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    • El fin de los Tiempos de los Gentiles

      La cuestión de la cronología bíblica es algo que por mucho tiempo ha interesado a los que estudian la Biblia. Algunos comentaristas habían presentado diversas opiniones respecto a la profecía de Jesús sobre “los tiempos de los Gentiles” y lo que escribió el profeta Daniel sobre el sueño del rey Nabucodonosor acerca del tronco de un árbol que estuvo atado por “siete tiempos”. (Luc. 21:24, VA; Valera, 1904; Dan. 4:10-17.)

      Ya en 1823 John A. Brown, cuya obra se publicó en Londres (Inglaterra), había calculado que los “siete tiempos” del capítulo 4 de Daniel duraban 2.520 años. Pero no había discernido con claridad cuándo comenzaría ni cuándo terminaría el período profético. Sin embargo, sí había conectado estos “siete tiempos” con los Tiempos de los Gentiles de Lucas 21:24. En 1844, E. B. Elliott, clérigo inglés, señaló a 1914 como la posible fecha del fin de los “siete tiempos” de Daniel, pero también expuso otra idea que apuntaba al tiempo de la Revolución francesa. En 1849, Robert Seeley, de Londres, trató el asunto de manera similar. Al menos para 1870, una publicación de Joseph Seiss y sus asociados, impresa en Filadelfia (Pensilvania), presentaba cálculos que señalaban a 1914 como una fecha importante, aunque el razonamiento que contenía se basó en una cronología que C. T. Russell rechazó más tarde.

      Luego, en los números de agosto, septiembre y octubre de 1875 de Herald of the Morning N. H. Barbour ayudó a armonizar ciertos detalles que otros habían indicado. Empleando la cronología compilada por Christopher Bowen, clérigo inglés, y publicada por E. B. Elliott, Barbour identificó el comienzo de los Tiempos de los Gentiles con la remoción de Sedequías de la gobernación real, según se había profetizado en Ezequiel 21:25, 26, y señaló al año 1914 como el fin de los Tiempos de los Gentiles.

      A principios de 1876 C. T. Russell recibió un ejemplar de Herald of the Morning. Enseguida escribió a Barbour y después pasó algún tiempo con él en Filadelfia durante el verano, analizando, entre otras cosas, los períodos proféticos. Poco después, en un artículo titulado “Los Tiempos de los Gentiles: ¿cuándo terminan?”, Russell también razonó sobre el asunto a partir de las Escrituras y declaró que la prueba demostraba que ‘los siete tiempos terminarían en 1914 d.C.’. Este artículo se imprimió en el número de octubre de 1876 de Bible Examiner.j El libro Three Worlds, and the Harvest of This World (Tres mundos, y la siega de este mundo), escrito en 1877 por N. H. Barbour con la cooperación de C. T. Russell, llegaba a la misma conclusión. Más tarde, algunos de los primeros números de la revista Watch Tower, como los de diciembre de 1879 y julio de 1880, señalaron a 1914 E.C. como un año muy significativo desde el punto de vista de la profecía bíblica. En 1889 se dedicó todo el capítulo 4 del tomo II de Millennial Dawn (La Aurora del Milenio, que después se llamó Estudios de las Escrituras) a un análisis de “Los Tiempos de los Gentiles”. Pero ¿qué significaría el fin de los Tiempos de los Gentiles?

      Los Estudiantes de la Biblia no estaban completamente seguros de lo que sucedería. Estaban convencidos de que el resultado no sería que la Tierra había de ser quemada ni la humanidad aniquilada. Más bien, sabían que marcaría un punto significativo respecto a la gobernación divina. Al principio pensaron que para aquella fecha el Reino de Dios habría alcanzado ya control pleno, universal. Cuando aquello no sucedió, la confianza que tenían en las profecías bíblicas que señalaban a aquella fecha no desfalleció. Llegaron a la conclusión de que, en vez de eso, la fecha marcaba sencillamente un comienzo respecto a la gobernación del Reino.

      Al principio también pensaron que antes de aquella fecha las dificultades mundiales culminarían en anarquía (lo cual creían que estaría asociado con la guerra del “gran día de Dios el Todopoderoso”). (Rev. 16:14.) Pero luego, diez años antes de 1914, la revista Watch Tower indicó que la agitación mundial que llevaría a la aniquilación de las instituciones humanas ocurriría inmediatamente después del fin de los Tiempos de los Gentiles. Esperaban que el año 1914 marcara un punto crucial y significativo para Jerusalén, pues la profecía había indicado que ‘Jerusalén sería hollada’ hasta que se cumplieran los Tiempos de los Gentiles. Al ver que se acercaba el año 1914 y ellos todavía no habían muerto como humanos ni habían sido ‘arrebatados en las nubes’ para encontrarse con el Señor —en conformidad con sus anteriores expectativas—, esperaban fervorosamente que su cambio tuviera lugar al fin de los Tiempos de los Gentiles. (1 Tes. 4:17.)

      Mientras los años pasaban y ellos seguían examinando las Escrituras, su fe en las profecías permanecía firme, y no se retraían de decir lo que esperaban que ocurriera. Se esforzaron, con algún éxito, por evitar ser dogmáticos respecto a detalles que no se mencionaban directamente en las Escrituras.

      ¿Sonó demasiado temprano el “despertador”?

      El estallido de la I Guerra Mundial en 1914, a la que por mucho tiempo se llamó sencillamente la Gran Guerra, desencadenó tiempos turbulentos para el mundo, no obstante, la caída de todos los gobiernos humanos existentes no se produjo inmediatamente. Los Estudiantes de la Biblia creyeron ver en acontecimientos relacionados con Palestina ocurridos después de 1914, pruebas de cambios significativos para Israel. Pero transcurrieron meses, luego años, y no recibieron su recompensa celestial como habían esperado. ¿Cómo reaccionaron ante esto?

      The Watch Tower del 1 de febrero de 1916 llamó especialmente la atención al 1 de octubre de 1914, y pasó a decir: “Este era el último punto en el tiempo al que la cronología bíblica nos señalaba con relación a las experiencias de la Iglesia. ¿Nos dijo el Señor que entonces se nos llevaría al cielo? No. ¿Qué dijo? Su Palabra y el cumplimiento de las profecías parecían señalar inequívocamente a que esta fecha marcaba el fin de los Tiempos de los Gentiles. Dedujimos de esto que el ‘cambio’ de la Iglesia acontecería en esa fecha o antes. Pero Dios no nos dijo que sería así. Nos permitió llegar a esa deducción; y creemos que eso fue una prueba necesaria para los amados santos de Dios de todas partes”. Pero ¿probaron aquellos sucesos que su gloriosa esperanza había sido en vano? No. Esto sencillamente significó que los acontecimientos no ocurrían tan pronto como esperaban.

      Años antes de 1914 Russell había escrito: “Evidentemente la cronología (las profecías sobre medidas de tiempo en general) no se dio con el propósito de proporcionar al pueblo de Dios información cronológica exacta a lo largo de los siglos. Es obvio que se proveyó para que funcionara como un reloj de alarma que despertara y activara al pueblo del Señor al tiempo debido. [...] Pero supongamos, por ejemplo, que pase octubre de 1914 y no haya una caída significativa del poder de los gentiles. ¿Qué probaría o refutaría eso? No rebatiría ningún aspecto del Plan Divino de las Edades. El precio de rescate que se pagó en el Calvario perduraría como garantía del cumplimiento final del gran Programa Divino para la restitución humana. La ‘llamada a lo alto’ de la Iglesia, para que sufriera con el Redentor y fuera glorificada con él como miembros de él, o como su Novia, todavía sería la misma. [...] Lo único afectado por la cronología sería el tiempo en que habrían de realizarse esas gloriosas esperanzas para la Iglesia y para el mundo. [...] Y si pasara esa fecha, eso sencillamente sería prueba de que nuestra cronología, nuestro ‘despertador’, habría sonado un poco antes de tiempo. ¿Consideraríamos una gran calamidad el que en la mañana de un día maravilloso, lleno de gozo y placer, la alarma nos despertara unos momentos antes? ¡Ciertamente que no!”.

      Pero aquel “despertador” no había sonado demasiado temprano. En realidad lo inesperado fueron las experiencias a las que el reloj los había despertado.

      Años después, cuando la luz se había hecho más brillante, reconocieron lo siguiente: “Muchos de los amados santos pensaban que no había más trabajo que hacer. [...] Se regocijaron por la prueba clara de que el mundo había terminado, que el reino celestial se había aproximado y que el día de su liberación estaba cerca. Pero habían pasado por alto otra cosa que había que hacer. Las buenas nuevas que habían recibido tenían que contarse a otros; pues Jesús había mandado: ‘Será predicado este evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a todas las naciones, y entonces vendrá el fin’. (Mateo 24:14.)” (The Watch Tower, 1 de mayo de 1925.)

      Al comparar lo que ocurrió después de 1914 con lo que el Amo había predicho, poco a poco los Estudiantes de la Biblia se fueron dando cuenta de que vivían en los últimos días del viejo sistema y de que habían estado en ese período desde 1914. También llegaron a entender que fue en 1914 cuando comenzó la presencia invisible de Cristo y que esta no consistía en que él regresara personalmente (aunque de manera invisible) a la vecindad de la Tierra, sino en que dirigiera su atención a la Tierra como Rey en funciones. Se percataron de la importante responsabilidad que tenían de proclamar “estas buenas nuevas del reino” para testimonio a todas las naciones durante este tiempo crítico de la historia humana, y aceptaron aquella responsabilidad. (Mat. 24:3-14.)

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    • Para 1914 los siervos fieles de Dios de la era precristiana no habían sido resucitados en la Tierra como representantes principescos del Rey Mesiánico, como se había esperado, ni se habían unido a Cristo en el Reino celestial en aquel año los que quedaban del “rebaño pequeño”. Sin embargo, The Watch Tower del 15 de febrero de 1915 dijo con confianza que 1914 había sido el tiempo debido “para que nuestro Señor tomara Su gran poder y gobernara”, poniendo fin así a los milenios de dominación gentil ininterrumpida. En el número del 1 de julio de 1920 The Watch Tower reafirmó aquella postura y la asoció con las buenas nuevas que Jesús había predicho que se proclamarían por toda la Tierra antes del fin. (Mat. 24:14.) En 1922, en la asamblea de los Estudiantes de la Biblia en Cedar Point (Ohio), se reafirmó aquel entendimiento en una resolución general, y el hermano Rutherford exhortó de este modo a los asambleístas: “Anuncien, anuncien, anuncien al Rey y su reino”.

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