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El libro de la naturaleza y la BibliaLa Atalaya 1988 | 1 de marzo
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Casi 2.000 años atrás, el apóstol Pablo, uno de los escritores de la Biblia, contestó esa pregunta: “Porque las cualidades invisibles de [Dios] se ven claramente desde la creación del mundo en adelante, porque se perciben por las cosas hechas, hasta su poder sempiterno y Divinidad”. (Romanos 1:20.) Por lo tanto, ¿qué podemos aprender al observar este libro de la naturaleza?
Lo que el reloj nos enseña sobre el Relojero
Cataratas majestuosas, el mar durante una tormenta, miles y miles de estrellas en un cielo nocturno despejado... estas cosas y otras nos llevan a pensar en un Creador de tremendo poder. La precisión de los planetas en sus órbitas también puede recordarnos —como le recordó a Voltaire— que el Creador tiene que ser un Organizador Magnífico, un Relojero Incomparable. (Salmo 104:1.)
La variedad de los productos del terreno —las frutas y los vegetales que recibimos en abundancia— atestigua, también, la generosidad de Dios. Pablo dio testimonio de ello cuando declaró que Dios “no se dejó a sí mismo sin testimonio, por cuanto hizo bien, dándoles lluvias desde el cielo y épocas fructíferas, llenando por completo sus corazones de alimento y de alegría”. (Hechos 14:17.)
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El libro de la naturaleza y la BibliaLa Atalaya 1988 | 1 de marzo
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El escritor francés Robert Lenoble explica esto en su libro Esquisse d’une histoire de l’idée de Nature (Esbozo histórico de la idea de la naturaleza): “El hombre siempre investigará la naturaleza para descifrar su misterio y descubrir su secreto, un secreto que nunca saldrá de un laboratorio”. Más de la mitad de los franceses que respondieron a una encuesta del diario católico La Croix —fueran creyentes o ateos—, concuerda con esto y confiesa que “la ciencia nunca podrá dar una explicación satisfactoria del universo, puesto que muchas cosas pertenecen al campo de la filosofía o la religión”.
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