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Dios tiene nombre¡Despertad! 2004 | 22 de enero
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Dios tiene nombre
¿Cómo se llama Dios? Ya que los seres humanos —y hasta muchas mascotas— tienen nombre, ¿no cabría esperar lo mismo en el caso del Creador? Y dado que el empleo de nombres propios resulta esencial en las relaciones interpersonales, ¿será diferente en el trato con el Altísimo? Pues bien, por irónico que parezca, millones de personas que afirman creer en el Dios de la Biblia no emplean Su nombre propio, a pesar de ser conocido desde hace siglos. En este reportaje veremos que en algunas épocas fue ampliamente utilizado. Y, aún más importante, examinaremos lo que dicen las Escrituras acerca de conocer al Ser Supremo por su nombre.
DURANTE el siglo XVII, varios países de Europa acuñaron monedas donde aparecía el nombre de Dios. Por ejemplo, una pieza alemana del año 1634 lo exhibía con la forma “Iehova” (Jehová). Tales monedas, que llegaron a conocerse popularmente como táleros de Jehová, estuvieron en circulación a lo largo de décadas.
Jehováa es una forma del nombre divino reconocida por siglos. En hebreo, lengua que se escribe de derecha a izquierda, se representa con cuatro consonantes, יהוה, las cuales corresponden a nuestras letras YHWH y se conocen como el Tetragrámaton. El nombre divino también apareció por decenios de esta manera en las monedas europeas.
Dicho nombre está presente también en edificios, monumentos y otras obras de arte, e incluso en himnarios religiosos. Según la obra de consulta alemana Brockhaus Enzyklopädie, en cierto período los príncipes protestantes solían llevar una insignia en la que figuraban una representación convencional del Sol y el Tetragrámaton. Dicho símbolo, incluido también en banderas y monedas, era conocido como la insignia Jehová-Sol. Es patente que los devotos europeos de los siglos XVII y XVIII sabían que el Altísimo tiene nombre y, lo que es más importante, no les daba miedo usarlo.
El nombre divino tampoco resultaba misterioso en la América colonial. Pongamos por caso al revolucionario estadounidense Ethan Allen. Según indican sus memorias, en 1775 instó a sus enemigos a rendirse “en nombre del Gran Jehová”. Posteriormente, el nombre Jehová se menciona con frecuencia en la correspondencia que mantuvieron con el presidente Abraham Lincoln varios de sus asesores. En muchas bibliotecas es posible consultar otros documentos históricos de Estados Unidos que contienen el nombre de Dios. Los ejemplos anteriores tan solo son una pequeña muestra de la importancia que ha recibido dicho nombre a lo largo de los siglos.
¿Qué puede decirse de la situación actual? ¿Ha caído el nombre divino en el olvido? De ningún modo. Hay bastantes traducciones bíblicas que lo contienen en muchos versículos. Basta con realizar una breve visita a una biblioteca o consultar algún diccionario que poseamos para constatar que el vocablo goza de amplia aceptación como equivalente vernáculo del Tetragrámaton. Por ejemplo, el Diccionario de la lengua española define explícitamente “Jehová” de esta manera: “Nombre de Dios en la lengua hebrea”. Y una reciente edición de The New Encyclopædia Britannica lo califica de “nombre judeocristiano de Dios”.
“Pero —quizás replique el lector—, ¿tiene alguna relevancia el nombre divino en el mundo actual?” Es cierto que aparece en diversas formas en muchos lugares públicos. Por mencionar algunos, en la ciudad de Nueva York se encuentra grabado en la piedra angular de un edificio y también se representa en hebreo en un colorido mosaico de una estación de metro. No obstante, es casi seguro que de los miles de personas que transitan por allí, solo un puñado le concede alguna importancia a dichas inscripciones.
¿Es importante el nombre divino en la zona del mundo donde usted vive, o es común referirse al Creador como “Dios”, utilizando este título como si fuera su verdadero nombre? Probablemente haya notado que muchos ni siquiera se paran a pensar si el Altísimo tiene nombre o no. ¿Qué hay de usted? ¿Se siente cómodo dirigiéndose a Dios por su nombre propio, Jehová?
[Nota]
a En este reportaje, el nombre Jehová aparece en 39 formas que se utilizan en más de noventa y cinco idiomas.
[Ilustración y recuadro de la página 4]
Un rey que dio a conocer el nombre Jehová
En 1852, un grupo de misioneros partió de Hawai rumbo a las islas de Micronesia. Llevaban consigo una carta de presentación con el sello oficial de Kamehameha III, rey de las islas Hawai. La misiva, escrita originalmente en hawaiano y dirigida a los gobernantes de las islas del Pacífico, decía: “Parten para vuestras islas algunos maestros del Dios Altísimo, Jehová, con la intención de daros a conocer Su Palabra para que recibáis salvación eterna. [...] Os encomiendo estos buenos maestros para que los tratéis con estima y amistad, y os exhorto a escuchar sus instrucciones. [...] Os aconsejo que os deshagáis de los ídolos, aceptéis al Señor Jehová como Dios, le deis culto y lo améis, pues él os bendecirá y salvará”.
[Ilustración]
El rey Kamehameha III
[Reconocimiento]
Hawaii State Archives
[Ilustración de la página 3]
El Tetragrámaton (que significa “cuatro letras”) es la representación escrita del nombre divino en hebreo
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La lucha contra el nombre divino¡Despertad! 2004 | 22 de enero
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La lucha contra el nombre divino
JANANIÁ BEN TERADIÓN era un sabio del siglo II de nuestra era conocido tanto por celebrar reuniones públicas en las que explicaba el Séfer Torá (el rollo de los primeros cinco libros de la Biblia) como por usar el nombre propio de Dios y darlo a conocer. En efecto, si disertaba sobre la Torá, ¿cómo no iba a mencionar un nombre que aparece más de mil ochocientas veces en ella?
Pero corrían tiempos peligrosos para los eruditos hebreos. Según los historiadores judíos, el césar había prohibido, so pena de muerte, la enseñanza y práctica del judaísmo. Así pues, los romanos terminaron deteniendo a Ben Teradión, quien en el momento de su arresto sostenía en las manos el Séfer Torá. Ante las acusaciones que pesaban contra él, admitió con franqueza que al enseñar las Escrituras se había limitado a obedecer los mandatos divinos. Pese a todo, se le impuso la pena capital.
El día de la ejecución lo colocaron en la hoguera envuelto en el rollo bíblico que sostenía cuando lo detuvieron. Cuenta la Encyclopaedia Judaica que, “para prolongar los tormentos y demorar su muerte, le pusieron sobre el corazón esponjas de lana empapadas de agua”. Además, el castigo incluyó el ajusticiamiento de su esposa y la venta de su hija a un prostíbulo.
Aunque los responsables de la brutal ejecución de Ben Teradión fueron los romanos, el Talmuda afirma que “recibió la pena de la hoguera por haber pronunciado el Nombre con todas sus letras”. Como vemos, sus contemporáneos judíos consideraban un gravísimo pecado pronunciar el nombre propio de Dios.
El tercer mandamiento
Según parece, durante los siglos I y II de nuestra era arraigó entre los judíos una superstición sobre el empleo del nombre divino. La Misná (colección de comentarios rabínicos que se convirtió en el fundamento del Talmud) afirma que “el que pronuncia el nombre de Dios con sus letras” no tendrá parte en el futuro paraíso terrenal que promete el Creador.
¿Qué origen tuvo esta prohibición? En opinión de algunas autoridades, aquellos judíos creían que los labios humanos imperfectos eran indignos de pronunciar tan sagrado nombre. Con el tiempo incluso vacilaron a la hora de escribirlo; según los entendidos, fue por miedo a que terminara profanado si el documento que lo contenía era algún día arrojado a la basura.
La Encyclopaedia Judaica indica que “la negativa a pronunciar el nombre YHWH [...] se debía a una interpretación errónea del tercer mandamiento”. Dicho precepto del Decálogo, que Dios otorgó a los israelitas, estipulaba: “No debes tomar el nombre de Jehová tu Dios de manera indigna, porque Jehová no dejará sin castigo al que tome su nombre de manera indigna” (Éxodo 20:7). Como vemos, se tergiversó este decreto divino contra el uso indebido del nombre y se convirtió en una superstición.
Seguramente ya nadie afirma que Dios dispone la muerte en la hoguera para quien haya pronunciado Su santo nombre. Con todo, perviven muchas supersticiones judías al respecto. Para ilustrarlo, en ciertos sectores aún es frecuente referirse al Tetragrámaton como el “Nombre Inefable” o el “Nombre Impronunciable”. Para no ir en contra de la tradición, en algunos círculos se deforman a propósito todos los vocablos referentes al Altísimo. Por ejemplo, Jah (Yah), que es una abreviación del nombre personal de Dios, se lee como si dijera “Kah”, y aleluya, “aleluka”. Hay incluso quienes no escriben entero el sustantivo español Dios y reemplazan una o más letras por un guión o un apóstrofo. Así, ponen “D-s” o “D’s”.
Otras tentativas de ocultar el nombre divino
Pero el judaísmo no es, ni mucho menos, la única religión que evita el nombre divino. Dentro del catolicismo tenemos el caso de Jerónimo —sacerdote y secretario del papa Dámaso I—, quien en el año 405 E.C. concluyó una traducción al latín de toda la Biblia que llegó a conocerse como la Vulgata. En ella no incluyó el nombre divino, sino que, según la costumbre de la época, lo sustituyó por “Señor” y “Dios”. La Vulgata fue la primera versión católica autorizada de las Escrituras y sirvió de base para muchas otras en diversos idiomas.
Así mismo ocurrió con la Douay Version, Biblia inglesa de 1610 que era en esencia una traducción de la Vulgata. Por tanto, no es de extrañar que dicha Biblia tampoco incluya en ningún pasaje el nombre propio de Dios. Por otra parte, no se trata de una versión cualquiera, pues fue la única oficial para los católicos anglohablantes hasta la década de 1940. Como vemos, por siglos se ocultó el nombre divino a millones de católicos devotos.
Otro tanto sucedió en 1604, cuando el rey Jacobo I de Inglaterra comisionó a un grupo de eruditos para que tradujeran la Biblia al inglés. Siete años después sacaron a la luz la King James Version (Versión del Rey Jacobo), conocida también como Authorized Version (Versión Autorizada).
En este caso, los traductores también decidieron evitar el nombre divino y solo lo usaron en unos cuantos versículos. En los demás, el Tetragrámaton fue reemplazado por las formas “SEÑOR” o “DIOS”. Esta versión se convirtió en la Biblia oficial de millones de personas. Según indica The World Book Encyclopedia, “después de editarse la King James Version, pasaron más de doscientos años antes de que aparecieran otras versiones bíblicas importantes en inglés. Durante este período, dicha Biblia fue la más utilizada entre los anglohablantes”.
Los anteriores son tan solo tres ejemplos del sinnúmero de traducciones bíblicas que a lo largo de los siglos han omitido el nombre divino o le han restado importancia. No es de extrañar, por tanto, que la inmensa mayoría de quienes dicen ser cristianos se resistan a utilizarlo o lo desconozcan por completo. Es cierto que en el transcurso de los años algunos traductores bíblicos lo han incluido en sus versiones. Sin embargo, en casi todos los idiomas se trata de versiones recientes o que apenas han tenido impacto en la actitud mayoritaria del público hacia el nombre divino.
Práctica contraria a la voluntad divina
La tendencia generalizada de no usar el nombre divino se basa exclusivamente en las tradiciones humanas y no en las enseñanzas de la Biblia. “La Torá no contiene ni una sola indicación de que esté prohibido pronunciar el Nombre divino. Por el contrario, resulta evidente por las Escrituras que era habitual hacer mención de él”, explica el investigador judío Tracey R. Rich, autor de la página de Internet Judaism 101. En efecto, los creyentes de tiempos bíblicos usaban el santo nombre de Dios.
Es patente que el conocimiento y el empleo del nombre sagrado nos acercan a la adoración que Dios aprueba, la cual se conforma al modelo de tiempos bíblicos. Además, pueden ser el primer paso para forjar una relación con él, algo mucho mejor que sencillamente saber su nombre. Jehová de hecho nos ofrece su amistad. Por ello inspiró esta cordial invitación: “Acérquense a Dios, y él se acercará a ustedes” (Santiago 4:8). Ahora bien, tal vez se pregunte usted cómo es posible que simples mortales disfruten de una relación tan íntima con el Altísimo. El siguiente artículo explica la forma de lograrlo.
[Nota]
a El Talmud es una compilación de las antiguas tradiciones judías y se considera una de las obras más sagradas e influyentes del judaísmo.
[Recuadro de la página 6]
Aleluya
¿Qué le viene a la mente al oír la palabra aleluya? Quizás recuerde El Mesías, de Haendel, obra maestra de la música del siglo XVIII que contiene un arrobador coro de aleluya. O tal vez piense en una famosa canción patriótica de Estados Unidos The Battle Hymn of the Republic, más conocida en español como Gloria, aleluya. De lo que no hay duda es de que, en un lugar u otro, ha oído la palabra aleluya, y quizás hasta la use de vez en cuando. Ahora bien, ¿sabe lo que significa?
Aleluya: adaptación de la expresión hebrea ha·lelu-Yáh, que significa “alaben [ustedes] a Jah” o “alabad a Jah”.
Jah: abreviación poética del nombre divino, Jehová. Aparece más de cincuenta veces en la Biblia, a menudo formando parte de la expresión aleluya.
[Recuadro de la página 7]
¿Está incorporado el nombre de Dios en el suyo?
Muchos nombres bíblicos que aún son populares se derivan de un original hebreo que incorporaba el nombre propio de Dios. Veamos algunos ejemplos y su significado. Tal vez su nombre figure entre ellos.
Joel: “Jehová Es Dios”
Jonatán: “Jehová Ha Dado”
José: “Que Jah Añada”b
Josué: “Jehová Es Salvación”
Juan(a): “Jehová Ha Sido Benévolo”
[Nota]
b “Jah” es una abreviación de “Jehová”.
[Recuadro de la página 8]
Términos bíblicos aplicados a Dios
El texto hebreo de las Santas Escrituras se refiere a Dios con numerosos términos, como Todopoderoso, Creador, Padre y Señor. Sin embargo, su nombre personal supera con creces en número de apariciones a todos sus títulos juntos. Sin duda, Dios desea que usemos su nombre. Examinemos la siguiente lista de términos de las Escrituras Hebreas.c
Jehová: 6.973 veces
Dios: 2.605 veces
Todopoderoso: 48 veces
Señor: 40 veces
Hacedor: 25 veces
Creador: 7 veces
Padre: 7 veces
Anciano de Días: 3 veces
Magnífico Instructor: 2 veces
[Nota]
c Número aproximado de apariciones en la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras, editada por los testigos de Jehová.
[Recuadro de la página 9]
El Dios que hace suceder las cosas
No hay unanimidad entre los hebraístas sobre el significado del nombre Jehová. No obstante, investigaciones exhaustivas han llevado a muchos a sostener que se trata de una forma del verbo hebreo ha·wáh (llegar a ser), que significa “Él Hace que Llegue a Ser”.
Por esta razón, el pasaje de Éxodo 3:14, en el que Moisés le pregunta a Dios por Su nombre, se vierte así en la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escriturasd: “Ante esto, Dios dijo a Moisés: ‘Yo resultaré ser lo que resultaré ser’. Y añadió: ‘Esto es lo que has de decir a los hijos de Israel: “Yo resultaré ser me ha enviado a ustedes”’”.
Esta lectura es muy adecuada, pues Dios es capaz de hacer que él mismo llegue a ser lo que sea preciso. Nada puede impedirle desempeñar la función que se requiera para cumplir su voluntad, por lo que sus propósitos y promesas siempre se hacen realidad. De forma destacada, Dios resultó ser el Creador, el ser con la capacidad infinita de hacer que sucedan las cosas. En efecto, creó el universo físico y también a miríadas de criaturas espirituales. Sin lugar a dudas, es el Dios que hace suceder las cosas.
[Nota]
d Editada por los testigos de Jehová.
[Ilustración de la página 5]
Relieve que representa la ejecución de Jananiá ben Teradión
[Ilustraciones de las páginas 8 y 9]
Lugares donde se destaca el nombre de Dios
1. Iglesia del siglo XVII en Lomborg (Dinamarca).
2. Vitral de la catedral de Berna (Suiza).
3. Rollo del mar Muerto, en hebreo antiguo, c. 30-50 E.C. (Israel).
[Reconocimiento]
Shrine of the Book, Israel Museum, Jerusalem
4. Moneda sueca de 1600.
[Reconocimiento]
Kungl. Myntkabinettet, Sveriges Ekonomiska Museum
5. Devocionario alemán de 1770.
[Reconocimiento]
Del libro Die Lust der Heiligen an Jehova. Oder: Gebaet-Buch (1770)
6. Inscripción en piedra en Baviera (Alemania).
7. Piedra Moabita, del año 830 a.E.C., exhibida en París (Francia).
[Reconocimiento]
Musée du Louvre (París)
8. Fresco de la cúpula de una iglesia de Olten (Suiza)
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¿Cómo puede usted conocer a Dios por su nombre?¡Despertad! 2004 | 22 de enero
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¿Cómo puede usted conocer a Dios por su nombre?
UNA columnista recibió la siguiente carta: “Llevo toda la vida batallando con un interrogante que espero sepa contestarme: ¿Cómo se llama Dios? Los judíos afirman que el nombre auténtico se perdió hace siglos; los cristianos le dicen Jesús; los musulmanes, Alá. [...] Así que, ¿cómo se llama?”. El diario publicó la pregunta, seguida de esta respuesta: “Según las antiguas doctrinas hebreas, Dios es omnipotente, por lo que no puede verse limitado a un solo nombre. Le garantizo, no obstante, que Él (o Ella) le escuchará si usted emplea respetuosamente la designación que prefiera”.
Tal indiferencia ante el nombre divino no es rara en la actualidad. Incluso mucha gente que es religiosa y cree en la Biblia apenas se plantea este tema. Pero ¿qué opina el Ser Supremo? ¿Carece de importancia para él?
No es una cuestión intrascendente
Analicemos el hecho de que el nombre divino, Jehová, aparezca miles de veces en el texto bíblico: 7.210 en la Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras.a Fue el propio Creador quien inspiró a los escritores bíblicos para que lo usaran tanto. Uno de ellos, el salmista Asaf, dijo: “Tú, cuyo nombre es Jehová, tú solo eres el Altísimo sobre toda la tierra” (Salmo 83:18). Asimismo, David escribió en otro salmo: “Tocante al nombre de Jehová nuestro Dios haremos mención” (Salmo 20:7).
La Biblia indica que Jehová nos examina el corazón para ver qué actitud mostramos ante su nombre. Así lo señaló el salmista: “Si hemos olvidado el nombre de nuestro Dios [...], ¿no averiguará esto Dios mismo? Porque él está enterado de los secretos del corazón” (Salmo 44:20, 21). Por su parte, el profeta Isaías escribió: “¡Den gracias a Jehová! Invoquen su nombre. Den a conocer entre los pueblos sus tratos. Hagan mención de que su nombre está puesto en alto” (Isaías 12:4).
El propio Dios aseguró: “Tendrán que saber que mi nombre es Jehová” (Jeremías 16:21). Y en otra ocasión declaró: “Ciertamente santificaré mi gran nombre, que estaba siendo profanado entre las naciones [...]; y las naciones tendrán que saber que yo soy Jehová” (Ezequiel 36:23). Algunas de estas declaraciones apuntan al tiempo en que el Todopoderoso hará objeto de su cólera a quienes tratan su nombre con falta de respeto. Por consiguiente, para él no es intrascendente la cuestión de su nombre propio.
Jehová Dios no está lejos de nosotros
¿Cómo se llega a conocer a Dios por su nombre, y qué implica esto? La Biblia da la respuesta: “Los que conocen tu nombre confiarán en ti” (Salmo 9:10). Es patente, pues, que no solo se trata de saber cómo se llama Dios, sino también de tener fe absoluta en él. Es preciso aprender acerca de su manera de ser, sus cualidades y criterios, lo que a su vez nos infundirá confianza.
Solo leyendo y estudiando con cuidado las Escrituras lograremos comprender a fondo la clase de Dios que es Jehová. De hecho, él promete proteger a quien muestre afecto a su persona y nombre, al decir: “Porque en mí él ha puesto su cariño, yo también le proveeré escape. Lo protegeré porque ha llegado a conocer mi nombre. Él me invocará, y yo le responderé. Estaré con él en la angustia. Lo libraré y lo glorificaré. Con largura de días lo satisfaré, y le haré ver la salvación por mí” (Salmo 91:14-16).
¡Qué relación tan maravillosa mantiene Jehová con quienes lo conocen por su nombre! Usted, lector, también puede disfrutar de tal amistad. En sus oraciones sinceras no dude en invocar a Dios por su nombre. Él le responderá, pues como dice la Biblia, “no está muy lejos de cada uno de nosotros” (Hechos 17:27).
[Nota]
a La Traducción del Nuevo Mundo de las Santas Escrituras, editada por los testigos de Jehová, es una versión que emplea lenguaje actual en vez de los arcaísmos de las traducciones antiguas. Pero su rasgo más destacado es que restaura el nombre divino a su legítimo lugar en el texto bíblico. Hasta la fecha se han impreso 122 millones de ejemplares en 45 idiomas.
[Ilustración y recuadro de la página 11]
Dios nos conoce por nuestro nombre
Dios le aseguró a Moisés: “De veras te conozco por [tu] nombre” (Éxodo 33:12). Corrobora este hecho el famoso relato bíblico de la zarza ardiente, pues dice que Jehová “lo llamó de en medio de la zarza y dijo: ‘¡Moisés!, ¡Moisés!’” (Éxodo 3:4). Aquella fue una de las muchas ocasiones en las que el Creador del universo se dirigió a personas particulares por su nombre propio. Es obvio que él se interesa en cada uno de nosotros individualmente.
La Biblia dice que Dios conoce por su nombre a los miles de millones de estrellas que existen (Isaías 40:26). ¡Cuánto más le preocuparán los seres humanos que lo adoran! Como indicó el apóstol Pablo, “Jehová conoce a los que le pertenecen” (2 Timoteo 2:19). No solo sabe de memoria los nombres de sus siervos, sino que los conoce íntimamente. De igual modo, nosotros tenemos que conocerlo a él por su nombre y entender bien sus cualidades.
El último libro de la Biblia habla de un registro simbólico en el que Dios escribe los nombres de quienes le han servido a lo largo de la historia. Se llama “el rollo de la vida”, pues consigna los nombres de todos aquellos a quienes Jehová concederá vida eterna (Revelación [Apocalipsis] 17:8). ¡Qué magnífico futuro les aguarda a quienes conocen al Altísimo por su nombre!
[Ilustración y recuadro de la página 12]
Proclamaron el nombre divino
● Moisés en el cántico que entonó cuando Israel iba a entrar en la Tierra Prometida: “Declararé el nombre de Jehová” (Deuteronomio 32:3).
● David al responder al gigante Goliat: “Yo voy a ti con el nombre de Jehová de los ejércitos” (1 Samuel 17:45).
● Job al reaccionar ante la pérdida de sus bienes y la muerte súbita de sus hijos: “Continúe siendo bendito el nombre de Jehová” (Job 1:21).
● El apóstol Pedro citando las Escrituras Hebreas en un discurso: “Todo el que invoque el nombre de Jehová será salvo” (Hechos 2:21).
● El profeta Isaías: “¡Den gracias a Jehová! Invoquen su nombre. [...] Hagan mención de que su nombre está puesto en alto” (Isaías 12:4).
● Jesucristo al enseñar a sus discípulos a orar: “Ustedes, pues, tienen que orar de esta manera: ‘Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre’” (Mateo 6:9, 10).
● Jesucristo en oración a Dios: “He puesto tu nombre de manifiesto” (Juan 17:6).
● Dios hablando a su pueblo: “Yo soy Jehová. Ese es mi nombre; y a ningún otro daré yo mi propia gloria” (Isaías 42:8).
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