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Edifican juntos a escala mundialLos testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
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Salones del Reino
En un principio, muchas congregaciones de los testigos de Jehová celebraban gran parte de sus reuniones en hogares particulares, al igual que lo hacían los cristianos del siglo I. En Estocolmo (Suecia), los pocos que empezaron a reunirse con regularidad alquilaron un taller de carpintería que estaba disponible después de las horas de trabajo. Un grupito de la provincia de La Coruña (España) celebró sus primeras reuniones en un pequeño hórreo o granero a causa de la persecución.
En los países donde había libertad para alquilar lugares de reunión, las congregaciones locales lo hacían cuando necesitaban más espacio. No obstante, si otras organizaciones usaban el mismo lugar los Testigos tenían que transportar e instalar su equipo para cada reunión, y a menudo el local olía a tabaco. Donde era posible, los hermanos arrendaban un almacén o una planta alta que no se estuviera utilizando, y la congregación le daba uso exclusivo. Pero con el tiempo, debido al alto costo de los alquileres y a la falta de locales adecuados en muchos lugares, los hermanos se vieron obligados a buscar nuevas soluciones. En algunos casos compraron edificios y los renovaron.
Antes de la II Guerra Mundial unas cuantas congregaciones construyeron lugares de reunión especialmente concebidos para tal fin. Ya en 1890 el grupo de Estudiantes de la Biblia de Mount Lookout (Virginia Occidental) había edificado su propio lugar de reuniones.a Sin embargo, la construcción de Salones del Reino no se generalizó hasta los años cincuenta de este siglo.
La designación Salón del Reino la sugirió en 1935 J. F. Rutherford, entonces presidente de la Sociedad Watch Tower. Él dispuso que los hermanos construyeran un salón de reuniones junto a la sucursal de la Sociedad en Honolulú (Hawai). Cuando James Harrub le preguntó qué nombre le pondría al edificio, el hermano Rutherford respondió: “¿No cree que deberíamos llamarlo ‘Salón del Reino’, ya que eso es lo que estamos haciendo, predicar las buenas nuevas del Reino?”. Después de eso, donde era posible se empezó a colocar un letrero que decía: “Salón del Reino” en los salones donde se reunían los Testigos regularmente. Por eso, cuando se reformó el Tabernáculo de Londres en 1937-1938, se le dio el nuevo nombre de Salón del Reino. Con el tiempo, el principal lugar de reunión de todas las congregaciones del mundo llegó a conocerse como Salón del Reino de los Testigos de Jehová.
Varias maneras de hacerlo
La decisión de arrendar un local o de construir un Salón del Reino la toman las congregaciones individualmente. También corren por su cuenta los gastos de mantenimiento y de construcción. Con el fin de economizar, la gran mayoría de las congregaciones han procurado realizar todos los trabajos de construcción que puedan sin recurrir a contratistas comerciales.
Los salones se pueden construir de ladrillo, piedra, madera u otros materiales, dependiendo del costo y de lo que esté disponible en la zona. En Katima Mulilo (Namibia) se utilizó paja para el techo y barro de los hormigueros (que se endurece mucho al secarse) para las paredes y el piso. Los Testigos de Segovia (Colombia) fabricaron sus propios bloques de cemento. En Colfax (California) se empleó lava sin tallar procedente del monte Lassen.
La congregación de Maseru (Lesoto) sabía que tenía que construir un Salón del Reino adecuado, pues en 1972 la asistencia a las reuniones a menudo pasaba de doscientas personas. Todos colaboraron en la realización del proyecto. Algunos hermanos de edad avanzada caminaron hasta 32 kilómetros para trabajar. Los niños hacían rodar hasta la obra recipientes cilíndricos llenos de agua. Las hermanas preparaban las comidas. También ayudaban a compactar el suelo con los pies antes de vaciar el concreto, entonando continuamente cánticos del Reino y pisando fuerte al ritmo de la música. Para las paredes se utilizó piedra arenisca de las montañas cercanas que no les costó nada porque la recogieron ellos mismos. El resultado fue un Salón del Reino para aproximadamente doscientas cincuenta personas.
A veces los Testigos de congregaciones cercanas ayudaban en la construcción. Así, en 1985, cuando los testigos de Jehová de Imbali, una comunidad negra de Sudáfrica, edificaron un salón con capacidad para 400 personas, contaron con la ayuda de otros Testigos de las poblaciones cercanas de Pietermaritzburg y Durban. ¿Puede imaginarse el asombro de los vecinos al ver llegar, en aquellos días de disturbios raciales en Sudáfrica, a grandes cantidades de Testigos blancos, mestizos e indios que venían a trabajar hombro a hombro con sus hermanos africanos negros? Como dijo el alcalde del pueblo: “Solo puede realizarse con amor”.
Las congregaciones se dieron cuenta de que, por mucho que los hermanos estuvieran dispuestos a colaborar, las circunstancias locales limitaban lo que podían hacer. Los hombres tenían que mantener a sus familias y solo podían trabajar en la construcción durante los fines de semana y tal vez un poco por las noches. En muchas congregaciones había pocas personas, si acaso alguna, con experiencia en oficios relacionados con la construcción. Sin embargo, era posible construir en unos cuantos días o quizás en unas cuantas semanas un edificio parcialmente descubierto y relativamente sencillo, apropiado para los trópicos. Con la ayuda de Testigos de congregaciones cercanas se podían terminar construcciones más sólidas en cinco o seis meses. En otros casos esto podría tomar un año o dos.
Sin embargo, en el decenio 1970-1980 los testigos de Jehová aumentaban por todo el mundo a un ritmo de dos a tres congregaciones nuevas por día. A principios de los años noventa la tasa de crecimiento era de nueve por día. ¿Lograrían satisfacer la urgente necesidad de nuevos Salones del Reino?
Se crean técnicas de construcción rápida
A comienzos de los años setenta, más de cincuenta Testigos de congregaciones vecinas se pusieron a trabajar en la construcción de un nuevo Salón del Reino en Carterville (Misuri) para el grupo que se reunía en Webb City. En un fin de semana levantaron la armazón principal y adelantaron bastante el trabajo del techo. Todavía quedaba mucho por hacer, y requirió meses completar la construcción, pero una parte importante se había terminado en muy poco tiempo.
Durante la década siguiente, al construir juntos unos sesenta salones, los hermanos superaron los obstáculos e idearon métodos más eficaces. Con el tiempo se dieron cuenta de que, una vez echados los cimientos, podían terminar casi todo un Salón del Reino en solo un fin de semana.
Varios superintendentes de congregaciones del mediooeste de Estados Unidos canalizaron sus esfuerzos hacia esa meta. Cuando las congregaciones pedían ayuda para construir un Salón del Reino, uno o más de estos hermanos examinaban el proyecto y les suministraban los detalles de los pasos preliminares que tenían que dar antes de que se pudiera efectuar el trabajo. Entre otras cosas, tenían que obtener los permisos de construcción, echar los cimientos y el piso de concreto, disponer de servicio eléctrico, instalar las cañerías subterráneas y concertar con proveedores confiables la entrega de los materiales de construcción. Después se podía fijar la fecha para erigir el Salón del Reino. El edificio no sería prefabricado; toda la construcción se efectuaría allí mismo.
¿Quiénes harían el trabajo de construcción propiamente dicho? Hasta donde era posible, lo hacían trabajadores voluntarios, mano de obra no remunerada. Por lo general participaban familias enteras. Los organizadores del programa se comunicaban con Testigos artesanos que hubieran expresado su deseo de colaborar en las obras. Otros Testigos que se enteraban del plan también deseaban ayudar; acudían centenares de ellos, tanto de la localidad como de lugares distantes, ansiosos de ofrecer sus servicios en todo lo que pudieran. La mayoría no eran constructores de profesión, pero sí encajaban muy bien con lo que dice Salmo 110:3 acerca de los que apoyarían al Rey Mesiánico de Jehová: “Tu pueblo se ofrecerá de buena gana”.
El jueves por la noche antes de dar el gran empujón a la obra, los supervisores se reunían para ultimar los detalles. La noche siguiente presentaban a los trabajadores un programa de diapositivas sobre el procedimiento, para que entendieran cómo se llevaría a cabo el trabajo. Se enfatizaba la importancia de las cualidades piadosas. Se animaba a los hermanos a trabajar juntos con amor, bondad, paciencia y consideración. Se estimulaba a todos a trabajar a paso regular, sin precipitarse, y a no vacilar en sacar unos minutos para relatar a alguien alguna experiencia animadora. Al día siguiente, muy de mañana, empezaba la obra.
El sábado por la mañana, a una hora ya fijada, todos interrumpían el trabajo para escuchar la explicación del texto bíblico del día. Luego se hacía una oración en la que se reconocía que el éxito de la empresa dependía de la bendición de Jehová. (Sal. 127:1.)
Una vez comenzado el trabajo, avanzaba velozmente. En una hora se levantaban las paredes. A continuación venía el entramado del techo. Las paredes se revestían de madera contrachapada que se fijaba con clavos. Los electricistas empezaban a tender los cables. Se instalaban los conductos del aire acondicionado y la calefacción. Se construían los diferentes armarios y se ponían en su lugar. Algunas veces llovía durante todo el fin de semana; otras veces o hacía un frío glacial o el calor era excesivo; pero el trabajo continuaba. No había competencia ni rivalidad entre los trabajadores.
Por lo general, antes del anochecer del segundo día ya había concluido la construcción del Salón del Reino, lo que incluía una agradable decoración del interior y quizás hasta jardines en el exterior. A veces resultaba más práctico programar el trabajo para más de tres días, o tal vez para dos fines de semana. Al final de la obra muchos de los trabajadores —cansados, pero muy contentos— se quedaban para disfrutar de la primera reunión regular de la congregación: el estudio de La Atalaya.
Algunos vecinos de Guymon (Oklahoma, E.U.A.), que dudaban de que se pudiera hacer trabajo de calidad tan rápidamente, llamaron al inspector de obras del municipio. “Les dije que si querían ver algo bien hecho debían visitar el salón —dijo el inspector más tarde al relatar el incidente a los Testigos—. Ustedes están haciendo correctamente hasta los detalles que van a estar escondidos y que no se verán.”
Conforme aumentaba la necesidad de tener Salones del Reino, los hermanos que habían ideado muchas de las técnicas de construcción rápida se las enseñaban a otros. Los informes de lo que se estaba haciendo llegaron a otros países. ¿Podrían emplearse aquellas técnicas allí también?
Se internacionaliza la construcción rápida
En Canadá, las congregaciones necesitaban muchos más Salones del Reino que los que se estaban construyendo. Los Testigos canadienses pidieron a los organizadores del programa de construcción rápida de Estados Unidos que les explicaran cómo lo lograban. Al principio los canadienses no estaban muy seguros de que aquello se pudiera hacer en su país, pero decidieron intentarlo. En 1982 construyeron en Elmira (Ontario) el primer Salón del Reino con este método. Para 1992 se habían construido de esa manera 306 Salones del Reino en Canadá.
Los Testigos de Northampton (Inglaterra) pensaron que podían hacer lo mismo. El salón que erigieron en 1983 fue el primero de este tipo en Europa. Algunos hermanos experimentados en este tipo de construcción llegaron desde Estados Unidos y Canadá para supervisar la obra y enseñar a los Testigos cómo hacerla. Se presentaron otros voluntarios de países lejanos como Japón, India, Francia y Alemania. Estaban allí como voluntarios, no para recibir un salario. ¿Cómo fue posible aquello? Como dijo el superintendente de un equipo de Testigos irlandeses que trabajó en una construcción similar: ‘Fue posible porque todos los hermanos aunaron sus esfuerzos bajo la influencia del espíritu de Jehová’.
Los Testigos han hallado que incluso en los casos en que las leyes de construcción parecen imposibilitar la ejecución de estos proyectos, cuando se les suministran los detalles a los funcionarios municipales, por lo general cooperan con gusto.
Después de una obra de construcción rápida en Noruega, al norte del círculo polar ártico, el diario Finnmarken exclamó: “Sencillamente fantástico. Solamente así podemos describir lo que los testigos de Jehová hicieron el pasado fin de semana”. Del mismo modo, cuando los testigos de North Island (Nueva Zelanda) edificaron un hermoso Salón del Reino en dos días y medio, el diario de aquella zona publicó en primera plana el titular: “Un proyecto casi milagroso”. Añadió: “Quizás el aspecto de toda la operación que más llamó la atención fue la organización y la total serenidad que se respiraba”.
Lo apartado del lugar donde se necesite un Salón del Reino no supone una barrera infranqueable. En Belice se efectuó una construcción rápida, aunque ello implicó transportar todos los materiales sin excepción hasta una isla situada a 60 kilómetros de la ciudad de Belice. Cuando se edificó en un fin de semana un Salón del Reino con aire acondicionado en Port Hedland (Australia Occidental), casi todos los materiales y la mano de obra llegaron de lugares situados a 1.600 kilómetros de distancia o más. Los gastos de viaje salieron del propio bolsillo de los trabajadores. La mayoría de los que participaron en la obra no conocían personalmente a los Testigos de la congregación de Port Hedland, y muy pocos de ellos se reunirían alguna vez allí. Pero no por eso dejaron de expresar su amor de esa manera.
Ni siquiera el hecho de que en un lugar haya pocos Testigos ha impedido que se construyan salones empleando tales métodos. En 1985 unos ochocientos Testigos de Trinidad se ofrecieron para viajar a Tobago y ayudar a sus 84 hermanos cristianos de aquel lugar a construir un salón en Scarborough. Sin duda alguna, los diecisiete Testigos (en su mayoría mujeres y niños) de Goose Bay (Labrador) necesitaban ayuda para tener su propio Salón del Reino. En 1985, 450 Testigos de otras partes de Canadá fletaron tres aviones para ir a Goose Bay y efectuar la construcción. El domingo por la noche, al cabo de dos días de arduo trabajo, tuvieron un programa de dedicación en el salón terminado.
Lo expuesto anteriormente no significa que todos los Salones del Reino se construyan ahora por el sistema de construcción rápida; sin embargo, el número de los que se construyen de esa manera va en continuo aumento.
Comités Regionales de Construcción
Para mediados de 1986 se había acentuado mucho la necesidad de Salones del Reino. Un año antes se habían formado 2.461 congregaciones nuevas por todo el mundo, 207 de estas en Estados Unidos. Tres, cuatro o incluso cinco congregaciones compartían un mismo Salón del Reino. Como habían predicho las Escrituras, Jehová verdaderamente aceleraba la recolección de su pueblo. (Isa. 60:22.)
Con el fin de obtener el mejor rendimiento del personal, y para que todos los que construían Salones del Reino se beneficiaran de la experiencia adquirida, la Sociedad asumió la coordinación de sus actividades. Para empezar, en 1987 se dividió el territorio de Estados Unidos entre 60 Comités Regionales de Construcción. Había trabajo de sobra para todos; en poco tiempo algunos ya tenían proyectos para un año o más. Los comités estaban integrados por hombres que, ante todo, estaban capacitados espiritualmente, ancianos de congregación, ejemplares en el ejercicio del fruto del espíritu de Dios. (Gál. 5:22, 23.) Muchos de ellos tenían también experiencia en bienes raíces, ingeniería, construcción, administración de empresas, prevención de accidentes y campos afines.
Se aconsejó a las congregaciones que consultaran con el Comité Regional de Construcción antes de escoger el solar para un nuevo Salón del Reino. Cuando en una ciudad había más de una congregación, se les pedía que hablaran además con el (los) superintendente(s) de circuito, el superintendente de ciudad y los ancianos de las congregaciones vecinas. A las congregaciones que planeaban hacer trabajos de renovación de cierta envergadura, o construir un nuevo Salón del Reino, se les recomendó que se beneficiaran de la experiencia de los hermanos del Comité Regional de Construcción de su zona y de las pautas suministradas por la Sociedad. El comité coordinaría la selección del personal cualificado necesario de entre hermanos y hermanas de unos 65 oficios que ya se habían ofrecido para ayudar en aquellos programas.
Según se perfeccionaban los procedimientos, se reducía la cantidad de trabajadores necesarios para cada obra. En vez de tener a miles de personas en el lugar, mirando o prestando sus servicios, rara vez había más de doscientas personas en un momento determinado. Los trabajadores se presentaban solo cuando se requería su oficio en particular, en vez de quedarse todo el fin de semana. Así podían dedicar más tiempo a sus familias y a las actividades de sus congregaciones de origen. Cuando los hermanos locales podían realizar ciertos tipos de trabajo en un espacio de tiempo razonable, muchas veces resultaba más práctico llevar al grupo de construcción rápida para efectuar únicamente aquellos trabajos que fueran más urgentes.
Aunque toda la obra avanzaba con asombrosa rapidez, esto no era lo primordial. Construir Salones del Reino modestos, de calidad y adecuados para satisfacer las necesidades de la zona era lo más importante. Se planificaba el trabajo con gran esmero para lograr este objetivo y, al mismo tiempo, para gastar lo menos posible. Se tomaban medidas para asegurarse de que se diera la máxima prioridad a la seguridad: la seguridad de los trabajadores, de los vecinos, de los transeúntes y de los que utilizarían el Salón del Reino.
Según iban llegando a otros países los informes sobre el programa de construcción de Salones del Reino, se suministraban los detalles necesarios a las sucursales que veían provechoso llevarlo a la práctica en sus territorios. Para 1992 los Comités Regionales de Construcción formados por la Sociedad colaboraban en la construcción de Salones del Reino en países como Alemania, Argentina, Australia, Canadá, España, Francia, Gran Bretaña, Japón, México y Sudáfrica. Los procedimientos de construcción se adaptaban a las circunstancias del lugar. Cualquier ayuda que se necesitara de otra sucursal para la construcción de un Salón del Reino se gestionaba mediante la oficina central de la Sociedad. En algunas partes del mundo se construían nuevos salones en unos días; en otras, en semanas o tal vez en algunos meses. Sin duda alguna la planificación cuidadosa y los esfuerzos coordinados acortaban el tiempo que tomaba edificar un nuevo Salón del Reino.
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Edifican juntos a escala mundialLos testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
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[Fotografías en las páginas 320 y 321]
Trabajan juntos en la construcción rápida de Salones del Reino
Todos los años se forman miles de congregaciones. En la mayoría de los casos los Testigos construyen sus propios Salones del Reino. Estas fotografías se tomaron en 1991 durante la construcción de un Salón del Reino en Connecticut (E.U.A.)
Viernes, 7.40 de la mañana
Viernes, al mediodía
Sábado, 7.41 de la noche
Domingo, 6.10 de la tarde. Se ha terminado el trabajo principal
Piden a Jehová su bendición y sacan tiempo para analizar el consejo de su Palabra
Todos son voluntarios no remunerados que se alegran de cooperar unos con otros
[Recuadro/Fotografías en la página 327]
Salones del Reino en diversos países
Los lugares de reunión de los testigos de Jehová son, por lo general, modestos. Están limpios y son, además, cómodos y de alrededores agradables
Perú
Filipinas
Francia
República de Corea
Japón
Papua Nueva Guinea
Irlanda
Colombia
Noruega
Lesoto
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