-
JapónAnuario de los testigos de Jehová 1998
-
-
El principal periódico de Japón, el Asahi, supo que cinco jóvenes misioneras de la Watch Tower habían llegado a Osaka para vivir al estilo japonés en una casa nipona. Los periodistas las visitaron y redactaron un magnífico reportaje ilustrado en el que comparaban a las cinco hermanas a ángeles que, como flores de cerezo, habían bajado flotando del cielo. El artículo también facilitaba la dirección del hogar misional.
-
-
JapónAnuario de los testigos de Jehová 1998
-
-
“Los del 49”
Las condiciones para predicar eran mucho más favorables después de la II Guerra Mundial. No obstante, en 1947 Junzo Akashi notificó a las oficinas de la Sociedad Watch Tower de Brooklyn (Nueva York) que ya no estaba de acuerdo con las enseñanzas bíblicas. El hermano Knorr hizo inmediatamente un llamamiento a Hawai, para que algunos voluntarios hawaianos de origen japonés fueran a la clase 11 de la Escuela de Galaad, a fin de recibir preparación misional. El superintendente de la sucursal de Hawai, que había sido secretario de J. F. Rutherford a principios de los años veinte, imploró: “Pero, hermano Knorr, ¿y los hermanos Haslett?”. Así que también se invitó a Don Haslett y a su esposa, Mabel, aunque tenían casi 50 años de edad. En Galaad, Shinichi Tohara y Elsie Tanigawa enseñaron japonés a más de veinte estudiantes.
Durante 1949, “los hawaianos” —Don y Mabel Haslett; Jerry y Yoshi Toma; Shinichi y Masako Tohara, junto con sus tres hijos, y Elsie Tanigawa— empezaron a servir en su asignación en la ciudad de Tokio, que aún se hallaba en ruinas por los bombardeos. Aquel mismo año les siguió el grupo de australianos, compuesto por Adrian Thompson, Percy e Ilma Iszlaub y Lloyd y Melba Barry, a quienes asignaron a Kobe, ciudad devastada por la guerra. A estos primeros misioneros de Japón se les llegó a llamar “los del 49”. Seis de ellos murieron en sus asignaciones, “con las botas puestas”, como suele decirse, y otros ocho continúan sirviendo de tiempo completo en Japón y en Brooklyn (Nueva York). En 1949 también informaron las horas dedicadas al servicio del Reino ocho publicadores del país.
Crecimiento en Tokio
El grupo hawaiano progresó extraordinariamente en Tokio. Yoshi Toma recuerda que en aquel año posbélico, predicaron el territorio “de refugio en refugio”. Ella dice: “La población era pobre y luchaba por recuperarse de los estragos de la guerra. La comida estaba racionada, y Don Haslett se ponía en la fila con los vecinos para recibir su repollo”. Los amos de casa eran corteses y bondadosos, y escuchaban pacientemente las presentaciones que, con dificultad, decían en japonés los misioneros. Estos también tuvieron que aprender a quitarse los zapatos al entrar en las casas. Luego pasaban al cuarto contiguo, que estaba más elevado. Pero como los techos eran bajos, a Don Haslett le quedaron muchas cicatrices de los golpes que se dio en la cabeza a causa de su estatura. En un año o dos, “los hawaianos” pusieron un fundamento sólido en Tokio, que ahora tiene 139 congregaciones.
En cuanto a “los del 49”, los Testigos ungidos Don y Mabel Haslett dieron un ejemplo maravilloso en el campo, aunque se hallaban entrados en años. Cuando Don murió, en 1966, los seis hermanos que introdujeron el ataúd en el Salón del Reino para el funeral eran jóvenes a quienes él había llevado a la verdad, y que entonces formaban parte de los diecinueve miembros que componían la familia Betel de Japón, en Tokio.
Mabel sobrevivió a Don ocho años. Cuando tenía más de 70 años se le desarrolló cáncer de colon. En uno de los principales hospitales de Tokio, en Toranomon, accedieron amablemente a operarle sin sangre, con la condición de que ingresara en el hospital con dos semanas de antelación. El primer día que pasó allí, un médico joven la visitó en su cama, curioso por saber la razón de que no aceptase la sangre. La visita derivó en varias buenas conversaciones bíblicas todos los días anteriores a la operación. Dada la gravedad del caso, participaron cuatro médicos. Cuando Mabel recuperó el conocimiento, exclamó: “¡Ese maldito Adán!”. Sin duda un comentario adecuado. Mabel estuvo en la unidad de cuidados intensivos solo un día, mientras que otros cuatro pacientes a los que se había practicado la misma intervención, pero con transfusiones de sangre, pasaron allí varios días. ¿Y qué fue del joven médico? Más tarde dijo a Mabel: ‘Usted no lo sabía, pero en el quirófano hubo cinco médicos. Estuve allí también para cerciorarme de que no le pusieran sangre’. El doctor Tominaga prosiguió con su estudio de la Biblia en Yokohama. Hoy día, él, su padre y sus respectivas esposas son miembros activos de la congregación. ¡Qué fantástico fruto de la estancia en el hospital!
Mabel continuó su servicio misional en el hogar misional de Tokio Mita. Cuando tenía 78 años, reapareció el cáncer y estuvo confinada en cama. No obstante, una tarde, cuando los misioneros regresaron a casa y le contaron las magníficas experiencias que habían tenido en la campaña de distribución de Noticias del Reino, Mabel insistió en que la vistieran y la llevaran a distribuir el tratado. Solo tuvo fuerzas para visitar tres casas cercanas, las mismas tres en las que había dado testimonio por primera vez cuando llegó a Japón. Varias semanas después terminó su carrera terrestre y pasó a su asignación celestial (compárese con Lucas 22:28, 29).
Expansión en Kobe
También en Kobe se vio pronto el crecimiento. La primera asamblea verdaderamente teocrática de Japón se celebró en los terrenos del espacioso hogar misional, del 30 de diciembre de 1949 al 1 de enero de 1950. La concurrencia ascendió a 101 personas en la Reunión Pública del domingo, que tuvo lugar en el auditorio de la escuela de Tarumi (Kobe). Tres personas se bautizaron en los grandes baños públicos de Tarumi.
Adrian Thompson (conocido como Tommy), del grupo de misioneros de Kobe, adquirió un extraordinario dominio del japonés, y en 1951 recibió el nombramiento de superintendente de circuito, el primero de Japón. Tiempo después llegó a ser el primer superintendente de distrito. Contribuyó en gran manera a sentar una base sólida para el crecimiento que se avecinaba. El hermano Thompson era hijo de una precursora de Nueva Zelanda fiel por muchos años. Él había ganado renombre como uno de los mejores jugadores de rugby, pero cuando estalló la II Guerra Mundial, renunció a la gloria deportiva, se bautizó como Testigo y emprendió el servicio de tiempo completo en Australia. Aunque murió en 1977, se le recordará durante mucho tiempo por su inagotable energía y su “insistencia en devoción exclusiva” a Jehová (Núm. 25:11).
Les tomó tiempo a los misioneros acostumbrarse a los hogares, la cultura y el idioma de Japón, pero su interés principal era dar a conocer al prójimo la verdad bíblica. Tiger (Percy) Iszlaub, un hombre extravertido de Queensland (Australia), recuerda: “Dirigíamos muchos estudios de la Biblia. Yo tenía 36, e Ilma y los demás tenían más o menos la misma cantidad. Los estudiantes iban al hogar misional a estudiar, algunos todos los días. Se dirigían estudios bíblicos en todas las habitaciones de la casa, tres o más cada noche. Abríamos las publicaciones que íbamos a estudiar en inglés y japonés. Para ayudar a los estudiantes, contábamos las líneas que había hasta donde se encontraba la respuesta. Íbamos despacio, pero era sorprendente cómo comprendían con simplemente leer los textos y compararlos con las publicaciones. Y hoy están en la verdad”.
En los primeros tiempos, los misioneros contaban con pocas publicaciones del Reino para predicar. En Kobe apareció una caja de antes de la guerra de la edición japonesa de Luz, tomo 2, pero la gente decía: “Preferiría leer primero el tomo uno”. Sin embargo, uno de los primeros japoneses de Kobe que entró en la verdad, se interesó en ella al leer el tomo 2, y con el tiempo maduró hasta llegar a ser superintendente de circuito. Poco después se utilizó la información del libro “Sea Dios veraz”. Unos cuantos estudiantes hicieron sus propias traducciones de algunos capítulos del libro, que se reprodujeron en multicopista y se prestaron a los misioneros para que las utilizaran en otros estudios de la Biblia. Pero algunas de aquellas traducciones eran cuestionables. Ilma Iszlaub se sorprendió al encontrar ‘interpretaciones de la señora Ilma Iszlaub’ insertadas en notas al pie de la página de una de esas traducciones.
Unos diez años después, Percy tuvo una extraordinaria experiencia en la ciudad de Fukuoka. Kimihiro Nakata, un violento recluso del corredor de la muerte al que se había condenado por matar a dos hombres, pidió un estudio de la Biblia, y fue Percy quien le ayudó. Como consecuencia, Kimihiro se despojó por completo de la “vieja personalidad”. Se bautizó en la cárcel, y fue, en palabras de Percy, ‘uno de los publicadores del Reino más celosos que había conocido’ (Efe. 4:22-24). Estudió braille y transcribió a ese idioma el libro “Sea Dios veraz”, el folleto “Estas buenas nuevas del reino” y artículos de las revistas La Atalaya y ¡Despertad! Aquellas publicaciones se distribuyeron por diversas partes de Japón, entre ellas escuelas para invidentes. Ahora bien, a primeras horas del 10 de junio de 1959, un automóvil de la policía se detuvo en el hogar misional. Kimihiro había pedido que Percy estuviera presente en su ejecución esa mañana, a lo que él accedió. En el lugar de ejecución conversaron brevemente y, al final, cantaron juntos un cántico del Reino. Kimihiro dijo a Percy: “¿Por qué tiemblas, Percy? Soy yo quien debería estar nervioso”. Sus últimas palabras antes de que lo colgaran fueron: “Hoy tengo plena confianza en Jehová, en el sacrificio redentor y en la esperanza de la resurrección. Dormiré por un poco de tiempo, y si es la voluntad de Jehová, te veré en el Paraíso”. Envió sus más afectuosos saludos para los hermanos de todo el mundo. Kimihiro murió para satisfacer la justicia, pues dio vida por vida, pero no como un criminal empedernido y sin esperanza, sino como un fiel siervo de Jehová, dedicado y bautizado (compárese con Hechos 25:11).
Tras luchar contra el cáncer por unos diez años, Ilma Iszlaub murió en el Hogar Betel de Ebina (Japón) el 29 de enero de 1988. Después del fallecimiento de su esposa, Percy, que era miembro de la Watch Tower Bible and Tract Society of Pennsylvania, asistió varias veces a la reunión anual de la Sociedad, y en una de las últimas dio un magnífico informe sobre Japón; él también murió, en 1996.
A pesar de la barrera lingüística, Melba Barry comenzó un estudio de la Biblia el primer día que salió al servicio del campo en Kobe, a finales de 1949. De aquel estudio salieron dos nuevas publicadoras, una de las cuales, Miyo Takagi, hizo el precursorado por varias décadas. Tiempo después, ella le dijo a Melba que le había impresionado ver a dos misioneras cruzar un barrizal para visitarla. Hoy día, cuarenta y ocho años después, Miyo se desplaza en silla de ruedas para continuar efectuando su ministerio. En menos de tres años, Melba ayudó a unas siete personas a aceptar la verdad antes de que la asignaran al servicio misional en Tokio. Estas personas han perseverado a lo largo de los años, y felizmente sobrevivieron al gran terremoto de Kobe de 1995.
Más misioneros al campo
A principios de 1950, cinco hermanas de la clase 11 de Galaad que no habían conseguido el visado para entrar en Nueva Caledonia, recibieron una nueva asignación en Kobe. Entre ellas estaban Lois Dyer, que ha sido precursora por sesenta y siete años, y Molly Heron. Han sido compañeras durante los pasados cuarenta y nueve años, y actualmente sirven en el hogar misional de Tokio Mita. La biografía de Lois apareció en La Atalaya del 1 de noviembre de 1980.
Molly Heron recuerda: “El hogar de Kobe era amplio, de modo que celebramos allí la Conmemoración seis meses después de haber llegado los primeros misioneros. Acudieron unas ciento ochenta personas, que llenaron el comedor y el pasillo, y hasta hubo algunos que escucharon el discurso, traducido al japonés, a través de las ventanas”. Como en aquella reunión se hizo un anuncio sobre el servicio del campo, unas treinta y cinco personas se presentaron a la mañana siguiente (domingo) para participar en la predicación. El hermano Barry cuenta: “Cada misionero tuvo que llevarse a las puertas a tres o cuatro recién interesados, y como los misioneros aún no hablábamos el idioma con fluidez, los amos de casa se volvían a nuestros compañeros japoneses y conversaban con ellos. Nunca supimos qué dijeron estas personas recién interesadas a los amos de casa”.
A finales de junio de 1950 estalló la guerra de Corea. Como es lógico, los misioneros de Japón deseaban saber cómo les iba a los ocho misioneros de su clase que servían en aquel país. No tuvieron que esperar mucho. A los dos días de declararse la guerra, cuando algunos de los misioneros de Kobe regresaban a casa en un tren de cercanías, llegó a la estación al mismo tiempo que ellos un tren que venía en dirección contraria. Una vez que los dos trenes partieron, los misioneros de Kobe vieron a los ocho misioneros de Corea de pie en el otro andén. ¡Qué reunión más feliz! Los misioneros de Corea habían conseguido salir del país en el último avión que evacuó a civiles. El hogar de Kobe aumentó entonces de diez a dieciocho misioneros. El territorio de aquella ciudad, en gran parte en ruinas, recibió un testimonio muy completo.
Al poco tiempo, Scott y Alice Counts fueron al hogar de Tokio, pero en octubre los ocho misioneros coreanos se mudaron a un nuevo hogar que se abrió en Nagoya. Del grupo de Corea, solo regresaron a ese país cuando lo permitieron las circunstancias Don Steele y su esposa, Earlene.
Los campos estaban maduros para la siega
Grace y Gladys Gregory formaron parte del grupo que abrió el hogar de Nagoya. Hallaron el territorio maduro para la siega. En abril de 1951, Grace encontró a Isamu Sugiura, de 18 años, que trabajaba para un vendedor de pianos. Gladys recuerda: “La madre de Isamu lo había criado en una secta sintoísta, en la que le habían enseñado que Japón era la shinshu (la tierra de los dioses) y que el kamikaze (el viento divino) protegería a Japón y le ayudaría a ganar la guerra. Sin embargo, su fe en los dioses japoneses se desvaneció cuando Japón se rindió y él sufrió las terribles condiciones económicas y la escasez de alimentos ocasionadas por la contienda. Su padre murió de desnutrición al año siguiente de finalizar la guerra. El joven Isamu abrazó la esperanza de un paraíso terrestre y se bautizó en una asamblea de circuito en octubre de 1951”.
A ella asistieron unos cincuenta misioneros y alrededor de doscientos cincuenta japoneses. A Isamu le impresionó profundamente el que los misioneros se relacionaran con libertad y sin prejuicio con los japoneses, aunque la II Guerra Mundial había acabado solo seis años antes. Tras cuarenta y cinco años de rendir un servicio de toda alma, que incluyó la Escuela de Galaad y la obra de circuito y de distrito, el hermano Sugiura trabaja actualmente en el Betel de Ebina como parte del Comité de Sucursal.
Gladys Gregory recuerda que visitaba a una mujer que había sido budista de nombre, pero que luego había acudido a las iglesias de la cristiandad, si bien las había abandonado desilusionada. Le decepcionó que los pastores no pudieran explicarle claramente quién es Dios y por qué ellos no utilizaban su nombre personal si aparecía casi siete mil veces en la Biblia que ella tenía (la Bungotai, una versión clásica antigua). En lugar de responder a sus muchas preguntas, los ministros le habían dicho que ‘sencillamente creyera’. Se hizo con un ejemplar de La Atalaya (que se publicaba mensualmente en japonés desde mayo de 1951) que Gladys había colocado a su vecina de al lado. Impresionada por lo que leyó, buscó a Gladys, quien más tarde contó lo siguiente con relación a esta experiencia: “Las respuestas bíblicas a sus preguntas le llegaron al corazón. Inmediatamente fue al Estudio de Libro de Congregación, donde escuchó los anuncios sobre la salida al servicio del campo al día siguiente, y expresó su deseo de ir también. Tratamos de que se tomara las cosas con más calma diciéndole que primero tenía que estudiar un poco, pero ella dijo: ‘Está bien, estudiaré, pero también quiero ir al servicio del campo’. Así lo hizo, y el primer mes dedicó más de cincuenta horas. En menos de un año se había bautizado y había comenzado el precursorado, y tiempo después fue una productiva precursora especial. Con 80 años de edad, todavía sirve de precursora”.
Jehová lo hizo crecer
Las cinco misioneras asignadas a Osaka en 1951 estaban encantadas de que muchas personas fueran directamente al hogar misional para estudiar con ellas. Pero a aquellas nuevas misioneras se les hacía difícil distinguir un japonés de otro. Lena Winteler, de Suiza, dice: “Cuando llegaban las personas, salíamos las cinco en grupo y dejábamos que ellas se dirigieran a la hermana que le daba el estudio”. Las misioneras trataban de imitar la costumbre japonesa, así que colocaban en fila unas zapatillas para que se las pusieran quienes iban a la casa; pero no sabían la diferencia entre las zapatillas para invitados y las zapatillas para el baño. Un día, una estudiante llevó aparte a Lena y le dijo: “Nosotros no sacamos las zapatillas del baño a los invitados”. Las misioneras aprendieron poco a poco.
De vez en cuando, los misioneros de Kobe visitaban Osaka para ayudar un poco a las cinco misioneras solteras que estaban allí. En aquel entonces solo había unos cuantos publicadores en toda Osaka. En una ocasión, Lloyd Barry fue con algunas misioneras de Osaka a una ópera al aire libre en un gran estadio de béisbol de Koshien. Allí se comentó: ‘¿No sería maravilloso que algún día llenáramos este estadio con una asamblea?’. Parecía imposible.
Hacia finales de 1994, sin embargo, se invitó al hermano Barry, actualmente miembro del Cuerpo Gobernante, con sede en Brooklyn, para que diera el discurso de dedicación del Salón de Asambleas recién construido de Hyogo, que utilizarían 52 congregaciones de los alrededores de Kobe. Fue una reunión muy agradable, a la que asistieron algunos de los primeros publicadores japoneses de Osaka. Se programó una asamblea mucho mayor para el día siguiente. ¿Y dónde iba a celebrarse? Nada menos que en el Estadio de Béisbol de Koshien. Se reunieron más de cuarenta mil personas, un grupo muy disciplinado. Muchas otras personas acudieron también a otros 40 lugares por todo Japón, conectados por línea telefónica. Así que el total presente ascendió a más de doscientos cincuenta y cuatro mil, una cantidad superior a la que hubo en la gran asamblea de Nueva York de 1958. ¡De qué manera tan maravillosa lo ha ‘hecho crecer’ Jehová en Japón! (1 Cor. 3:6, 7.)
A principios de 1951 se abrió un hogar misional en Yokohama. Esta ciudad también resultó ser un campo muy fructífero. El primer siervo del hogar, Gordon Dearn, ahora viudo, continúa trabajando de tiempo completo en la sucursal de Tokio, en Ebina. Actualmente hay 114 congregaciones en Yokohama, y sigue la expansión, pues los hermanos de la ciudad han continuado la obra donde la dejaron los misioneros.
En 1952 también se abrió un hogar misional en la ciudad de Kyoto. A dicha ciudad se trasladó a misioneros de Osaka y Kobe para que se unieran al celoso grupo de nuevos misioneros que había allí. En abril de 1954, Lois Dyer y Molly Heron también recibieron un cambio de asignación de Kobe a Kyoto.
En Kyoto hay unos mil templos, casi uno en cada esquina. A fin de no dañarlos, la ciudad no había sido bombardeada durante la guerra. Lois recuerda: “Mientras estábamos allí, conocimos a Shozo Mima, un vendedor de comestibles al por mayor que se recuperaba en su casa de una larga enfermedad. Aunque era un ferviente budista, me dijo que deseaba conocer al Dios verdadero. Fue muy fácil comenzar un estudio de la Biblia con él. Tiempo después también estudiaron su esposa y sus hijas, y toda la familia entró en la verdad. Shozo, un hombre agradable, llegó a ser una columna espiritual de la congregación de Kyoto”.
Margrit Winteler, de Suiza, se reunió con su hermana mayor, Lena, en Kyoto. Se dio cuenta de que en aquella nueva asignación tenía que acostumbrarse tanto a lo que no se decía como a lo que se decía. Por ejemplo, un hombre que esperaba que su esposa tomara la decisión de aceptar o no la publicación, puede que sencillamente moviera el dedo meñique para indicar que ella no estaba en casa. La esposa, por otra parte, tal vez levantaba el pulgar, que representaba al marido, y dijese que él no estaba en casa. Margrit llegó a darse cuenta de que cuando los habitantes de Kyoto se limitaban a mirar las revistas que se les ofrecían y a pasar cuidadosamente una página tras otra, en realidad las estaban rechazando mediante el lenguaje gestual, y querían que ella se diera cuenta sin tener que decirle no. Pero no todas las respuestas, fueran de palabra o con gestos, eran negativas, ni mucho menos. Hoy día hay 39 prósperas congregaciones de los testigos de Jehová en Kyoto.
Se enfrentaron a inviernos fríos y un nuevo idioma
Cuando en 1953 llegaron a Japón más misioneros procedentes de Hawai, entre ellos Adeline Nako y su compañera, Lillian Samson, se les asignó a la fría ciudad septentrional de Sendai. Las temperaturas nocturnas descendían hasta los cinco grados bajo cero [23°F]. Don y Mabel Haslett habían abierto el nuevo hogar misional en aquella ciudad el anterior mes de octubre, y se habían reunido con ellos Shinichi y Masako Tohara. Para los hawaianos, que se habían criado en los trópicos, los fríos inviernos de Sendai constituyeron un reto. Se les llegó a conocer como los “hawaianos frescos congelados”.
Lillian recuerda: “Por primera vez en la vida aprendimos a cortar madera para la cocina. Como solo hacía calor en la cocina, tratábamos de calentar las camas con un yutanpo, un calentador de cama japonés hecho de metal. Durante el día comprábamos ishi-yakiimo (batatas asadas sobre piedras), las metíamos en los bolsillos para calentarnos las manos y luego las comíamos al mediodía”.
No obstante, no solo les dio problemas el frío. Los misioneros pasaron por situaciones incómodas hasta que aprendieron a leer los caracteres japoneses. Adeline aún no ha olvidado el día en que apretó una alarma de incendios pensando que se trataba de un timbre, porque no sabía leer japonés. La gente salió en tropel de sus apartamentos para ver qué había ocurrido. Se llevó una buena reprimenda por ese error.
Entre los recuerdos de aquellos misioneros, sin embargo, hay mucho más que las experiencias personales de sus primeros años en Japón. Para ellos, los muchos miles de hermanos japoneses y las vivencias que compartieron ocupan un lugar en su “álbum familiar”. Le invitamos a examinar las páginas de ese álbum al repasar otros acontecimientos que han contribuido al crecimiento de la sociedad teocrática en Japón.
-