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  • Un pueblo peculiarmente suyo, celoso de obras excelentes
    Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
    • Sección 7

      Un pueblo peculiarmente suyo, celoso de obras excelentes

      ¿Por qué creen los testigos de Jehová que Dios los está dirigiendo? ¿Qué los identifica como verdaderos discípulos de Jesucristo? Puesto que proclaman que el Reino de Dios ya gobierna desde el cielo, ¿qué otro gran suceso esperan? Esta sección final (los capítulos 31 a 33) contesta estas preguntas.

  • Cómo los ha escogido y guiado Dios
    Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
    • Capítulo 31

      Cómo los ha escogido y guiado Dios

      “ES SOLO lógico que habría una sola religión verdadera. Esto está en armonía con el hecho de que el Dios verdadero ‘no es Dios de desorden, sino de paz’. (1 Corintios 14:33) La Biblia dice que en realidad hay solo ‘una fe’. (Efesios 4:5) Entonces, ¿quiénes forman el cuerpo o grupo de adoradores verdaderos hoy día? No vacilamos en decir que son los testigos de Jehová”, dice el libro Usted puede vivir para siempre en el paraíso en la Tierra.a

      Algunas personas quizás pregunten: ‘¿Cómo pueden estar seguros de que poseen la religión verdadera? Ustedes no tienen prueba sobrenatural de ello, como, por ejemplo, dones milagrosos. Además, ¿no han tenido que modificar sus puntos de vista y sus enseñanzas a través de los años? ¿Cómo pueden, pues, estar tan seguros de que Dios los guía?’.

      Para contestar estas preguntas, sería útil analizar primero cómo Jehová escogió y dirigió a su pueblo en la antigüedad.

      A quién escogió Dios en tiempos bíblicos

      En el siglo XVI a.E.C., Jehová reunió a los israelitas al pie del monte Sinaí y los invitó a ser su pueblo escogido. Pero primero les informó que tenían que satisfacer ciertos requisitos específicos. Les dijo: “Si ustedes obedecen estrictamente mi voz [...], entonces ciertamente llegarán a ser mi propiedad especial”. (Éxo. 19:5.) Mediante Moisés, Jehová expresó con claridad cuáles eran los requisitos, después de lo cual la gente respondió: “Todas las palabras que ha hablado Jehová estamos dispuestos a ponerlas por obra”. Jehová entonces hizo un pacto con Israel y le dio su Ley. (Éxo. 24:3-8, 12.)

      Escogidos por Dios, ¡qué extraordinario privilegio! Pero ese privilegio responsabilizó a Israel de obedecer estrictamente la Ley de Dios. El que no lo hicieran resultaría en que se les rechazara como nación. Para infundir en ellos un temor saludable con el fin de que le obedecieran, Jehová hizo que hubiera señales espectaculares de origen sobrenatural: “Empezó a haber truenos y relámpagos”, y “toda la montaña estaba temblando muchísimo”. (Éxo. 19:9, 16-18; 20:18, 20.) Por unos mil quinientos años desde entonces los israelitas se hallaron en una posición singular: fueron el pueblo escogido de Dios.

      Sin embargo, en el siglo I E.C. la situación cambió drásticamente. Israel perdió su posición privilegiada y Jehová la abandonó debido a que aquella nación rechazó a su Hijo. (Mat. 21:43; 23:37, 38; Hech. 4:24-28.) Jehová entonces produjo la congregación cristiana primitiva, fundada en Cristo. En el Pentecostés de 33 E.C., Jehová derramó su espíritu santo sobre los seguidores de Jesús que se hallaban en Jerusalén y los hizo “una raza escogida, [...] una nación santa, un pueblo para posesión especial”. (1 Ped. 2:9; Hech. 2:1-4; Efe. 2:19, 20.) Llegaron a ser los “escogidos de Dios”. (Col. 3:12.)

      Ser miembro de aquella nación escogida dependía de que se cumpliera con ciertas condiciones. Jehová estableció requisitos morales y espirituales estrictos que se tenían que satisfacer. (Gál. 5:19-24.) Los que llenaban los requisitos estaban en posición de ser escogidos por él. No obstante, una vez que Dios los escogía, era de suma importancia que siguieran obedeciendo Sus leyes. Solo ‘los que le obedecieran como gobernante’ seguirían recibiendo su espíritu santo. (Hech. 5:32.) Los que no le obedecían estaban en peligro de ser expulsados de la congregación y de perder su herencia en el Reino de Dios. (1 Cor. 5:11-13; 6:9, 10.)

      Pero ¿cómo sabrían otros que Dios realmente había escogido a aquella congregación cristiana primitiva para reemplazar a Israel como “la congregación de Dios”? (Hech. 20:28.) La selección divina se hizo patente. Después de la muerte de Jesús, Dios concedió a los miembros de aquella congregación cristiana dones milagrosos que probaron que ellos eran ahora los escogidos de Dios. (Heb. 2:3, 4.)

      Sin embargo, en tiempos bíblicos, ¿se necesitaron siempre señales o milagros para identificar a los que Dios había escogido y guiado? No, de ninguna manera. Las obras milagrosas no fueron sucesos comunes durante la historia bíblica. La mayoría de las personas que vivieron en aquellos tiempos nunca presenciaron un milagro. Gran parte de los milagros registrados en la Biblia tuvieron lugar en los días de Moisés y Josué (siglos XVI y XV a.E.C.), Elías y Eliseo (siglos X y IX a.E.C.), y Jesús y sus apóstoles (siglo I E.C.). Otras personas fieles escogidas por Dios con propósitos especiales, como Abrahán y David, vieron o experimentaron manifestaciones del poder de Dios, pero no hay prueba alguna de que ellas mismas hicieran milagros. (Gén. 18:14; 19:27-29; 21:1-3; compárese con 2 Samuel 6:21; Nehemías 9:7.) En cuanto a los dones milagrosos del siglo primero, la Biblia predijo que ‘serían eliminados’. (1 Cor. 13:8.) Y esto aconteció con la muerte del último de los doce apóstoles y de aquellos que habían recibido los dones milagrosos mediante ellos. (Compárese con Hechos 8:14-20.)

      ¿A quiénes ha escogido Dios en nuestro tiempo?

      Después del siglo primero, la apostasía predicha se desarrolló sin impedimento alguno. (Hech. 20:29, 30; 2 Tes. 2:7-12.) Por muchos siglos la lámpara del cristianismo verdadero emitió una luz muy débil. (Compárese con Mateo 5:14-16.) Sin embargo, en una ilustración Jesús indicó que en la ‘conclusión del sistema de cosas’ se vería claramente la diferencia entre “el trigo” (los cristianos verdaderos) y “la mala hierba” (los cristianos de imitación). El trigo, o “los escogidos”, serían juntados en la única verdadera congregación cristiana, como ocurrió en el siglo primero. (Mat. 13:24-30, 36-43; 24:31.) Jesús también llamó a los miembros ungidos de esa congregación “el esclavo fiel y discreto”, e indicó que en el tiempo del fin estos proveerían alimento espiritual. (Mat. 24:3, 45-47.) A ese esclavo fiel se le uniría “una gran muchedumbre” de adoradores verdaderos de todas las naciones. (Rev. 7:9, 10; compárese con Miqueas 4:1-4.)

      ¿Cómo se identificaría a los adoradores verdaderos que vivieran en el tiempo del fin?, ¿estarían siempre en lo correcto?, ¿sería infalible su juicio? Los apóstoles de Jesús necesitaron corrección. (Luc. 22:24-27; Gál. 2:11-14.) Al igual que los apóstoles, los verdaderos seguidores de Cristo en nuestro día tienen que ser humildes, estar dispuestos a aceptar disciplina y, cuando sea necesario, hacer ajustes a fin de armonizar más estrechamente su manera de pensar con la de Dios. (1 Ped. 5:5, 6.)

      Cuando el mundo entró en los últimos días en 1914, ¿qué grupo demostró ser la única y verdadera organización cristiana? La cristiandad estaba llena de iglesias que afirmaban representar a Cristo. Pero ¿cuál de estas, si acaso alguna, satisfacía los requisitos bíblicos?

      La única y verdadera congregación cristiana tendría que ser una organización que se apegara a la Biblia como su autoridad principal, no una que citara de vez en cuando algunos versículos, pero que rechazara los demás cuando no estuvieran en conformidad con su teología del momento. (Juan 17:17; 2 Tim. 3:16, 17.) Tenía que ser una organización cuyos miembros —no algunos, sino todos— verdaderamente no fueran parte del mundo, en imitación de Cristo. Por eso, ¿cómo pudieran envolverse ellos en la política, como lo han hecho repetidas veces las iglesias de la cristiandad? (Juan 15:19; 17:16.) La verdadera organización cristiana tendría que dar testimonio del nombre divino, Jehová, y efectuar la obra que Jesús mandó que se hiciera: la predicación de las buenas nuevas del Reino de Dios. Al igual que la congregación del siglo primero, no solo algunos de sus miembros, sino todos, serían evangelizadores que sirvieran de toda alma. (Isa. 43:10-12; Mat. 24:14; 28:19, 20; Col. 3:23.) A los adoradores verdaderos también se les conocería por el amor abnegado que se mostrarían unos a otros, un amor que superaría barreras raciales y nacionales, y los uniría en una hermandad mundial. Ese amor no solo tendría que manifestarse en casos aislados, sino también de una manera que los distinguiera realmente como organización. (Juan 13:34, 35.)

      En 1914, cuando comenzó el tiempo del fin, era evidente que ninguna de las iglesias de la cristiandad cumplía con estos requisitos bíblicos, los cuales tenía que satisfacer la única y verdadera congregación cristiana. Pero ¿qué se podía decir de los Estudiantes de la Biblia, como se conocía entonces a los testigos de Jehová?

      Éxito en la búsqueda de la verdad

      En su juventud, C. T. Russell llegó a la conclusión de que la cristiandad había tergiversado la Biblia. También creía que había llegado el tiempo de que se entendiera la Palabra de Dios, y de que la comprendieran los que con sinceridad estudiaran la Biblia y la aplicaran en su vida.

      Una biografía de Russell, publicada poco después de su muerte, explicó: “No fue el fundador de una nueva religión, y nunca dijo que lo fuera. Dio nueva vida a las grandes verdades que Jesús y sus apóstoles enseñaron, y dirigió hacia ellas la luz del siglo XX. Nunca aseguró que hubiera recibido una revelación especial de Dios, pero sostuvo que había llegado el tiempo designado por Dios para que se comprendiera la Biblia; y que, consagrado como estaba al Señor y a Su servicio, se le había permitido entenderla. Puesto que se dedicó al cultivo de los frutos y la gracia del Espíritu Santo, se cumplió en él la promesa del Señor: ‘Porque si estas cosas se hallaren, y abundaren en vosotros: no os dejarán vacíos, e infructuosos en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo’ (2 Pedro 1:5-8)” (The Watch Tower, 1 de diciembre de 1916, página 356).

      La búsqueda de entendimiento bíblico que emprendieron C. T. Russell y sus colaboradores produjo resultados. Como personas que amaban la verdad, creían que la Biblia era la Palabra inspirada de Dios. (2 Tim. 3:16, 17.) Rechazaron las ideas evolucionistas de Darwin y los puntos de vista de la alta crítica de la Biblia que socavaban la fe. Al aceptar las Escrituras como la autoridad suprema, también rechazaron, por considerarlas antibíblicas, enseñanzas como la Trinidad, la inmortalidad del alma y el tormento eterno, doctrinas cuyas raíces eran paganas. Entre las “grandes verdades” que aceptaron estuvieron la de que Jehová es el Creador de todas las cosas, que Jesucristo es el Hijo de Dios que dio su vida en rescate por otros y que cuando Jesús regresara su presencia sería invisible como criatura espiritual. (Mat. 20:28; Juan 3:16; 14:19; Rev. 4:11.) También comprendieron con claridad que el hombre es un alma mortal. (Gén. 2:7; Eze. 18:20.)

      No es que los Estudiantes de la Biblia que se asociaban con Russell hubieran descubierto todas estas verdades; muchas de las cuales algunas personas sinceras que afirmaban ser cristianas las habían comprendido tiempo atrás y hasta las habían aceptado firmemente, aunque no eran enseñanzas populares. Pero ¿se habían amoldado aquellas personas a todos los requisitos bíblicos de la adoración verdadera? Por ejemplo, ¿se habían mantenido realmente separadas del mundo, como Jesús dijo que se mantendrían sus verdaderos seguidores?

      Además del punto de vista que adoptaron respecto a la Biblia, ¿de qué otras maneras sobresalieron los primeros Estudiantes de la Biblia que se asociaron con Russell? Sin duda, una de ellas fue su celo por llevar sus creencias a otros, dando un énfasis especial a la proclamación del nombre y el Reino de Dios. Aunque eran relativamente pocos, no tardaron en llegar a muchos países con las buenas nuevas. ¿Se mantuvieron realmente separados del mundo como seguidores de Cristo? En algunos aspectos, sí. Pero desde la I Guerra Mundial se han percatado, con más claridad, de la responsabilidad que esto implica, lo que se ha convertido en una característica sobresaliente de los testigos de Jehová. No se puede pasar por alto el hecho de que, mientras otros grupos religiosos aclamaban a la Sociedad de Naciones y, más tarde, a las Naciones Unidas, los testigos de Jehová proclamaban que el Reino de Dios —y no una organización de hechura humana— es la única esperanza de la humanidad.

      Pero ¿no han rectificado sus creencias los testigos de Jehová a través de los años? Si en verdad Dios los había escogido y guiado, y si sus enseñanzas tenían el respaldo de las Escrituras, entonces, ¿qué necesidad habría de tales cambios?

      Cómo guía Jehová a su pueblo

      Los que componen la actual organización cristiana no reciben revelaciones angélicas ni inspiración divina. Pero sí tienen las Santas Escrituras inspiradas, que contienen revelaciones del pensamiento y la voluntad de Dios. Como organización, e individualmente, aceptan la Biblia como la verdad divina, la estudian cuidadosamente y permiten que esta obre en ellos. (1 Tes. 2:13.) Pero ¿cómo llegan al entendimiento correcto de la Palabra de Dios?

      La Biblia misma dice: “¿No pertenecen a Dios las interpretaciones?”. (Gén. 40:8.) Si en su estudio de las Escrituras hallan un pasaje que es difícil de entender, tienen que buscar hasta encontrar otros pasajes inspirados que aclaren el asunto. De esa manera dejan que la Biblia se interprete a sí misma, y hecho esto, procuran comprender “el modelo” de la verdad que se expone en la Palabra de Dios. (2 Tim. 1:13.) Jehová los conduce o guía a dicho entendimiento por medio de su espíritu santo. Pero para recibir la guía de ese espíritu tienen que cultivar su fruto, no contristarlo ni oponerse a él, y seguir respondiendo debidamente a su orientación. (Gál. 5:22, 23, 25; Efe. 4:30.) Además, al aplicar celosamente lo que aprenden, siguen fortaleciendo su fe y de ese modo consiguen un entendimiento cada vez más claro de cómo deben hacer la voluntad de Dios en un mundo del que no son parte. (Luc. 17:5; Fili. 1:9, 10.)

      Jehová siempre ha conducido a su pueblo hacia un mejor entendimiento de su voluntad. (Sal. 43:3.) La manera como los ha guiado se puede ilustrar así: si alguien ha estado por mucho tiempo en una habitación oscura, ¿no sería mejor que se le expusiera gradualmente a la luz? Jehová ha seguido el mismo proceder al exponer a su pueblo a la luz de la verdad; les ha dado iluminación progresiva. (Compárese con Juan 16:12, 13.) Ha sido como dice el proverbio: “La senda de los justos es como la luz brillante que va haciéndose más y más clara hasta que el día queda firmemente establecido”. (Pro. 4:18.)

      Los tratos de Jehová con sus siervos escogidos de tiempos bíblicos confirman que, a menudo, el entendimiento claro de su voluntad y sus propósitos se recibe de manera gradual. Por eso Abrahán no comprendió por completo cómo se cumpliría el propósito de Jehová con relación a la “descendencia”. (Gén. 12:1-3, 7; 15:2-4; compárese con Hebreos 11:8.) Daniel no entendió cómo se cumplirían al fin las profecías que puso por escrito. (Dan. 12:8, 9.) Mientras Jesús estuvo en la Tierra, reconoció que él mismo no sabía ni el día ni la hora en que terminaría el sistema de cosas actual. (Mat. 24:36.) Al principio los apóstoles tampoco entendían que el Reino de Jesús iba a ser celestial, que no se establecería en el siglo primero ni que podían heredarlo incluso gentiles. (Luc. 19:11; Hech. 1:6, 7; 10:9-16, 34, 35; 2 Tim. 4:18; Rev. 5:9, 10.)

      No debe sorprendernos, pues, que en tiempos modernos Jehová haya dirigido también a su pueblo para que este sea una organización progresiva, dándole iluminación gradual sobre verdades bíblicas. No son las verdades en sí las que cambian. La verdad sigue siendo la verdad. El propósito y la voluntad de Jehová, como se bosquejan en la Biblia, son inmutables. (Isa. 46:10.) Pero su entendimiento de estas verdades se hace progresivamente más claro “al tiempo apropiado”, al tiempo debido de Jehová. (Mat. 24:45; compárese con Daniel 12:4, 9.) A veces han tenido que modificar su punto de vista a causa de errores humanos o de celo mal dirigido.

      Por ejemplo, en varias ocasiones de la historia moderna de los testigos de Jehová, su celo y entusiasmo por la vindicación de la soberanía de Jehová les ha llevado a expectativas prematuras respecto a cuándo vendría el fin del inicuo sistema de Satanás. (Eze. 38:21-23.) Pero Jehová no ha revelado de antemano la fecha exacta. (Hech. 1:7.) Por lo tanto, el pueblo de Jehová ha tenido que rectificar su punto de vista a este respecto.

      Estas rectificaciones no significan que el propósito de Dios haya cambiado. Tampoco dan a entender, necesariamente, que el fin de este sistema esté en un futuro lejano. Todo lo contrario, el cumplimiento de las profecías bíblicas con relación a “la conclusión del sistema de cosas” confirma lo cerca que está el fin. (Mat. 24:3.) Pues bien, el que los testigos de Jehová hayan tenido algunas expectativas prematuras, ¿quiere decir que Dios no los está guiando? De ningún modo, así como tampoco el que los discípulos preguntaran sobre cuán cerca estaba el Reino en su día significó que Dios no los había escogido y no los guiaba. (Hech. 1:6; compárese con Hechos 2:47; 6:7.)

      ¿Por qué están tan seguros los testigos de Jehová de que tienen la religión verdadera? Porque creen y aceptan lo que la Biblia dice sobre lo que identificaría a los adoradores verdaderos. Su historia moderna, como se ha tratado en capítulos anteriores de esta publicación, muestra que, no solo individualmente, sino también como organización, satisfacen los requisitos: defienden con lealtad la Biblia como la Palabra sagrada de verdad de Dios (Juan 17:17); se mantienen absolutamente separados de los asuntos del mundo (Sant. 1:27; 4:4); testifican acerca del nombre divino, Jehová, y proclaman el Reino de Dios como la única esperanza de la humanidad (Mat. 6:9; 24:14; Juan 17:26); y se aman realmente los unos a los otros (Juan 13:34, 35).

      ¿Por qué sobresale el amor como marca que identifica a los adoradores del Dios verdadero? ¿Qué clase de amor identifica a los cristianos verdaderos?

      [Nota a pie de página]

      a Publicado por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.

  • “En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos”
    Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
    • Capítulo 32

      “En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos”

      ERA el 14 de Nisán del 33 E.C., la última noche de la vida de Jesús como humano en la Tierra. Sabía que pronto moriría, pero no pensaba en sí mismo. Más bien, aprovechó aquella ocasión para animar a sus discípulos.

      Jesús sabía que después de su partida sus discípulos experimentarían dificultades. Serían “objeto de odio de parte de todas las naciones” por causa de Su nombre. (Mat. 24:9.) Satanás trataría de dividirlos y corromperlos. (Luc. 22:31.) A causa de la apostasía, surgirían cristianos de imitación. (Mat. 13:24-30, 36-43.) Además, ‘debido al aumento del desafuero se enfriaría el amor de la mayor parte’. (Mat. 24:12.) En vista de todo esto, ¿qué mantendría unidos a sus verdaderos discípulos? Ante todo, su amor a Jehová les serviría de lazo de unión. (Mat. 22:37, 38.) Pero también tendrían que amarse mutuamente, y hacerlo de tal manera que se les pudiera distinguir del resto del mundo. (Col. 3:14; 1 Juan 4:20.) ¿Qué clase de amor indicó Jesús que identificaría con claridad a sus verdaderos seguidores?

      Aquella última noche Jesús les impuso este mandato: “Les doy un nuevo mandamiento: que se amen unos a otros; así como yo los he amado, que ustedes también se amen los unos a los otros. En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre sí”. (Juan 13:34, 35.) Esa noche Jesús habló del amor más de veinte veces. Y en tres ocasiones dio el mandato de ‘amarse unos a otros’. (Juan 15:12, 17.) Evidentemente, Jesús no solo pensaba en sus once apóstoles fieles que se hallaban con él, sino también en todos los demás que posteriormente aceptarían el cristianismo verdadero. (Compárese con Juan 17:20, 21.) Los cristianos verdaderos estarían bajo el mandato de amarse unos a otros “todos los días hasta la conclusión del sistema de cosas”. (Mat. 28:20.)

      ¿Quiso decir con esto Jesús que a cualquier persona, en cualquier parte del mundo, que mostrara bondad y amor al prójimo se le identificaría como uno de los verdaderos discípulos de Jesús?

      ‘Tengan amor entre sí’

      La misma noche Jesús también habló mucho en cuanto a la unidad. Dijo a sus discípulos: “Permanezcan en unión conmigo”. (Juan 15:4.) Oró para que todos sus seguidores fueran “uno”, y añadió: “Así como tú, Padre, estás en unión conmigo y yo estoy en unión contigo, que ellos también estén en unión con nosotros”. (Juan 17:21.) En este contexto les mandó que ‘tuvieran amor entre sí’. (Juan 13:35.) De modo que el amor de ellos no se expresaría únicamente a algunos amigos íntimos ni dentro de una sola congregación. El apóstol Pedro repitió el mandato de Jesús al escribir más tarde: “Tengan amor a toda la asociación de hermanos [o ‘la hermandad’]”. (1 Ped. 2:17, Kingdom Interlinear; compárese con 1 Pedro 5:9.) Por lo tanto, serían una hermandad mundial estrechamente unida. Todos los miembros de la familia mundial de creyentes se mostrarían un amor especial porque se verían como hermanos y hermanas.

      ¿Cómo se manifestaría tal amor? ¿Qué haría tan característico, tan diferente, su amor mutuo de modo que otros pudieran ver en ello prueba clara del verdadero cristianismo?

      “Así como yo los he amado”

      La Ley que Dios dio a Israel más de mil quinientos años antes de que Jesús viviera en la Tierra contenía el siguiente mandato: “Tienes que amar a tu prójimo como a ti mismo”. (Lev. 19:18.) Sin embargo, esa clase de amor al prójimo no era la clase de amor que distinguiría a los seguidores de Jesús. Él se refería a un amor que iría más allá de amar a otros como a uno mismo.

      El mandato de amarse unos a otros era, como Jesús dijo, “un nuevo mandamiento”. No  era nuevo porque fuera más reciente que la Ley mosaica, sino debido al grado al que tenía que expresarse el amor. Jesús explicó que tenían que amarse unos a otros ‘así como él los había amado’. (Juan 13:34.) El amor de él a sus discípulos era fuerte, constante. Era un amor abnegado. Lo demostró haciendo más que simplemente unas cuantas obras buenas por ellos. Los alimentó espiritualmente y, cuando fue necesario, atendió sus necesidades físicas. (Mat. 15:32-38; Mar. 6:30-34.) Además, como prueba suprema de su amor, entregó la vida por ellos. (Juan 15:13.)

      Esa es la clase de amor sobresaliente que el “nuevo mandamiento” exige, el amor que los verdaderos discípulos se tendrían mutuamente. (1 Juan 3:16.) ¿Quiénes dan hoy prueba clara de que obedecen el “nuevo mandamiento”? La evidencia ya presentada en esta publicación señala inequívocamente a una sola asociación mundial de cristianos.

      No se les reconoce porque vistan de una manera peculiar o porque tengan costumbres extrañas, sino por el apego fuerte y afectuoso que se tienen entre sí. Tienen fama de mostrarse un amor que sobrepasa las diferencias raciales y las fronteras nacionales. Se les conoce por negarse a luchar unos contra otros, incluso cuando las naciones en las que viven entran en guerra. Lo que ha impresionado a otros es la manera como se ayudan mutuamente en momentos difíciles, como cuando ocurren desastres naturales o se persigue a algunos miembros de su hermandad por mantenerse íntegros a Dios. Están dispuestos a aguantar dificultades o encararse al peligro a fin de ayudar a sus hermanos y hermanas por quienes Cristo dio la vida. Están incluso dispuestos a morir unos por otros. En un mundo cada vez más egoísta, el amor que manifiestan es singular. Se trata de los testigos de Jehová.a

      Una muestra de tal amor en acción se vio cuando el huracán Andrés azotó las costas de la Florida (E.U.A.), en las primeras horas del lunes 24 de agosto de 1992. Unas 250.000 personas quedaron sin hogar. Entre los afectados hubo miles de testigos de Jehová. El Cuerpo Gobernante de los Testigos de Jehová actuó casi de inmediato nombrando un comité de socorro y dando pasos para hacer disponibles fondos de emergencia. Los superintendentes cristianos de la zona afectada se comunicaron enseguida con los Testigos para determinar sus necesidades y prestarles ayuda. Aquel mismo lunes por la mañana los Testigos de Carolina del Sur, a centenares de kilómetros de distancia, les enviaron un camión cargado de generadores eléctricos, sierras de cadena y agua potable. El martes llegaron más suministros donados, así como centenares de voluntarios procedentes de otros lugares para ayudar a los hermanos de la zona afectada a reparar Salones del Reino y casas particulares. Una señora que no es Testigo y que vivía cerca de un Salón del Reino dijo respecto a las operaciones de socorro: “Este tiene que ser el amor cristiano del que habla la Biblia”.

      ¿Disminuye ese amor después de uno o dos actos de bondad? ¿Se muestra únicamente a personas de la misma raza o nacionalidad? ¡Por supuesto que no! Debido a la inestable situación política y económica de Zaire, en 1992 más de mil doscientos Testigos perdieron sus hogares y todas sus pertenencias. Otros Testigos del país acudieron en su ayuda inmediatamente. Aunque ellos mismos se hallaban en una situación difícil, también compartieron lo que tenían con refugiados provenientes del Sudán. Poco después llegaron suministros de Sudáfrica y Francia; en estos se incluía harina de maíz, pescado salado y medicamentos: artículos que realmente serían útiles. Vez tras vez se proveyó ayuda según lo requerían las circunstancias. Mientras tanto, en muchos otros países se prestaba una ayuda similar.

      Sin embargo, el que los testigos de Jehová muestren esa clase de amor no hace que se den por satisfechos. Se dan cuenta de que, como seguidores de Jesucristo, nunca deben bajar la guardia.

      [Nota a pie de página]

      a Véase el capítulo 19: “Crecen juntos en amor”.

      [Comentario en la página 710]

      ¿Qué clase de amor indicó Jesús que identificaría con claridad a sus verdaderos seguidores?

      [Comentario en la página 711]

      Serían una hermandad mundial estrechamente unida

      [Recuadro en la página 712]

      “Los Testigos atienden a los suyos, y a los demás”

      Con ese titular el periódico “The Miami Herald” informó sobre las operaciones de socorro emprendidas por los testigos de Jehová en el sur de Florida después de la devastación causada por el huracán Andrés en agosto de 1992. El artículo decía: “Esta semana no había nadie en Homestead que cerrase la puerta a los testigos de Jehová, si es que todavía les quedaba una puerta en pie que cerrar. Unos 3.000 Testigos voluntarios de todo el país han acudido a la zona del desastre, primero para ayudar a los suyos, luego a los demás. [...] Unas 150 toneladas de alimentos y suministros han sido encauzadas desde un centro de operaciones ubicado en el Salón de Asambleas del oeste del condado de Broward hacia dos Salones del Reino de la zona de Homestead. Desde los salones parten los grupos de trabajadores todas las mañanas en diferentes direcciones para reparar los hogares dañados de sus hermanos Testigos. [...] Una cocina de campaña prepara con presteza comidas para 1.500 personas tres veces al día. Y no se trata de una comida rápida de poco valor nutritivo. Los voluntarios disfrutan de pan recién horneado, lasaña, ensalada, estofado, panqueques y torrijas, todo elaborado con ingredientes que se han donado”.—31 de agosto de 1992, página 15A.

  • Siguen manteniéndose alerta
    Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
    • Capítulo 33

      Siguen manteniéndose alerta

      “PUESTO que Jesús dijo claramente que ningún hombre podía conocer ‘aquel día’ ni ‘la hora’ en que el Padre ha de ordenar a su Hijo ‘que venga’ contra el inicuo sistema de cosas de Satanás, quizás algunos pregunten: ‘¿Por qué es tan urgente que vivamos a la expectativa del fin?’. Es urgente porque casi al mismo tiempo Jesús agregó: ‘Sigan mirando, manténganse despiertos [...] manténganse alerta’ (Marcos 13:32-35)”. (La Atalaya, 1 de diciembre de 1984.)

      Por décadas los testigos de Jehová se han mantenido alerta. ¿Pendientes de qué? Pendientes del regreso de Jesús con el poder del Reino para ejecutar sentencia contra el inicuo sistema de cosas de Satanás y extender por toda la Tierra los beneficios de su gobernación real. (Mat. 6:9, 10; 24:30; Luc. 21:28; 2 Tes. 1:7-10.) Aquellos que se mantienen alerta saben que la “señal” de la presencia de Jesús se ha hecho evidente desde 1914 y que en aquel año el sistema de cosas actual entró en sus últimos días. (Mat. 24:3–25:46.)

      Pero Jesús no ha llegado aún como Ejecutor de la justicia y Libertador. Por eso, ¿cómo ven los testigos de Jehová su situación actual?

      ‘Plenamente seguros’ de su entendimiento

      Como congregación mundial tienen “la plena seguridad de su entendimiento”. (Col. 2:2.) No se trata de que comprendan todo detalle de los propósitos de Jehová. Siguen investigando las Escrituras con mente receptiva y siguen aprendiendo. Pero lo que aprenden no cambia su punto de vista básico respecto a las verdades fundamentales de la Palabra de Dios. Están ‘plenamente seguros’ de estas verdades que son como cimientos; las han reconocido y aceptado ya por muchas décadas. Sin embargo, lo que aprenden les ayuda a entender cada vez mejor cómo encajan ciertos textos en el modelo general de la verdad bíblica y cómo pueden aplicar más de lleno el consejo de la Palabra de Dios a su propia vida.

      Los testigos de Jehová también tienen “plena seguridad” respecto a las promesas de Dios. Tienen confianza absoluta en que ninguna de sus promesas fallará ni en el detalle más pequeño, y en que todas se cumplirán a su tiempo señalado. El cumplimiento de la profecía bíblica que han visto y experimentado les garantiza que el mundo actual se halla en su “tiempo del fin” y que pronto se realizará la promesa de Dios de que habrá un nuevo mundo justo. (Dan. 12:4, 9; Rev. 21:1-5.)

      Entonces, ¿qué deberían estar haciendo? “Sigan mirando, manténganse despiertos, —les mandó Jesús— porque no saben cuándo es el tiempo señalado. Por lo tanto, manténganse alerta [...] para que, cuando [el Amo] llegue de súbito, no los halle durmiendo. Pero lo que les digo a ustedes, a todos lo digo: Manténganse alerta.” (Mar. 13:33, 35-37.) Los testigos de Jehová están muy al tanto de que es preciso que se mantengan alerta.

      El anhelo excesivo que a veces han mostrado con relación al cumplimiento de ciertas profecías no cambia la prueba que se ha acumulado desde la I Guerra Mundial de que nos hallamos en la conclusión del sistema de cosas. Ciertamente es mucho mejor tener el deseo —aunque este sea excesivo— de ver realizada la voluntad de Dios, que estar dormido en sentido espiritual en lo que respecta al cumplimiento de sus propósitos. (Compárese con Lucas 19:11; Hechos 1:6; 1 Tesalonicenses 5:1, 2, 6.)

      ¿Qué implica mantenerse alerta?

      ¿Cómo mantenerse alerta?

      Los cristianos que se mantienen alerta no son personas que sencillamente se cruzan de brazos y esperan. Todo lo contrario. Tienen que mantenerse en una buena condición espiritual de manera que, cuando Jesús venga como Ejecutor, resulte ser para ellos un Libertador. (Luc. 21:28.) “Presten atención a sí mismos —advirtió Jesús— para que sus corazones nunca lleguen a estar cargados debido a comer con exceso y beber con exceso, y por las inquietudes de la vida, y de repente esté aquel día sobre ustedes instantáneamente como un lazo. [...] Manténganse despiertos.” (Luc. 21:34-36.) De modo que los cristianos que se mantienen alerta primero tienen que ‘prestar atención a sí mismos’ y ejercer cuidado para vivir cada día como debe hacerlo el cristiano. Tienen que mantenerse bien despiertos en cuanto a sus responsabilidades cristianas y evitar la conducta no cristiana que caracteriza a un mundo que “yace en el poder del inicuo”. (1 Juan 5:19; Rom. 13:11-14.) Cuando Cristo llegue, tienen que estar listos.

      ¿Quiénes se han mantenido realmente despiertos, en una buena condición espiritual? La historia presentada en los capítulos anteriores de esta publicación señala a los testigos de Jehová. Es evidente que estos toman muy en serio las responsabilidades que implica ser cristiano. Por ejemplo, en tiempos de guerra han estado dispuestos a sufrir encarcelamiento y muerte por mantenerse alerta en cuanto a la obligación de no ser parte del mundo y mostrarse amor abnegado unos a otros. (Juan 13:34, 35; 17:14, 16.) Las personas que los observan en sus Salones del Reino, en sus grandes asambleas o hasta en su empleo seglar quedan impresionadas por su ‘conducta excelente’. (1 Ped. 2:12.) En este mundo que ha “llegado a estar más allá de todo sentido moral”, se han ganado la reputación de llevar vidas honradas y moralmente limpias. (Efe. 4:19-24; 5:3-5.)

      Sin embargo, mantenerse alerta implica más que sencillamente ‘prestar cada uno atención a sí mismo’. El trabajo de un vigía o atalaya es anunciar a otros lo que ve. En este tiempo del fin, los cristianos observadores que ven con claridad la señal de la presencia de Cristo tienen que proclamar a otros las “buenas nuevas del reino” y advertirles de que dentro de poco Cristo vendrá y ejecutará la sentencia contra este sistema de cosas inicuo. (Mat. 24:14, 30, 44.) De esta manera ayudan a otros a ponerse en camino a “su liberación”. (Luc. 21:28.)

      ¿Quiénes han demostrado estar alerta dando la advertencia? En todo el mundo se conoce a los testigos de Jehová por su celo al proclamar el nombre de Dios y su Reino. No reservan la predicación para una clase clerical selecta. Se dan cuenta de que es una responsabilidad de todos los creyentes. La consideran parte fundamental de su adoración. (Rom. 10:9, 10; 1 Cor. 9:16.) ¿Qué resultados ha tenido esto?

      Actualmente componen una congregación creciente de millones de miembros, activos en más de doscientas veinte naciones de toda la Tierra. (Isa. 60:22; compárese con Hechos 2:47; 6:7; 16:5.) Algunos de los gobiernos más poderosos de la historia humana han proscrito su obra, hasta se les ha perseguido y enviado a prisión. ¡Pero los testigos de Jehová han seguido proclamando el Reino de Dios! Su determinación es como la de los apóstoles, que, al ordenárseles que cesaran de predicar, dijeron: “En cuanto a nosotros, no podemos dejar de hablar de las cosas que hemos visto y oído”. “Tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres.” (Hech. 4:18-20; 5:27-29.)

      ‘Manténganse en expectación de ella’

      Hoy la situación de los testigos de Jehová es similar a la de los cristianos de Judea en el siglo primero. Jesús les había dado una señal que les permitiría saber cuándo huir de Jerusalén para no ser destruidos con ella. Dijo: “Cuando vean a Jerusalén cercada de ejércitos acampados, [...] echen a huir”. (Luc. 21:20-23.) Poco más de treinta años después, en 66 E.C., Jerusalén fue rodeada por los ejércitos de Roma. Cuando de súbito las fuerzas romanas se retiraron sin motivo aparente, los cristianos de Judea siguieron las instrucciones de Jesús y huyeron —no solo de Jerusalén, sino de toda la zona de Judea— a una ciudad de Perea llamada Pela.

      Allí esperaron seguros. Llegó y pasó el año 67 E.C. También los años 68 y 69. Sin embargo, Jerusalén seguía libre. ¿Deberían regresar? Después de todo, Jesús no les había dicho cuánto tiempo tenían que esperar. Pero si algunos regresaron fue para su perjuicio, pues en 70 E.C. los ejércitos romanos volvieron en cantidades tan grandes que su impacto fue como el de una inundación que no se puede detener, y esta vez no se retiraron. Más bien, destruyeron la ciudad y mataron a más de un millón de personas. ¡Qué contentos tienen que haberse sentido los cristianos de Judea en Pela por haberse mantenido a la espera del tiempo designado por Jehová para ejecutar su sentencia!

      Lo mismo sucede con los que se mantienen alerta hoy. Se dan cuenta de que, mientras más nos adentramos en el tiempo del fin, más difícil será mantenerse en expectación de la venida de Jesús. Pero no han perdido la fe en estas palabras de él: “En verdad les digo que de ningún modo pasará esta generación hasta que sucedan todas estas cosas”. (Mat. 24:34.) La expresión “estas cosas” se refiere a los diferentes rasgos de la “señal” compuesta. Esta señal se ha visto con claridad desde 1914 y culminará en la “gran tribulación”. (Mat. 24:21.) La “generación” que vivía en 1914 está desapareciendo rápidamente. El fin no puede estar lejos.

      Mientras tanto, los testigos de Jehová están completamente resueltos a mantenerse alerta, con plena fe en que Dios cumplirá todas sus promesas a su tiempo debido. Toman a pecho las palabras de Jehová al profeta Habacuc. Respecto a que Jehová aparentemente estuviera tolerando la maldad en el reino de Judá durante la última parte del siglo VII a.E.C., Él le dijo al profeta: “Escribe la visión [respecto al fin de las condiciones opresivas], y ponla claramente sobre tablas, para que el que lea de ella en voz alta lo haga con afluencia. Porque la visión es todavía para el tiempo señalado, y sigue jadeando hasta el fin, y no dirá mentira. Aun si [pareciera que] tardara, manténte en expectación de ella; porque sin falta se realizará. No llegará tarde”. (Hab. 1:2, 3; 2:2, 3.) De manera similar, los testigos de Jehová confían en Su rectitud y justicia, y esto les ayuda a mantener su equilibrio y a esperar el “tiempo señalado” de Jehová.

      F. W. Franz, quien se bautizó en 1913, expresó bien el sentir de los testigos de Jehová. En 1991, como presidente de la Sociedad Watch Tower, dijo:

      “Nuestra esperanza es segura, y se cumplirá por completo en el caso de todos y cada uno de los 144.000 miembros del rebaño pequeño a un grado que sobrepasará hasta lo que nos hemos imaginado. Los del resto que estábamos vivos para el año 1914 —cuando todos esperábamos ir al cielo— no hemos perdido nuestro sentido del valor de esa esperanza. En vez de eso, estamos tan convencidos de ella como siempre lo hemos estado, y la apreciamos más aún mientras más tiempo tenemos que esperarla. Es algo que vale la pena esperar, aunque requiriera un millón de años. Tengo nuestra esperanza en más alta estima que nunca antes, y jamás quiero perder el aprecio que le tengo. La esperanza del rebaño pequeño también asegura que la expectación de la gran muchedumbre de las otras ovejas se cumplirá, sin posibilidad alguna de que falle, más allá de lo más prometedor que nos imaginemos. Por eso seguimos firmes hasta este mismo momento, y nos mantendremos firmes hasta que Dios de hecho haya demostrado que es fiel a sus ‘preciosas y grandiosísimas promesas’.” (2 Ped. 1:4; Núm. 23:19; Rom. 5:5.)

      Se acerca rápidamente el tiempo en que la presencia de Cristo con poder real se hará claramente manifiesta a toda la humanidad. Entonces, los que estén vigilantes ‘recibirán el cumplimiento de la promesa’. (Heb. 10:36.) Sí, se satisfarán sus esperanzas hasta un grado ‘que no se pueden imaginar’. ¡Qué felices y agradecidos estarán de haber sido los únicos que en los últimos días del inicuo sistema de cosas siguieron manteniéndose vigilantes y que proclamaron con celo el Reino de Dios!

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