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JapónAnuario de los testigos de Jehová 1998
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Expansión en Kobe
También en Kobe se vio pronto el crecimiento. La primera asamblea verdaderamente teocrática de Japón se celebró en los terrenos del espacioso hogar misional, del 30 de diciembre de 1949 al 1 de enero de 1950. La concurrencia ascendió a 101 personas en la Reunión Pública del domingo, que tuvo lugar en el auditorio de la escuela de Tarumi (Kobe). Tres personas se bautizaron en los grandes baños públicos de Tarumi.
Adrian Thompson (conocido como Tommy), del grupo de misioneros de Kobe, adquirió un extraordinario dominio del japonés, y en 1951 recibió el nombramiento de superintendente de circuito, el primero de Japón. Tiempo después llegó a ser el primer superintendente de distrito. Contribuyó en gran manera a sentar una base sólida para el crecimiento que se avecinaba. El hermano Thompson era hijo de una precursora de Nueva Zelanda fiel por muchos años. Él había ganado renombre como uno de los mejores jugadores de rugby, pero cuando estalló la II Guerra Mundial, renunció a la gloria deportiva, se bautizó como Testigo y emprendió el servicio de tiempo completo en Australia. Aunque murió en 1977, se le recordará durante mucho tiempo por su inagotable energía y su “insistencia en devoción exclusiva” a Jehová (Núm. 25:11).
Les tomó tiempo a los misioneros acostumbrarse a los hogares, la cultura y el idioma de Japón, pero su interés principal era dar a conocer al prójimo la verdad bíblica. Tiger (Percy) Iszlaub, un hombre extravertido de Queensland (Australia), recuerda: “Dirigíamos muchos estudios de la Biblia. Yo tenía 36, e Ilma y los demás tenían más o menos la misma cantidad. Los estudiantes iban al hogar misional a estudiar, algunos todos los días. Se dirigían estudios bíblicos en todas las habitaciones de la casa, tres o más cada noche. Abríamos las publicaciones que íbamos a estudiar en inglés y japonés. Para ayudar a los estudiantes, contábamos las líneas que había hasta donde se encontraba la respuesta. Íbamos despacio, pero era sorprendente cómo comprendían con simplemente leer los textos y compararlos con las publicaciones. Y hoy están en la verdad”.
En los primeros tiempos, los misioneros contaban con pocas publicaciones del Reino para predicar. En Kobe apareció una caja de antes de la guerra de la edición japonesa de Luz, tomo 2, pero la gente decía: “Preferiría leer primero el tomo uno”. Sin embargo, uno de los primeros japoneses de Kobe que entró en la verdad, se interesó en ella al leer el tomo 2, y con el tiempo maduró hasta llegar a ser superintendente de circuito. Poco después se utilizó la información del libro “Sea Dios veraz”. Unos cuantos estudiantes hicieron sus propias traducciones de algunos capítulos del libro, que se reprodujeron en multicopista y se prestaron a los misioneros para que las utilizaran en otros estudios de la Biblia. Pero algunas de aquellas traducciones eran cuestionables. Ilma Iszlaub se sorprendió al encontrar ‘interpretaciones de la señora Ilma Iszlaub’ insertadas en notas al pie de la página de una de esas traducciones.
Unos diez años después, Percy tuvo una extraordinaria experiencia en la ciudad de Fukuoka. Kimihiro Nakata, un violento recluso del corredor de la muerte al que se había condenado por matar a dos hombres, pidió un estudio de la Biblia, y fue Percy quien le ayudó. Como consecuencia, Kimihiro se despojó por completo de la “vieja personalidad”. Se bautizó en la cárcel, y fue, en palabras de Percy, ‘uno de los publicadores del Reino más celosos que había conocido’ (Efe. 4:22-24). Estudió braille y transcribió a ese idioma el libro “Sea Dios veraz”, el folleto “Estas buenas nuevas del reino” y artículos de las revistas La Atalaya y ¡Despertad! Aquellas publicaciones se distribuyeron por diversas partes de Japón, entre ellas escuelas para invidentes. Ahora bien, a primeras horas del 10 de junio de 1959, un automóvil de la policía se detuvo en el hogar misional. Kimihiro había pedido que Percy estuviera presente en su ejecución esa mañana, a lo que él accedió. En el lugar de ejecución conversaron brevemente y, al final, cantaron juntos un cántico del Reino. Kimihiro dijo a Percy: “¿Por qué tiemblas, Percy? Soy yo quien debería estar nervioso”. Sus últimas palabras antes de que lo colgaran fueron: “Hoy tengo plena confianza en Jehová, en el sacrificio redentor y en la esperanza de la resurrección. Dormiré por un poco de tiempo, y si es la voluntad de Jehová, te veré en el Paraíso”. Envió sus más afectuosos saludos para los hermanos de todo el mundo. Kimihiro murió para satisfacer la justicia, pues dio vida por vida, pero no como un criminal empedernido y sin esperanza, sino como un fiel siervo de Jehová, dedicado y bautizado (compárese con Hechos 25:11).
Tras luchar contra el cáncer por unos diez años, Ilma Iszlaub murió en el Hogar Betel de Ebina (Japón) el 29 de enero de 1988. Después del fallecimiento de su esposa, Percy, que era miembro de la Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania, asistió varias veces a la reunión anual de la Sociedad, y en una de las últimas dio un magnífico informe sobre Japón; él también murió, en 1996.
A pesar de la barrera lingüística, Melba Barry comenzó un estudio de la Biblia el primer día que salió al servicio del campo en Kobe, a finales de 1949. De aquel estudio salieron dos nuevas publicadoras, una de las cuales, Miyo Takagi, hizo el precursorado por varias décadas. Tiempo después, ella le dijo a Melba que le había impresionado ver a dos misioneras cruzar un barrizal para visitarla. Hoy día, cuarenta y ocho años después, Miyo se desplaza en silla de ruedas para continuar efectuando su ministerio. En menos de tres años, Melba ayudó a unas siete personas a aceptar la verdad antes de que la asignaran al servicio misional en Tokio. Estas personas han perseverado a lo largo de los años, y felizmente sobrevivieron al gran terremoto de Kobe de 1995.
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A principios de 1950, cinco hermanas de la clase 11 de Galaad que no habían conseguido el visado para entrar en Nueva Caledonia, recibieron una nueva asignación en Kobe. Entre ellas estaban Lois Dyer, que ha sido precursora por sesenta y siete años, y Molly Heron. Han sido compañeras durante los pasados cuarenta y nueve años, y actualmente sirven en el hogar misional de Tokio Mita. La biografía de Lois apareció en La Atalaya del 1 de noviembre de 1980.
Molly Heron recuerda: “El hogar de Kobe era amplio, de modo que celebramos allí la Conmemoración seis meses después de haber llegado los primeros misioneros. Acudieron unas ciento ochenta personas, que llenaron el comedor y el pasillo, y hasta hubo algunos que escucharon el discurso, traducido al japonés, a través de las ventanas”. Como en aquella reunión se hizo un anuncio sobre el servicio del campo, unas treinta y cinco personas se presentaron a la mañana siguiente (domingo) para participar en la predicación. El hermano Barry cuenta: “Cada misionero tuvo que llevarse a las puertas a tres o cuatro recién interesados, y como los misioneros aún no hablábamos el idioma con fluidez, los amos de casa se volvían a nuestros compañeros japoneses y conversaban con ellos. Nunca supimos qué dijeron estas personas recién interesadas a los amos de casa”.
A finales de junio de 1950 estalló la guerra de Corea. Como es lógico, los misioneros de Japón deseaban saber cómo les iba a los ocho misioneros de su clase que servían en aquel país. No tuvieron que esperar mucho. A los dos días de declararse la guerra, cuando algunos de los misioneros de Kobe regresaban a casa en un tren de cercanías, llegó a la estación al mismo tiempo que ellos un tren que venía en dirección contraria. Una vez que los dos trenes partieron, los misioneros de Kobe vieron a los ocho misioneros de Corea de pie en el otro andén. ¡Qué reunión más feliz! Los misioneros de Corea habían conseguido salir del país en el último avión que evacuó a civiles. El hogar de Kobe aumentó entonces de diez a dieciocho misioneros. El territorio de aquella ciudad, en gran parte en ruinas, recibió un testimonio muy completo.
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N. H. Knorr (arriba a la izquierda) se dirige a una asamblea en 1951 en el hogar misional de Kobe
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