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Nuestro Magnífico Creador y sus obrasLa Atalaya 1993 | 1 de enero
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Nuestro Magnífico Creador y sus obras
¡QUÉ MAGNÍFICO! Las atronadoras cataratas de Iguazú o Niágara, los imponentes cañones de Colorado o Hawai, los esplendorosos fiordos de Noruega o Nueva Zelanda... ¡cuánta admiración suscitan estas maravillas de la naturaleza! Pero ¿son solo productos casuales de la llamada Madre Naturaleza? No, ¡son mucho más que eso! Son las obras imponentes de un Magnífico Creador, un Padre celestial amoroso de quien el rey Salomón escribió: “Todo lo ha hecho bello a su tiempo. Aun el tiempo indefinido ha puesto en el corazón de ellos, para que la humanidad nunca descubra la obra que el Dios verdadero ha hecho desde el comienzo hasta el fin”. (Eclesiastés 3:11.) Ciertamente, al ser humano le tomaría una eternidad descubrir todas las obras gloriosas con las que nuestro Creador ha llenado el universo.
¡Qué Magnífico Creador tenemos! Y qué contentos estamos de que este Dios Todopoderoso “al fin de estos días nos [haya] hablado por medio de un Hijo, a quien nombró heredero de todas las cosas, y mediante el cual hizo los sistemas de cosas”. (Hebreos 1:2.) Este Hijo, Jesucristo, apreció la bondad de toda la creación de su Padre. Se refirió con frecuencia a la creación cuando ilustró los propósitos de su Padre y cuando dirigió palabras de ánimo a sus oyentes. (Mateo 6:28-30; Juan 4:35, 36.) Muchos han percibido “por fe” que los prodigios de la creación “fueron puestos en orden por la palabra de Dios”. (Hebreos 11:3.) Nuestra vida diaria debe reflejar esta fe. (Santiago 2:14, 26.)
Las creaciones de nuestro Dios son, en verdad, magníficas. Reflejan de manera maravillosa su sabiduría, poder, justicia y amor. Por ejemplo, inclinó la Tierra y la puso en órbita alrededor del Sol de modo que su futura creación, el hombre, pudiera disfrutar de la agradable sucesión de las estaciones. Dios dijo: “Durante todos los días que continúe la tierra, nunca cesarán siembra y cosecha, y frío y calor, y verano e invierno, y día y noche”. (Génesis 8:22.) Además, abasteció la Tierra con un sinnúmero de minerales valiosos. Sobre todo, proveyó agua en abundancia, que más tarde se convertiría en componente fundamental y sostén de toda la vida terrestre.
En una secuencia ordenada de seis ‘días creativos’, cada uno de miles de años de duración, la “fuerza activa de Dios” preparó la Tierra para que el hombre la habitara. La luz que nos permite ver, el aire que respiramos, la tierra seca donde vivimos, la vegetación, la sucesión de día y noche, los peces, las aves, los animales..., todos fueron producidos en orden por nuestro Magnífico Creador para el servicio y deleite del hombre. (Génesis 1:2-25.) Ciertamente podemos unirnos al salmista y exclamar: “¡Cuántas son tus obras, oh Jehová! Con sabiduría las has hecho todas. La tierra está llena de tus producciones”. (Salmo 104:24.)
La obra maestra de la creación de Dios
Al acercarse el fin del sexto “día” creativo, Dios hizo al hombre y luego a su ayudante, la mujer. ¡Qué broche de oro para la creación terrestre, mucho más maravilloso que todas las creaciones físicas anteriores! Salmo 115:16 nos informa: “En cuanto a los cielos, a Jehová pertenecen los cielos, pero la tierra la ha dado a los hijos de los hombres”. Por ello Jehová hizo a las almas humanas de manera que pudieran disfrutar y aprovecharse de lo que había creado anteriormente en la Tierra. Cuántas gracias debemos dar por nuestros ojos —más complejos que la mejor cámara—, que pueden captar el mundo lleno de color que nos rodea. Tenemos los oídos —mejores que cualquier sistema de sonido hecho por el hombre— para disfrutar de la conversación, la música y el canto melódico de las aves. Poseemos la facultad del habla, para la que necesitamos la versátil lengua. Las papilas gustativas de la lengua, combinadas con nuestro sentido del olfato, nos permiten disfrutar del sabor de una variedad interminable de alimentos. ¡Y cuánto apreciamos la caricia de una mano amorosa! Sin duda podemos dar gracias a nuestro Creador, como lo hizo el salmista al decir: “Te elogiaré porque de manera que inspira temor estoy maravillosamente hecho. Tus obras son maravillosas, como muy bien percibe mi alma”. (Salmo 139:14.)
La bondad amorosa de nuestro Creador
El salmista escribió: “Den gracias a Jehová, porque él es bueno [...]; el Hacedor de cosas maravillosas, grandes, a solas: porque su bondad amorosa es hasta tiempo indefinido”. (Salmo 136:1-4.) Esta bondad amorosa lo está impulsando ahora a hacer cosas maravillosas mucho mayores que cualquiera de las creaciones descritas antes. Sí, aunque está descansando en lo que respecta a la creación de cosas materiales, sigue creando en un plano espiritual. Lo está haciendo para responder a un desafío inicuo que se le lanzó. ¿Cuál fue?
Dios puso al primer hombre y a la primera mujer en un paraíso glorioso, Edén. Sin embargo, un ángel renegado, Satanás, se erigió en dios e hizo que la pareja humana se rebelara contra Jehová. Con justicia, Dios los sentenció a muerte, de modo que sus hijos, toda la raza humana, nacieron en pecado y en una condición moribunda. (Salmo 51:5.) El relato bíblico sobre Job indica que Satanás desafió a Dios alegando que ningún hombre sería íntegro a Él bajo prueba. Pero Job demostró que Satanás es un mentiroso impenitente, como también han demostrado muchos otros siervos fieles de Dios desde tiempos bíblicos hasta nuestros días. (Job 1:7-12; 2:2-5, 9, 10; 27:5.) Jesús, un hombre perfecto, puso el mejor ejemplo de integridad. (1 Pedro 2:21-23.)
Por ello Jesús estaba en posición de decir: “El gobernante del mundo [Satanás] viene. Y él no tiene dominio sobre mí”. (Juan 14:30.) Sin embargo, “el mundo entero yace en el poder del inicuo” hasta este día. (1 Juan 5:19.) Como Satanás puso en tela de juicio la rectitud de la soberanía de Jehová, se le concedieron unos 6.000 años para mostrar si puede gobernar con éxito a la raza humana. Las condiciones cada vez peores de la humanidad dan testimonio de su miserable fracaso. Nuestro amoroso Dios, Jehová, pronto eliminará esta corrupta sociedad mundial y ejercerá su recta soberanía sobre la Tierra. ¡Qué alivio supondrá este cambio para todos los seres humanos que anhelan un gobierno pacífico y justo! (Salmo 37:9-11; 83:17, 18.)
Sin embargo, ¡esto no es todo! La bondad amorosa de Dios se demostrará a mayor grado sobre la base de las palabras de Jesús en Juan 3:16: “Tanto amó Dios al mundo [de la humanidad] que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que ejerce fe en él no sea destruido, sino que tenga vida eterna”. El que se vuelva a dar a la humanidad la perspectiva de vida eterna en la Tierra implica la creación de nuevas cosas. ¿Cuáles? ¿Cómo beneficiarán a la humanidad doliente? El próximo artículo contesta estas preguntas.
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¡Se producen nuevas creaciones!La Atalaya 1993 | 1 de enero
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¡Se producen nuevas creaciones!
EL SABIO rey Salomón dijo en una ocasión: “No hay nada nuevo bajo el sol”. (Eclesiastés 1:9.) Esto es cierto con respecto al mundo físico en el que vivimos, pero ¿qué se puede decir del extenso ámbito de la creación espiritual de Jehová? En ese ámbito, alguien mayor que Salomón, en realidad alguien que fue el hombre más grande de todos los tiempos, se convirtió en una nueva creación sobresaliente. ¿Cómo sucedió?
Jesús, el hombre perfecto, se presentó en el año 29 de nuestra era común para que Juan lo bautizara en el río Jordán. “Después que Jesús fue bautizado, inmediatamente salió del agua; y, ¡mire!, los cielos se abrieron, y él vio descender como paloma el espíritu de Dios que venía sobre él. ¡Mire! También hubo una voz desde los cielos que decía: ‘Este es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado’.” (Mateo 3:16, 17.) De este modo, el hombre Cristo Jesús fue el primero de una nueva creación, ungido para hacer la voluntad de Dios. Más tarde, sobre la base de su muerte en sacrificio, Jesús llegó a ser el Mediador de un nuevo pacto entre Dios y un grupo escogido de hombres. Cada uno de ellos se convirtió en “una nueva creación”, engendrado por el espíritu de Dios a una esperanza celestial, con la perspectiva de reinar con Jesús en su Reino celestial. (2 Corintios 5:17; 1 Timoteo 2:5, 6; Hebreos 9:15.)
Estos cristianos ungidos, engendrados por espíritu, han sido recogidos en unión con Cristo a lo largo de los siglos para formar la verdadera congregación cristiana, una nueva creación en sí misma. Dios la llamó de este mundo con un propósito, como explica el apóstol Pedro: “Ustedes son ‘una raza escogida, un sacerdocio real, una nación santa, un pueblo para posesión especial, para que declaren en público las excelencias’ de aquel que los llamó de la oscuridad a su luz maravillosa”. (1 Pedro 2:9.) Al igual que Cristo Jesús, la primera nueva creación de Dios, los siguientes miembros de esta nueva creación tenían la obligación primordial de predicar las buenas nuevas. (Lucas 4:18, 19.) En total ascenderían a 144.000, y cada uno de ellos tendría que “vestirse de la nueva personalidad que fue creada conforme a la voluntad de Dios en verdadera justicia y lealtad”. (Efesios 4:24; Revelación 14:1, 3.) Para ello tenían que cultivar el “fruto del espíritu”, que se describe en Gálatas 5:22, 23, y encargarse fielmente de su mayordomía. (1 Corintios 4:2; 9:16.)
¿Qué puede decirse de esta nueva creación en tiempos modernos? Según el horario bíblico, en el año 1914 se cumplieron las palabras de Revelación 11:15: “El reino del mundo sí llegó a ser el reino de nuestro Señor [Jehová] y de su Cristo, y él reinará para siempre jamás”. Lo primero que hizo Cristo como Rey recién coronado fue echar a Satanás y a sus ángeles demoníacos del cielo a la vecindad de la Tierra. Esta acción supuso un “ay para la tierra”, que empezó con la primera guerra mundial y las calamidades que le siguieron. (Revelación 12:9, 12, 17.)
Esto también sirvió para anunciar a los de la nueva creación que quedaban en la Tierra que tenían que participar en el cumplimiento de la profecía de Jesús: “Estas buenas nuevas del reino [establecido] se predicarán en toda la tierra habitada para testimonio a todas las naciones; y entonces vendrá el fin”. ¿Qué es ese “fin”? Jesús lo explica: “Entonces habrá gran tribulación como la cual no ha sucedido una desde el principio del mundo hasta ahora, no, ni volverá a suceder. De hecho, a menos que se acortaran aquellos días, ninguna carne se salvaría; mas por causa de los escogidos aquellos días serán acortados”. (Mateo 24:3-14, 21, 22.)
El espíritu de Jehová impulsó a los ungidos de su nueva creación a mantenerse ocupados en la campaña de predicación más extensa que jamás se ha llevado a cabo en la Tierra. El número de esos celosos proclamadores del Reino aumentó de unos cuantos miles en 1919 a unos 50.000 para mediados de los años treinta. Como se había profetizado, “por toda la tierra salió su sonido, y hasta las extremidades de la tierra habitada sus expresiones”. (Romanos 10:18.)
¿Serían los restantes de la nueva creación los únicos recogidos para salvación? No, pues la profecía había dicho que los ángeles de Dios retendrían los vientos de la gran tribulación hasta que se terminara el recogimiento no solo de los israelitas espirituales con esperanza celestial, sino también de “una gran muchedumbre, que ningún hombre podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas”. ¿Cuál sería su destino? Saldrían indemnes “de la gran tribulación” para disfrutar de vida eterna en una Tierra paradisíaca. (Revelación 7:1-4, 9, 14.)
Felizmente, esta gran muchedumbre, recogida de unos 229 países, ha aumentado hasta llegar a casi 4.500.000 Testigos activos. Y están llegando muchos más, como lo muestra la asistencia de 11.431.171 a la Conmemoración de la muerte de Jesús el 17 de abril del año pasado. De todos estos millones, solo 8.683, que afirman ser de los de la nueva creación que quedan en la Tierra, participaron de los emblemas de la Conmemoración. Este pequeño grupo nunca hubiera podido acometer por sí solo la inmensa campaña de predicación que se lleva a cabo hoy día. Los millones de personas que componen la gran muchedumbre trabajan ahora hombro a hombro con ellos en esta obra. (Sofonías 3:9.) Además, algunos miembros bien preparados de la gran muchedumbre efectúan en la actualidad trabajo administrativo y de otra índole junto con el Cuerpo Gobernante ungido del Israel espiritual, tal como los netineos, que no eran israelitas, trabajaron con los sacerdotes en la reparación de los muros de Jerusalén. (Nehemías 3:22-26.)
Creación de “nuevos cielos y una nueva tierra”
¡Qué gozo acompaña a este recogimiento! Es tal como Jehová dijo que sería: “¡Miren!, voy a crear nuevos cielos y una nueva tierra; y las cosas anteriores no serán recordadas, ni subirán al corazón. Pero alborócense y estén gozosos para siempre en lo que voy a crear. Porque, ¡miren!, voy a crear a Jerusalén una causa para gozo y a su pueblo una causa para alborozo. Y ciertamente estaré gozoso en Jerusalén y me alborozaré en mi pueblo; y ya no se oirá más en ella el sonido de llanto ni el sonido de un lastimero clamor”. (Isaías 65:17-19.) Los nuevos cielos de la creación de Jehová finalmente estarán compuestos por Cristo Jesús y los 144.000 resucitados de la nueva creación que han sido comprados de la humanidad durante los pasados 19 siglos. Son muchísimo más gloriosos que cualquier gobierno terrestre que haya gobernado en la Jerusalén literal, incluso el del tiempo de Salomón. Incluyen a la Nueva Jerusalén, la ciudad celestial, descrita en toda su relumbrante belleza en el capítulo 21 de Revelación.
La Nueva Jerusalén es la novia espiritual de Cristo, sus 144.000 seguidores ungidos, quienes se unen a su Novio en el cielo después de la muerte y resurrección espiritual. En Revelación 21:1-4 se muestra que ‘descienden del cielo desde Dios’, es decir, que él los utiliza para derramar bendiciones sobre la humanidad aquí en la Tierra. Así se cumple la profecía: “¡Mira! La tienda de Dios está con la humanidad, y él residirá con ellos, y ellos serán sus pueblos. Y Dios mismo estará con ellos. Y limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado”.
¡Qué agradecidos podemos estar de que Dios haya creado esos nuevos cielos! A diferencia de los gobiernos corruptos y transitorios que han plagado por tanto tiempo a la humanidad, este gobierno divino será permanente. La nueva creación y su descendencia espiritual, la gran muchedumbre, se alegran mucho de esta otra promesa de Dios: “Porque tal como los nuevos cielos y la nueva tierra que voy a hacer subsisten delante de mí —es la expresión de Jehová—, así seguirán subsistiendo la prole de ustedes y el nombre de ustedes”. (Isaías 66:22.)
“La nueva tierra” tiene su origen en esta descendencia de los ungidos de la nueva creación. Es la nueva sociedad humana temerosa de Dios en la Tierra. El odio, el delito, la violencia, la corrupción y la inmoralidad de la sociedad humana actual subrayan la necesidad de un cambio completo a una nueva sociedad en la Tierra que funcione bajo la dirección de los benévolos nuevos cielos. Este es el propósito de Jehová. Tal como ha creado unos nuevos cielos, también está creando una nueva tierra, reuniendo a la gran muchedumbre como núcleo de una nueva sociedad mundial pacífica. Solo esta sociedad sobrevivirá a “la gran tribulación”. (Revelación 7:14.)
¿Qué podemos esperar después de la gran tribulación? Hablando a sus apóstoles, los primeros escogidos para formar parte de los nuevos cielos que gobernarán la nueva tierra, Jesús prometió: “En verdad les digo: En la re-creación, cuando el Hijo del hombre se siente sobre su trono glorioso, ustedes los que me han seguido también se sentarán sobre doce tronos”. (Mateo 19:28.) Los 144.000 que componen esta Nueva Jerusalén participarán con Jesús en juzgar a la humanidad. La base de la sociedad humana será entonces el amor, no el odio ni el egoísmo. Se erradicarán los problemas tribuales, raciales y nacionalistas. La resurrección devolverá a la vida progresivamente a los seres amados. Los miles de millones de personas de la humanidad fiel se convertirán en una gran familia unida, elevada a la perfección para vivir eternamente en una Tierra transformada en un paraíso.
Esto será mucho más que Utopía o Jauja. Será una creación permanente: “nuevos cielos y una nueva tierra que esperamos según su promesa, y en estos la justicia habrá de morar”. (2 Pedro 3:13.) Esta es ciertamente una perspectiva maravillosa, una promesa magnífica de aquel que dijo: “¡Mira! Estoy haciendo nuevas todas las cosas”, y que añadió la declaración inspiradora de fe: “Estas palabras son fieles y verdaderas”. (Revelación 21:5.)
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