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  • El amor cristiano tras la erupción
    ¡Despertad! 2000 | 22 de abril
    • Algunas congregaciones de los testigos de Jehová enviaron alimentos; uno de ellos donó 1.000 bloques de hormigón, otro concretó la compra a bajo costo de material de aluminio para techos, y otro caminó 16 kilómetros para conseguir madera. Un joven que había ahorrado para pagarle a sus futuros suegros el precio de la novia pospuso la boda y usó el dinero para reparar su motosierra. Se internó en el bosque, y en tres semanas cortó suficiente madera para construir una casa entera. Hermanos cristianos jóvenes y fuertes transportaron sobre la cabeza los maderos hasta el lugar donde un camión luego los recogió, a cinco kilómetros de distancia.

      La reconstrucción comenzó el 24 de abril, con 60 voluntarios que se dieron cita en el lugar del desastre. Después de algunos fines de semana, la cantidad aumentó hasta llegar a 200 voluntarios. Tres Testigos que trabajaban de jornada completa se presentaban después de salir de su trabajo y colaboraban en la construcción hasta pasada la medianoche. Un Testigo de Duala pasaba toda la mañana en su empleo, luego recorría 70 kilómetros en motocicleta y trabajaba hasta la medianoche antes de regresar a su hogar. En menos de dos meses se terminaron seis casas. Mientras tanto, la Congregación de Buea siguió celebrando sus reuniones en un hogar privado, aun cuando la asistencia era casi el doble de la cantidad de miembros de la congregación.

  • El amor cristiano tras la erupción
    ¡Despertad! 2000 | 22 de abril
    • Después de observar una de las casas construidas por los hermanos, un hombre de la Delegación Provincial de Agricultura expresó: “La casa es un gran testimonio en sí misma [...], una manifestación de amor”. Una maestra dijo: “Nunca había visto tal cosa en toda mi vida. [...] Esta sí que es una demostración de verdadero cristianismo”.

      Igualmente elocuentes fueron quienes recibieron los beneficios directos. Timothy, que tiene 65 años de edad y está enfermo, escribió: “Cada vez que miramos nuestra nueva casa, lágrimas de alegría nos inundan los ojos. Seguimos agradeciendo a Jehová lo que ha hecho por nosotros”. Una viuda que no es testigo de Jehová y sus cuatro hijos se vieron sumidos en la miseria cuando su casa se vino abajo; además, las personas contratadas para ayudarle le robaron los materiales para el techo. Los Testigos acudieron en su ayuda. Ella dijo: “No sé cómo darles las gracias. Mi corazón rebosa de alegría”. Elizabeth, esposa de un anciano cristiano, hizo la siguiente observación: “Estoy contenta porque en la organización de Jehová existe el amor. Eso demuestra que estamos sirviendo al Dios vivo”.

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