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¡Anuncien al Rey y el Reino! (1919 - 1941)Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
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‘Se dan unos castañazos a la vieja’
El mensaje que aquellos celosos Testigos proclamaban en los años treinta incluía un desenmascaramiento hiriente de la religión falsa. Un instrumento muy valioso a este respecto se presentó en la asamblea general de los testigos de Jehová en Columbus (Ohio), del 15 al 20 de septiembre de 1937.
El sábado 18 de septiembre, el hermano Rutherford presentó después de su discurso de la mañana el libro de color castaño claro titulado Enemigos. Este denunciaba a la religión falsa como ‘una gran enemiga, que siempre perjudicó mucho a la humanidad’. Se identificó a los fanáticos religiosos como “agentes del Diablo, ya sea que se den cuenta de ello o no”. Al presentar el libro a la concurrencia, el hermano Rutherford dijo: “Notarán que la cubierta del libro es de color castaño claro, y con él le daremos unos castañazos a la vieja”.h El auditorio dio su aprobación con clamores de entusiasmo.
Durante algunos años, el gramófono (precursor del tocadiscos) había desempeñado su papel en ‘dar castañazos a la vieja’.
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¡Anuncien al Rey y el Reino! (1919 - 1941)Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
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“Un grupo de pícaros”
Una fuerte oposición provino de ciertos grupos de la Acción Católica. El 2 de octubre de 1938 el hermano Rutherford habló francamente en el discurso “Fascismo o libertad”, que más tarde se publicó como folleto y se distribuyó por millones. En su discurso, el hermano Rutherford dio detalles de varios casos de actos ilegales para demostrar la confabulación que existía entre ciertos funcionarios públicos y la Iglesia Católica.
Después de presentar los hechos, Rutherford señaló lo siguiente: ‘Cuando a la gente se le hace saber que un grupo actúa al amparo de la religión para privarla de sus derechos, la Jerarquía grita con ira y dice: “¡Mentiras! Amordácenlos y no les permitan hablar”’. Luego preguntó: ‘¿Es impropio publicar la verdad acerca de un grupo de pícaros que roban a la gente? ¡Ciertamente que no! ¿Se debe amordazar a la gente honrada y obligarla a callar mientras esa banda de asaltantes destruye su libertad? Sobre todo, ¿se negarán a la gente los privilegios que Dios les ha dado de reunirse pacíficamente, de rendirle adoración y de gozar de libertad de expresión para hablar acerca de su reino y de los que se oponen a él?’.
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