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  • Preguntas que requieren una respuesta
    ¡Despertad! 1990 | 8 de octubre
    • Preguntas que requieren una respuesta

      ES POSIBLE que en algún momento de su vida se haya preguntado: “Si Dios existe, ¿por qué ha permitido tanto sufrimiento? Y, ¿por qué lo ha permitido por tanto tiempo, durante toda la historia humana? ¿Dejaremos de sufrir algún día?”.

      Al no encontrar respuestas satisfactorias a tales preguntas, muchas personas están resentidas. Algunas incluso han dejado de creer en Dios o le culpan de sus desgracias.

      Por ejemplo, un hombre que sobrevivió al Holocausto (el exterminio de millones de personas que llevaron a cabo los nazis durante la II Guerra Mundial) estaba tan amargado que dijo: “Si alguien lamiera mi corazón, se envenenaría”. Otro hombre, que sufrió y perdió a varios amigos y familiares durante la I Guerra Mundial debido a una persecución por razones étnicas, preguntó con amargura: “¿Dónde estaba Dios cuando lo necesitábamos?”.

      Estos hechos han desconcertado a muchas personas. A su modo de ver, no es consecuente que un Dios de bondad y amor permita el mal por tanto tiempo.

      Lo que la gente ha hecho

      Es innegable que la gente lleva siglos, en realidad miles de años, cometiendo atrocidades contra su prójimo. La magnitud y el horror de tales actos va más allá de nuestra imaginación.

      A medida que la civilización supuestamente progresaba, el hombre inventó instrumentos cada vez más espantosos para destruir o mutilar a su semejante: artillería, ametralladoras, aviones de guerra, tanques, misiles, lanzallamas y armas químicas y nucleares. Como consecuencia, tan solo en nuestro siglo, han muerto cien millones de personas por causa de las guerras, y otros centenares de millones han resultado heridas o han sufrido de otras formas. Además, la cantidad de propiedades destruidas, como casas y otros bienes, es inmensurable.

      Piense en el inmenso pesar, la agonía y las lágrimas que ha provocado la guerra. Y muchas veces los que sufren son precisamente los inocentes, ancianos, niños y hasta bebés. Además, con demasiada frecuencia, muchos de los que cometieron esas atrocidades no han rendido cuentas por sus actos.

      En nuestros tiempos abunda el sufrimiento por todo el mundo. Cada día hay personas que son asesinadas o son víctimas de otros delitos; resultan heridas o mueren en accidentes o por causa de desastres naturales como tempestades, inundaciones y terremotos; sufren debido a injusticias, prejuicios, pobreza, hambre, enfermedades u otros muchos factores.

      ¿Cómo es posible que un Dios bueno haya creado a la humanidad para que sufra de forma tan terrible, con tanta frecuencia y un siglo tras otro?

      El dilema que presenta el cuerpo humano

      Este dilema se refleja hasta en el cuerpo humano. Científicos y otros estudiosos concuerdan en que estamos hechos de forma maravillosa, espléndida.

      Veamos aunque solo sean unos cuantos rasgos: el increíble ojo humano, al que ninguna cámara puede igualar; el imponente cerebro, que hace que el ordenador más avanzado parezca rudimentario; la cooperación entre las complejas partes del organismo, sin que tengamos que hacer ningún esfuerzo consciente; el milagro de una nueva vida, que en tan solo nueve meses se desarrolle un bebé adorable que es una copia de sus padres. Muchas personas llegan a la conclusión de que el cuerpo humano, obra maestra de ingeniería, tuvo que ser creado por un Ingeniero magistral: el Creador, el Dios Todopoderoso.

      Sin embargo, es triste decir que ese mismo cuerpo tan maravilloso termina por deteriorarse. Con el tiempo le sobrevienen enfermedades, la vejez y la muerte, hasta que finalmente se convierte en polvo. ¡Qué triste! Precisamente cuando una persona debería empezar a beneficiarse de las décadas de experiencia y la sabiduría acumulada, su cuerpo se derrumba. El cuerpo al final de la vida contrasta de forma patética con la salud, vitalidad y belleza que auguraba en un principio.

      ¿Por qué haría un Creador amoroso algo tan admirable como el cuerpo humano, solo para acabar de una manera tan triste? ¿Por qué crearía un mecanismo que comienza tan bien, con un potencial tan grande, pero que termina tan mal?

      La explicación de algunos

      Hay quienes han dicho que la maldad y el sufrimiento son instrumentos que Dios utiliza para curtirnos mediante las adversidades. Un clérigo metodista afirmó: “El que paguen justos por pecadores es parte del plan de Dios para la salvación”. Se refería a que a fin de que mejoremos y consigamos la salvación, parte del plan de Dios es que los buenos sufran las consecuencias de los actos de los malos.

      Pero, ¿acaso un padre humano que fuera amoroso trataría de curtir a sus hijos dejándolos en manos de un criminal depravado? Piense también que muchos jóvenes mueren en accidentes, son asesinados o pierden la vida en la guerra. En su caso, el sufrimiento no puede hacer que mejoren, porque están muertos. Por lo tanto, la idea de que el sufrimiento se permite para que la persona se curta, no tiene sentido.

      Ningún padre amoroso y razonable querría que sus seres queridos experimentasen sufrimientos o tragedias. De hecho, si hiciese sufrir a los suyos para ‘curtirlos’ se le tacharía de incompetente y hasta de desequilibrado mental.

      Por consiguiente, ¿sería razonable decir que Dios, el Padre supremo y amoroso, el omnisapiente Creador del universo, planeó deliberadamente que hubiese sufrimiento como parte de su ‘plan para la salvación’? En ese caso, le imputaríamos un atributo espantoso y sumamente cruel, un atributo que todos consideramos inaceptable, incluso en seres inferiores como nosotros los humanos.

      La búsqueda de respuestas

      ¿Adónde podemos dirigirnos para hallar la razón de por qué permite Dios el sufrimiento y la maldad? Puesto que las preguntas tienen que ver con Dios, sería lógico investigar las respuestas que Él mismo da.

      ¿Cómo podemos encontrar Sus respuestas? Mediante dirigirnos a la fuente que Dios ha dejado como guía para los humanos: la Santa Biblia o Santas Escrituras. Prescindiendo de lo que uno opine, vale la pena examinarla, pues, como dijo el apóstol Pablo: “Toda Escritura es inspirada de Dios y provechosa [...] para rectificar las cosas”. (2 Timoteo 3:16.) También escribió: “Cuando ustedes recibieron la palabra de Dios, que oyeron de parte de nosotros, la aceptaron, no como palabra de hombres, sino, como lo que verdaderamente es, como palabra de Dios”.a (1 Tesalonicenses 2:13.)

      Nuestro interés por conocer las razones por las que se permite el sufrimiento no debería obedecer a una simple curiosidad intelectual. Las respuestas a esas preguntas son decisivas para comprender lo que ocurre en la escena mundial, lo que ocurrirá en el futuro cercano y cómo nos afecta a cada uno de nosotros.

      Todos tenemos la obligación personal de permitir que la Biblia, el medio que Dios utiliza para comunicarse con la humanidad, hable por sí misma. Entonces, ¿cómo dice la Biblia que empezó el sufrimiento y por qué lo permite Dios?

      Un factor importante para entender la respuesta a estas preguntas tiene que ver con nuestra constitución mental y emocional. La Biblia indica que el Creador implantó en nuestro ser una cualidad decisiva: el deseo de libertad. Consideremos brevemente qué abarca el libre albedrío de los humanos y qué relación guarda con el hecho de que Dios permita el sufrimiento.

      [Nota a pie de página]

      a Para examinar con más detalle la prueba de que la Biblia ha sido inspirada por Dios, véase el libro La Biblia... ¿la Palabra de Dios, o palabra del hombre?, publicado por la Sociedad Watchtower Bible and Tract de Nueva York, Inc.

  • La maravillosa dádiva del libre albedrío
    ¡Despertad! 1990 | 8 de octubre
    • La maravillosa dádiva del libre albedrío

      ¿AGRADECE la libertad de elegir cómo organizará su vida, lo que hará y lo que dirá? ¿O preferiría que alguien le dictase cada una de sus palabras y acciones, que le impusiera lo que debe hacer en cada minuto durante todos los días de su vida?

      Por lo común, a nadie le gusta que otra persona le quite el dominio de su vida y se la controle por completo. Tal modo de vivir sería muy opresivo y desdichado. Amamos la libertad.

      Pero, ¿por qué tenemos el deseo de ser libres? El que comprendamos por qué valoramos tanto nuestra libertad de elección es un factor clave para comprender el origen de la maldad y el sufrimiento. También nos ayudará a comprender por qué Dios ha esperado hasta ahora para eliminarlas.

      Cómo estamos hechos

      Una de las muchas dádivas maravillosas que Dios dio al ser humano cuando lo creó fue el libre albedrío. La Biblia nos dice que Dios hizo al hombre a Su ‘imagen y semejanza’, y una de las cualidades que Dios tiene es la libertad de elección. (Génesis 1:26; Deuteronomio 7:6.) Por consiguiente, cuando Él creó al ser humano, le infundió esa hermosa cualidad.

      Es por esta razón que preferimos la libertad a la esclavitud en manos de gobernantes opresivos, y también por lo que la gente se resiente contra una gobernación demasiado severa o coercitiva, lo que muchas veces conduce a sublevaciones para conseguir libertad.

      Por consiguiente, el deseo de libertad no es fortuito. La Biblia indica de dónde procede cuando dice: “Donde está el espíritu de Jehová, hay libertad”. (2 Corintios 3:17.) Forma parte de nuestra naturaleza porque es así como Dios nos creó. Como Él es el Dios de la libertad, quiere que nosotros seamos libres.

      Dios también nos dio facultades mentales —como la percepción, la razón y el juicio— que obran en armonía con el libre albedrío. Dichas facultades nos permiten pensar, sopesar los asuntos, tomar decisiones y distinguir entre el bien y el mal. (Hebreos 5:14.) No se nos creó para ser robots sin inteligencia o voluntad propia, ni tampoco para actuar principalmente por instinto, como hacen los animales.

      Además del libre albedrío, nuestros primeros padres recibieron todo lo que cualquier persona pudiera desear: se encontraban en un paraíso semejante a parque; disfrutaban de abundancia material; tenían una mente y un cuerpo perfectos que no envejecerían ni enfermarían ni morirían; los hijos que engendraran también gozarían de un futuro feliz y la creciente población disfrutaría del trabajo satisfaciente de convertir toda la Tierra en un paraíso. (Génesis 1:26-30; 2:15.)

      Respecto a este proceso que Dios puso en marcha, la Biblia dice: “Vio Dios todo lo que había hecho y, ¡mire!, era muy bueno”. (Génesis 1:31.) La Biblia también afirma sobre el Creador: “Perfecta es su actividad”. (Deuteronomio 32:4.) En efecto, Dios dio a la familia humana un comienzo perfecto. No podía haber sido mejor.

      Libertad, pero dentro de unos límites

      Sin embargo, ¿carecería de límites la hermosa dádiva del libre albedrío? Bueno, ¿se atrevería usted a conducir un automóvil por una zona de mucho tráfico si no existiesen leyes que lo regularan y todo el mundo pudiera conducir por cualquier carril, en cualquier dirección y sin importar a qué velocidad? No hay duda de que los resultados de semejante libertad ilimitada serían catastróficos.

      Lo mismo sucede con las relaciones humanas. El que algunos disfrutaran de libertad sin límite haría que otros se vieran privados de ella. La libertad sin restricciones puede llevar a la anarquía, y eso perjudica la libertad de todos. Tiene que haber unos límites. Por esa razón, la libertad que Dios da no significa que Él se propusiera que las personas se comportasen de cualquier manera sin tomar en consideración el bienestar de otros.

      A este respecto, la Palabra de Dios dice: “Portaos en esto como hombres libres. No como quienes se sirven de la libertad para ocultar su maldad”. (1 Pedro 2:16, Nuevo Testamento de Felipe de Fuenterrabía.) De modo que Dios quiere que nuestro libre albedrío esté regulado para que resulte en el bien de todos. Él no se proponía que el ser humano disfrutase de libertad total, sino relativa, sujeta a unas leyes.

      ¿Leyes de quién?

      ¿Las leyes de quién hemos sido hechos para obedecer? ¿Las leyes de quién nos benefician más? El versículo 16 del capítulo 2 de Primera de Pedro, anteriormente citado, termina diciendo que somos “esclavos de Dios”. No se trata de una esclavitud opresiva sino más bien significa que fuimos creados para estar en sujeción a las leyes de Dios. Por esta razón somos más felices si nos conformamos a ellas.

      Las leyes de Dios, más que cualquier código de leyes que pudiese concebir el hombre, suministran la mejor guía para todos. Como dice Isaías 48:17: “Yo, Jehová, soy tu Dios, Aquel que te enseña para que te beneficies a ti mismo, Aquel que te hace pisar en el camino en que debes andar”. Sin embargo, al mismo tiempo, las leyes de Dios permiten un amplio campo de libertad dentro de sus límites, lo que deja margen para que cada uno elija y permite una gran variedad de decisiones, lo cual hace que la familia humana sea más interesante, en realidad, que sea fascinante.

      El ser humano también está sujeto a las leyes físicas de Dios. Por ejemplo, si pasamos por alto la ley de la gravedad y saltamos al vacío desde un lugar elevado, nos lastimaremos o nos mataremos. Si permanecemos bajo el agua sin un aparato especial para respirar, moriremos en cuestión de minutos. Y si no hacemos caso de las leyes internas de nuestro organismo y dejamos de comer o de beber, también moriremos.

      De modo que nuestros primeros padres y toda su descendencia fueron creados con la necesidad de obedecer las leyes morales o sociales de Dios así como también Sus leyes físicas. Pero tal clase de obediencia no se convertiría en una carga, sino que por el contrario, redundaría en su bien y el de toda la familia humana que vendría después. Si nuestros primeros padres se hubiesen mantenido dentro de los límites de las leyes de Dios, todo habría ido bien.

      Entonces, ¿qué estropeó ese excelente comienzo? ¿Por qué se extendieron tanto la maldad y el sufrimiento? ¿Por qué lo ha permitido Dios por tanto tiempo?

      [Fotografía en la página 7]

      La maravillosa dádiva del libre albedrío nos distingue de los robots, sin inteligencia y de los animales, que actúan principalmente por instinto

  • Por qué ha permitido Dios el sufrimiento
    ¡Despertad! 1990 | 8 de octubre
    • Por qué ha permitido Dios el sufrimiento

      “No pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso. Corrígeme, oh Jehová.” (Jeremías 10:23, 24.)

      ESTAS palabras se escribieron miles de años después de la creación del hombre. Jeremías reconoció que hasta sus días, la historia humana había sido una tragedia en comparación con el buen comienzo que Dios dio a nuestros primeros padres.

      La observación de Jeremías se ha visto reforzada por el registro de más de 2.500 años de historia desde sus días. La desdicha humana incluso ha aumentado. ¿Qué se hizo mal?

      Se abusa del libre albedrío

      Nuestros primeros padres perdieron de vista el hecho de que no se les creó para que tuvieran éxito si se apartaban de Dios y Sus leyes. Decidieron independizarse de Dios pensando que su vida mejoraría. Pero al hacerlo abusaron de su libertad y se salieron de los límites que Dios había fijado a su libre albedrío. (Génesis, capítulo 3.)

      ¿Por qué no se limitó Dios a destruir a Adán y Eva y volver a empezar con otra pareja humana? Porque se había puesto en tela de juicio Su soberanía universal y Su manera de gobernar. Puesto que es el Dios Todopoderoso y el Creador de todos los seres vivos, tiene el derecho de gobernarlos y además, como es Omnisapiente, Su gobernación es la mejor para sus criaturas. Sin embargo, esta cuestión se había puesto en tela de juicio.

      ¿Podría irles mejor a los humanos sin que Dios les gobernara? El Creador ya sabía la respuesta. Pero una buena manera de hacer que las personas se enterasen fue permitiéndoles sin límite toda la libertad que quisieran. Así que una de las razones por las que Dios ha permitido la maldad y el sufrimiento ha sido para demostrar fuera de toda duda si la gobernación humana independiente de Dios puede tener éxito.a

      Adán y Eva no solo se acarrearon sufrimiento a sí mismos sino también a su prole. ‘Segaron lo que sembraron.’ (Gálatas 6:7.) “Ellos han obrado ruinosamente por su propia cuenta; no son hijos de [Dios]; el defecto es de ellos mismos.” (Deuteronomio 32:5.)

      A nuestros primeros padres se les advirtió que independizarse de la gobernación de Dios les conduciría a la muerte. (Génesis 2:17.) Y así fue, pues dejar a Dios, significó dejar su fuente de salud y vida. Entonces, empezaron a degenerar hasta que les sobrevino la muerte. (Génesis 3:19.)

      Dios permitió tiempo suficiente para que la familia humana demostrase a cabalidad si aparte de la gobernación de Dios, algún sistema político, social o económico ideado por el hombre podría resultar totalmente satisfactorio. ¿Daría paso alguno de estos sistemas a un mundo feliz y pacífico, sin delito ni guerra? ¿Conseguiría prosperidad material para todos? ¿Vencería la enfermedad, la vejez y la muerte? La gobernación de Dios había sido concebida para lograrlo. (Génesis 1:26-31.)

      Lo que el paso del tiempo ha demostrado

      La historia pronto hizo que la humanidad se diese perfecta cuenta de la veracidad de las palabras registradas en Romanos 5:12: “La muerte se extendió a todos los hombres”. Este versículo explica que “por medio de un solo hombre el pecado entró en el mundo, y la muerte mediante el pecado”. Cuando nuestros primeros padres se rebelaron contra la gobernación de Dios, se hicieron imperfectos, y eso fue todo lo que pudieron transmitir a su prole. Como resultado, todos nosotros hemos nacido imperfectos, proclives a la enfermedad y la muerte.

      El paso del tiempo también ha puesto de manifiesto la forma tan pecaminosa en que se comportan las personas unas con otras. También se han producido guerras crueles demasiado numerosas para contarlas, odios étnicos y religiosos, inquisiciones, delitos espantosos de todo tipo y actos de egoísmo y codicia. Además, millones de personas han caído víctimas de la pobreza y el hambre.

      Durante los pasados miles de años, la humanidad ha probado todo tipo imaginable de gobierno. Sin embargo, a la hora de satisfacer las necesidades del hombre, han fracasado uno tras otro. Recientemente en muchos países se han rechazado los gobiernos comunistas. Pero en las naciones democráticas hay delito desenfrenado, pobreza, inestabilidad económica y corrupción. En realidad, todas las formas de gobierno humano han resultado deficientes.

      Además, Dios ha permitido tiempo para que la humanidad llegue a la cima de sus logros científicos y materiales. Pero, ¿puede calificarse de verdadero progreso el hecho de que el arco y la flecha se hayan reemplazado por misiles nucleares? ¿O que haya personas que viajen por el espacio y sin embargo no sean capaces de vivir juntos en paz en la Tierra? ¿O que millones de personas teman salir de sus casas por la noche debido a la delincuencia?

      Lo que demuestra la prueba del tiempo es que los humanos no pueden ‘dirigir sus propios pasos’ con más éxito de lo que pueden vivir sin alimento, agua y aire. Se nos hizo para depender de la guía de nuestro Hacedor igual que del alimento, el agua y el aire. (Mateo 4:4.)

      Por medio de permitir la maldad y el sufrimiento, Dios ha demostrado de una vez por todas los resultados lamentables de abusar del libre albedrío. Esta facultad es una dádiva tan preciosa que en lugar de quitársela a la humanidad, Dios ha permitido que las personas se den cuenta de lo que significa abusar de ella.

      Respecto al libre albedrío, la publicación Statement of Principles of Conservative Judaism (Declaración de principios del judaísmo conservador) dice: “Si no existiese la posibilidad real de que la gente se equivocase a la hora de elegir entre el bien y el mal, el entero concepto de la elección carecería de sentido. [...] Gran parte del sufrimiento mundial es consecuencia directa de haber abusado del libre albedrío que se nos ha concedido”.

      Sin duda Jeremías estaba en lo cierto cuando dijo: “No pertenece al hombre que está andando siquiera dirigir su paso”. Y Salomón también tenía razón al afirmar que “el hombre ha dominado al hombre para perjuicio suyo”. (Eclesiastés 8:9.)

      Eso ilustra de forma contundente que el hombre es incapaz de erradicar el sufrimiento. Ni siquiera Salomón, con toda su sabiduría, riqueza y poder pudo contrarrestar la desdicha que proviene de la gobernación humana.

      Entonces, ¿cómo pondrá Dios fin al sufrimiento? ¿Compensará algún día a los humanos por los sufrimientos del pasado?

      [Nota a pie de página]

      a Para analizar más a fondo todas las cuestiones implicadas, véanse los capítulos 11 y 12 del libro Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra, publicado por la Sociedad Watchtower Bible and Tract de Nueva York, Inc.

      [Fotografía en la página 9]

      Dios dio a la humanidad un comienzo perfecto, pero la historia muestra que los humanos no son capaces de ‘dirigir sus pasos’ con éxito independientemente de Dios

  • Un nuevo mundo sin sufrimiento
    ¡Despertad! 1990 | 8 de octubre
    • Un nuevo mundo sin sufrimiento

      “Las cosas anteriores no serán recordadas, ni subirán al corazón. Pero alborócense y estén gozosos para siempre en lo que voy a crear.” (Isaías 65:17, 18.)

      ESTAS palabras proféticas, inspiradas por Dios hace más de 2.700 años, permiten vislumbrar cómo será la vida en la Tierra en el futuro. ¿Cuándo? Después que Dios ponga fin al sistema de cosas actual. Muchas profecías bíblicas dejan claro que Dios se propone eliminar el sistema de cosas actual y reemplazarlo con un nuevo mundo donde no existirá el sufrimiento.

      ¡Qué diferente será la vida en ese nuevo mundo en comparación con la que ha habido durante toda la historia humana hasta ahora! La Palabra profética de Dios nos explica que no existirán las guerras, el delito, la pobreza y la injusticia. La enfermedad y la muerte habrán desaparecido para siempre. La gente ya no estará dividida por gobiernos, religiones o sistemas económicos que han demostrado su ineptitud. Lágrimas de gozo reemplazarán a las causadas por el pesar, porque la maldad y el sufrimiento habrán desaparecido para siempre.

      Se prefiguró en las profecías bíblicas

      Observe cómo las siguientes profecías bíblicas anunciaron esas condiciones:

      No habrá más guerras: “Hace cesar las guerras hasta la extremidad de la tierra.” (Salmo 46:9.) “No alzará espada nación contra nación, ni aprenderán más la guerra.” (Isaías 2:4.)

      Justicia para todos: “Haré del derecho el cordel de medir, y de la justicia el instrumento de nivelar.” (Isaías 28:17.)

      No habrá temor: “Realmente se sentarán, cada uno debajo de su vid y debajo de su higuera, y no habrá nadie que los haga temblar.” (Miqueas 4:4.) “Realmente resultarán estar en su suelo en seguridad.” (Ezequiel 34:27.)

      Se eliminará el hambre: “Llegará a haber abundancia de grano en la tierra; en la cima de las montañas habrá sobreabundancia.” (Salmo 72:16.) “El árbol del campo tendrá que dar su fruto, y la tierra misma dará su producto.” (Ezequiel 34:27.)

      La vejez y la enfermedad ya no existirán: “Que su carne se haga más fresca que en la juventud; que vuelva a los días de su vigor juvenil.” (Job 33:25.) “Ningún residente dirá: ‘Estoy enfermo’.” (Isaías 33:24.)

      La muerte, el lamento y el dolor habrán desaparecido para siempre: “[Dios] limpiará toda lágrima de sus ojos, y la muerte no será más, ni existirá ya más lamento ni clamor ni dolor. Las cosas anteriores han pasado.” (Revelación 21:4.)

      El pasado no les afectará

      El venidero nuevo mundo preparado por Dios será tan deleitable que ni siquiera el recuerdo desagradable de sufrimientos pasados podrá impedir que sus habitantes disfruten de la vida. Gran número de actividades y pensamientos edificantes que entonces formarán parte de la vida cotidiana de la gente borrarán poco a poco los malos recuerdos del pasado. La promesa de Dios es: “Las cosas anteriores no serán recordadas, ni subirán al corazón”. La gente estará ‘gozosa para siempre’ respecto a lo que Dios hará por toda la Tierra. “Toda la tierra ha entrado en descanso, ha quedado libre de disturbio. La gente se ha puesto alegre con clamores gozosos.” (Isaías 65:17, 18; 14:7.)

      Hoy día, como expresa la Biblia, “la expectación pospuesta enferma el corazón”. Pero en el nuevo mundo la situación será totalmente distinta. En aquel tiempo “la cosa deseada [será] árbol de vida cuando sí [venga]”. (Proverbios 13:12.) Ya nunca más habrá tristeza en los corazones por causa del sufrimiento o de esperanzas que no se realizan. Por el contrario, estarán llenos de felicidad y de gozo debido a que Dios habrá provisto muchas cosas maravillosas para la familia humana.

      Una gobernación diferente

      El nuevo mundo tendrá una gobernación totalmente diferente a la instaurada por el hombre, independiente de Dios e insatisfactoria. Los hombres habrán perdido la autoridad para gobernar, y nunca más podrán hacerlo con independencia de Dios.

      La profecía bíblica explica: “En los días de aquellos reyes [los gobernantes ahora en el poder] el Dios del cielo establecerá un reino [en el cielo] que nunca será reducido a ruinas. Y el reino mismo no será pasado a ningún otro pueblo [con lo que se acabará la gobernación humana]. Triturará y pondrá fin a todos estos reinos [que ahora existen], y él mismo subsistirá hasta tiempos indefinidos”. (Daniel 2:44.)

      Jesús enseñó a sus seguidores a orar por esa nueva gobernación de la Tierra cuando dijo: “Venga tu reino. Efectúese tu voluntad, como en el cielo, también sobre la tierra”. (Mateo 6:10.)

      El nuevo gobierno de la humanidad será el gobierno celestial de Dios a través de Su Reino, que estará en manos de Cristo. Y en la Tierra, siervos leales de Dios administrarán los asuntos en armonía con Su dirección. (Isaías 32:1.) A este respecto, el apóstol Pedro habló de unos “nuevos cielos y una nueva tierra que esperamos según su promesa, y en estos la justicia habrá de morar”. (2 Pedro 3:13.) El Reino constituye la enseñanza central de la Biblia.

      ‘La creación será libertada’

      Esta nueva gobernación también tendrá dominio completo sobre las fuerzas de la naturaleza. Ya no habrá angustia a causa de desastres naturales como terremotos, huracanes, inundaciones o sequías. Jesús demostró que tenía poder para dominar la naturaleza. Por ejemplo, cuando en cierta ocasión la barca donde habían subido Jesús y sus discípulos estaba a punto de zozobrar por causa de una tempestad, él calmó el viento y el mar. Los discípulos dijeron asombrados: “¿Qué clase de persona es esta, que hasta los vientos y el mar le obedecen?”. (Mateo 8:23-27.)

      De modo que la Tierra, así como la creación humana, disfrutará de una libertad sin igual. “La creación misma también será libertada de la esclavitud a la corrupción y tendrá la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación sigue gimiendo juntamente y estando en dolor juntamente hasta ahora.” (Romanos 8:21, 22.)

      ¿Podemos estar seguros de que la gobernación humana terminará pronto y que el nuevo gobierno de Dios asumirá la dirección de todos los asuntos de la Tierra? Sin duda alguna, porque el Soberano Universal ha dado Su palabra: “‘Mi propio consejo subsistirá, y todo lo que es mi deleite haré’; [...] hasta lo he hablado; también lo haré venir. Lo he formado, también lo haré”. (Isaías 46:10, 11.)

      “Un tiempo señalado”

      ¿Cómo se producirá ese cambio? ¿Cuándo acontecerá? La Palabra de Dios asegura: “Para todo hay un tiempo señalado”. (Eclesiastés 3:1.) Por lo tanto, debe haber un tiempo señalado para que Dios diga “¡Basta!” y erradique la maldad y el sufrimiento. Daniel habló del “señalado tiempo del fin” (Daniel 8:19), y Jesús también mencionó un “tiempo señalado”. (Marcos 13:32, 33.)

      Dios ha fijado un tiempo para intervenir en los asuntos humanos y acabar con el deplorable experimento de que los humanos gobiernen con independencia de Dios. “El Dios verdadero juzgará tanto al justo como al inicuo, porque hay un tiempo para todo asunto.” (Eclesiastés 3:17.) Y el cumplimiento de las profecías bíblicas indica que el tiempo asignado por Dios para permitir el sufrimiento está a punto de terminar. Cuando ese tiempo expire, Dios eliminará de la existencia al insatisfactorio sistema de gobernación humana que por miles de años ha traído tanto sufrimiento a la familia humana. (Mateo 24:3-14; 2 Timoteo 3:1-5, 13; Revelación 19:11-21.)

      Cuando Dios ejecute Sus juicios, observe lo que les sucederá a los que se sometan a su gobernación, en contraste con los que no lo hagan: “Solo un poco más de tiempo, y el inicuo ya no será; [...] pero los mansos mismos poseerán la tierra, y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz”. “En cuanto a la prole de los inicuos, esta en verdad será cortada. Los justos mismos poseerán la tierra, y residirán para siempre sobre ella.” “Vigila al exento de culpa y mantén a la vista al recto, porque el futuro de ese hombre será pacífico. Pero los transgresores mismos ciertamente serán aniquilados juntos.” (Salmo 37:10, 11, 28, 29, 37, 38; véanse también Proverbios 2:21, 22; Mateo 5:5.)

      Pero, ¿y los miles de millones de personas que ya han muerto? ¿Cómo se beneficiarán de ese nuevo mundo? Mediante la resurrección, es decir, devolviéndoles la vida aquí en la Tierra. Regresarán de la tumba y tendrán la oportunidad de disfrutar de la vida para siempre. La Palabra de Dios garantiza: “Va a haber resurrección así de justos como de injustos”. (Hechos 24:15.) Jesús demostró que así sería cuando resucitó a personas que habían muerto, como Lázaro y el hijo de la viuda de Naín. (Juan 11:38-44; Lucas 7:11-16.)

      “Compensación”

      ¡Qué alentador es saber que Dios se propone quitar el sufrimiento e introducir un nuevo mundo justo! Piense en lo que significará vivir millones de años —para siempre— en salud y felicidad perfectas, en alrededores paradisiacos donde la maldad y el sufrimiento pertenecerán al pasado para siempre.

      ¿No concuerda usted en que esta “compensación” que Dios hará a la humanidad —a lo largo de toda la eternidad— supera con creces a los relativamente pocos miles de años que Dios ha permitido el sufrimiento? Y, ¿no vale eso también mucho más que los setenta u ochenta años de sufrimiento —o menos— que quizás hayamos aguantado personalmente durante nuestra vida?

      Visión de largo alcance

      Por Su visión de largo alcance, el Creador sabía que era vital zanjar primero ciertas cuestiones fundamentales: Su derecho a gobernar como el Soberano Universal y la legitimidad de Su gobernación. Era esencial asimismo zanjar la cuestión en cuanto al uso propio e impropio de la libertad de elección. También era necesario demostrar que Su creación es perfecta en el sentido de que los humanos que lealmente se someten a Sus justas leyes pueden mantener integridad a Él a pesar de la persecución y las pruebas procedentes de los gobernantes mundanos. El ejemplo sobresaliente de integridad lo puso Su propio Hijo, Jesús, cuando estuvo en la Tierra.

      Una vez zanjadas todas las cuestiones, Dios no permitirá que la maldad y el sufrimiento reaparezcan para estropear el pacífico universo. “La angustia no se levantará una segunda vez.” (Nahúm 1:9.)

      En el futuro, y por toda la eternidad, Dios podrá utilizar lo que ha sucedido durante estos últimos miles de años como un caso que sienta jurisprudencia en un tribunal supremo y si en alguna ocasión futura, en cualquier lugar del universo, volviesen a surgir preguntas tocante a la soberanía de Dios o el uso propio del libre albedrío, se aplicaría el precedente que se ha sentado.

      ¿Qué escogerá usted?

      Hoy día nos encaramos a la decisión de cómo usar nuestro libre albedrío. Tenemos dos opciones: pasar por alto los propósitos de Dios, quedándonos satisfechos con la gobernación humana imperfecta y compartiendo su destino, o utilizar nuestra libertad de elección para conocer los propósitos de Dios y lo que necesitamos hacer para tener Su aprobación como súbditos devotos de Su Reino.

      Jesús dijo a Dios en oración: “Esto significa vida eterna, el que estén adquiriendo conocimiento de ti, el único Dios verdadero, y de aquel a quien tú enviaste, Jesucristo”. (Juan 17:3.) De modo que si queremos vivir en el nuevo mundo, necesitamos esforzarnos por aprender la verdad acerca de Dios, Sus propósitos y Sus requisitos. Note cómo lo expresa la Biblia: “Jehová está con ustedes mientras ustedes resulten estar con él; y si lo buscan, se dejará hallar de ustedes; pero si lo dejan, él los dejará a ustedes”. (2 Crónicas 15:2.)

      A este viejo mundo se le está acabando el tiempo pero se aproxima un nuevo sistema: “El mundo va pasando, y también su deseo, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre”. (1 Juan 2:17.) ¿Qué escogerá?: ¿el caduco viejo mundo, o el nuevo mundo que se acerca?

      La Palabra de Dios dice: “He puesto delante de ti la vida y la muerte, la bendición y la invocación de mal; y tienes que escoger la vida a fin de que te mantengas vivo, tú y tu prole, amando a Jehová tu Dios, escuchando su voz y adhiriéndote a él; porque él es tu vida y la longitud de tus días”. (Deuteronomio 30:19, 20.)

      ¿Desea usted disfrutar de las bendiciones que Dios tiene preparadas para quienes conformen su voluntad a la de Él? Los editores de esta revista o los testigos de Jehová de cualquier lugar del mundo tendrán mucho gusto en ayudarle gratuitamente a aprender más sobre este tema.

      [Comentario en la página 12]

      La resurrección dará a los muertos la oportunidad de vivir en el nuevo mundo de Dios

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