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    Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
    • Oficinas, imprentas y hogares Betel por todo el mundo

      En 1992 había 99 sucursales de la Sociedad Watch Tower en todo el mundo, cada una de las cuales coordinaba las actividades de los testigos de Jehová en su parte correspondiente del campo mundial. En más de la mitad de ellas se llevaban a cabo trabajos de impresión de diversa índole para promover la obra de educación bíblica. La mayor parte de los que trabajan en las sucursales viven como una gran familia en hogares llamados Betel (que significa “Casa de Dios”). A causa del aumento en el número de testigos de Jehová y de la expansión de su obra de predicar se han tenido que ampliar estas instalaciones y construir otras nuevas.

      El crecimiento de la organización ha sido tan rápido que suele haber de 20 a 40 programas de ampliación de sucursales en marcha simultáneamente. Esto ha exigido un extenso plan de construcción internacional.

      Debido a las muchas obras de construcción que se están realizando por todo el mundo, la Sociedad Watch Tower cuenta con su propio Departamento de Ingeniería y Delineación en la sede de Nueva York. Algunos ingenieros con muchos años de experiencia han dejado sus empleos y se han ofrecido para colaborar de tiempo completo en los programas de construcción vinculados directamente a la actividad del Reino. Además, los que tienen experiencia han enseñado, tanto a hombres como a mujeres, trabajos de ingeniería y delineación. El que haya un departamento que coordine el trabajo permite que los que trabajan en obras similares en otros países se beneficien de la experiencia adquirida en la construcción de alguna sucursal en cualquier lugar del mundo.

      A consecuencia de la gran cantidad de trabajo, con el tiempo fue conveniente abrir una Oficina Regional de Ingeniería en Japón para que ayudara en la delineación de los planos para construcciones en el Oriente. Otras Oficinas Regionales de Ingeniería funcionan en Europa y Australia, con personal procedente de diversos países. Todas trabajan en estrecha cooperación con la oficina central, y sus servicios, aunados al empleo de la tecnología de computadoras, reducen el equipo de delineantes necesario para una obra determinada.

      Algunas edificaciones son de tamaño relativamente moderado. Una de estas es la sucursal de Tahití, construida en 1983. Consta de espacio para oficinas, almacenes y viviendas para ocho trabajadores voluntarios. Lo mismo se puede decir del edificio de cuatro pisos que construyó la sucursal de la isla caribeña de Martinica durante los años 1982 a 1984. Puede que estos edificios no les parezcan extraordinarios a quienes vienen de grandes ciudades extranjeras; sin embargo, captaron la atención del público local. El periódico France-Antilles dijo que el edificio de la sucursal de Martinica era “una obra arquitectónica maestra” que reflejaba un “gran amor por el trabajo bien hecho”.

      El tamaño de esos edificios contrasta con el de los que se terminaron en Canadá en 1981 y que constaban de una imprenta, o fábrica, con más de 9.300 metros cuadrados de espacio útil, y viviendas para 250 voluntarios. El complejo que la Watch Tower terminó el mismo año en Cesario Lange (Brasil) constaba de ocho edificios que sumaban casi 46.000 metros cuadrados de espacio útil. Se empleó el equivalente al contenido de 10.000 camiones de cemento, gravilla y arena, así como pilares de concreto que, juntos, doblarían la altura del monte Everest. Al completarse la construcción de una gran imprenta en las Filipinas en 1991, hubo que construir un edificio de viviendas de once pisos.

      Para cubrir las necesidades del creciente número de proclamadores del Reino en Nigeria, en 1984 se emprendió una gran obra de construcción en Igieduma. Se construirían una imprenta, un espacioso edificio de oficinas, cuatro edificios de viviendas conectados entre sí y otras instalaciones necesarias. El edificio de la imprenta se mandó prefabricado de Estados Unidos. Pero entonces los hermanos tuvieron que hacer frente a los plazos de importación que parecían imposibles de cumplir. Cuando gestionaron los trámites dentro de las fechas señaladas y todo llegó en buen estado al lugar de la obra, no se atribuyeron el mérito por ello, sino que dieron gracias a Jehová por su bendición.

      Expansión rápida por todo el mundo

      El crecimiento de la obra de anunciar el Reino ha sido tan veloz que muchas veces se ha tenido que volver a construir al poco tiempo de haber agrandado considerablemente las instalaciones de la sucursal de un país. Examinemos algunos ejemplos:

      A finales de 1984 se terminó la construcción de una hermosa sucursal nueva en Perú, con espacio para oficinas, veintidós habitaciones, otras instalaciones básicas para los miembros de la familia de Betel y un Salón del Reino. Pero la acogida que tuvo el mensaje del Reino en ese país sudamericano fue mucho mayor de lo que se esperaba. Cuatro años más tarde fue preciso duplicar el complejo existente, utilizando esta vez un diseño antisísmico.

      La sucursal de Colombia terminó la construcción de un espacioso nuevo complejo en 1979. Parecía que habría suficiente espacio para muchos años. Sin embargo, en menos de siete años la cantidad de Testigos en Colombia casi se duplicó, y la sucursal imprimía las revistas La Atalaya y ¡Despertad! para Colombia y otros cuatro países vecinos. Hubo que empezar a construir nuevamente en 1987, esta vez en un terreno que permitiera más expansión.

      Durante 1980 los testigos de Jehová de Brasil dedicaron unos 14.000.000 de horas a predicar públicamente el mensaje del Reino. Esta cifra se elevó a casi 50.000.000 en 1989. Más personas deseaban saciar su hambre espiritual. Las extensas instalaciones de la sucursal dedicadas en 1981 ya no bastaban. Para el mes de septiembre de 1988 se habían iniciado ya las excavaciones para la construcción de una nueva fábrica. Esta tendría un 80% más de espacio útil que la fábrica existente, y por supuesto, también se requerirían más viviendas para la familia de Betel que iba en aumento.

      En 1984 se dedicó en Selters/Taunus (Alemania) la segunda imprenta más grande de la Sociedad Watch Tower. Cinco años después, debido al aumento que hubo en Alemania y a la oportunidad de extender la obra de testificar a países para los que imprimía aquella sucursal, ya se habían hecho planes para agrandar la fábrica en más de un 85% y añadir otras instalaciones.

      En 1972 la sucursal de Japón había sido trasladada de Tokio a las nuevas y más grandes instalaciones de Numazu. En 1975 se le hicieron importantes ampliaciones. Para 1978 se había obtenido otra propiedad en Ebina, y de inmediato se empezó la construcción de una fábrica que tendría una superficie más de tres veces mayor que la de la fábrica de Numazu. Se terminó en 1982. Aquello no fue suficiente; hubo que añadir más edificios en 1989. ¿No habría sido posible construir de una sola vez un edificio que fuera lo suficientemente grande? No. El número de proclamadores del Reino en Japón se había duplicado una y otra vez como nadie lo esperaba. De 14.199 en 1972 pasaron a 137.941 en 1989, y muchos de estos estaban dedicados al ministerio de tiempo completo.

      El mismo patrón se observa en otras partes del mundo. Una década —y a veces unos pocos años— después de haberse construido grandes sucursales equipadas para imprimir, se tienen que ampliar considerablemente. Ese ha sido el caso de países como México, Canadá, Sudáfrica y la República de Corea.

      ¿Quiénes realizan el trabajo de construcción en sí? ¿Cómo se lleva a cabo todo?

      Muchos miles que ansían participar

      De los diecisiete mil Testigos que había en Suecia cuando se construyó la sucursal de Arboga, unos cinco mil ofrecieron su ayuda para el trabajo. La mayoría de ellos eran solo ayudantes dispuestos, pero también había suficientes hermanos capacitados para encargarse de que el trabajo se hiciera correctamente. ¿Qué los impulsaba? El amor a Jehová.

      Cuando el representante de una oficina de topógrafos de Dinamarca supo que los testigos de Jehová efectuarían todo el trabajo de la nueva sucursal de Holbæk, se mostró escéptico. Sin embargo, los Testigos que se ofrecieron para ayudar aportaron todo el conocimiento técnico necesario. ¿Les habría ido mejor si hubieran concedido el trabajo a contratistas comerciales? Cuando se terminaron las obras, varios peritos del departamento de construcción del municipio hicieron una visita a los edificios y comentaron sobre la buena calidad del trabajo, algo que rara vez se observa hoy en el campo comercial. El hombre que se había mostrado escéptico al principio dijo sonriendo: “Ya ven, entonces yo no sabía la clase de organización que ustedes tienen”.

      Los núcleos de población de Australia se encuentran dispersos; por eso, la mayoría de los 3.000 voluntarios que se ofrecieron para trabajar en las instalaciones de la sucursal de Ingleburn entre 1978 y 1983 tuvieron que viajar por lo menos 1.600 kilómetros. No obstante, se coordinaron los viajes en autobús para los grupos de voluntarios, y las congregaciones que había a lo largo del camino se ofrecieron hospitalariamente para suministrar alimento y compañerismo a los hermanos en los puntos de parada. Algunos hermanos vendieron sus casas, cerraron sus negocios, tomaron vacaciones e hicieron otros sacrificios con el fin de participar en la construcción. Algunos grupos de artesanos con experiencia se presentaron —algunos más de una vez— para vaciar concreto, instalar el cielo raso y levantar cercas. Otros donaron materiales.

      La mayoría de los que se ofrecían para colaborar en las obras eran trabajadores sin experiencia, pero algunos con cierta preparación aceptaron responsabilidades de peso e hicieron un magnífico trabajo. Aprendieron a fabricar ventanas, conducir tractores, mezclar cemento y poner ladrillos. Tenían una ventaja muy clara sobre los no Testigos que hacen la misma clase de trabajo en el campo comercial. ¿En qué sentido? Los que tenían experiencia deseaban comunicar a otros lo que sabían. Nadie temía que otro le quitara el trabajo; había de sobra para todos. Y existía una fuerte motivación para hacer trabajo de calidad, pues era una manera de expresar su amor a Dios.

      En todas las obras hay un grupo de Testigos que componen el núcleo de la “familia” de constructores. En la construcción efectuada en Selters/Taunus (Alemania) entre los años 1979 y 1984, el núcleo estaba formado generalmente por varios centenares de trabajadores. Otros miles se les unieron durante diferentes períodos, muchos en los fines de semana. Todo se planeaba con cuidado para que cuando llegaran los voluntarios hubiera suficiente trabajo para todos.

      Mientras el hombre sea imperfecto, habrá problemas; pero los que trabajan en estas obras procuran resolverlos aplicando los principios bíblicos. Saben que más importante que la eficiencia es hacer las cosas de la manera cristiana. Como recordatorio de esto, en la obra de Ebina (Japón) había grandes carteles con dibujos de obreros con cascos, y en cada casco se había inscrito en caracteres japoneses uno de los frutos del espíritu de Dios: amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad y autodominio. (Gál. 5:22, 23.) Los visitantes pueden ver y percibir la diferencia. Un reportero que visitó la sucursal de Brasil durante la construcción hizo el siguiente comentario: “Allí no hay desórdenes ni falta de cooperación. [...] Este ambiente cristiano hace que las cosas aquí sean diferentes de lo que se acostumbra ver en construcciones civiles brasileñas”.

      Crecimiento constante en la sede mundial

      A la par con el crecimiento de las sucursales de la Sociedad Watch Tower, se ha tenido que ampliar también la central mundial. Desde la II Guerra Mundial, más de una decena de veces se han hecho importantes ampliaciones a las fábricas y oficinas ubicadas en Brooklyn y en otros lugares del estado de Nueva York. Para alojar al personal se han tenido que construir, o comprar y reformar, numerosos edificios, tanto grandes como pequeños. En agosto de 1990 y enero de 1991 se anunciaron otras importantes ampliaciones en Brooklyn, aunque desde 1989 se estaba construyendo al norte de la ciudad de Nueva York el extenso Centro Educativo de la Watchtower, que alojaría a 1.200 personas, entre residentes y estudiantes.

      Desde 1972 no han cesado los trabajos de construcción en la sede mundial de Brooklyn y en sus dependencias situadas en otras partes de los estados de Nueva York y Nueva Jersey. Con el tiempo quedó claro que, aunque los trabajadores regulares de construcción eran varios centenares, les sería imposible realizar todo el trabajo necesario. Eso hizo que en 1984 se instituyera un programa de trabajadores temporeros. Se enviaron cartas a las 8.000 congregaciones que entonces había en Estados Unidos, invitando a hermanos capacitados a dar ayuda durante una semana o más. (Algunas sucursales, como Australia, ya habían iniciado un programa semejante de invitar a los que pudieran ofrecerse por dos semanas.) Aunque se les suministraría alojamiento y comida, los trabajadores costearían su propio viaje y no percibirían salario. ¿Quiénes responderían?

      ¡Para 1992 se habían tramitado más de veinticuatro mil solicitudes! De estas, por lo menos tres mil novecientas procedían de personas que se ofrecían por segunda o tercera vez, o hasta por décima o vigésima vez. La mayoría eran ancianos, siervos ministeriales o precursores con excelentes cualidades espirituales. Todos se ofrecían para hacer lo que se necesitara, dentro o fuera de su profesión. El trabajo solía ser pesado y sucio. No obstante, era un privilegio para todos contribuir así al adelanto de los intereses del Reino. Algunos dijeron que esta experiencia les ayudó a apreciar el espíritu de abnegación que caracteriza el trabajo que se efectúa en la sede mundial. Estar presentes en el programa de adoración matutina de la familia de Betel y en el estudio semanal de La Atalaya fue muy recompensador para todos.

      Voluntarios internacionales

      La necesidad de expansión rápida motivó el establecimiento de un programa de voluntarios internacionales a partir de 1985. No era de ningún modo el comienzo de la cooperación internacional en el campo de la construcción, pero desde entonces la coordinación cuidadosa del programa estaría a cargo de la oficina central. Todos los participantes son Testigos que se ofrecen para ayudar a construir instalaciones fuera de su país. Son trabajadores experimentados a los que acompañan sus esposas para colaborar en todo cuanto puedan. Casi todos sufragan sus gastos de viaje; ninguno recibe salario por su labor. Algunos trabajan por un corto plazo, generalmente por un período de dos semanas a tres meses. Otros son voluntarios a largo plazo que siguen en la obra por un año o más, quizás hasta que esta termina. Más de tres mil testigos de Jehová de treinta diferentes países colaboraron en este programa durante los primeros cinco años, y muchos más ansiaban participar cuando se necesitaran sus servicios especializados. Para ellos es un privilegio dar de sí mismos y de sus medios para promover los intereses del Reino de Dios.

      A los voluntarios internacionales se les provee alojamiento y comida. A menudo las comodidades son mínimas. Los Testigos del país agradecen mucho lo que hacen sus hermanos visitantes y, donde es posible, los acogen en sus hogares, por humildes que sean. Las comidas suelen servirse en el lugar donde se trabaja.

      Los hermanos extranjeros no van para hacer ellos mismos todo el trabajo. Su propósito es colaborar con el equipo de construcción local. Y otros centenares, hasta miles, de personas del país pueden ayudar durante los fines de semana o por una semana o más a la vez. En Argentina, 259 voluntarios extranjeros trabajaron junto con millares de hermanos del país, algunos de los cuales trabajaban todos los días, otros unas cuantas semanas, y muchos más los fines de semana. En Colombia, más de ochocientos treinta voluntarios internacionales ayudaron durante diversos períodos. También hubo más de doscientos voluntarios colombianos que trabajaron de tiempo completo en la obra, y otros doscientos cincuenta o más colaboraron todos los fines de semana. En total participaron más de tres mil seiscientas diferentes personas.

      Los problemas que puedan surgir por causa de las diferencias lingüísticas no impiden que los grupos internacionales trabajen unidamente. Los gestos, las expresiones faciales, un buen sentido del humor y el deseo de hacer trabajo que honre a Jehová contribuyen a la realización de las obras.

      El asombroso crecimiento de la organización —y, por consiguiente, la necesidad de construir sucursales más grandes— tiene lugar a veces en países donde el número de los expertos en construcción es limitado. Sin embargo, esto no es un inconveniente para los testigos de Jehová, que con gusto se ayudan mutuamente. Trabajan juntos como parte de una familia mundial que no está dividida por nacionalidad, color de la piel ni idioma.

      En Papua Nueva Guinea, cada uno de los voluntarios de Australia y Nueva Zelanda enseñó su oficio a un nativo, tal como lo dispone el Ministerio de Trabajo. De esa manera, los Testigos del país daban de sí mismos y, a la vez, aprendían oficios que les ayudarían a atender sus necesidades y las de sus familias.

      Cuando se necesitó una nueva sucursal en El Salvador, 326 voluntarios procedentes de otros países se sumaron a los hermanos del país. Para la obra en Ecuador, los hermanos contaron con la ayuda de 270 Testigos que llegaron de catorce países. Algunos voluntarios internacionales ayudaron en varias construcciones que se realizaban simultáneamente. Viajaron a Europa y África para prestar sus servicios allí donde se les necesitara.

      Para 1992 se habían enviado voluntarios internacionales a 49 sucursales para ayudar a los equipos de construcción de los países en cuestión. En algunos casos, los hermanos a quienes ayudó este programa pudieron, a su vez, ayudar a otros. Así sucedió en las Filipinas, donde, después de haberse beneficiado del trabajo de unos sesenta siervos internacionales que ayudaron por largo tiempo a construir la sucursal, y de más de doscientos treinta voluntarios extranjeros que colaboraron durante períodos más cortos, algunos filipinos se ofrecieron para ayudar en obras de construcción en otras partes del sudeste asiático.

  • Edifican juntos a escala mundial
    Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
    • [Fotografías en la página 337]

      Trabajadores de construcción temporeros recién llegados a la central mundial neoyorquina

      A todos los grupos se les recuerda que lo primordial no es trabajar rápido, sino ser personas espirituales y hacer trabajo de calidad

  • Edifican juntos a escala mundial
    Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
    • [Recuadro/Fotografías en la página 338]

      El programa internacional de construcción satisface una urgente necesidad

      El rápido crecimiento de la organización ha exigido una ampliación constante de oficinas, fábricas y hogares Betel por todo el mundo

      Los voluntarios internacionales prestan ayuda a los Testigos locales

      España

      Los métodos de construcción empleados permiten que muchos voluntarios efectúen trabajo valioso aunque tengan muy poca experiencia

      Puerto Rico

      El uso de materiales duraderos ayuda a mantener al mínimo los gastos de mantenimiento a largo plazo

      Gran Bretaña

      Trabajadores expertos ofrecen gustosamente sus servicios

      Nueva Zelanda

      Grecia

      Brasil

      El trabajo de calidad es el resultado del interés personal de los que lo efectúan; constituye una expresión de su amor a Jehová

      Canadá

      Estas obras de construcción son ocasiones muy agradables; nacen muchas amistades duraderas

      Colombia

      En Japón, este cartel recordó a los trabajadores las medidas de seguridad y la importancia de manifestar los frutos del espíritu de Dios

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