Regresa la gran ave blanca
De nuestro corresponsal en Japón
GARROTE en mano, mataron a las hermosas aves blancas, una tras otra. Las víctimas, albatros; los agresores, Hanemon Tamaoki y sus secuaces; la escena del crimen, Torishima, isla situada a seiscientos kilómetros al sur de Tokio; el año del exterminio, 1887.
Tamaoki llevaba años tramándolo. Dentro y fuera del país había mucha demanda de plumas suaves para colchones y, a fin de cuentas, iba a una isla lejana cuyos únicos pobladores eran miles de albatros, que acudían periódicamente a reproducirse. La especie predilecta de Tamaoki era el albatros colicorto, el ave marina más grande del hemisferio norte, pues al ser una corpulenta ave de ocho kilos y más de dos metros y medio de envergadura puede imaginarse cuántas plumas tenía; además, era tan dócil que no intentaba huir ni siquiera ante el peligro.
Tamaoki llevó consigo a unos trescientos obreros, que le ayudaron con la matanza y el desplume. Construyó una aldea y un ferrocarril pequeño para el transporte de los cuerpos muertos. Todo le resultó tan bien que se enriqueció de la noche a la mañana; a costa, eso sí, de cinco millones de especímenes. Fue tal la matanza, que algunos vieron la erupción volcánica de 1902, que arrasó la aldea y a sus habitantes, como “castigo por la masacre de los albatros”. Con todo, al año siguiente se volvió a buscar los que quedaban.
Casi a 1.500 kilómetros de distancia, en un archipiélago rocoso y yermo del mar de China oriental, entre Taiwan y Okinawa, Tatsushiro Koga realizaba el mismo negocio lucrativo. Como Tamaoki, no tardó en constatar que el abastecimiento de aves se le esfumaba rápidamente. Al final abandonó la isla en 1900, cuando ya había aniquilado un millón de ejemplares.
Una trágica secuela de la codicia
Aquella matanza fue una tragedia con lamentables secuelas. De las diversas especies de albatros, tres viven en el Pacífico norte y tienen sus mayores criaderos en las islas saqueadas por Tamaoki y Koga. Una de estas especies, el albatros colicorto (Diomedea albatrus), por lo visto no tenía más anidaderos en el mundo.
Los navegantes de antaño contemplaban admirados el albatros en alta mar. Según las leyendas y tradiciones marineras, era el precursor del viento y la bruma. No es ficticio, sin embargo, que sus larguísimas alas le permiten cruzar el océano en solo unos días, la mayor parte del tiempo dejándose llevar por el viento con las alas casi inmóviles. No hay criatura que supere su capacidad de planeo ni su prolongada permanencia en el mar.
Aunque el albatros se cierna grácilmente en el aire, en tierra es lento y torpe. La longitud de sus alas y su corpulencia le dificultan emprender rápido el vuelo. Por esto, así como por no haber cobrado temor al hombre, es presa fácil. De ahí que haya recibido nombres que lo tildan de chiflado o estúpido.a
Hubo irresponsables que, con afán de lucro, siguieron alegremente con el exterminio. Según un estudio, para 1933 ya no había ni 600 ejemplares en Torishima. Desesperado, el gobierno nipón prohibió el acceso del hombre a la isla. Pero hubo gente amoral que se lanzó a la isla a matar cuantas aves pudiera antes de que entrase en vigor la veda. Un perito calculó que solo quedaban 50 en 1935. Finalmente, como trágica secuela de la codicia humana, hubo que declarar extinto el albatros colicorto. Pero el tiempo deparaba una gran sorpresa.
Se inicia el regreso
En una tarde de enero de 1951, un hombre que subía por las rocas de Torishima se sobresaltó al oír un graznido repentino. Se halló frente a un albatros colicorto. Las aves habían logrado sobrevivir y estaban reproduciéndose de nuevo en Torishima, aunque esta vez anidaban en una pendiente casi inaccesible al hombre, del que parecían haber aprendido a desconfiar. ¡Qué alegría deben de haber sentido los amantes de la naturaleza!
La administración japonesa procedió con rapidez. Se plantaron carrizos de las pampas (cortaderas) a fin de consolidar el terreno para los nidos, y se vedó al público la entrada a Torishima. El albatros fue declarado tesoro nacional y se convirtió en un ave con protección internacional.
Hiroshi Hasegawa, de la Universidad de Toho (Japón), que estudia desde 1976 estos palmípedos y los inspecciona en la isla tres veces al año, dijo a ¡Despertad! que, al anillar el albatros colicorto anualmente con distinto color, ha descubierto que solo vuelve cada tres o cuatro años a aparearse donde nació. Se reproduce por vez primera a los seis años y las puestas son de un solo huevo. De ahí que, con una media de vida de 20 años, crezca lentamente la población. Además, de los 176 huevos puestos en Torishima durante el invierno de 1996-1997, solo eclosionaron 90.
¿Qué hace el albatros el resto del tiempo? Hasegawa señala que sabemos poco al respecto. Es seguro que rehúye la tierra firme y al hombre. ¿Sigue a las naves y baja a ellas? Para Hasegawa, esta leyenda carece de pruebas. Asevera que “los albatros japoneses no se posan en los barcos”, pero que en otras regiones “hay aves que se quedan un tiempo en ellos si les dan comida”. El albatros dedica la mayor parte del tiempo a su especialidad: dejarse llevar por corrientes de aire propicias y vagar por el ancho mar. Si se cansa, se pone a flote y duerme. Come calamares, peces voladores, cangrejos y camarones. Las aves que Hasegawa ha anillado se divisan cada cierto tiempo en el mar de Bering y el golfo de Alaska. Los observadores de aves se emocionaron en 1985 al avistar un albatros colicorto por primera vez en casi un siglo en la costa californiana.
¿Qué futuro tiene?
Cabe señalar el crecimiento sostenido de la población del albatros colicorto. En mayo de 1997 Hasegawa calculó “más de novecientos, contando los polluelos”. Y añadió: “Para el año 2000 debería haber más de mil solo en Torishima, a razón de más de cien nacimientos anuales”. También es emocionante que, en 1988, tras ochenta y ocho años, volvieron a anidar en un enclave rocoso en disputa del mar de China oriental, lo que debería garantizar su seguridad durante algún tiempo.
Se están corrigiendo poco a poco los yerros de hace un siglo. ¿O no? Cuando los estudiosos capturan un ave para anillarla, suele asustarse y vomitar. Entre lo que arroja salen trozos de plástico, encendedores desechables y otros desperdicios, lanzados despreocupadamente a la despensa marina de estas aves.
¿Volverá a estar la gran ave blanca al borde de la extinción por culpa de la necedad del hombre?
[Nota]
a Así ocurre, entre otras lenguas, en inglés, holandés y japonés; en este idioma se sustituyó la antigua designación que significaba “gran ave blanca” por ahodori, “ave idiota”.
[Ilustraciones de las páginas 16 y 17]
Torishima, hogar del albatros colicorto
Con sus largas y esbeltas alas, el albatros es el campeón mundial de planeo
El albatros colicorto ha vuelto a Torishima