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  • La bioética y la cirugía sin sangre

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  • La bioética y la cirugía sin sangre
  • La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1997
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La Atalaya. Anunciando el Reino de Jehová 1997
w97 15/2 págs. 19-20

La bioética y la cirugía sin sangre

EN LOS últimos años la medicina ha progresado de forma inaudita. Pero aunque se resuelven algunos problemas médicos, hay adelantos que crean dilemas éticos.

El facultativo ha de evaluar dilemas como los siguientes: ¿Hay ocasiones en que deba abandonar un tratamiento agresivo para que el paciente muera con dignidad? ¿Debe hacer caso omiso de la voluntad del paciente si opina que redundará en beneficios para este? ¿Cómo debe administrarse la atención sanitaria cuando las técnicas caras no están accesibles a todos?

Estas complejas cuestiones enfocan la atención del público en una disciplina médica: la bioética, especialidad que procura ayudar a los facultativos y científicos a afrontar las implicaciones morales de la investigación biológica y los progresos médicos. Dado que un buen número de estos complicados dilemas se plantean en los hospitales, muchos centros han establecido comités de bioética. Por lo general, sus integrantes —entre ellos médicos y juristas— asisten a encuentros de bioética donde se discuten problemas éticos relativos al campo de la medicina.

Entre las cuestiones que surgen con más frecuencia en dichos encuentros figuran las siguientes: ¿Hasta qué grado debe respetar el médico las creencias de los testigos de Jehová, quienes, principalmente por razones religiosas, rechazan las transfusiones sanguíneas? ¿Debe transfundir a un paciente en contra de su voluntad si tal medida le parece “aconsejable”? ¿Sería ético actuar sin que lo sepa el paciente, ateniéndose a la premisa de que ‘ojos que no ven, corazón que no siente’?

Para tratar debidamente dichos asuntos, el facultativo precisa conocimiento objetivo del criterio de los Testigos. En lo que a ellos respecta, están deseosos de explicarle su postura, pues entienden que la comprensión mutua evita disputas.

Un intercambio de pareceres

El profesor español Diego Gracia, eminencia en el campo de la bioética, deseaba que sus alumnos presenciaran un diálogo de esa índole. Dijo: “Es de ley que ustedes [los testigos de Jehová] puedan expresar su problemática, que [...] vienen sufriendo [...] con relación a las transfusiones de sangre”.

Por ello, el 5 de junio de 1996, tres representantes de los testigos de Jehová respondieron a una invitación para explicar su punto de vista en la Universidad Complutense de Madrid (España). Hubo unos cuarenta médicos presentes, así como otros profesionales.

Tras una breve exposición a cargo de los Testigos, se abrió el apartado de ruegos y preguntas. Todos los presentes admitieron el derecho del paciente adulto a rechazar un determinado tratamiento médico. Los estudiantes también opinaban que no debe administrarse nunca una transfusión de sangre sin el consentimiento del paciente debidamente informado. Sin embargo, les inquietaban algunos aspectos de la postura de los Testigos.

Uno de ellos implicaba el dinero. A veces, la cirugía sin sangre exige emplear técnicas especiales como la cirugía láser y productos costosos como la eritropoyetina, que se usa para estimular la producción de hematíes. Un doctor preguntó si al rechazar la opción menos cara (la sangre homóloga) no pedían los Testigos un trato preferencial por parte de la salud pública.

Admitiendo que el dinero es un factor que forzosamente debe tener en cuenta el médico, un representante de los Testigos mencionó estudios publicados que analizan los gastos ocultos de las transfusiones de sangre homóloga; entre ellos, el costo de tratar las complicaciones relacionadas con las transfusiones, así como la pérdida de ingresos que acarrean las complicaciones. Citó un estudio exhaustivo realizado en Estados Unidos en el que se indica que, aunque la unidad promedio de sangre solo cuesta inicialmente 250 dólares, los gastos reales que acarrea superan los 1.300 dólares, más del quíntuple del costo original. Por consiguiente, señaló que si se toman en cuenta todos los factores implicados, la cirugía sin sangre es económica. Además, buena parte del llamado costo adicional de la cirugía sin sangre se refiere a equipo reutilizable.

Otra pregunta que se plantearon varios de los doctores presentes tenía que ver con la presión de grupo. ¿Qué ocurriría —se preguntaban— si un Testigo flaqueaba y aceptaba una transfusión sanguínea? ¿Sería excomulgado de la comunidad de los Testigos?

La respuesta dependería del caso, pues la desobediencia a la ley de Dios es ciertamente un asunto grave, que deben examinar los ancianos de la congregación. Los Testigos tratarán de ayudar a quien, al enfrentarse al trauma de una operación en la que estuvo en juego su vida, haya aceptado una transfusión. Seguramente, el Testigo se sentirá muy mal y estará preocupado por su relación con Dios. Es probable que precise ayuda y comprensión. Dado que el cristianismo tiene por fundamento el amor, los ancianos deberán, como en los demás casos judiciales, equilibrar la firmeza y la misericordia. (Mateo 9:12, 13; Juan 7:24.)

“¿No modificarán su postura ética dentro de poco? —preguntó un profesor de bioética de Estados Unidos—. Es lo que han hecho otras religiones en los últimos años.”

Se le contestó que la postura de los Testigos tocante a la santidad de la sangre no es un punto de vista ético sujeto a revisiones periódicas, sino una doctrina. El claro mandato bíblico no deja margen a la transigencia. (Hechos 15:28, 29.) Para el Testigo, la violación de esta ley divina es tan inadmisible como la aceptación de la idolatría o la fornicación.

Los testigos de Jehová agradecen mucho la buena disposición de los médicos —como los que asistieron al encuentro sobre bioética celebrado en Madrid— tocante a respetar su decisión y buscar tratamiento alternativo en consonancia con sus convicciones bíblicas. Es muy probable que la bioética desempeñe un papel importante en mejorar las relaciones del médico y el paciente y fomente un mayor respeto por los deseos de este último.

Cuentan que un famoso médico español dijo que el facultativo tenía que recordar en todo momento que “trabaja con instrumentos imperfectos y medios falibles”. Por consiguiente, ha de actuar con la “convicción de que el amor debe llegar siempre donde el conocimiento no pueda”.

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