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Aborrezcamos lo que es inicuoLa Atalaya 1997 | 1 de enero
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En cambio, el mundo aprueba todo tipo de inmoralidad. Aunque los cristianos verdaderos son distintos, no deben olvidar que muchos de los que ahora sirven a Jehová estuvieron alguna vez en el mundo. Hay gran cantidad de personas que antes de conocer a nuestro santo Dios, no veían ninguna razón para no satisfacer los deseos y las fantasías de su carne caída, y se revolcaban en un “bajo sumidero de disolución”. (1 Pedro 4:4.) Después de hablar de las prácticas repugnantes de la gente degradada de las naciones, el apóstol Pablo dijo: “Eso era lo que algunos de ustedes eran”. No obstante, siguió diciendo: “Pero ustedes han sido lavados, pero ustedes han sido santificados, pero ustedes han sido declarados justos en el nombre de nuestro Señor Jesucristo y con el espíritu de nuestro Dios”. (1 Corintios 6:11.)
Palabras reconfortantes, sin duda. No importa lo que alguien haya hecho en el pasado, esa persona cambia cuando las gloriosas buenas nuevas acerca del Cristo tocan su corazón. Entonces ejerce fe y se dedica a Jehová Dios. De ese momento en adelante vive una vida pura moralmente, limpia a los ojos de Dios. (Hebreos 9:14.) Los pecados que cometió anteriormente le son perdonados, y puede ‘extenderse hacia adelante a las cosas más allá’.a (Filipenses 3:13, 14; Romanos 4:7, 8.)
Jehová perdonó a David, arrepentido, su asesinato y adulterio, y perdonó a Manasés, también arrepentido, su idolatría inmoral y su mucho derramamiento de sangre. (2 Samuel 12:9, 13; 2 Crónicas 33:2-6, 10-13.) Podemos estar verdaderamente agradecidos de que él esté dispuesto a perdonarnos a nosotros también si nos arrepentimos y nos acercamos a él con sinceridad y humildad. Ahora bien, aunque Jehová perdonó a David y Manasés, estos dos hombres, y todo Israel, tuvieron que sufrir las consecuencias de sus pecados. (2 Samuel 12:11, 12; Jeremías 15:3-5.) Del mismo modo, aun cuando Jehová perdona a los pecadores que se arrepienten, tal vez haya consecuencias de sus acciones que estos no puedan eludir.
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Aborrezcamos lo que es inicuoLa Atalaya 1997 | 1 de enero
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Cuando peca un cristiano dedicado
Jehová comprende que somos débiles y que podemos caer en el pecado incluso después del bautismo. El apóstol Juan escribió a los cristianos de su día: “Les escribo estas cosas para que no cometan un pecado. Y no obstante, si alguno comete un pecado, tenemos un ayudante para con el Padre, a Jesucristo, uno que es justo. Y él es un sacrificio propiciatorio por nuestros pecados, pero no solo por los nuestros, sino también por los de todo el mundo”. (1 Juan 2:1, 2.) En efecto, sobre la base del sacrificio de Jesús, Jehová perdonará a los cristianos bautizados que caigan en el pecado, siempre y cuando se arrepientan de verdad y abandonen su mal proceder.
Vemos un ejemplo de lo susodicho en lo ocurrido en la congregación de Corinto del siglo primero. Cuando llegó a oídos del apóstol Pablo que había en la joven congregación un caso de fornicación, dio instrucciones de que se expulsara al culpable. Tiempo después, el pecador se arrepintió, y Pablo exhortó a la congregación a que lo restableciera. (1 Corintios 5:1, 13; 2 Corintios 2:5-9.) Así, gracias al poder sanador de la bondad amorosa de Jehová y al gran valor del sacrificio de rescate de Jesús, se limpió a ese hombre de su pecado. Hoy pudiera ocurrir lo mismo. Por otra parte, sin embargo, aunque la persona bautizada que ha cometido un pecado serio se haya arrepentido y Jehová la haya perdonado, tal vez aún tenga que afrontar las consecuencias de su pecado. (Proverbios 10:16, 17; Gálatas 6:7.)
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