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La fe en las profecías bíblicas salva vidasLa Atalaya 2007 | 1 de abril
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Cuando muere el emperador romano Nerón, Vespasiano emprende su marcha hacia Roma para asumir el poder imperial, dejando a Tito la tarea de completar la campaña en Judea. Tito avanza hacia Jerusalén cerca de la Pascua del año 70, y tanto residentes como peregrinos quedan atrapados dentro de los muros de la ciudad. Sus ejércitos deforestan la región de Judea para levantar con la madera de los árboles una muralla de siete kilómetros [4,5 millas] de estacas puntiagudas en torno a la capital sitiada. Eso es justo lo que Jesús profetizó: “Tus enemigos edificarán en derredor de ti una fortificación de estacas puntiagudas y te rodearán y te afligirán de todos lados” (Lucas 19:43).
En poco tiempo, el hambre cierra sus garras sobre la ciudad. Chusmas armadas saquean las casas de muertos y moribundos. Se sabe de al menos una mujer que, en su desesperación, mata a su niño de pecho y se lo come, cumpliendo así la predicción: “Tendrás que comer el fruto de tu vientre, la carne de tus hijos y tus hijas, [...] a causa de la estrechez y tensión con que tu enemigo te cercará” (Deuteronomio 28:53-57).
Al final, tras cinco meses de asedio, Jerusalén cae ante los romanos. Los soldados saquean la ciudad y el majestuoso templo, les prenden fuego y no dejan piedra sobre piedra (Daniel 9:26). Los muertos ascienden a 1.100.000 y 97.000 son vendidos como esclavos (Deuteronomio 28:68).b Judea ha quedado prácticamente vacía de judíos. No cabe la menor duda: es una tragedia nacional sin precedentes, que marca una nueva era en la vida política, religiosa y cultural del pueblo judío.c
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