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“Objeto de odio de parte de todas las naciones”Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
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¿Quiénes fueron los verdaderos instigadores?
¿Fueron instigadas por el clero todas estas acciones? John Lord O’Brian negó que fuera así. Pero los que vivieron en aquellos años conocían bien los hechos. El 22 de marzo de 1919 el periódico Appeal to Reason, publicado en Girard (Kansas), escribió la siguiente protesta: “Seguidores del pastor Russell, procesados por la malevolencia del clero ‘ortodoxo’, fueron condenados y encarcelados sin libertad bajo fianza, aunque hicieron todo lo posible por ajustarse a la Ley contra el Espionaje. [...] Declaramos que, sin importar si la Ley contra el Espionaje era o no era constitucional en sentido técnico o moralmente justificable, se obró mal al ampararse en ella para encarcelar a estos seguidores del pastor Russell. Un estudio imparcial de las pruebas convencería enseguida a cualquiera de que ellos no solo no tenían la intención de infringir la ley, sino que no la infringieron”.
Años más tarde, el Dr. Ray Abrams comentó en el libro Preachers Present Arms (Los predicadores presentan armas): “Es significativo que tantos clérigos adoptaran una postura agresiva al tratar de librarse de los russelistas [apodo dado a los Estudiantes de la Biblia]. Disputas religiosas y odios de antaño, que no recibieron ninguna consideración en los tribunales cuando había paz, se introdujeron en la sala del tribunal bajo la influencia de la histeria bélica”. También explicó: “Un análisis de todo el caso lleva a la conclusión de que las iglesias y el clero estuvieron originalmente detrás del movimiento encaminado a acabar con los russelistas” (páginas 183-185).
No obstante, el fin de la guerra no acabó con la persecución de los Estudiantes de la Biblia. Tan solo abrió una nueva era de persecuciones.
Los sacerdotes presionan a la policía
Terminada la guerra, el clero agitó otras cuestiones con el fin de paralizar, si podía, la actividad de los Estudiantes de la Biblia. Durante los años veinte en la católica Baviera y en otras partes de Alemania instigó en numerosas ocasiones a las autoridades para que los arrestaran al amparo de las leyes de venta ambulante. Pero cuando los casos llegaban a los tribunales de apelación, los jueces solían fallar en favor de los Estudiantes de la Biblia. Después de haber recibido los tribunales una avalancha de miles de estos casos, en 1930 el Ministerio del Interior finalmente emitió una circular que pedía a los oficiales de la policía que no tomaran acción legal contra los Estudiantes de la Biblia amparándose en las leyes de venta ambulante. Así, durante un breve período de tiempo cesó la presión que venía de esta fuente, y los testigos de Jehová estuvieron extraordinariamente activos en el campo alemán.
En aquellos años el clero también tenía mucha influencia en Rumania. Consiguió que se publicaran decretos que proscribían la literatura y las actividades de los testigos de Jehová. Aun así, los sacerdotes temían que la gente leyera las publicaciones que ya tenía y se enterara de las enseñanzas antibíblicas y las afirmaciones fraudulentas de la Iglesia. Para impedir esto, los sacerdotes fueron de casa en casa con los gendarmes a fin de conseguir las publicaciones que habían distribuido los testigos de Jehová. Hasta preguntaban a inocentes niños pequeños si sus padres habían aceptado tales publicaciones. Si hallaban alguna, amenazaban a las personas con golpearlas y encarcelarlas si volvían a aceptarlas. En algunos pueblos, el sacerdote era también alcalde y juez de paz, así que al que no cumplía sus mandatos se le hacía muy poca justicia.
El historial de algunos funcionarios estadounidenses que accedieron a los deseos del clero no es mejor. Por ejemplo, en 1936, tras la visita del obispo católico O’Hara a La Grange (Georgia), el alcalde y el fiscal de la ciudad mandaron arrestar a decenas de testigos de Jehová. Durante su encarcelamiento se les hizo dormir junto a un montón de estiércol en colchones salpicados de orina de vaca, se les dio de comer alimentos agusanados y se les obligó a trabajar con las cuadrillas de construcción de carreteras.
El clero católico de Polonia también se valió de todo medio a su alcance para entorpecer la obra de los testigos de Jehová. Incitó a la gente a cometer actos de violencia, quemó en público las publicaciones de los testigos de Jehová, los tachó de comunistas y los llevó a juicio con el cargo de que sus publicaciones eran “sacrílegas”. Sin embargo, no todos los funcionarios estuvieron dispuestos a cumplir con sus órdenes. El fiscal estatal del tribunal de apelación de Posen (Poznań), por ejemplo, rehusó procesar a un testigo de Jehová a quien el clero católico acusaba de haberlos llamado “la organización de Satanás”. El propio fiscal del estado explicó que el espíritu inmoral difundido por toda la cristiandad desde la corte papal de Alejandro VI (1492-1503) fue, sin duda, el de una organización satánica. Y cuando el clero acusó de blasfemia a un testigo de Jehová por distribuir publicaciones de la Watch Tower, el fiscal estatal del tribunal de apelación de Thorn (Toruń) solicitó la absolución y dijo: ‘Los testigos de Jehová adoptan exactamente la misma postura que los primeros cristianos. Aunque se les presenta con una imagen deformada y se les persigue, apoyan los más elevados ideales en medio de una organización mundial corrupta y decadente’.
Los archivos del gobierno canadiense revelan que la proscripción de los testigos de Jehová de Canadá en 1940 se produjo a instancias de una carta del cardenal Villeneuve, de Quebec, al ministro de Justicia, Ernest Lapointe. Otros funcionarios del gobierno pidieron después una explicación completa de la medida, pero las respuestas de Lapointe no fueron nada satisfactorias para muchos parlamentarios canadienses.
En el otro lado del mundo, el clero conspiró de modo parecido. Los archivos del gobierno australiano contienen una carta del arzobispo católico de Sydney al ministro de Justicia, W. M. Hughes, en la que pedía que se declarara ilegales a los testigos de Jehová. La carta se escribió el 20 de agosto de 1940, solo cinco meses antes de dictarse la proscripción. Tras revisar el fundamento aducido para la proscripción, el juez Williams, del Tribunal Supremo de Australia, dijo posteriormente que “convertía en ilegal la defensa de los principios y doctrinas de la religión cristiana, y hacía que fueran reuniones ilegales todos los servicios eclesiásticos de los que creían en el nacimiento de Cristo”. El 14 de junio de 1943 el tribunal dictaminó que la proscripción no se ajustaba al derecho australiano.
Un periódico católico de Suiza exigió a las autoridades que confiscaran las publicaciones de los Testigos que la Iglesia considerara ofensivas. De no cumplirse sus exigencias, amenazaban con tomarse la justicia por su mano. En muchas partes del mundo eso fue lo que hicieron precisamente.
Los guías religiosos recurren a la violencia
El clero francés creía que aún tenía bien sujeta a la gente y no iba a dejar que nada interfiriera en aquel monopolio. En 1924 y 1925 los Estudiantes de la Biblia de muchos países distribuyeron el tratado Ecclesiastics Indicted (Eclesiásticos denunciados). En 1925 J. F. Rutherford había de pronunciar en París el discurso “Denuncia de los fraudes del clero”. Un testigo ocular informó de lo ocurrido en aquella reunión: “La sala estaba llena. El hermano Rutherford salió al estrado y recibió un entusiástico aplauso. Había comenzado a hablar cuando unos cincuenta sacerdotes y miembros de Acción Católica irrumpieron cantando La marsellesa [el himno nacional francés] y armados con palos. Lanzaron propaganda desde lo alto de las escaleras. Un cura se subió al escenario. Dos jóvenes lo echaron abajo. En tres ocasiones el hermano Rutherford tuvo que dejar la plataforma y luego regresar. Por fin tuvo que marcharse. [...] Volcaron las mesas donde se exponían nuestras publicaciones y esparcieron los libros. ¡Fue un caos total!”. Pero no fue un incidente aislado.
Cuando Jack Corr testificaba en Irlanda, solía ser el blanco de la ira del clero católico. En cierta ocasión, una chusma instigada por el párroco lo sacó de la cama a media noche y quemó en la plaza pública todas las publicaciones que tenía el Testigo. Cuando Victor Gurd y Jim Corby llegaron al lugar donde se hospedaban en Roscrea (condado de Tipperary), descubrieron que sus opositores les habían robado las publicaciones, las habían empapado en gasolina y les habían prendido fuego. Alrededor de la hoguera estaban la policía del pueblo, el clero y los niños de la zona, cantando “La fe de nuestros padres”.
Antes de que los testigos de Jehová se reunieran en el auditorio Madison Square Garden de Nueva York, en 1939, los seguidores del sacerdote católico Charles Coughlin amenazaron con disolver la asamblea. Se avisó a la policía. El 25 de junio el hermano Rutherford pronunció un discurso sobre el tema “Gobierno y paz” a las más de dieciocho mil personas reunidas en aquella sala, además de a un gran grupo internacional de radioyentes. Ya comenzado el discurso, más de doscientos católicos y nazis dirigidos por varios curas entraron en tropel en la galería de la sala. Al darse la señal convenida, armaron un gran alboroto, gritando “¡Heil Hitler!” y “¡Viva Franco!”. Se valieron de todo tipo de groserías y amenazas y atacaron a los acomodadores que intentaban acallar el alboroto. Las chusmas no lograron disolver la reunión. El hermano Rutherford siguió hablando con vigor e intrepidez. Cuando el tumulto alcanzó su apogeo, dijo: “Observen que hoy a los nazis y a los católicos les gustaría disolver esta reunión, pero por la gracia de Dios no pueden hacerlo”. El público le apoyó con continuas ovaciones. Los disturbios quedaron permanentemente reflejados en la grabación sonora que se hizo de la ocasión, de modo que los han escuchado personas de todo el mundo.
Sin embargo, cuando ha podido, el clero católico ha utilizado al Estado, como en tiempos de la Inquisición, para eliminar a todo el que se atreve a cuestionar las enseñanzas y prácticas de la Iglesia.
Trato brutal en los campos de concentración
Adolf Hitler fue un aliado complaciente del clero. En 1933, el año de la firma del concordato entre el Vaticano y la Alemania nazi, Hitler lanzó una campaña para aniquilar a los testigos de Jehová de Alemania. En 1935 los proscribió en toda la nación. Pero ¿quién instigó estas medidas?
El 29 de mayo de 1938 un sacerdote católico escribió lo siguiente en Der Deutsche Weg (un periódico alemán publicado en Lodz [Polonia]): “Ahora hay un solo país en la Tierra donde están prohibidos los llamados [...] Estudiantes de la Biblia [testigos de Jehová]. ¡Ese país es Alemania! [...] Cuando Adolf Hitler subió al poder, y el obispado católico alemán volvió a presentar su petición, Hitler dijo: ‘Estos llamados Estudiantes Sinceros de la Biblia [los testigos de Jehová] son perturbadores; [...] los considero farsantes; no tolero que este juez estadounidense Rutherford mancille así a los católicos alemanes; disuelvo a [los testigos de Jehová] en Alemania’”. (Cursivas nuestras.)
¿Era tan solo el episcopado católico de Alemania el que quería que se adoptara esta medida? Según informó el 21 de abril de 1933 el periódico Oschatzer Gemeinnützige, el 20 de abril el pastor luterano Otto habló en un discurso radiado de la “muy estrecha cooperación” de la Iglesia Luterana del Estado de Sajonia con los dirigentes políticos de la nación, y luego explicó: “Los primeros resultados de esta cooperación se concretan en la proscripción que hoy se ha impuesto a la Asociación Internacional de Estudiantes Sinceros de la Biblia [testigos de Jehová] y sus subdivisiones en Sajonia”.
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“Objeto de odio de parte de todas las naciones”Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
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[Recuadro en la página 655]
El clero revela sus sentimientos
Es de interés la reacción de ciertas publicaciones religiosas ante la sentencia que recibieron en 1918 J. F. Rutherford y sus colaboradores:
◆ “The Christian Register”: “En este caso el gobierno arremete de manera terminante contra la idea de que se puede propagar con impunidad toda creencia religiosa, por absurda o perniciosa que sea. Es una vieja falacia, y hasta ahora hemos actuado con mucho descuido al respecto. [...] Parece que le ha llegado el fin al russelismo”.
◆ La publicación bautista “The Western Recorder” dijo: “No sorprende en absoluto que se haya encarcelado al cabecilla de esta secta pendenciera en una institución para incorregibles. [...] El único dilema que se plantea es si debían haber mandado a los acusados a un manicomio o a una penitenciaría”.
◆ “The Fortnightly Review” destacó el siguiente comentario del diario neoyorquino “Evening Post”: “Esperamos que todos los maestros de religión tengan presente el criterio de este juez, a saber, que enseñar una religión que no esté en plena conformidad con las leyes establecidas es un delito grave, y más aún si el ministro del Evangelio es sincero”.
◆ “The Continent” llamó despectivamente a los acusados “seguidores del difunto ‘Pastor’ Russell” y tergiversó sus creencias diciendo que sostenían “que debe eximirse de luchar contra el káiser alemán a toda persona excepto a los pecadores”. Afirmó que, según el ministro de Justicia de Washington, “algún tiempo atrás el gobierno italiano se había quejado a Estados Unidos de que Rutherford y sus compañeros habían difundido entre los ejércitos italianos gran cantidad de propaganda antibélica”.
◆ Una semana después, “The Christian Century” reprodujo textualmente la mayor parte del texto supracitado, demostrando así que concordaban plenamente con lo dicho.
◆ La revista católica “Truth” dio un breve informe de la sentencia y luego manifestó el parecer de la dirección: “Las publicaciones de esta asociación están plagadas de ataques virulentos contra la Iglesia Católica y su sacerdocio”. Con la intención de colocar la etiqueta de “sedición” en todo el que discrepara en público de la Iglesia Católica, añadió: “Cada vez está más claro que el espíritu de intolerancia y el de sedición están íntimamente unidos”.
◆ El Dr. Ray Abrams comentó en su libro “Preachers Present Arms”: “Cuando la noticia de las sentencias de veinte años llegó a los directores de la prensa religiosa, casi todas estas publicaciones, grandes y pequeñas, se regocijaron por el acontecimiento. No he podido descubrir palabras de compasión en ninguna de las publicaciones religiosas ortodoxas”.
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