las casas particulares ni se sientan sobre tablas, como sucedía en Turín. Ahora, la mayoría dispone de hermosos Salones del Reino que honran a Jehová. Tampoco nos reunimos ya en teatros de segunda, sino en espaciosos Salones de Asambleas. Además, ¡qué alegría da ver que en Italia ya hay más de 243.000 publicadores! ¡Y pensar que cuando llegamos solo había 490!

      Tomamos decisiones acertadas

      No nos han faltado los problemas, incluidos los momentos en que nos han atacado las enfermedades o la nostalgia. Fern añoraba su hogar cada vez que veía el mar. Además, ha tenido que pasar por tres operaciones serias. En cierta ocasión, mientras se dirigía a dar un curso bíblico, un opositor a nuestra obra la atacó con una herramienta en forma de tridente, y también terminó hospitalizada.

      Aunque a veces nos ha invadido el desánimo, hemos seguido la recomendación de Lamentaciones 3:24 y hemos mantenido “una actitud de espera”, confiados en Jehová, el Dios de todo consuelo. En una ocasión en la que Fern tenía el ánimo por los suelos, recibió una bella carta del hermano Nathan Knorr. Le decía que tenía la tenacidad y la fortaleza propias de las mujeres pensilvanas de origen alemán. Y sabía bien de lo que hablaba, pues él había nacido en Pensilvania, muy cerca de Bethlehem, donde mi esposa había emprendido el precursorado. Como él, muchos hermanos nos han dado aliento de muy diversas maneras.

      A pesar de las dificultades, hemos procurado mantener vivo el celo por el ministerio. Fern suele comparar el fervor cristiano a un delicioso vino espumante italiano, el Lambrusco. Y acostumbra decir en broma: “No podemos permitir que a nuestro espíritu se le vaya el gas”. Después de cuarentaitantos años de viajes por los circuitos y distritos de Italia, se nos concedió el privilegio de organizar y visitar grupos y congregaciones en idiomas extranjeros que predican a personas de países tan diversos como Bangladesh, China, Eritrea, Etiopía, Filipinas, Ghana, India, Nigeria y Sri Lanka. Podríamos escribir libros enteros con los extraordinarios cambios que hemos visto hacer a la gente al experimentar la misericordia de Jehová y el poder de su Palabra (Miq. 7:18, 19).

      Todos los días le pedimos a Jehová que nos dé las energías físicas y emocionales para realizar nuestro ministerio. El gozo del Señor es nuestra fuerza. Hace que nos brillen los ojos y nos convence de que hemos tomado decisiones acertadas al dedicar toda nuestra vida a difundir la verdad bíblica (Efe. 3:7; Col. 1:29).

  • He visto el poder de la verdad bíblica
    La Atalaya 2010 | 15 de diciembre
    • 1948

      En South Lansing para la clase 12 de Galaad

      1949

      Fern y yo antes de partir hacia Italia

      En Capri (Italia)

      1952

      En Turín y Nápoles con otros misioneros

      1963

      Fern con algunas estudiantes de la Biblia

      “No podemos permitir que a nuestro espíritu se le vaya el gas”

Publicaciones en español (1950-2025)
Cerrar sesión
Iniciar sesión
  • Español
  • Compartir
  • Configuración
  • Copyright © 2025 Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania
  • Condiciones de uso
  • Política de privacidad
  • Configuración de privacidad
  • JW.ORG
  • Iniciar sesión
Compartir