-
JapónAnuario de los testigos de Jehová 1998
-
-
Los comienzos de un nuevo departamento
La imprenta de la Sociedad de Brooklyn había suministrado a Japón durante casi treinta años los libros que necesitaba para distribuir en el campo. Pero cuando la construcción de la nueva fábrica de Ebina estaba en marcha, en 1978, se tomó la decisión de que la sucursal de Japón produjera sus propios libros.
Cuando el presidente de una importante empresa de adhesivos supo de nuestros proyectos, nos visitó. Al enterarse de que teníamos la intención de fabricar nuestro propio pegamento, se ofreció para conseguirnos las materias primas y la maquinaria que necesitaríamos. O si lo preferíamos, consideraría un placer hacernos el pegamento a sus expensas. ¿Por qué? Unos cuantos años antes había ido a Estados Unidos a una exposición de maquinaria de impresión y encuadernación en Chicago. Allí, él y sus acompañantes conocieron a unos hermanos del Betel de Brooklyn, quienes los invitaron a visitar la imprenta de la Sociedad Watchtower en Nueva York. A todo el grupo le impresionó mucho la totalidad de las actividades, y en especial la bondad de los hermanos y su arduo trabajo. Por ello quería ayudarnos del modo que le fuera posible. Resultó que era más barato encargarle a él el pegamento que hacerlo nosotros. Gracias a él también establecimos contacto con otros proveedores de materiales, lo que se ha traducido en ahorros sustanciales.
Muchos fabricantes de máquinas colaboraron de un modo parecido. Cuando unos representantes de un fabricante de guillotinas y alzadoras fueron a Ebina a redactar un contrato, les impresionó sobremanera todo lo que vieron en la zona de construcción, especialmente los laboriosos voluntarios. Como consecuencia, ofrecieron rebajar el precio de sus máquinas en 1.000.000 de yenes (10.000 dólares [E.U.A.]).
¿Quién prepararía a los hermanos?
En la fábrica no había nadie con experiencia en la encuadernación de libros. A Robert Pobuda lo habían invitado a Brooklyn para que recibiera preparación durante seis semanas y consiguiera documentación para enseñar a los hermanos de Japón. Se tradujo la información al japonés y se llevó a cabo un curso de encuadernación, que se complementó con la ayuda de profesionales de empresas comerciales que fueron a enseñar a los hermanos a utilizar los materiales de encuadernación. También organizamos visitas a los talleres de encuadernación comerciales para observar cómo trabajaban.
En cierta ocasión, tras visitar uno de ellos, se invitó a los hermanos a la oficina del presidente. “¿Saben por qué les dejé venir? —preguntó—. Normalmente nunca permitimos a nadie de fuera de la fábrica que vea el taller, pero una semana antes de que ustedes pidieran permiso para hacer la visita, una Testigo llamó a mi puerta y me ofreció las revistas La Atalaya y ¡Despertad! Me impresionaron sus modales y lo que leí en las revistas.” Aceptó más publicaciones, incluidas suscripciones a La Atalaya y ¡Despertad!, y se ofreció a ayudarnos a preparar a varios hermanos durante un mes en su fábrica.
Desde entonces, los hermanos del taller de encuadernación han seguido mejorando sus aptitudes y profundizando su conocimiento a lo largo de los años. Hasta las empresas de encuadernación comerciales han enviado a sus trabajadores a visitar nuestra fábrica. Siempre se quedan admirados de la limpieza y la atención que se presta a los detalles. James Mantz, que fue superintendente de la fábrica, recuerda: “A una empresa de encuadernación se le dio permiso para grabar un vídeo mientras sus representantes seguían la ruta habitual de la visita. Su idea era utilizar la filmación para preparar a sus trabajadores. La empresa tenía la misma maquinaria que nosotros y hacía un trabajo parecido, pero deseaba poner a los betelitas como modelos por su actitud ante el trabajo, patente en la felicidad que reflejaban sus rostros mientras trabajaban, y por la eficacia en el trabajo”. El hermano Mantz también recuerda el asombro de un ejecutivo que visitó la imprenta de la Sociedad, quien dijo: “Los jóvenes japoneses sufren de lo que ellos llaman el síndrome de las tres kas: kiken, kitanai y kitsui”, lo que significa: peligroso, sucio y difícil. Si el trabajo tiene alguna de estas características, a la mayoría de ellos no les interesa. Pero no ocurre así en la fábrica de Ebina.
Se ha manifestado un interés particular en el taller de encuadernación de lujo. El taller de Ebina se ha convertido en una de las principales fuentes de información sobre encuadernación de lujo en Japón. Allí se fabrican en serie Biblias con tapas de piel.
-
-
JapónAnuario de los testigos de Jehová 1998
-
-
La Traducción del Nuevo Mundo completa en japonés se imprimió y encuadernó en nuestro complejo de Ebina. Con el fin de confeccionar las 136.000 Biblias que se necesitaban para su presentación en las diecisiete asambleas de distrito “Verdad del Reino”, de 1982, el Departamento de Artes Gráficas, la sala de máquinas y el taller de encuadernación funcionaron veinticuatro horas al día. Algunos hermanos trabajaron en turnos de doce a dieciséis horas. Les alentaba tener presente que realizaban un trabajo parecido al que Esdras, ‘un hábil copista de la ley de Dios’, había hecho en la antigüedad. Pero mientras la labor de Esdras fue manual, ellos se valían de prensas offset de bobinas de alta velocidad para imprimir en japonés. Como recordatorio de que debían imitar a este hábil copista, colocaron las palabras de Esdras 7:6 en un lado de la prensa.
Ese año, todos los hermanos del taller de encuadernación asistieron a la última asamblea en Fukushima. Acabaron la última Biblia que se necesitaba para la presentación justo ocho minutos antes del final del último día laboral antes de la asamblea. Shigeru Yoshioka, que estaba entonces en el taller de encuadernación, recuerda: “Estábamos agotados, pero cuando vimos las lágrimas de alegría en las caras de los hermanos que recibían la tan esperada Traducción del Nuevo Mundo completa, sentimos que había merecido la pena el esfuerzo”.
-