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    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • La realeza de Jehová Dios, aunque expresada por un tiempo de manera visible mediante el reino israelita, es de naturaleza universal. (1Cr 29:11, 12.) Sea que los pueblos y reinos de la humanidad lo reconozcan o no, su realeza es absoluta e inmutable, y su dominio legítimo abarca toda la Tierra. (Sl 103:19; 145:11-13; Isa 14:26, 27.) Debido a que es el Creador, Jehová ejerce su voluntad soberana en el cielo y sobre la Tierra según Sus designios y sin tener que rendir cuentas a ningún otro ser. (Jer 18:3-10; Da 4:25, 34, 35.) No obstante, siempre actúa de acuerdo con sus normas justas. (Mal 3:6; Heb 6:17, 18; Snt 1:17.)

  • Reino de Dios
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • REINO DE DIOS

      Expresión y ejercicio de la soberanía universal de Dios sobre sus criaturas y el medio por el que esta se manifiesta. (Sl 103:19.) Esta expresión se emplea especialmente para significar la soberanía de Dios por medio de una administración real encabezada por su Hijo, Cristo Jesús.

  • Reino de Dios
    Perspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
    • Por supuesto, Jehová ya era Gobernante Soberano mucho antes que surgieran los reinos humanos, sí, antes que los mismos hombres existieran. Como Dios verdadero y Creador, sus millones de hijos angélicos le tributaban respeto y obediencia. (Job 38:4-7; 2Cr 18:18; Sl 103:20-22; Da 7:10.) Fuera cual fuese el título que tuviera, desde el principio de la creación se le reconoció como el Ser cuya voluntad era, con todo derecho, suprema.

      La gobernación de Dios en la historia humana primitiva. Las primeras criaturas humanas, Adán y Eva, también conocían a Jehová como Dios, el Creador del cielo y de la Tierra. Reconocían su autoridad, su derecho a dar órdenes, a exigirles que cumplieran con ciertos deberes o que se abstuvieran de ciertos actos, a asignarles una zona donde residir y que cultivar, así como a delegarles autoridad sobre otras criaturas. (Gé 1:26-30; 2:15-17.) Si bien Adán tenía la facultad de formar nuevas palabras (Gé 2:19, 20), no hay nada que indique que ideara el título “rey [mé·lekj]” para aplicarlo a su Dios y Creador, aunque Adán reconocía la autoridad suprema de Jehová.

      Según se revela en los primeros capítulos de Génesis, en Edén Dios ejercía su soberanía sobre el hombre con benevolencia, sin añadir restricciones innecesarias. La relación entre Dios y el hombre exigía que este le obedeciera como un hijo a un padre. (Compárese con Lu 3:38.) El hombre no tenía que cumplir un extenso código de leyes (compárese con 1Ti 1:8-11); las exigencias de Dios eran sencillas y tenían un propósito. Tampoco hay nada que indique que Adán se sintiera cohibido debido a que hubiera una supervisión constante y crítica de todas sus acciones; al contrario, parece que Dios se comunicaba con el hombre perfecto periódicamente, según hubiera necesidad. (Gé 1–3.)

      Una nueva expresión de la gobernación de Dios. Al contravenir de manera deliberada el mandato divino a instancias de un hijo celestial de Dios, la primera pareja humana se rebeló contra la autoridad del Creador. (Gé 3:17-19; véase ÁRBOL [Uso figurado].) La posición que adoptó este espíritu, el adversario de Dios (heb. sa·tán), puso en tela de juicio la legitimidad de la soberanía universal de Jehová. Esta cuestión tenía que resolverse. (Véase JEHOVÁ [La cuestión suprema es de naturaleza moral].) Como esta cuestión se hizo surgir en la Tierra, es lógico que también se resuelva en la Tierra. (Rev 12:7-12.)

      Cuando Jehová Dios dictó sentencia contra los primeros rebeldes, pronunció una profecía en términos simbólicos, en la que expuso su propósito de valerse de un medio, una “descendencia”, para aplastar definitivamente a las fuerzas rebeldes. (Gé 3:15.) Por lo tanto, la gobernación de Jehová, la expresión de su soberanía, asumiría un nuevo aspecto en respuesta a la insurrección que había surgido. La revelación progresiva de los “secretos sagrados del reino” (Mt 13:11) mostró que este nuevo aspecto incluiría la formación de un gobierno subsidiario, un cuerpo de gobernantes encabezado por un dirigente en quien Dios delegaría autoridad. La promesa de la “descendencia” halla su cumplimiento en el reino de Cristo Jesús y sus compañeros escogidos. (Rev 17:14; véase JESUCRISTO [Su posición fundamental en el propósito de Dios].) Desde que se dio la promesa edénica, el desarrollo progresivo del propósito de Dios relativo a la formación de esta “descendencia” real constituye un tema fundamental de la Biblia y una clave para entender la manera de actuar de Jehová con sus siervos y con la humanidad en general.

      Si se tiene presente que una parte fundamental de la cuestión que hizo surgir el Adversario de Dios era la integridad de todas las criaturas de Dios, es decir, su devoción de todo corazón a Él y la lealtad a su jefatura, es de destacar el que Dios delegue gran autoridad y poder a algunas criaturas. (Mt 28:18; Rev 2:26, 27; 3:21.) (Véase INTEGRIDAD [Relacionada directamente con la gran cuestión universal].) El que pudiera dar con confianza tanta autoridad y poder sería en sí mismo un espléndido testimonio de la fuerza moral de su gobernación, que contribuiría a la vindicación de su soberanía y pondría de relieve la falsedad de las acusaciones de su adversario.

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