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  • ‘Defendiendo y estableciendo legalmente las buenas nuevas’
    Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
    • Avalancha internacional de demandas

      Mucho antes de la I Guerra Mundial, el clero había presionado a las autoridades de diversos lugares para impedir que los Estudiantes de la Biblia distribuyeran publicaciones entre sus feligreses. Sin embargo, después de la guerra la oposición aumentó. En un país tras otro se puso toda suerte de obstáculos jurídicos concebibles a los que trataban de obedecer el mandato profético de Cristo de predicar las buenas nuevas del Reino de Dios como testimonio. (Mat. 24:14.)

      Animados por las pruebas del cumplimiento de la profecía bíblica, en 1922 los Estudiantes de la Biblia salieron de la asamblea de Cedar Point (Ohio) resueltos a hacer saber al mundo que los Tiempos de los Gentiles habían expirado y que el Señor había asumido su gran poder y ahora gobernaba como Rey desde los cielos. “Anuncien, anuncien, anuncien al Rey y su reino”, fue su consigna. El mismo año, el clero de Alemania incitó a la policía a arrestar a algunos Estudiantes de la Biblia que estaban distribuyendo publicaciones bíblicas. No se trató de un incidente aislado. Para 1926 había 897 casos pendientes en los tribunales alemanes. Era tal la cantidad de litigios, que ese año la Sociedad Watch Tower vio la necesidad de crear un departamento jurídico en la sucursal de Magdeburgo. Durante 1928, tan solo en Alemania se presentaron 1.660 demandas contra los Estudiantes de la Biblia, y la presión siguió aumentando de año en año. Los clérigos estaban decididos a acabar con su obra, y se alegraban cuando el fallo de un tribunal indicaba que hasta cierto grado estaban teniendo éxito.

      Los primeros arrestos de Estudiantes de la Biblia en Estados Unidos por predicar de casa en casa ocurrieron en South Amboy (Nueva Jersey) en 1928. En menos de una década, la cifra anual de arrestos relacionados con su ministerio sobrepasaba los quinientos en ese país. Durante 1936 la cifra ascendió rápidamente hasta llegar a 1.149. A fin de brindar el asesoramiento necesario fue preciso crear también un departamento jurídico en la sede de la Sociedad.

      También las autoridades de Rumania opusieron gran resistencia a la intensa predicación que se efectuaba allí. Con frecuencia se arrestaba a los testigos de Jehová que distribuían publicaciones bíblicas y se les golpeaba brutalmente. Entre 1933 y 1939 los Testigos rumanos tuvieron que hacer frente a 530 demandas. No obstante, puesto que la ley garantizaba la libertad, las apelaciones ante el Tribunal Supremo rumano resultaron en muchas sentencias favorables. Cuando la policía empezó a darse cuenta de esto, confiscaba las publicaciones e insultaba a los Testigos, pero evitaba recurrir a las vías judiciales. Cuando finalmente se le permitió a la Sociedad inscribirse como corporación en Rumania, sus adversarios trataron de frustrar el propósito de tal acción mediante una orden del tribunal que prohibía la distribución de las publicaciones de la Watch Tower. La decisión fue anulada por un tribunal superior, pero luego el clero persuadió al ministro de Cultos a tomar medidas que contrarrestaban el fallo del tribunal.

      En Italia y Hungría, al igual que en Rumania, la policía confiscó por orden de los gobiernos vigentes la literatura bíblica usada por los Testigos. Lo mismo sucedió en Japón, Corea y Costa de Oro (actualmente Ghana). En Francia se obligó a los testigos de Jehová extranjeros a marcharse del país. Durante muchos años se negó la entrada a los testigos de Jehová en la Unión Soviética para predicar el Reino de Dios.

      A medida que la fiebre del nacionalismo se extendía por todo el mundo desde 1933 hasta entrados los años cuarenta, los gobiernos proscribían a los testigos de Jehová en un país tras otro. Miles de Testigos fueron llevados ante los tribunales durante este período por negarse a saludar la bandera según los dictados de su conciencia y por insistir en la neutralidad cristiana. En 1950 se informó que en los quince años anteriores, se habían producido más de diez mil arrestos de testigos de Jehová tan solo en Estados Unidos.

      El que en un breve plazo se llevara a más de cuatrocientos Testigos ante los tribunales de Grecia en 1946, no dio principio a las acciones judiciales contra ellos. Ya por años se les había enjuiciado. Además de las condenas a prisión, se les imponían grandes multas que agotaban los recursos económicos de los hermanos. Sin embargo, al examinar su situación dijeron: “El Señor abrió el camino para que la obra de dar testimonio llegara hasta los funcionarios de Grecia, que oyeron del establecimiento del reino de justicia; también los jueces de los tribunales tuvieron la misma oportunidad”. Los testigos de Jehová veían con claridad la cuestión, tal como Jesús dijo que sus seguidores deberían verla. (Luc. 21:12, 13.)

      Una batalla aparentemente imposible de ganar

      Durante los años cuarenta y cincuenta, la provincia canadiense de Quebec se convirtió en un verdadero campo de batalla. Los arrestos por predicar las buenas nuevas habían comenzado en 1924. Para el invierno de 1931 la policía detenía diariamente a algunos Testigos, en ocasiones hasta dos veces al día. Los gastos incurridos en los juicios de los Testigos del Canadá fueron cuantiosos. Luego, a principios de 1947, el total de casos de Testigos que estaban pendientes en los tribunales de la provincia de Quebec se elevó a 1.300, aunque allí solo había un pequeño grupo de testigos de Jehová.

      Esta era una época en que la Iglesia Católica ejercía gran influencia y todo político y juez tenía que contar con ella. En Quebec, el clero por lo general gozaba de alta estima, y la gente estaba presta a obedecer las órdenes de su sacerdote. El libro State and Salvation (El Estado y la salvación), publicado en 1989, describió la situación como sigue: “El cardenal de Quebec contaba con un trono en el salón de sesiones de la Asamblea Legislativa junto a la silla que se reservaba para el vicegobernador. De una manera u otra, gran parte de Quebec estaba bajo el control directo de la Iglesia. [...] En efecto, la misión de la Iglesia era conciliar la vida política con el concepto católico romano de que el catolicismo es la verdad, de que todo lo que no es católico está equivocado y de que la libertad significa libertad para hablar y vivir la verdad católica”.

      Desde el punto de vista humano parecía imposible que los Testigos pudieran ganar la batalla, no solo en Quebec, sino en el mundo entero.

      Acusaciones de toda índole imaginable

      Los adversarios de los Testigos buscaron minuciosamente en los libros de Derecho algún posible pretexto para terminar con la actividad de estos. Frecuentemente los acusaban de vender de puerta en puerta sin licencia, afirmando así que la obra era de carácter comercial. En otros lugares, en cambio, se acusó a algunos precursores de vagancia, alegando que no ejercían una actividad lucrativa.

      Por décadas, las autoridades de algunos cantones suizos persistieron en catalogar la distribución de las publicaciones bíblicas de los testigos de Jehová como venta ambulante. El fiscal del cantón francófono de Vaud, en particular, estaba resuelto a no dejar en pie las sentencias que emitieran los tribunales inferiores en favor de los Testigos.

      En un lugar tras otro se les dijo que precisaban de una licencia para distribuir su literatura o para celebrar sus reuniones bíblicas. Pero ¿en realidad la necesitaban? Los Testigos respondieron: “¡No!”. ¿Sobre qué base?

      Su explicación fue la siguiente: ‘Jehová Dios ordena a sus Testigos que prediquen el Evangelio de su Reino, y las órdenes de Dios son supremas y tienen que ser obedecidas por sus Testigos. Ningún organismo legislativo o ejecutivo de la Tierra puede correctamente interferir en la ley de Jehová. Puesto que ningún poder gobernante del mundo puede apropiadamente prohibir la predicación del Evangelio, tampoco puede tal autoridad o poder mundano dar permiso para predicarlo. Los poderes mundanos no tienen ninguna potestad en este asunto. Pedir permiso a los hombres para hacer lo que Dios manda sería un insulto a Dios’.

      Muchas veces, las acusaciones que se lanzaban contra los Testigos daban clara evidencia de animosidad religiosa hacia ellos. Para ilustrarlo: cuando en 1939 se hicieron circular los folletos Enfréntense a los hechos y Cura, el superintendente de la sucursal de la Sociedad en los Países Bajos fue citado para comparecer ante el Tribunal de Haarlem y responder a la acusación de haber insultado a un grupo de holandeses. El fiscal alegaba, por ejemplo, que las publicaciones de la Watch Tower afirmaban que la jerarquía católica sonsacaba dinero a la gente por medios fraudulentos al sostener que podía librar a los muertos de un lugar donde no estaban: el purgatorio, cuya existencia, según tales publicaciones, no podía probar la Iglesia.

      El testigo principal de la jerarquía, el “padre” Henri de Greeve, se lamentó así desde el estrado: “Mi principal motivo de queja es que los no católicos pueden llevarse la impresión de que los sacerdotes solo somos un puñado de maleantes y estafadores”. Cuando se llamó a declarar al superintendente de la sucursal de la Sociedad, abrió la Biblia católica y le mostró al tribunal que lo que el folleto decía sobre las enseñanzas católicas concordaba con la propia Biblia de ellos. Luego, cuando el abogado de la Sociedad preguntó a de Greeve si podía probar las doctrinas del infierno de fuego y el purgatorio, este respondió: “No puedo probarlo; sencillamente lo creo”. El juez comprendió de inmediato que esto era precisamente lo que el folleto afirmaba. El acusado fue absuelto, y el sacerdote salió del tribunal enfurecido.

      El aumento de la actividad de los testigos de Jehová en la parte oriental de la antigua Checoslovaquia perturbó al clero, que acusó a los Testigos de espionaje. La situación fue semejante a la del apóstol Pablo, cuando el clero judío del siglo I le acusó de sedición. (Hech. 24:5.) Centenares de casos llegaron a los tribunales en 1933 y 1934, hasta que el gobierno se convenció de que las acusaciones carecían de validez. Durante los años treinta y cuarenta también se llevó a los Testigos a los tribunales de la provincia canadiense de Quebec acusados de conspiración sediciosa. Los mismos clérigos —católicos y protestantes, pero especialmente los católicos— hasta comparecían ante los tribunales para declarar en contra de ellos. ¿Qué habían hecho los testigos de Jehová? El clero alegaba que habían puesto en peligro la unidad nacional al publicar artículos que podían hacer que la gente estuviera descontenta con la Iglesia Católica. No obstante, los Testigos respondieron que, en realidad, habían distribuido publicaciones que consolaban a la gente con la Palabra de Dios, pero que esto había enfurecido al clero porque las publicaciones denunciaban las enseñanzas y prácticas antibíblicas.

      ¿Cómo pudieron los testigos de Jehová seguir adelante a pesar de tan persistente oposición? Por su fe en Dios y en su Palabra inspirada, por su devoción abnegada a Jehová y a su Reino y por la fuerza que resulta del funcionamiento del espíritu de Dios. Como dicen las Escrituras, “el poder que es más allá de lo normal [es el] de Dios y no el que procede de nosotros”. (2 Cor. 4:7.)

      Los testigos de Jehová toman la ofensiva en la arena legal

      Por varias décadas antes de la I Guerra Mundial, los Estudiantes de la Biblia habían efectuado una inmensa obra de distribución gratuita de publicaciones bíblicas en las calles cerca de las iglesias y de casa en casa. Pero luego, muchos pueblos y ciudades de Estados Unidos dictaron ordenanzas que obstaculizaban esta “obra de los voluntarios”. ¿Qué se podía hacer?

      The Watch Tower del 15 de diciembre de 1919 explicó: “Convencidos de que es nuestro deber realizar todo esfuerzo posible por testificar acerca del reino del Señor y no aflojar el paso porque veamos que la puerta se cierra, y en vista de todo el esfuerzo sistemático que se ha hecho por acabar con la obra de los voluntarios, hemos dispuesto lo necesario para usar una revista, [...] THE GOLDEN AGE”.a

      No obstante, conforme se intensificaba la testificación de casa en casa, aumentaban los esfuerzos por aplicar leyes que la redujeran o la prohibieran. No todos los países cuentan con disposiciones legales que aseguren las libertades de las minorías frente a la oposición oficial. Pero los testigos de Jehová sabían que la Constitución estadounidense garantizaba la libertad religiosa, de expresión y de prensa. Por eso, cuando los jueces interpretaban las ordenanzas locales de cierta manera con el fin de obstaculizar la predicación de la Palabra de Dios, los Testigos apelaban de sus fallos ante los tribunales superiores.b

      Al repasar lo sucedido, Hayden C. Covington, que desempeñó un papel importante en los asuntos jurídicos de la Sociedad Watch Tower, explicó posteriormente: “De no haber apelado de los miles de fallos que dictaron los magistrados, los tribunales policíacos y otros tribunales inferiores, se habría levantado una montaña de jurisprudencia como un obstáculo gigantesco en el campo de la adoración. Por haber apelado evitamos que aquello sucediera. Nuestro modo de adoración se ha inscrito en las leyes de Estados Unidos y de otros países porque insistimos en apelar de los fallos adversos”. En Estados Unidos, veintenas de casos recorrieron todo el camino hasta llegar al Tribunal Supremo.

      Se consolidan las garantías de libertad

      Uno de los primeros casos vinculados al ministerio de los testigos de Jehová que llegó al Tribunal Supremo de Estados Unidos provino de Georgia, y se debatió ante el tribunal el 4 de febrero de 1938. El Tribunal Superior Municipal de Griffin (Georgia) había declarado a Alma Lovell culpable de violar una ordenanza que prohibía la distribución de cualquier publicación sin una licencia del administrador municipal. Entre otras cosas, Alma había ofrecido a la gente la revista The Golden Age. El 28 de marzo de 1938 el Tribunal Supremo de Estados Unidos anuló la ordenanza debido a que subordinaba la libertad de prensa a la obtención de una licencia y a la censura.c

      Al año siguiente, J. F. Rutherford, en calidad de abogado de la parte demandante, presentó las alegaciones ante el Tribunal Supremo en el proceso Clara Schneider contra el Estado de Nueva Jersey.d En 1940 le siguió Cantwell contra el Estado de Connecticut,e cuyo alegato preparó el hermano Rutherford y presentó el hermano Hayden Covington ante el tribunal. El buen resultado de estos casos reforzó las garantías constitucionales de la libertad de cultos, de expresión y de prensa. No obstante, hubo reveses.

      Los tribunales asestan duros golpes

      La cuestión del saludo a la bandera, que afectaba a los hijos de los testigos de Jehová en edad escolar, se llevó ante los tribunales estadounidenses por primera vez en 1935 en el proceso Carlton B. Nicholls contra el Alcalde y la Comisión de Educación de Lynn (Massachusetts).f Este caso fue remitido al Tribunal Judicial Supremo de Massachusetts. El tribunal se pronunció en 1937 diciendo que, independientemente de lo que creyeran Carleton Nichols, hijo, y sus padres, no se debería tener en cuenta el credo religioso porque, como dijo, “el saludo y el juramento a la bandera de que trata este juicio no tienen ninguna relación justificada con la religión. [...] No se meten con las opiniones de nadie en cuanto a su Creador. No tocan sus relaciones con su Hacedor”. Cuando se apeló ante el Tribunal Supremo de Estados Unidos en 1937 en el proceso Leoles contra Landers,g que trataba sobre el saludo obligatorio a la bandera, y nuevamente en 1938, en Hering contra la Junta Estatal de Educación,h el tribunal rechazó las solicitudes porque, en su opinión, no envolvían cuestiones de importancia federal. En 1939 el tribunal volvió a desestimar una apelación por la misma razón en el proceso Gabrielli contra Knickerbocker.i El mismo día, sin oír los argumentos de la defensa, se ratificó la sentencia adversa del tribunal inferior en el pleito Johnson contra la ciudad de Deerfield.j

      Finalmente, en 1940, el tribunal vio por completo el proceso denominado Distrito Escolar de Minersville contra Gobitis.k Un grupo selecto de eminentes abogados presentaron los alegatos de ambas partes. J. F. Rutherford asumió la defensa oral de Walter Gobitas y sus hijos. Un miembro del Departamento Jurídico de la Universidad de Harvard representó al Colegio de Abogados de Estados Unidos y a la Unión pro Libertades Civiles al argüir en contra del saludo obligatorio a la bandera. No obstante, sus argumentos fueron rechazados, y con solo un voto en contra, el Tribunal Supremo decidió, el 3 de junio, que los niños que no saludaran la bandera podían ser expulsados de las escuelas públicas.

      Durante los tres años siguientes, el Tribunal Supremo falló en contra de los testigos de Jehová en diecinueve pleitos. Muy significativa fue la sentencia adversa en Jones contra la ciudad de Opelika,l dictada en 1942. Rosco Jones había sido declarado culpable de distribuir publicaciones en las calles de Opelika (Alabama) sin haber pagado el impuesto de una licencia. El Tribunal Supremo ratificó la sentencia y dijo que era prerrogativa de los gobiernos cobrar derechos módicos por ir de puerta en puerta, y que tales leyes no podían impugnarse aunque las autoridades locales arbitrariamente suspendieran la licencia. Esta decisión supuso un duro golpe, porque a partir de entonces cualquier comunidad, incitada por el clero o por cualquiera que se opusiera a los Testigos, podría excluirlos legalmente y, de ese modo, como quizás razonaran sus adversarios, detener la obra de predicar de los testigos de Jehová. Sin embargo, algo extraño sucedió.

      Cambia el curso de los acontecimientos

      En Jones contra Opelika, el fallo que supuso un duro golpe para el ministerio público de los testigos de Jehová, tres de los jueces dijeron que no solo discrepaban de la mayoría de los miembros del tribunal sobre este caso, sino que también creían que habían contribuido a poner las bases para este fallo en el proceso Gobitis. “Puesto que entonces compartimos la opinión del tribunal en el proceso Gobitis —añadieron—, creemos que este es el momento oportuno para decir que ahora nos parece que en él también se dictó un fallo equivocado.” Esto sirvió para indicar a los testigos de Jehová que debían presentar de nuevo los asuntos ante el tribunal.

      Se solicitó una revisión del proceso Jones contra Opelika. En la moción para ello se expusieron argumentos legales convincentes. La solicitud también decía categóricamente: “El tribunal debe tomar en consideración, ante todo, el hecho de que está tratando judicialmente con siervos del Dios Todopoderoso”. Se analizaron los precedentes bíblicos que mostraban lo que este hecho implicaba. Se llamó la atención al consejo que dio Gamaliel, maestro de la Ley, al tribunal supremo judío del siglo I, a saber: “No se metan con estos hombres, sino déjenlos; [...] de otro modo, quizás se les halle a ustedes luchadores realmente contra Dios”. (Hech. 5:34-39.)

      Por fin, el 3 de mayo de 1943, en el decisivo proceso Murdock contra el Estado de Pensilvania,a el Tribunal Supremo declaró nula la sentencia que había dictado en Jones contra Opelika. Dictaminó que era anticonstitucional el pago de cualquier impuesto por una licencia como condición previa para ejercer la libertad de cultos distribuyendo publicaciones religiosas. Con este pronunciamiento se reabrieron las puertas de Estados Unidos a los testigos de Jehová, y desde entonces se le ha citado como autoridad en centenares de casos. El 3 de mayo de 1943 fue indudablemente un día memorable para los testigos de Jehová en lo que respecta a casos llevados al Tribunal Supremo de Estados Unidos. Ese mismo día, el tribunal falló en su favor en doce de las trece causas presentadas (todas las cuales se fusionaron en cuatro para los efectos de audiencia y fallo).b

      Como un mes después —el 14 de junio, día de la Bandera—, el Tribunal Supremo dio marcha atrás nuevamente, esta vez en lo tocante al fallo que había dictado en el asunto Gobitis, al pronunciarse sobre el caso denominado Consejo de Enseñanza de West Virginia contra Barnette.c Dictaminó que “ningún funcionario, de mayor o menor rango, puede prescribir lo que es ortodoxo en la política, el nacionalismo, la religión u otros asuntos de opinión, ni obligar a los ciudadanos a confesar por acción o palabra su fe en ello”. Gran parte del razonamiento que se expuso en esta decisión fue adoptado después en Canadá por el Tribunal de Apelaciones de Ontario en el proceso Donald contra la Junta de Educación de Hamilton, sentencia que el Tribunal Supremo de Canadá rehusó revocar.

      De acuerdo con la sentencia dictada en el caso Barnette, el mismo día el Tribunal Supremo de Estados Unidos sostuvo en Taylor contra el Estado de Mississippid que no se podía acusar válidamente de sedición a los testigos de Jehová por explicar sus razones para no saludar la bandera y por enseñar que todas las naciones están del lado perdedor al oponerse al Reino de Dios. Estas decisiones también prepararon el terreno para que, posteriormente, otros tribunales dictaran fallos favorables en los procesos de padres Testigos cuyos hijos habían rehusado saludar la bandera en la escuela, así como en los relacionados con el empleo y la custodia de los hijos. Estaba claro que el curso de los acontecimientos había cambiado.e

      Nace una nueva era de libertad en Quebec

      Los testigos de Jehová también insistieron en la cuestión de la libertad de cultos en Canadá. Entre 1944 y 1946 se arrestó a cientos de Testigos que participaban en su ministerio público en Quebec. La Constitución canadiense aseguraba la libertad de cultos, pero las chusmas disolvían las reuniones en que se estudiaba la Biblia. La policía obedecía las exigencias del clero católico de detener la obra de los testigos de Jehová. Los jueces de los tribunales municipales insultaban a los Testigos, pero no tomaban ninguna medida contra los que los atacaban. ¿Qué se podía hacer?

      La Sociedad programó una asamblea especial en Montreal para los días 2 y 3 de noviembre de 1946. Los oradores examinaron la postura de los testigos de Jehová tanto a la luz de las Escrituras como de la legislación del país. Luego se anunció una campaña de dieciséis días para distribuir de costa a costa el tratado Quebec’s Burning Hate for God and Christ and Freedom Is the Shame of All Canada (El odio ardiente de Quebec a Dios y Cristo y la libertad es la vergüenza de todo Canadá), en inglés, francés y ucraniano. Informaba detalladamente sobre los actos de violencia perpetrados por las chusmas y otras atrocidades cometidas contra los testigos de Jehová en Quebec. A este le siguió un segundo tratado titulado Quebec, You Have Failed Your People! (¡Quebec, le has fallado a tu pueblo!).

      El número de arrestos en Quebec se elevó súbitamente. Para hacer frente a la situación, la sucursal de la Sociedad Watch Tower en Canadá estableció un departamento jurídico con representantes en Toronto y Montreal. Cuando la prensa se enteró de que Maurice Duplessis, el primer ministro de Quebec, había arruinado deliberadamente el negocio de restaurantes de Frank Roncarelli, que era testigo de Jehová, por el simple hecho de que había salido fiador por sus compañeros Testigos, el público canadiense protestó vigorosamente. Luego, el 2 de marzo de 1947, los testigos de Jehová lanzaron una campaña nacional para invitar al pueblo canadiense a pedir al gobierno que elaborara una Carta de Derechos. Se obtuvieron más de quinientas mil firmas, la petición más grande jamás presentada ante el Parlamento canadiense. Al año siguiente se presentó otra petición aún más extensa para reforzar la primera.

      Entre tanto, la Sociedad seleccionó dos procesos de prueba para presentarlos en apelación ante el Tribunal Supremo de Canadá. Uno de estos, Aimé Boucher contra Su Majestad el Rey, tenía que ver con el cargo de sedición que se había levantado repetidas veces contra los Testigos.

      El caso Boucher se fundaba en el hecho de que Aimé Boucher, un granjero de carácter apacible, había colaborado en la distribución del tratado Quebec’s Burning Hate. ¿Se había hecho él culpable de sedición por dar a conocer los actos violentos de las chusmas contra los Testigos en Quebec, el desacato a la ley por parte de los funcionarios que trataron con ellos y las pruebas de que el obispo y otros clérigos católicos habían instigado tal comportamiento?

      Al analizar el tratado que se había distribuido, uno de los magistrados del Tribunal Supremo dijo: “El documento tenía el título de ‘El odio ardiente de Quebec a Dios y Cristo y la libertad es una vergüenza para todo Canadá’; comenzaba apelando a la calma y a la razón antes de evaluar los asuntos de que trataría para demostrar la realidad de su título; luego hacía alusión general a la persecución de carácter vengativo que se lanzó en Quebec contra los Testigos como hermanos en Cristo; narraba en detalle algunos incidentes específicos de la persecución y concluía con un llamamiento a la gente de la provincia, en protesta por el dominio de las turbas y sus tácticas que recordaban a las de la Gestapo, para que mediante el estudio de la Palabra de Dios y la obediencia a sus mandatos se produjera una ‘abundante cosecha de buenos frutos de amor a Él, a Cristo y a la libertad humana’”.

      La sentencia del tribunal anuló la condena de Aimé Boucher, pero tres de los cinco magistrados ordenaron un nuevo juicio. ¿Conduciría tal medida a que los tribunales inferiores dictaran un fallo imparcial? La defensa de los testigos de Jehová solicitó que la causa fuera vista por el Tribunal Supremo mismo. Sorprendentemente, esta petición fue aprobada. Mientras se efectuaban los trámites de la petición, el número de jueces del tribunal aumentó y uno de los jueces originales cambió de parecer. El resultado fue que, en diciembre de 1950, se absolvió completamente al hermano Boucher con cinco votos a favor y cuatro en contra.

      Al principio, tanto el procurador general como el primer ministro de la provincia de Quebec (que también era ministro de Justicia) se opusieron al fallo, pero este se impuso gradualmente a través de los tribunales. Así pues, el cargo de sedición que tantas veces se levantó contra los testigos de Jehová de Canadá fue, en efecto, sepultado.

      Todavía quedaba otro proceso de prueba por llevar ante el Tribunal Supremo de Canadá, a saber, el de Laurier Saumur contra la ciudad de Quebec. Este tenía que ver con las ordenanzas sobre licencias implicadas en muchas sentencias adversas de los tribunales inferiores. La Sociedad se proponía obtener con este litigio un entredicho contra la ciudad de Quebec que prohibiera permanentemente a sus autoridades interferir en la distribución de las publicaciones religiosas de los testigos de Jehová. El 6 de octubre de 1953 el Tribunal Supremo se pronunció al respecto. La respuesta fue “Sí” a los testigos de Jehová, “No” a la provincia de Quebec. Este fallo significó también el triunfo de un millar de pleitos en los que el mismo principio de libertad religiosa era el factor determinante. Así nació una nueva era para la obra de los testigos de Jehová en Quebec.

      Educación sobre derechos y procedimientos legales

      Conforme aumentaba el número de juicios a finales de los años veinte y a partir de entonces, fue menester que los testigos de Jehová aprendieran lo relativo a los procedimientos legales. Puesto que J. F. Rutherford era abogado y en ocasiones había ejercido como juez, comprendía la necesidad de que los Testigos recibieran dirección en estos asuntos. Desde 1926 en particular, los Testigos habían estado haciendo hincapié en predicar de casa en casa los domingos, utilizando para ello libros que explicaban la Biblia. La oposición a que se distribuyeran publicaciones bíblicas los domingos movió al hermano Rutherford a preparar el folleto Liberty to Preach (Libertad para predicar) a fin de ayudar a los Testigos estadounidenses a conocer sus derechos legales. Sin embargo, como no podía encargarse personalmente de todo el trabajo legal, dispuso que algunos abogados formaran parte del personal de las oficinas centrales de la Sociedad. Estos contaban, además, con la estrecha cooperación de otros abogados dispersados por todo el país.

      Aunque no podían comparecer ante los tribunales en todos los miles de litigios relacionados con la actividad de predicar de los testigos de Jehová, sí podían dar consejo valioso. Con ese fin se hicieron preparativos para que se instruyera a todos los testigos de Jehová en los procedimientos legales básicos. Esta instrucción se impartió en asambleas especiales celebradas en Estados Unidos en 1932 y, posteriormente, en los programas regulares de la Reunión de Servicio de las congregaciones. En el Anuario de los testigos de Jehová para 1933 (y después por separado) se publicó una hoja detallada de “Procedimientos de juicio”. Estas instrucciones se fueron ajustando según lo requerían las circunstancias. La revista Consolation del 3 de noviembre de 1937 dio más consejo legal sobre determinadas situaciones específicas que surgían.

      Con la ayuda de esta información, los Testigos generalmente asumían su propia defensa en los tribunales locales en vez de contratar los servicios de un abogado. Hallaron que, a menudo, esto les permitía dar testimonio al tribunal y presentar los asuntos con exactitud ante el juez, en vez de dejar que los casos se decidieran simplemente a base de tecnicismos jurídicos. Cuando la sentencia era adversa, por lo general interponían recurso de apelación, aunque algunos Testigos iban a prisión en vez de recurrir a un abogado, de cuyos servicios precisarían ante el Tribunal de Apelación.

      A medida que surgían nuevas situaciones y que los fallos de los tribunales establecían precedentes, los Testigos recibían información adicional para mantenerse al día. Por ejemplo, en 1939 se imprimió el folleto Advice for Kingdom Publishers (Consejo para publicadores del Reino), con el fin de ayudar a los hermanos que libraban batallas en los tribunales. Dos años más tarde se trató el asunto más a fondo en el folleto Jehovah’s Servants Defended (Defensa de los siervos de Jehová), que citaba de, o examinaba, cincuenta diferentes sentencias de tribunales estadounidenses relacionadas con los testigos de Jehová, así como muchos otros casos, y explicaba cómo valerse de aquellos precedentes judiciales. Luego, en 1943, se puso a disposición de cada Testigo un ejemplar de Freedom of Worship (Libertad de adoración), que se estudió diligentemente en las Reuniones de Servicio de las congregaciones. Además de suministrar un valioso resumen de algunos casos, explicaba en detalle las razones bíblicas por las que se habían tratado los asuntos de cierta manera. A esta publicación siguió, en 1950, el folleto actualizado Defending and Legally Establishing the Good News (Defendiendo y estableciendo legalmente las buenas nuevas).

      Todo ello constituyó un programa de educación progresiva sobre asuntos jurídicos. No obstante, el objetivo no era convertir a los Testigos en abogados, sino mantener abierto el camino para predicar las buenas nuevas del Reino de Dios públicamente y de casa en casa.

      Como enjambre de langostas

      En los lugares donde las autoridades se consideraban por encima de la ley, el tratamiento que se daba a los Testigos era a veces rudo. No obstante, prescindiendo de los métodos que emplearan sus adversarios, los testigos de Jehová sabían que la Palabra de Dios aconseja lo siguiente: “No se venguen, amados, sino cédanle lugar a la ira; porque está escrito: ‘Mía es la venganza; yo pagaré, dice Jehová’”. (Rom. 12:19.) Sin embargo, se sentían profundamente obligados a dar testimonio. ¿Cómo lo hicieron al encararse con la oposición de las autoridades?

      A pesar de que en los años treinta las congregaciones de los testigos de Jehová normalmente eran pequeñas, las unía un fuerte vínculo. Cuando surgían problemas serios en algún sitio, los Testigos de los alrededores manifestaban su deseo de ayudar. Por ejemplo, en 1933 se organizó a los 12.600 Testigos estadounidenses en 78 divisiones. Si en una zona se producían arrestos constantes, o si los opositores presionaban a las estaciones de radio para que cancelaran los contratos que habían firmado para transmitir los programas preparados por los testigos de Jehová, se comunicaba a la oficina de la Sociedad en Brooklyn. En menos de una semana se enviaban refuerzos a la zona para dar un testimonio concentrado.

      Dependiendo de la necesidad, entre cincuenta y mil Testigos se encontraban a una hora señalada, generalmente en un campo cerca del lugar donde trabajarían. Todos eran voluntarios; algunos venían de lugares que distaban hasta 320 kilómetros. A cada grupo se le asignaba un territorio que podía abarcarse en media hora o, si fuera necesario, tal vez en dos horas. A medida que cada grupo de automóviles empezaba a trabajar en su sección asignada, un comité de hermanos iba a ver a la policía para informarle sobre la obra que se estaba haciendo y darle una lista de todos los Testigos que estaban trabajando en la comunidad esa mañana. Cuando veían que la cantidad de Testigos superaba la de sus propias fuerzas, los funcionarios de la mayoría de los lugares permitían que la obra continuara sin impedimento. En algunas localidades llenaban la cárcel de Testigos, pero no podían hacer nada más. Los Testigos ya contaban con abogados para conseguir la libertad bajo fianza de cualquiera que arrestaran. El efecto que esto producía era como el del simbólico enjambre de langostas mencionado en las Escrituras en Joel 2:7-11 y Revelación 9:1-11. De esta manera los Testigos podían seguir predicando las buenas nuevas frente a intensa oposición.

      Se denuncia el uso arbitrario de la autoridad

      Se juzgó provechoso informar a la gente de algunas regiones lo que sus propios funcionarios estaban haciendo. Cuando los tribunales de Quebec sometieron a los Testigos a procedimientos que recordaban los tribunales de la Inquisición, se envió a todos los miembros del cuerpo legislativo de Quebec una carta en la que se exponían los hechos. Como aquella gestión fue infructífera, la Sociedad envió copia de la carta a 14.000 empresarios de toda la provincia. Después llevó la información a los directores de periódicos para que la publicaran.

      En el este de Estados Unidos se informó al público a través de la radio. Un grupo de actores experimentados del Betel de Brooklyn, hábiles en el arte de imitar otras voces, formaron lo que se llamó el Teatro del Rey. Cuando funcionarios arbitrarios sometían a juicio a los testigos de Jehová, se hacía una relación taquigráfica completa de todo el proceso. Los actores asistían al tribunal para familiarizarse bien con el tono de voz y la manera de hablar de la policía, el fiscal y el juez. Después de dar amplia publicidad a fin de asegurarse de que hubiera un gran número de radioyentes, el Teatro del Rey representaba con extraordinario realismo las escenas ocurridas en el tribunal para que el público se enterara con exactitud de lo que sus funcionarios hacían. Con el tiempo, debido a la extensa publicidad de que eran objeto, algunos de estos funcionarios tuvieron más cuidado al tratar los casos de los Testigos.

  • ‘Defendiendo y estableciendo legalmente las buenas nuevas’
    Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
    • [Recuadro en la página 684]

      Testimonio al Tribunal Supremo estadounidense

      Al comparecer ante el Tribunal Supremo de Estados Unidos como abogado defensor en el proceso “Gobitis”, Joseph F. Rutherford, miembro del Colegio de Abogados de Nueva York y presidente de la Sociedad Watch Tower, enfocó claramente la atención en la importancia de someterse a la soberanía de Jehová Dios. Dijo:

      “Son testigos de Jehová aquellos que dan testimonio del nombre del Dios Altísimo, el único cuyo nombre es JEHOVÁ. [...]

      ”Llamo la atención al hecho de que, hace más de seis mil años, Jehová Dios prometió establecer un gobierno de justicia por medio del Mesías. A su tiempo cumplirá esa promesa. Los hechos de la actualidad, examinados a la luz de la profecía, indican que ese tiempo está próximo. [...]

      ”Dios, Jehová, es la única Fuente de la vida. No hay nadie más que pueda darla. El Estado de Pensilvania no puede dar la vida. Tampoco puede darla el gobierno estadounidense. Dios hizo esta ley [que prohíbe la adoración de imágenes], como dijo Pablo, para salvaguardar a su pueblo de la idolatría. Ustedes dicen que es una trivialidad. También lo fue el acto de Adán de comer del fruto prohibido. No fue la manzana que Adán comió, sino el acto de desobedecer a Dios. La cuestión es si el hombre va a obedecer a Dios o si va a obedecer a alguna institución humana. [...]

      ”Le recuerdo a este tribunal (está de más que lo haga) que en el proceso ‘La Iglesia contra Estados Unidos’ este tribunal sostuvo que Estados Unidos es una nación cristiana; y eso significa que debe ser obediente a la ley Divina. También significa que este tribunal toma conciencia, jurídicamente, de que la ley de Dios es suprema. Y si un hombre cree a conciencia que la ley de Dios es suprema y a conciencia se comporta como corresponde, ninguna autoridad humana puede controlar su conciencia o interferir en ella. [...]

      ”Permítaseme señalar este hecho: que al iniciarse las sesiones de este tribunal el pregonero anuncia las palabras: ‘Dios salve a Estados Unidos y a este honorable Tribunal’. Ahora yo digo: que Dios salve a este honorable tribunal de cometer un error que llevaría al pueblo de Estados Unidos a convertirse en una clase totalitaria y destruir todas las libertades garantizadas por la Constitución. Este es un asunto sagrado para todo estadounidense que ame a Dios y Su Palabra.”

      [Recuadro en la página 687]

      Se prepara el escenario para un cambio radical de postura

      Cuando el Tribunal Supremo de Estados Unidos dictaminó en 1940, en el caso “Distrito Escolar de Minersville contra Gobitis”, que a los niños de edad escolar se les podía exigir que saludaran la bandera, ocho de los nueve magistrados estuvieron de acuerdo. Solo el magistrado Stone disintió. Pero dos años después, otros tres magistrados (Black, Douglas y Murphy) aprovecharon la ocasión en que expresaban su disconformidad en el proceso “Jones contra Opelika” para decir que creían que el fallo dictado en el proceso “Gobitis” estaba equivocado porque había puesto la libertad religiosa en una posición subordinada. Esto quiso decir que cuatro de los nueve magistrados eran partidarios de revocar aquel fallo. Dos de los otros cinco que le habían restado importancia a la libertad religiosa se habían jubilado. Había dos magistrados nuevos (Rutledge y Jackson) cuando se presentó el siguiente caso tocante al saludo de la bandera ante el Tribunal Supremo. En 1943, en el proceso “Consejo de Enseñanza de West Virginia contra Barnette”, estos dos votaron en favor de la libertad religiosa y en contra del saludo obligatorio a la bandera. Así pues, con seis votos a favor y tres en contra, el tribunal cambió la postura que había adoptado en cinco pleitos anteriores (“Gobitis”, “Leoles”, “Hering”, “Gabrielli” y “Johnson”), de cuyas sentencias se había apelado a este tribunal.

      Es de interés notar lo que el magistrado Frankfurter dijo al disentir del fallo del proceso “Barnette”: “Como ha sucedido en el pasado, el tribunal cambiará de vez en cuando su postura. Pero creo que nunca antes de estos litigios de los testigos de Jehová (salvo en desviaciones menores corregidas posteriormente) el tribunal ha desautorizado fallos con el fin de restringir las facultades del gobierno democrático”.

      [Recuadro en la página 688]

      “Una forma antiquísima de evangelización misional”

      En 1943, en el proceso “Murdock contra Pensilvania”, el Tribunal Supremo de Estados Unidos dijo, entre otras cosas, lo siguiente:

      “La distribución personal de tratados religiosos es una forma antiquísima de evangelización misional, tan antigua como la historia de la imprenta. Ha sido una fuerza potente en diversos movimientos religiosos a lo largo de los años. Hoy usan extensamente esta forma de evangelización diferentes sectas religiosas cuyos repartidores llevan el Evangelio a miles y miles de hogares, intentando ganar adeptos a su fe mediante visitas personales. Es más que predicar; es más que distribuir publicaciones religiosas. Es una combinación de las dos cosas. Su propósito es tan evangélico como el de las reuniones para el despertar religioso. Esta forma de actividad religiosa ocupa, según la Primera Enmienda, la misma posición elevada que ocupa el culto en las iglesias y la predicación desde el púlpito. Tiene el mismo derecho de protección que tienen las prácticas religiosas más ortodoxas o convencionales. Tiene también, como las demás formas de culto, el mismo derecho a las garantías de libertad de expresión y de prensa.”

      [Recuadro en la página 690]

      “Igualdad de derechos para todos”

      Con ese título una conocida columnista canadiense escribió lo siguiente en 1953: “El fallo dictado por el Tribunal Supremo de Canadá en el pleito Saumur [llevado ante el tribunal por los testigos de Jehová] debería celebrarse con una gran fogata en Parliament Hill; una fogata digna de una gran ocasión. Pocos fallos en la historia de la Justicia canadiense revisten mayor importancia. Pocos tribunales han podido ser de mayor utilidad a Canadá que este. Con ningún otro han quedado más endeudados los canadienses que aprecian su herencia de libertad. [...] No hay fogatas suficientemente grandes como para celebrar el veredicto”.

  • ‘Defendiendo y estableciendo legalmente las buenas nuevas’
    Los testigos de Jehová, proclamadores del Reino de Dios
    • [Fotografías en la página 679]

      Se han presentado apelaciones y peticiones ante el Tribunal Supremo de Estados Unidos en 138 casos relacionados con los testigos de Jehová. La defensa de 111 de ellos, entre 1939 y 1963, estuvo a cargo de Hayden Covington (que aparece abajo)

      [Fotografía en la página 681]

      Maurice Duplessis, primer ministro de Quebec, se arrodilla públicamente ante el cardenal Villeneuve a fines de los años treinta y le pone un anillo en el dedo como prueba de los vínculos estrechos entre la Iglesia y el Estado. En Quebec, la persecución de que fueron objeto los testigos de Jehová fue especialmente intensa

      [Fotografía en la página 683]

      W. K. Jackson, que formó parte del personal jurídico de la sede de la Sociedad, fue miembro del Cuerpo Gobernante de los Testigos de Jehová durante diez años

      [Fotografía en la página 685]

      Rosco Jones, cuyo litigio relativo al ministerio de los testigos de Jehová fue llevado dos veces al Tribunal Supremo estadounidense

      [Fotografías en la página 686]

      Magistrados del Tribunal Supremo de Estados Unidos que, con seis votos a favor y tres en contra en el proceso “Barnette”, rechazaron el saludo obligatorio a la bandera en favor de la libertad de cultos. Este fallo revocó el fallo que el tribunal había dictado anteriormente en el proceso “Gobitis”

      Niños implicados en los litigios

      Lillian y William Gobitas

      Marie y Gathie Barnette

      [Fotografía en la página 689]

      Aimé Boucher, absuelto por el Tribunal Supremo de Canadá de cargos de sedición contra los testigos de Jehová

      [Fotografías en la página 691]

      Este tratado, publicado en tres idiomas, informó a todo Canadá de las atrocidades cometidas contra los testigos de Jehová de Quebec

      [Fotografías en la página 692]

      Fue necesario enseñar a los testigos de Jehová los procedimientos legales para que pudieran encararse con la oposición a su ministerio; estas son algunas publicaciones jurídicas que utilizaron

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