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El deseo de la humanidad de complacer a DiosLa Atalaya 2004 | 15 de mayo
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El deseo de la humanidad de complacer a Dios
SEGÚN señaló John Bowker en su libro God—A Brief History (Breve historia de la creencia en Dios), “nunca ha habido una sociedad humana en la cual la figura de Dios no haya estado presente, por lo general en un papel controlador y creador. Esto se cumple incluso en aquellas sociedades que se han propuesto secularizarse”. De una forma o de otra, el deseo de hallar a Dios y gozar de su favor ha sido una característica constante del comportamiento humano. Muchas personas de todo el mundo desean de corazón agradar a Dios. Obviamente, el modo como intentan hacerlo varía en función de sus creencias.
Algunos creen que para disfrutar del favor de Dios basta con llevar una vida recta. Otros piensan que obtendrán la aprobación divina si realizan obras de caridad. Además, para millones de personas, las ceremonias y los rituales religiosos revisten mucha importancia.
Por otra parte, hay quienes consideran que Dios está fuera de su alcance, muy alejado o muy ocupado con otros asuntos para prestar atención a la gente común. Se dice que el filósofo Epicuro de la antigua Grecia creía que ‘los dioses estaban demasiado lejos para hacernos ningún mal o ningún bien’. Sin embargo, un gran número de los que comparten esta opinión son personas religiosas. Algunos incluso ofrecen sacrificios y llevan a cabo rituales con la esperanza de apaciguar a sus antepasados muertos.
¿Qué cree usted? ¿Presta atención Dios a nuestros intentos de ganarnos su aprobación? ¿Será posible tocar su corazón y complacerlo?
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Podemos alegrar a DiosLa Atalaya 2004 | 15 de mayo
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Podemos alegrar a Dios
¿DE VERDAD podemos influir en cómo se siente Dios? ¿Tiene él la capacidad de alegrarse? Se ha definido a Dios como “la realidad suprema o máxima”. ¿Y si esa imponente realidad no fuera más que una fuerza? ¿Podemos esperar que una fuerza impersonal se regocije? Claro que no. Examinemos, sin embargo, lo que la Biblia dice acerca de Dios.
“Dios es un Espíritu”, dijo Jesucristo (Juan 4:24). Un espíritu es una forma de vida distinta de la humana. Aunque resulta invisible para el hombre, tiene cuerpo, un cuerpo “espiritual” (1 Corintios 15:44; Juan 1:18). Valiéndose de figuras retóricas, la Biblia incluso dice que Dios tiene ojos, oídos, manos, etc.a También nos indica que tiene un nombre propio: Jehová (Salmo 83:18). Así pues, el Dios de la Biblia es una persona de naturaleza espiritual (Hebreos 9:24). “Él es el Dios vivo y el Rey hasta tiempo indefinido.” (Jeremías 10:10.)
Como toda persona viva real, Jehová puede pensar y actuar. Además de cualidades y sentimientos, tiene sus preferencias. De hecho, en la Biblia abundan las expresiones que revelan lo que le agrada y lo que no. A diferencia de los dioses e imágenes hechos por el hombre, que no hacen sino reflejar las características y cualidades de sus creadores, el Dios todopoderoso, Jehová, dio origen a los sentimientos del ser humano (Génesis 1:27; Isaías 44:7-11).
Sin duda alguna, Jehová es el “Dios feliz” (1 Timoteo 1:11). No solo se deleita en sus obras creativas, sino que también disfruta con la realización de su propósito. Mediante el profeta Isaías, Jehová declara: “Todo lo que es mi deleite haré [...]. Hasta lo he hablado; también lo haré venir. Lo he formado, también lo haré” (Isaías 46:9-11). El salmista cantó: “Jehová se regocijará en sus obras” (Salmo 104:31). Pero todavía existe otra fuente de alegría para Dios. Él dice: “Sé sabio, hijo mío, y regocija mi corazón” (Proverbios 27:11). Piense en lo que eso significa: ¡podemos alegrar a Dios!
Cómo alegrar el corazón de Dios
Veamos cómo regocijó el cabeza de familia Noé el corazón de Jehová. Noé “halló favor a los ojos de Jehová” porque “resultó exento de falta entre sus contemporáneos”. En marcado contraste con la maldad de la gente de aquel tiempo, la fe y la obediencia de Noé complacieron tanto a Dios que se pudo decir que “Noé andaba con el Dios verdadero” (Génesis 6:6, 8, 9, 22). “Por fe Noé [...] mostró temor piadoso y construyó un arca para la salvación de su casa.” (Hebreos 11:7.) Debido a que Jehová estaba complacido con Noé, los bendijo tanto a él como a su familia permitiéndoles sobrevivir a aquel turbulento período de la historia humana.
El patriarca Abrahán también tenía una clarísima idea de los sentimientos y pensamientos de Jehová. Su profundo conocimiento de la forma de pensar divina quedó patente cuando Dios le avisó que destruiría a Sodoma y Gomorra debido a su depravación. Abrahán conocía muy bien a Jehová y sabía que era impensable que Él ejecutara a justos y malvados por igual (Génesis 18:17-33). Años después, obedeciendo un mandato divino, “ofreció, por decirlo así, a Isaac” porque “estimó que Dios podía levantarlo hasta de entre los muertos” (Hebreos 11:17-19; Génesis 22:1-18). Abrahán estaba tan en sintonía con el sentir de Dios y manifestó una fe y una obediencia tan fuertes que “vino a ser llamado ‘amigo de Jehová’” (Santiago 2:23).
Otro hombre que procuró por todos los medios alegrar el corazón de Dios fue el rey David del antiguo Israel. Jehová dijo con respecto a él: “He hallado a David hijo de Jesé, varón agradable a mi corazón, que hará todas las cosas que yo deseo” (Hechos 13:22). Antes de enfrentarse al gigante Goliat, el joven David depositó toda su confianza en Dios y dijo a Saúl, el entonces rey de Israel: “Jehová, que me libró de la garra del león y de la garra del oso, él es quien me librará de la mano de este filisteo”. Jehová bendijo la confianza de David en Él y le permitió dar muerte a Goliat (1 Samuel 17:37, 45-54). David deseaba que tanto sus acciones como “los dichos de [su] boca y la meditación de [su] corazón lleg[asen] a ser placenteros delante de [...] Jehová” (Salmo 19:14).
¿Y nosotros? ¿Cómo podemos agradar a Jehová? Cuanto mejor conozcamos sus sentimientos, mejor sabremos qué hacer para alegrar su corazón. Por tanto, cuando leamos la Biblia, es fundamental que nos esforcemos por captar los sentimientos de Dios de modo que “se [nos] llene del conocimiento exacto de su voluntad en toda sabiduría y comprensión espiritual, para que ande[mos] de una manera digna de Jehová a fin de que le agrade[mos] plenamente” (Colosenses 1:9, 10). Este conocimiento, a su vez, nos ayuda a cultivar fe, lo que resulta esencial, dado que “sin fe es imposible serle de buen agrado [a Dios]” (Hebreos 11:6). En efecto, si nos esmeramos por fortalecer la fe y vivimos de acuerdo con la voluntad de Jehová, conseguiremos alegrar su corazón. De igual modo, trataremos por todos los medios de no herirlo.
No hiramos los sentimientos de Jehová
En el relato de los días de Noé encontramos un ejemplo de cómo se puede lastimar los sentimientos de Jehová. Por aquel entonces, “la tierra se llenó de violencia. De modo que Dios vio la tierra y, ¡mire!, estaba arruinada, porque toda carne había arruinado su camino sobre la tierra”. ¿Cómo se sintió Dios al contemplar la depravación y la violencia? La Biblia dice: “Jehová sintió pesar por haber hecho a hombres en la tierra, y se sintió herido en el corazón” (Génesis 6:5, 6, 11, 12). Dios sintió pesar en el sentido de que, al ver cuánto se había envilecido la conducta humana, cambió su actitud hacia la perversa generación antediluviana. De Creador de los seres humanos pasó a ser su destructor debido al desagrado que le causó su maldad.
Jehová se apesadumbraba igualmente cuando su propio pueblo, la antigua nación de Israel, despreciaba una y otra vez sus sentimientos y su guía amorosa. El salmista se lamentó: “¡Cuán a menudo se rebelaban contra él en el desierto, lo hacían sentirse herido en el desierto árido! Y vez tras vez ponían a Dios a prueba, y causaban dolor aun al Santo de Israel”. Sin embargo, “él era misericordioso; cubría el error y no arruinaba. Y muchas veces hizo que su cólera se volviera atrás, y no despertaba toda su furia” (Salmo 78:38-41). Aunque los rebeldes israelitas terminaban por sufrir las merecidas consecuencias de sus pecados, la Biblia dice que “durante el tiempo de toda la angustia de ellos le [era] angustioso a [Dios]” (Isaías 63:9).
Pese a las abundantes muestras del cariño que Dios sentía por ellos, los israelitas “continuamente estuvieron burlándose de los mensajeros del Dios verdadero y despreciando sus palabras y mofándose de sus profetas, hasta que la furia de Jehová subió contra su pueblo, hasta que no hubo curación” (2 Crónicas 36:16). A la larga, la obstinada rebeldía de ellos ‘hizo que el espíritu santo de Jehová se sintiera herido’, hasta tal punto que perdieron el favor divino (Isaías 63:10). ¿Cuál fue el resultado? Jehová les retiró con justicia su protección, y les sobrevino la calamidad, pues los babilonios conquistaron Judá y arrasaron Jerusalén (2 Crónicas 36:17-21). Es lamentable que las personas opten por seguir un estilo de vida pecaminoso que ofende y angustia a su Creador.
La Biblia no deja dudas acerca del profundo dolor que le causa a Dios la mala conducta (Salmo 78:41). Entre las cosas que le resultan ofensivas e incluso detestables se incluyen el orgullo, la mentira, el asesinato, la magia, la adivinación, la adoración de antepasados, la moralidad relajada, la homosexualidad, la infidelidad matrimonial, el incesto y la opresión de los pobres (Levítico 18:9-29; 19:29; Deuteronomio 18:9-12; Proverbios 6:16-19; Jeremías 7:5-7; Malaquías 2:14-16).
¿Qué opina Jehová de la idolatría? Éxodo 20:4, 5 declara: “No debes hacerte una imagen tallada ni una forma parecida a cosa alguna que esté en los cielos arriba o que esté en la tierra debajo o que esté en las aguas debajo de la tierra. No debes inclinarte ante ellas ni ser inducido a servirlas”. ¿Por qué? Porque una imagen “es cosa detestable a Jehová tu Dios” (Deuteronomio 7:25, 26). El apóstol Juan advirtió: “Hijitos, guárdense de los ídolos” (1 Juan 5:21). Y el apóstol Pablo escribió: “Amados míos, huyan de la idolatría” (1 Corintios 10:14).
Busquemos el favor de Dios
Dios “tiene intimidad con los rectos”, y “los exentos de culpa en su camino le son un placer” (Proverbios 3:32; 11:20). Por el contrario, quienes se empeñan en ofender a Dios pasando por alto deliberadamente su justicia y sus sentimientos pronto sufrirán las consecuencias de desagradarle (2 Tesalonicenses 1:6-10). Es más, Dios pondrá fin en breve a la maldad tan extendida en nuestros tiempos (Salmo 37:9-11; Sofonías 2:2, 3).
No obstante, la Biblia aclara que Jehová “no desea que ninguno sea destruido; más bien, desea que todos alcancen el arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Él prefiere expresar su afecto por los justos que le aman a mostrar su desagrado por quienes deciden ser irreformables. Jehová no se deleita “en la muerte del inicuo, sino en que alguien inicuo se vuelva de su camino y realmente siga viviendo” (Ezequiel 33:11).
Así pues, nadie tiene por qué ser objeto de la ira de Jehová, pues nuestro Dios “es muy tierno en cariño, y misericordioso” (Santiago 5:11). Con plena confianza en los sentimientos de Dios, podemos ‘echar sobre él toda nuestra inquietud, porque él se interesa por nosotros’ (1 Pedro 5:7). No le quepa duda de que quienes alegran el corazón de Dios cuentan con la magnífica perspectiva de disfrutar de su favor y amistad. De ahí que sea más urgente que nunca antes seguir “asegurándose de lo que es acepto al Señor” (Efesios 5:10).
¡Qué maravilloso es que Dios nos haya revelado por bondad inmerecida sus gloriosas cualidades y sentimientos! En nuestras manos está alegrar su corazón. Si este es su deseo, lo animamos a ponerse en contacto con los testigos de Jehová de su localidad, quienes le mostrarán encantados lo que a ellos les ha resultado práctico y factible en su empeño por agradar a Dios.
[Nota]
a Véase el recuadro titulado “¿Por qué en la Biblia se describe a Dios con características humanas?”.
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