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JerusalénPerspicacia para comprender las Escrituras, volumen 2
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Dentro de la ciudad había disputas y luchas entre las facciones rivales, se destruyó gran parte del suministro de alimento y se mataba como traidores a los que se aprehendía intentando huir de la ciudad. Josefo, a quien se toma como fuente de esta información, relata que el hambre llegó a ser tan grave, que la gente llegó hasta el punto de comer manojos de heno, cuero y hasta a sus propios hijos. (Compárese con Lam 2:11, 12, 19, 20; Dt 28:56, 57.)
Sestercio de bronce que conmemoraba la conquista romana de Judea; anverso: emperador Vespasiano; reverso: “IUDAEA CAPTA” (Judea tomada)
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Aunque Josefo calcula que hubo 1.100.000 muertos, también quedaron sobrevivientes. Se tomaron 97.000 cautivos, a muchos de los cuales se envió como esclavos a Egipto o murieron a espada o devorados por las bestias en los teatros de las provincias romanas, lo que también cumplió la profecía divina. (Dt 28:68.)
Toda la ciudad fue demolida. Tan solo se dejaron en pie las torres del palacio de Herodes y una parte del muro occidental, para mostrar a las generaciones futuras lo inútiles que habían sido las fuertes defensas. Josefo observa que, aparte de esos restos, “los encargados de destruirla allanaron de tal manera el ámbito de la ciudad, que daba la impresión de que ese sitio jamás hubiese sido habitado”. (La Guerra de los Judíos, libro VII, cap. I, sec. 1.)
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El templo fue quemado por completo, en contra de las órdenes que se habían dado. Según Josefo, este suceso ocurrió en el aniversario de la destrucción del primer templo por Nabucodonosor siglos antes. Su relato también dice que se quemó el archivo donde estaban todos los libros con los registros genealógicos de la descendencia tribal y familiar, así como los derechos de herencia. (La Guerra de los Judíos, libro VI, cap. IV, sec. 5; libro II, cap. XVII, sec. 6; libro VI, cap. VI, sec. 3.)
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