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    Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
    • Superintendentes viajantes fortalecen a las congregaciones

      Como resultado del servicio de los superintendentes viajantes se fortaleció aún más la unidad dentro de la organización. En el siglo primero el apóstol Pablo se entregó de manera sobresaliente a tal actividad. En ocasiones, hombres como Bernabé, Timoteo y Tito también participaron en aquel servicio. (Hech. 15:36; Fili. 2:19, 20; Tito 1:4, 5.) Todos fueron evangelizadores celosos. Además, animaban a las congregaciones con sus discursos. Cuando surgían cuestiones que podían afectar la unidad de las congregaciones se sometían al cuerpo gobernante central. Luego, “a medida que iban viajando por las ciudades”, los que habían recibido la responsabilidad de hacerlo “entregaban a los de allí, para que los observaran, los decretos sobre los cuales habían tomado decisión los apóstoles y ancianos que estaban en Jerusalén”. ¿Con qué resultado? “Las congregaciones continuaron haciéndose firmes en la fe y aumentando en número de día en día”. (Hech. 15:1–16:5; 2 Cor. 11:28.)

      Ya para los años setenta del siglo XIX el hermano Russell visitaba los grupos de Estudiantes de la Biblia —fueran de dos, tres o más personas— con el fin de fortalecerlos espiritualmente. En la década siguiente otros hermanos hicieron lo mismo. Después, en 1894, la Sociedad hizo que oradores capacitados viajaran con mayor regularidad para ayudar a los Estudiantes de la Biblia a aumentar en conocimiento y aprecio de la verdad, y para unirlos más estrechamente.

      Si era posible, el orador pasaba con el grupo un día, o varios, presentaba uno o dos discursos públicos, y luego visitaba grupos más pequeños y a individuos para tratar con ellos algunos de los asuntos más profundos de la Palabra de Dios. Se tenía como objetivo visitar cada grupo de Estados Unidos y Canadá por lo menos dos veces al año, aunque las visitas no siempre las hacía el mismo hermano. Al escoger a estos oradores viajantes se dio énfasis a cualidades como la mansedumbre, la humildad, tener un entendimiento claro de la verdad y adherencia leal a ella, y aptitud para enseñarla bien. En ningún momento efectuaban su ministerio por lucro. Los hermanos de cada localidad solo les proveían comida y hospedaje, y la Sociedad les ayudaba a sufragar sus gastos de transporte hasta el grado necesario. Se les llamaba peregrinos.

      Muchos de los que recibían visitas de estos representantes viajantes de la Sociedad estimaban profundamente a estos hermanos. Se recuerda a A. H. Macmillan, natural de Canadá, como un hermano para quien la Palabra de Dios era “como un fuego ardiente”. (Jer. 20:9.) Sencillamente tenía que hablar de ella, y lo hizo ante auditorios no solo de Canadá, sino de diferentes partes de Estados Unidos y de otros países. Se recuerda con mucho afecto a William Hersee, otro peregrino, por la atención especial que daba a los jóvenes. Sus oraciones también causaban impresión duradera, pues reflejaban una profundidad espiritual que llegaba al corazón tanto de jóvenes como de mayores.

      Viajar en aquellos días no era fácil para los peregrinos. Por ejemplo, para visitar al grupo de Klamath Falls (Oregon), Edward Brenisen viajó primero en tren, luego toda la noche en diligencia y finalmente por las montañas en una incómoda carreta hasta la granja donde se reunirían. Al día siguiente, por la mañana temprano, un hermano le prestó un caballo para su viaje de unos cien kilómetros hasta la próxima estación ferroviaria, desde donde partiría hacia su siguiente asignación. Era una vida ardua, pero los esfuerzos de los peregrinos producían buenos resultados. El pueblo de Jehová se fortalecía, se unía más en su entendimiento de la Palabra de Dios y, aunque separados por la distancia, se sentían más allegados unos a otros.

      En 1926 el hermano Rutherford instituyó algunos procedimientos para que los peregrinos no fueran solo oradores viajantes, sino también supervisores y promotores del servicio del campo en las congregaciones. Para dar énfasis a sus nuevas responsabilidades, en 1928 se les llamó directores regionales del servicio. Trabajaban con los hermanos de la localidad y los instruían personalmente en el servicio del campo. En aquel tiempo se les hacía posible visitar todas las congregaciones de Estados Unidos y de otros países por lo menos una vez al año, a la vez que se mantenían en contacto con individuos y con grupos pequeños que aún no se habían organizado para el servicio.

      En los años siguientes, la obra de los superintendentes viajantes experimentó varias modificaciones.a Se intensificó en 1938 cuando fueron nombrados de manera teocrática todos los siervos de las congregaciones. Las visitas periódicas a las congregaciones en años posteriores permitieron que se instruyera personalmente a los siervos nombrados y se diera más ayuda a todos en el servicio del campo. En 1942 los superintendentes viajantes asistieron a un curso intensivo antes de que se les enviara a visitar las congregaciones; como resultado, pudieron efectuar su trabajo de manera más uniforme. Sus visitas eran breves (dos o tres días, dependiendo del tamaño de la congregación). Durante su visita revisaban los archivos de la congregación, se reunían con todos los siervos para ofrecerles cualquier consejo necesario, pronunciaban uno o dos discursos a la congregación y llevaban la delantera en el servicio del campo. En 1946 las visitas se alargaron a una semana.

      En 1938 este programa de visitas a las congregaciones se complementó con la labor del siervo regional en una nueva función. Este abarcaba una zona más grande, pasaba periódicamente una semana con cada hermano que hacía viajes de zona (circuito) para visitar las congregaciones. Durante su visita participaba en el programa de una asamblea a la que asistían todas las congregaciones de la zona.b Esto estimuló mucho a los hermanos y proporcionó una oportunidad regular para que los nuevos discípulos se bautizaran.

      “Alguien a quien deleite el servicio”

      Entre los que participaron en este servicio a partir de 1936 estuvo John Booth, que en 1974 llegó a formar parte del Cuerpo Gobernante. Cuando se le entrevistó en cuanto a la posibilidad de que sirviera de supervisor viajante, se le dijo: “No se necesitan oradores elocuentes, sino simplemente alguien a quien deleite el servicio del campo y que lleve la delantera en él y hable acerca del servicio en las reuniones”. El hermano Booth tenía esa clase de amor al servicio de Jehová, como lo probaba su celosa labor de precursor desde 1928; además, tanto por su ejemplo como por sus palabras de estímulo despertaba en otros celo por la evangelización.

      La primera congregación que visitó, en marzo de 1936, estaba en Easton (Pensilvania). Más tarde escribió: “Por lo general llegaba al lugar a tiempo para salir al servicio del campo por la mañana, reunirme con los siervos de la compañía al atardecer, y después con toda la compañía. Generalmente pasaba solo dos días con cada compañía y únicamente un día con cada grupito; a veces visitaba seis de aquellos grupitos en una semana. Siempre estaba viajando”.

      Dos años después, en 1938, se le asignó como siervo regional para encargarse de una asamblea de zona (lo que se conoce ahora como una asamblea de circuito) cada semana. Estas asambleas ayudaron a fortalecer a los hermanos en un período en que se intensificaba la persecución en ciertos lugares. Al recordar aquellos días y las diferentes responsabilidades que atendía, el hermano Booth dijo: “La misma semana [en que fui testigo ante un tribunal en un caso en que se acusaba a unos sesenta Testigos de Indianápolis (Indiana)], fui el acusado en otro caso que se vio en Joliet, Illinois, y abogado defensor de un hermano en otro juicio, en Madison, Indiana; además, tenía que atender una asamblea de zona cada fin de semana”.

      Dos años después de volver a celebrarse aquellas asambleas de zona (conocidas ahora como asambleas de circuito) en 1946, Carey Barber estuvo entre los que fueron asignados como siervos de distrito. Ya había sido miembro de la familia del Betel de Brooklyn (Nueva York) por veinticinco años. Su primer distrito abarcaba toda la sección oeste de Estados Unidos. Al principio tenía que viajar unos 1.600 kilómetros por semana entre asambleas. A medida que aumentaron la cantidad y el tamaño de las congregaciones, hubo que cubrir menos distancia entre ellas, y se celebraron varias asambleas de circuito en una misma zona metropolitana. Después de veintinueve años de experiencia como superintendente viajante, en 1977 se invitó al hermano Barber a regresar a la oficina central como miembro del Cuerpo Gobernante.

      En tiempos de guerra y de persecución intensa, los superintendentes viajantes pusieron en peligro su libertad y su vida en muchas ocasiones con el fin de atender las necesidades espirituales de sus hermanos. Durante la ocupación nazi de Bélgica, André Wozniak continuó visitando las congregaciones y les proveyó las publicaciones que necesitaban. La Gestapo estuvo a punto de arrestarlo en varias ocasiones, pero nunca lo logró.

      A finales de los años setenta, durante el período de guerra interna en Rodesia (ahora Zimbabue), la gente vivía atemorizada y era peligroso viajar. No obstante, los superintendentes viajantes de los testigos de Jehová, como pastores y superintendentes amorosos, demostraron ser para sus hermanos “como escondite contra el viento”. (Isa. 32:2.) Algunos pasaban días caminando por la maleza, subían y bajaban montañas, cruzaban ríos peligrosos, dormían a la intemperie, y todo con el fin de visitar congregaciones y a publicadores aislados, animándolos a seguir firmes en la fe. Entre estos estuvo Isaiah Makore, que escapó por muy poco cuando las balas le pasaron silbando sobre la cabeza durante un combate entre los soldados del gobierno y los independentistas.

      Otros superintendentes viajantes han servido en el campo internacional por muchos años. Los presidentes de la Sociedad Watch Tower han viajado con frecuencia a otros países para atender las necesidades de la organización y pronunciar discursos en asambleas. Esas visitas han ayudado mucho a los testigos de Jehová de todas partes a estar muy al tanto de su hermandad internacional. El hermano Knorr, en especial, participaba regularmente en esta actividad, visitando cada sucursal y hogar misional. Al crecer la organización, el mundo fue dividido en diez zonas internacionales, y a partir del 1 de enero de 1956 hermanos capacitados, bajo la dirección del presidente de la Sociedad, empezaron a colaborar en este servicio para que se efectuara con regularidad. Esas visitas de zona, realizadas ahora bajo la dirección del Comité de Servicio del Cuerpo Gobernante, siguen contribuyendo a la unidad mundial y al progreso de toda la organización.

  • Desarrollo estructural de la organización
    Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
    • [Recuadro/Fotografías en las páginas 224 y 225]

      Superintendentes viajantes—Algunos de los miles que han servido como tales

      Canadá, 1905-1933

      Inglaterra, 1920-1932

      Finlandia, 1921-1926, 1947-1970

      Estados Unidos, 1907-1915

      Viajando entre congregaciones:

      Groenlandia

      Venezuela

      Lesoto

      México

      Perú

      Sierra Leona

      Vivienda móvil en Namibia

      En el servicio del campo con los Testigos en Japón

      Reunión con ancianos locales en Alemania

      Se da consejo práctico a los precursores en Hawai

      Instruyendo a una congregación en Francia

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