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  • ¿Por qué examinar ideas nuevas?
    La Atalaya 1989 | 15 de enero
    • El que unos “cristianos” perseguidos y oprimidos se rebelaran contra el señor feudal de una localidad precipitó la reacción gubernamental. El gobierno central shogunal expulsó a los portugueses y prohibió el viaje de los japoneses al extranjero. Con este edicto de 1639 se hizo realidad el aislamiento de Japón.

      Los únicos occidentales a quienes se permitió comerciar con Japón fueron los holandeses, que quedaron limitados a Dejima, un islote en la bahía de Nagasaki. Por 200 años la cultura occidental se filtró en Japón solamente por Dejima. Cada año el director del centro de intercambio de aquella isla presentaba el “Informe holandés”, que comunicaba al gobierno lo que sucedía en el mundo exterior. Pero el régimen shogunal se aseguraba de que nadie más viera aquellos informes. Como resultado, los japoneses vivieron en aislamiento hasta que el comodoro Perry tocó a sus puertas en 1853.

      Termina el aislamiento

      Al entrar en la bahía de Yedo los grandes buques negros de Perry, arrojaban vapor al aire, y esto asombró a los pescadores locales, que creyeron que veían volcanes en movimiento. Los ciudadanos de Yedo (ahora Tokio) se aterraron, y muchos huyeron de la ciudad con sus pertenencias. El éxodo fue tan grande que el gobierno tuvo que emitir un aviso oficial para calmar a la gente.

      Aquella gente que había vivido aislada no solo se sorprendió sobremanera por los buques de vapor del comodoro Perry, sino también por los regalos de Perry para Japón. Una demostración de telegrafía entre dos edificios maravilló a los japoneses. El libro Narrative of the Expedition of an American Squadron to the China Seas and Japan (Informe sobre la expedición de una escuadra estadounidense a los mares de China y a Japón), compilado bajo la supervisión de Perry, menciona que unos funcionarios japoneses no pudieron resistir la tentación de montarse sobre una pequeña locomotora que “difícilmente podía transportar a un niño de seis años de edad”. Hasta “un respetable mandarín” se dejó llevar por la locomotora “mientras sus vestiduras holgadas flotaban al aire”.

      La segunda visita de Perry, un año después, al fin abrió por completo las puertas de Japón. El gobierno cedió a la presión y abrió el país al trato con el mundo exterior. Los aislacionistas intransigentes que querían mantener aislado a Japón recurrieron al terrorismo, asesinaron al ministro principal del gobierno y atacaron a los extranjeros. Algunos señores aislacionistas abrieron fuego contra las flotas extranjeras. No obstante, con el tiempo aquellos ataques disminuyeron, y el emperador se apoderó de las riendas gubernamentales del shogunado de los Tokugawa.

      Para cuando Perry logró que Japón abriera sus puertas, las naciones occidentales ya habían experimentado su Revolución Industrial. El aislamiento había atrasado mucho a Japón. Los países industrializados habían aprovechado la energía del vapor. Para los años treinta del siglo pasado era común el uso de motores y máquinas de vapor. La industrialización estaba muy atrasada en Japón debido a su política aislacionista. La primera delegación japonesa enviada a Europa vio esto claramente. En una exposición celebrada en Londres en 1862, lo que Japón expuso era de papel y madera, como “lo que se vería en una tienda de antigüedades”, según un delegado a quien avergonzó aquello.

      A delegados japoneses enviados a Europa y los Estados Unidos les pareció urgente industrializar su país, y se apresuraron a introducir en Japón invenciones e ideas modernas. Sesenta y cuatro años después de la primera visita de Perry, el último miembro sobreviviente de su tripulación visitó Japón y dijo: “El progreso de Japón en poco más de sesenta años me dejó pasmado”.

      Como se ve, el aislamiento de Japón limitó en gran manera su potencial de desarrollo. El disponerse a recibir ideas nuevas le fue muy beneficioso a aquella nación. Sin embargo, hoy algunos japoneses se quejan del “aislamiento mental” que despliegan algunos en aquel país, y dicen que es un problema que pide solución. En realidad el vencer la tendencia a oponerse a ideas nuevas es un desafío, no solo para los japoneses modernos, sino para toda la humanidad. ¿Qué se puede decir de usted respecto a la cuestión del “aislamiento mental”? ¿Le beneficiaría ser receptivo a ideas nuevas, como le fue de beneficio a Japón allá a mediados del siglo pasado?

  • ¿Cómo recibe usted las ideas nuevas?
    La Atalaya 1989 | 15 de enero
    • Para los japoneses de mediados del siglo pasado el que el Occidente tocara a sus puertas también era una ‘molestia’. A los ojos de muchos de ellos, todo lo relacionado con los intrusos carecía de valor y hasta era dañino. Como dice un proverbio oriental: “La sospecha crea monstruos en la oscuridad”. El estado de ánimo de muchos japoneses se manifestó bien en los dibujos que hicieron del comodoro Perry. De unos 50 que quedan, solo dos o tres lo representan como un simple oficial de marina de los Estados Unidos. Los demás dibujos lo pintan como un duende de nariz larga o un monstruo de cara pálida, como se muestra aquí.

      Sin embargo, al abrirse las puertas del país al extranjero los japoneses de mente receptiva se dieron cuenta de que los extranjeros no eran bárbaros. En el caso de unos miembros de la primera comisión japonesa a los Estados Unidos fue como si se les cayera una venda de los ojos cuando vieron directamente la cultura occidental. Funcionarios encumbrados siguieron quejándose de la descortesía de los estadounidenses desde el punto de vista japonés. Pero la nueva generación juzgó de modo más equilibrado la nueva cultura.

      Más tarde, un joven de 19 años de edad que era auxiliar de un funcionario encumbrado escribió: “La mayoría de los 70 delegados japoneses de esta comisión guardaban rencor a [los estadounidenses], o los odiaban. Sin embargo, cuando vimos la realidad, algunos percibimos que aquellos delegados no tenían razón, y nos pesó haber tenido aquellas ideas. El que consideremos despreciables como perros o caballos a los extranjeros, y el insultarlos, solo nos traerá la mala fama de ser despiadados e injustos”. ¿Es usted de mente lo suficientemente receptiva como para considerar ideas nuevas con una actitud tan libre de prejuicios como la de este joven auxiliar?

      El ejemplo de los bereanos

      En el primer siglo de la era común muchos judíos desplegaron prejuicio irracional contra las enseñanzas cristianas. En ciertos aspectos, aquel prejuicio se pareció al de los aislacionistas japoneses contra el mundo exterior.

  • ¿Cómo recibe usted las ideas nuevas?
    La Atalaya 1989 | 15 de enero
    • Sírvase considerar el caso de Masayi. Hubo un tiempo en que rechazaba el cristianismo. Era como los aislacionistas, que se oponían a que Japón abriera las puertas al extranjero. Se opuso violentamente a su esposa, Sachiko, cuando esta empezó a estudiar la Biblia. Hasta pensó en matar a su familia y después suicidarse. Debido a la violencia de Masayi, su familia tuvo que huir al hogar del hermano mayor de Sachiko, en el norte de Japón.

      Finalmente Masayi decidió investigar un poco y ver qué encerraba la religión de su esposa. Leyó alguna literatura bíblica, y vio que tenía que cambiar de costumbres. A medida que estudiaba las Escrituras, de violento pasó a ser una persona que reflejaba el fruto del espíritu de Dios. (Gálatas 5:22, 23.) Masayi titubeó en cuanto a asistir a las reuniones de los testigos de Jehová, pues temía que los Testigos se vengaran de él por la violencia con que los había tratado. Pero cuando finalmente visitó un Salón del Reino recibió una bienvenida tan afectuosa que se echó a llorar.

      Sí, el vencer el prejuicio y examinar ideas nuevas puede ampliar nuestros horizontes y beneficiarnos de otras maneras. Sin embargo, ¿significa eso que debemos acoger bien toda idea nueva que se presente?

      ¡Escoja con cuidado!

      Al fin del aislamiento de Japón, fluyó al país una abundancia de ideas nuevas. Algunas fueron beneficiosas para los japoneses, pero ciertamente les hubiera ido mejor sin otras.

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