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  • Imitemos la actitud mental de Cristo
    La Atalaya 2009 | 15 de septiembre
    • Imitemos la actitud mental de Cristo

      “[Tengan] la misma actitud mental que tuvo Cristo Jesús.” (ROM. 15:5)

      1. ¿Por qué debemos imitar la actitud mental de Jesús?

      “VENGAN a mí”, dijo Jesucristo. Y luego añadió: “Aprendan de mí, porque soy de genio apacible y humilde de corazón, y hallarán refrigerio para sus almas” (Mat. 11:28, 29). Esta cálida invitación refleja muy bien la afectuosa actitud que tenía Jesús hacia la gente. Ningún otro hombre podría habernos dejado mejor ejemplo. A pesar de ser el Hijo de Dios y de tener gran poder y autoridad, él siempre fue compasivo y tierno, sobre todo con los que más lo necesitaban.

      2. ¿Qué cualidades de Jesús analizaremos en esta serie de artículos?

      2 En este artículo y en los dos siguientes veremos cómo cultivar la misma actitud mental que Jesús y cómo tener lo que la Biblia llama “la mente de Cristo” (1 Cor. 2:16). Hablaremos sobre todo de cinco cualidades de Jesús: su carácter apacible y humilde, su bondad, su obediencia, su valor y su amor incondicional.

      Aprendamos de la apacibilidad de Cristo

      3. a) ¿Cuál fue una de las lecciones de humildad que les enseñó Jesús a sus discípulos? b) ¿Cómo reaccionó Jesús ante las debilidades de sus discípulos?

      3 Jesús, aunque era el Hijo de Dios y era perfecto, estuvo dispuesto a venir a la Tierra y vivir entre seres humanos imperfectos y pecadores, algunos de los cuales terminarían por matarlo. Sin embargo, él nunca se amargó ni perdió los estribos (1 Ped. 2:21-23). Si miramos atentamente a Jesús y seguimos con cuidado su ejemplo, también nosotros sabremos tolerar los errores e imperfecciones de los demás (Heb. 12:2). Jesús hizo esta invitación a sus discípulos: “Pónganse debajo de mi yugo conmigo”, y luego les dijo que aprendieran de él (Mat. 11:29, nota). Entre otras cosas, los discípulos podían aprender de la apacibilidad de su Maestro y de la paciencia que les tenía cuando cometían errores. La noche antes de morir, por ejemplo, él les enseñó la importancia de ser “humilde[s] de corazón” lavándoles los pies. ¡Qué inolvidable lección! (Léase Juan 13:14-17.) Cuando, más tarde, Pedro, Santiago y Juan no fueron capaces de mantenerse alerta y se quedaron dormidos, Jesús fue comprensivo con ellos. “Simón, ¿duermes?”, preguntó él. Luego les dijo a los tres: “Manténganse alerta y orando, para que no entren en tentación”. Y reconociendo que lo que les había sucedido se debía a la imperfección, les dijo: “El espíritu, por supuesto, está pronto, pero la carne es débil” (Mar. 14:32-38).

      4, 5. ¿Cómo nos enseña el ejemplo de Jesús a tolerar los defectos de los demás?

      4 ¿Cómo reaccionamos nosotros cuando uno de nuestros hermanos tiene un espíritu competitivo, se ofende por cualquier cosa o tarda en responder a los consejos de los ancianos y del “esclavo fiel y discreto”? (Mat. 24:45-47.) Estamos acostumbrados a encontrarnos con las actitudes carnales de la gente de este mundo; lo que no esperamos es ver dichas actitudes en nuestros hermanos. Si nos damos cuenta de que sus defectos nos irritan fácilmente, deberíamos preguntarnos: “¿Qué puedo hacer para reflejar mejor ‘la mente de Cristo’?”. Recordemos que las debilidades de los apóstoles nunca hicieron que Jesús perdiera la calma.

      5 Veamos el caso del apóstol Pedro. Cuando Jesús estaba caminando sobre el agua y le dijo que saliera de la barca y viniera hacia él, Pedro efectivamente anduvo sobre el agua. Pero al mirar la tormenta, sintió miedo y comenzó a hundirse. ¿Se enojó Jesús con él? ¿Le dijo algo así como: “Bien merecido te lo tienes. Que te sirva de lección”? Al contrario, la Biblia dice que “extendiendo la mano, lo asió, y le dijo: ‘Hombre de poca fe, ¿por qué cediste a la duda?’” (Mat. 14:28-31). Si alguno de nuestros hermanos parece perder la fe, démosle la mano y tratemos de fortalecerlo. De este modo imitaremos la manera apacible en que Jesús trató a Pedro.

      6. ¿Qué les enseñó Jesús a sus discípulos sobre las ansias de protagonismo?

      6 Además, Pedro participó en las frecuentes discusiones de los apóstoles sobre quién de ellos era el más importante. En cierta ocasión, Santiago y Juan le pidieron a Jesús que los dejara sentarse a su derecha y a su izquierda en el Reino, lo cual indignó a Pedro y a los demás apóstoles. Lo más probable es que ese espíritu competitivo lo aprendieran en la sociedad en la que se criaron, y Jesús estaba al tanto de ello. Por eso, los llamó y les dijo: “Ustedes saben que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los grandes ejercen autoridad sobre ellas. No es así entre ustedes; antes bien, el que quiera llegar a ser grande entre ustedes tiene que ser ministro de ustedes, y el que quiera ser el primero entre ustedes tiene que ser esclavo de ustedes”. Y luego habló de su propio ejemplo: “El Hijo del hombre no vino para que se le ministrara, sino para ministrar y para dar su alma en rescate en cambio por muchos” (Mat. 20:20-28).

      7. ¿Cómo puede contribuir cada uno de nosotros a la unidad de la congregación?

      7 Si meditamos en la humildad de Jesús, nos será más fácil comportarnos “como uno de los menores” en la congregación (Luc. 9:46-48). Y esto, a su vez, aumentará la unidad entre nosotros. Al igual que el padre de una gran familia, Jehová quiere que sus hijos se lleven bien, que “moren juntos en unidad” (Sal. 133:1). Jesús le pidió a su Padre que todos sus discípulos estuvieran unidos. ¿Con qué propósito? Él dijo: “Para que el mundo tenga el conocimiento de que tú me enviaste y de que tú los amaste a ellos así como me amaste a mí” (Juan 17:23). Así es, algo que identifica a los verdaderos cristianos es la unidad. Sin embargo, para poder estar unidos, debemos tener la misma actitud que Jesús hacia los defectos ajenos. Él era perdonador y dijo que solo si perdonamos a los demás, Jehová nos perdonará a nosotros (léase Mateo 6:14, 15).

      8. ¿Qué podemos aprender de los hermanos que llevan muchos años sirviendo a Jehová?

      8 También podemos aprender mucho de los hermanos que llevan años imitando con fe a Jesús y se esfuerzan por comprender las imperfecciones de los demás. Han aprendido que actuar con compasión no solo ayuda a “soportar las debilidades de los que no son fuertes”, sino que también promueve la unidad y anima a toda la congregación a cultivar la misma actitud mental que Jesús. Ellos desean para sus hermanos lo que Pablo deseaba para los cristianos de Roma: “Que el Dios que suministra aguante y consuelo les conceda tener entre sí la misma actitud mental que tuvo Cristo Jesús, para que, de común acuerdo, con una sola boca glorifiquen al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo” (Rom. 15:1, 5, 6). En efecto, el que adoremos a Jehová unidamente resulta en su alabanza.

      9. ¿Por qué necesitamos espíritu santo para imitar a Jesús?

      9 Jesús dijo que él era “humilde de corazón” y apacible, y la apacibilidad forma parte del fruto del espíritu santo de Dios. De modo que necesitamos espíritu santo para imitar bien a Jesús; no basta con estudiar su ejemplo. Pidámosle a Jehová su espíritu y esforcémonos por cultivar el fruto que este produce: “amor, gozo, paz, gran paciencia, benignidad, bondad, fe, apacibilidad [y] autodominio” (Gál. 5:22, 23). Si seguimos el ejemplo de humildad y apacibilidad que nos dejó Jesús, contaremos con el favor de nuestro Padre celestial.

      Jesús trató con bondad a la gente

      10. ¿De qué manera mostró Jesús su bondad?

      10 Otro aspecto del fruto del espíritu es la bondad. Jesús siempre trató a la gente con bondad. Él “recibió amablemente” a todos aquellos que querían acercarse a él (léase Lucas 9:11). ¡Cuánto podemos aprender de su ejemplo! La persona bondadosa es amable, compasiva, generosa y amigable. Y así era Jesús. Él sentía compasión por las personas “porque estaban desolladas y desparramadas como ovejas sin pastor” (Mat. 9:35, 36).

      11, 12. a) Mencione una ocasión en la que Jesús haya actuado con compasión. b) ¿Qué podemos aprender del ejemplo analizado en estos párrafos?

      11 Pero Jesús no solo sintió compasión por las personas; también hizo mucho por ayudarlas. Veamos el ejemplo de una mujer que llevaba doce largos años sufriendo hemorragias. Ella sabía que, de acuerdo con la Ley mosaica, su enfermedad la hacía ceremonialmente inmunda a ella, así como a cualquiera que la tocara (Lev. 15:25-27). No obstante, lo que había escuchado sobre Jesús y sobre su manera de tratar a los demás de seguro la convenció de que él la curaría. Pensó: “Si toco nada más que sus prendas de vestir exteriores, recobraré la salud”. Armándose de valor, se acercó a él, lo tocó y de inmediato sintió que había sido curada.

      12 Jesús se dio cuenta de que alguien lo había tocado y miró a su alrededor para ver quién había sido. La mujer, temiendo quizás que él se hubiera enojado con ella por haber violado la Ley, cayó temblando a sus pies y le dijo toda la verdad. ¿La reprendió Jesús? Todo lo contrario; la tranquilizó diciéndole: “Hija, tu fe te ha devuelto la salud. Ve en paz” (Mar. 5:25-34). ¡Qué aliviada debió de sentirse esta pobre mujer al oír esas afectuosas palabras!

      13. a) ¿Qué diferencia había entre la actitud de Jesús y la de los fariseos? b) ¿Cómo trató Jesús a los niños?

      13 A diferencia de los insensibles fariseos, Jesús nunca usó su autoridad para imponer cargas a los demás (Mat. 23:4). En vez de eso, les enseñó con cariño y paciencia las normas de Jehová. Sus discípulos veían en él a un compañero afectuoso, a un verdadero amigo (Pro. 17:17; Juan 15:11-15). Hasta los niños se sentían a gusto con Jesús, y él con ellos. Nunca estuvo demasiado ocupado como para dedicarles tiempo. En una ocasión, los discípulos, actuando con los aires de superioridad tan comunes entre los líderes religiosos, trataron de impedir que los padres le trajeran sus hijos a Jesús para que él los bendijera. Pero a él no le gustó nada lo que hicieron, así que les dijo: “Dejen que los niñitos vengan a mí; no traten de detenerlos, porque el reino de Dios pertenece a los que son así”. Entonces, se valió de los niños para enseñarles una lección a sus discípulos: “En verdad les digo: El que no reciba el reino de Dios como un niñito, de ninguna manera entrará en él” (Mar. 10:13-15).

      14. ¿Cómo beneficia a los niños recibir el cariño de la congregación?

      14 Imagínese lo que algunos de esos niños sintieron años después, ya de adultos, al recordar que Jesús los había tomado en sus brazos y los había bendecido (Mar. 10:16). Hoy día, los niños del pueblo de Dios reciben los cuidados y el interés sincero de los ancianos y de otros miembros de la congregación, y cuando crezcan también recordarán con cariño toda esa atención. Lo que es más importante: estos niños aprenden desde pequeños que el espíritu santo de Jehová está con su pueblo.

      Seamos amables en un mundo cruel

      15. ¿Por qué no debería sorprendernos la falta de amabilidad de la gente?

      15 En la actualidad, mucha gente cree que está demasiado ocupada para ser amable con los demás, lo cual promueve las actitudes egoístas a las que nos vemos expuestos todos los días en la escuela, el trabajo, la calle y el ministerio. Aunque esas actitudes seguramente nos hacen sentir mal, no deberían sorprendernos. Después de todo, Pablo advirtió por inspiración divina que en estos “últimos días” los cristianos verdaderos tendrían que vivir entre quienes serían “amadores de sí mismos” y no tendrían “cariño natural” (2 Tim. 3:1-3).

      16. ¿Qué actos de bondad podemos realizar en la congregación?

      16 ¡Qué diferente es el ambiente que reina en la congregación cristiana! Todos los que imitamos a Jesús contribuimos a preservar dicho ambiente. ¿De qué manera? Para empezar, damos ayuda y ánimo a los muchos hermanos que tienen que lidiar con enfermedades y otras circunstancias difíciles. Aunque los problemas se están agravando en estos “últimos días”, en realidad no son nuevos. Ya en la antigüedad, los cristianos tenían que enfrentarse a situaciones parecidas. Por eso era muy necesario que se ayudaran con bondad. Pablo dio esta exhortación a sus hermanos: “Hablen confortadoramente a las almas abatidas, den su apoyo a los débiles, tengan gran paciencia para con todos” (1 Tes. 5:14). Hoy día se espera que actuemos de la misma manera: que demostremos con obras nuestra bondad.

      17, 18. ¿Cómo podemos imitar la bondad de Jesús?

      17 Así como Jesús “recibió amablemente” a quienes lo seguían, nosotros tenemos la obligación de hacer lo mismo con nuestros hermanos. Hemos de tratarlos como él lo hubiera hecho. Debemos interesarnos sinceramente por todos: por los que conocemos desde hace tiempo y por los que acabamos de conocer (3 Juan 5-8). Jesús tomó la iniciativa y ayudó con compasión a la gente. Imitemos su ejemplo y seamos una fuente de ánimo para los que nos rodean (Isa. 32:2; Mat. 11:28-30).

      18 Una manera de actuar con bondad es haciendo cosas por el bien de los demás. Pero esto no se puede dejar a la casualidad: hay que tomar la iniciativa. Pablo dijo: “En amor fraternal ténganse tierno cariño unos a otros. En cuanto a mostrarse honra unos a otros, lleven la delantera” (Rom. 12:10). ¿Cómo podemos hacerlo? Siguiendo el ejemplo de Cristo, tratando a los demás con cariño y afecto, y amándolos con un “amor libre de hipocresía” (2 Cor. 6:6). El apóstol describió así esa clase de amor: “El amor es sufrido y bondadoso. El amor no es celoso, no se vanagloria, no se hincha” (1 Cor. 13:4). En vez de guardarles rencor a nuestros hermanos, sigamos este consejo: “Háganse bondadosos unos con otros, tiernamente compasivos, y perdónense liberalmente unos a otros, así como Dios también por Cristo liberalmente los perdonó a ustedes” (Efe. 4:32).

      19. ¿Qué beneficios produce actuar con bondad?

      19 Si actuamos con bondad y amabilidad en toda circunstancia, recibiremos grandes recompensas. El espíritu santo podrá operar sin estorbos en la congregación, produciendo así su fruto. Si seguimos el ejemplo de Jesús y ayudamos a nuestros hermanos a hacer lo mismo, la congregación estará más unida y feliz, y nuestro servicio alegrará a Jehová. Así pues, no dejemos nunca de imitar la apacibilidad y la bondad de Jesucristo al tratar a los demás.

  • Imitemos la obediencia y la valentía de Jesús
    La Atalaya 2009 | 15 de septiembre
    • Imitemos la obediencia y la valentía de Jesús

      “¡Cobren ánimo!, yo he vencido al mundo.” (JUAN 16:33)

      1. ¿Hasta qué grado fue Jesús obediente a Dios?

      JESÚS siempre hizo la voluntad de su Padre celestial. La idea de desobedecer a Dios era absolutamente inconcebible para él (Juan 4:34; Heb. 7:26). Pero debido a las circunstancias que enfrentó en la Tierra, no le fue fácil ser obediente. Desde el principio de su ministerio, sus enemigos, entre quienes se contaba Satanás mismo, intentaron convencerlo, presionarlo y entramparlo para que fuera desleal (Mat. 4:1-11; Luc. 20:20-25). Todos ellos le causaron mucho dolor, tanto físico como emocional, y finalmente lo mataron clavándolo a un madero de tormento (Mat. 26:37, 38; Luc. 22:44; Juan 19:1, 17, 18). Sin embargo, a pesar del terrible sufrimiento que experimentó, Jesús fue “obediente hasta la muerte” (léase Filipenses 2:8).

      2, 3. ¿Qué nos enseña el hecho de que Jesús fuera obediente a pesar de los sufrimientos?

      2 Las experiencias que Jesús vivió en la Tierra le enseñaron cosas nuevas acerca de la obediencia a Dios (Heb. 5:8). Pero ¿qué más podía aprender sobre este tema que no supiera ya? Después de todo, había pasado millones de años al lado de su Padre y había colaborado estrechamente con él como su “obrero maestro” durante la creación (Pro. 8:30). Sin embargo, el sufrimiento que padeció como ser humano lo puso a prueba, y al resistir fielmente demostró que su obediencia y su integridad eran absolutas. Todo esto ayudó al Hijo de Dios a crecer aún más en sentido espiritual. ¿Qué nos enseña su ejemplo?

      3 Aunque Jesús era perfecto, sabía que no lograría obedecer a la perfección por sus propias fuerzas. Por eso le pidió ayuda a Jehová (léase Hebreos 5:7). Nosotros también necesitamos ser humildes y pedir siempre la ayuda de Dios para no desobedecer. El apóstol Pablo exhortó así a los cristianos: “Mantengan en ustedes esta actitud mental que también hubo en Cristo Jesús, quien [...] se humilló y se hizo obediente hasta la muerte” (Fili. 2:5-8). El ejemplo de Jesús demostró que es posible ser obediente a pesar de vivir en un mundo malvado. Pero ¿cómo podemos nosotros ser obedientes si, a diferencia de Jesús, somos imperfectos?

      Obedientes a pesar de la imperfección

      4. ¿Qué implica el hecho de que Jehová nos haya dado libre albedrío?

      4 Adán y Eva eran criaturas inteligentes dotadas de libre albedrío. También sus descendientes poseemos esa capacidad. ¿Qué implica esto? Que tenemos la libertad de elegir entre lo bueno y lo malo, entre obedecer a Dios y desobedecerle. Pero esa libertad que él nos da conlleva responsabilidades y trae consecuencias. Así es, las decisiones que tomamos pueden afectar a quienes nos rodean e incluso podrían significar vida o muerte para nosotros mismos.

      5. ¿Qué lucha tenemos todos, y cómo podemos salir vencedores?

      5 Los seres humanos imperfectos no somos obedientes por naturaleza, por lo que a menudo nos resulta difícil seguir las normas de Dios. El propio apóstol Pablo tuvo una lucha interna, como él mismo reconoció: “Contemplo en mis miembros otra ley que guerrea contra la ley de mi mente y que me conduce cautivo a la ley del pecado que está en mis miembros” (Rom. 7:23). Por supuesto, es relativamente fácil obedecer cuando no hay que hacer sacrificios ni soportar inconvenientes. Pero ¿qué hacemos cuando “el deseo de la carne y el deseo de los ojos” crean un conflicto en nuestro interior? Esos deseos, que surgen debido a nuestra imperfección y al “espíritu del mundo”, son muy intensos (1 Juan 2:16; 1 Cor. 2:12). De modo que para vencerlos tenemos que preparar el corazón, es decir: antes de que surja una prueba o tentación debemos resolvernos a obedecer a Jehová pase lo que pase (Sal. 78:8). La Biblia contiene muchos ejemplos de siervos de Dios que fueron fieles porque hicieron precisamente eso (Esd. 7:10; Dan. 1:8).

      6, 7. ¿Qué ejemplo ilustra lo útil que es el estudio personal para tomar buenas decisiones?

      6 Una manera de preparar el corazón es estudiando con diligencia la Biblia y las publicaciones cristianas. Imagínese en la siguiente situación. Usted está llevando a cabo su estudio personal en la noche que ha fijado para ello. Le ha pedido a Jehová que le dé su espíritu y que le ayude a poner en práctica lo que aprenda en su Palabra. Suponga que al día siguiente van a pasar en la televisión una película que quiere ver. Pero aunque las críticas son muy buenas, se ha enterado de que tiene algunas escenas violentas e inmorales.

      7 Entonces reflexiona en el consejo del apóstol Pablo que se halla en Efesios 5:3: “Que la fornicación y la inmundicia de toda clase, o la avidez, ni siquiera se mencionen entre ustedes, tal como es propio de personas santas”. También recuerda la exhortación que dio el apóstol en Filipenses 4:8 (léase). Y se pregunta: “Si expusiera mi mente y mi corazón a películas como la que planeo ver mañana, ¿estaría siguiendo el ejemplo de obediencia absoluta de Jesús?”. ¿Qué haría usted si se encontrara en esta situación? ¿Vería la película a pesar de todo?

      8. ¿Por qué no debemos rebajar nuestras normas morales y espirituales?

      8 Sería un error rebajar nuestras normas morales y espirituales pensando que somos lo suficientemente fuertes como para resistir los efectos de las malas compañías, aunque esas compañías sean los personajes de películas y programas violentos e inmorales. Tenemos que protegernos a nosotros y a nuestros hijos de las dañinas influencias satánicas. Mucha gente hace todo lo posible por que su computadora no se infecte con virus informáticos que pueden destruir información, provocar fallos en el sistema o incluso adueñarse de este para atacar otras computadoras. ¿Deberíamos hacer menos por protegernos de “las artimañas del Diablo”? (Efe. 6:11, nota.)

      9. ¿Por qué debemos resolvernos siempre a obedecer a Jehová?

      9 Todos los días tenemos que decidir de una forma u otra si haremos las cosas a la manera de Jehová. Si queremos obtener la salvación, debemos obedecerle y respetar sus justos principios. Para demostrar que nuestra fe es real, hemos de seguir el ejemplo de Jesús y ser obedientes “hasta la muerte”, si es necesario. Jehová recompensará nuestra fidelidad. Jesús prometió: “El que haya aguantado hasta el fin es el que será salvo” (Mat. 24:13). Claro, la obediencia exige valor, valor como el de Jesús (Sal. 31:24).

      Jesús, el ejemplo de valor por excelencia

      10. ¿Qué presiones enfrentamos los cristianos, y cómo debemos reaccionar?

      10 En vista de que estamos rodeados por un mundo corrupto, debemos ser valientes para no contaminarnos con sus actitudes y conductas. Enfrentamos muchas presiones sociales, morales, económicas y religiosas que podrían alejarnos de Jehová. Numerosos cristianos sufren la oposición de sus familiares. En muchos países, las instituciones educativas promueven con gran insistencia la teoría de la evolución, y el ateísmo gana cada día más adeptos. Si queremos protegernos y resistir la presión, no podemos quedarnos con los brazos cruzados: debemos actuar. El ejemplo de Jesús nos enseña cómo podemos vencer.

      11. ¿Por qué nos da valor pensar en el ejemplo de Jesús?

      11 Jesús les dijo a sus discípulos: “En el mundo están experimentando tribulación, pero ¡cobren ánimo!, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33). Él nunca se dejó influir por el sistema de cosas. Nunca permitió que este le impidiera cumplir su comisión de predicar o lo hiciera rebajar sus normas morales y espirituales. Tampoco nosotros podemos permitirlo. Al orar a Dios, Jesús dijo de sus discípulos: “Ellos no son parte del mundo, así como yo no soy parte del mundo” (Juan 17:16). Si estudiamos el ejemplo de Jesús y meditamos en él, tendremos el valor necesario para mantenernos separados de este mundo.

      Imitemos la valentía de Jesús

      12-14. Mencione algunos casos en los que Jesús actuó con valentía.

      12 A lo largo de su ministerio, Jesús demostró que era un hombre muy valiente. Con la autoridad que le daba el hecho de ser el Hijo de Dios, “entró en el templo y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el templo, y volcó las mesas de los cambistas y los bancos de los que vendían palomas” (Mat. 21:12). La noche antes de morir, cuando un grupo de soldados vino a arrestarlo, se interpuso entre ellos y sus discípulos y dijo: “Si es a mí a quien buscan, dejen ir a estos” (Juan 18:8). Y momentos después, cuando Pedro sacó su espada, le dijo que la guardara, demostrando así que no confiaba en el poder de las armas, sino en el de Jehová (Juan 18:11).

      13 Jesús denunció sin temor la maldad y las mentiras de los maestros religiosos. Les dijo: “¡Ay de ustedes, escribas y fariseos, hipócritas!, porque cierran el reino de los cielos delante de los hombres”. Y agregó: “Han desatendido los asuntos de más peso de la Ley, a saber: la justicia y la misericordia y la fidelidad [...;] limpian el exterior de la copa y del plato, pero por dentro están llenos de saqueo e inmoderación” (Mat. 23:13, 23, 25). Los discípulos de Jesús necesitarían tener ese mismo valor, pues en el futuro los líderes religiosos los perseguirían e incluso matarían a algunos de ellos (Mat. 23:34; 24:9).

      14 Ni siquiera los demonios hicieron que Jesús se acobardara. En cierta ocasión vino a su encuentro un hombre endemoniado tan fuerte que nadie podía mantenerlo atado, ni siquiera con cadenas. Sin embargo, Jesús no se dejó intimidar y expulsó a los muchos demonios que tenían dominado al hombre (Mar. 5:1-13). Hoy día, Dios no nos ha dado el poder de realizar ese tipo de milagros. No obstante, al predicar y enseñar a la gente, estamos librando una lucha espiritual contra Satanás, quien “ha cegado las mentes de los incrédulos” (2 Cor. 4:4). Tal como en el caso de Jesús, nuestras armas “no son carnales, sino poderosas por Dios para derrumbar cosas fuertemente atrincheradas”, es decir, creencias falsas muy arraigadas (2 Cor. 10:4). ¿Cómo podemos usar esas armas espirituales? Veamos cómo lo hizo Jesús.

      15. ¿De dónde nacía la valentía de Jesús?

      15 La valentía de Jesús era real, no simple bravuconería. Nacía de su fe en Dios. Y así debe ser también en nuestro caso (Mar. 4:40). ¿Cómo podemos tener verdadera fe? De nuevo, Jesús fija el modelo a seguir. Él conocía a fondo los escritos sagrados y tenía plena confianza en su contenido. Su arma no era una espada literal, sino la espada del espíritu, la Palabra de Dios. Vez tras vez hacía referencia a ella para apoyar sus enseñanzas. De hecho, a menudo iniciaba sus declaraciones con la expresión “está escrito” y pasaba a citar de las Escrituras.a

      16. ¿Cómo podemos fortalecer nuestra fe?

      16 Para que nuestra fe pueda resistir las pruebas que inevitablemente le sobrevienen a todo cristiano, tenemos que leer y estudiar la Palabra de Dios todos los días y asistir a las reuniones. Así se nos quedarán grabadas en la mente las verdades que sustentan nuestra fe (Rom. 10:17). Además, debemos reflexionar profundamente a fin de que esas verdades echen raíces en el corazón. Solo una fe viva nos dará el valor que necesitamos para actuar (Sant. 2:17). Finalmente, debemos pedirle a Dios su espíritu santo, pues la fe es parte del fruto de ese espíritu (Gál. 5:22).

      17, 18. ¿Cómo demostró su valor una joven llamada Kitty?

      17 Una joven cristiana llamada Kitty sabe por experiencia propia que la fe verdadera da valor. Desde pequeña, ella sabía que no debía “aver[gonzarse] de las buenas nuevas” en la escuela; además, realmente quería predicarles a sus compañeros (Rom. 1:16). Año tras año intentaba hablarles de la verdad, pero le faltaba el valor para hacerlo. Ya siendo adolescente, tuvo que irse a estudiar a otro lugar y pensó: “Esta vez voy a recuperar todo el tiempo que he perdido”. Kitty le pidió a Jehová que le diera valor y prudencia, y que se le presentara una buena oportunidad.

      18 Llegó el primer día de clase, y los estudiantes tuvieron que presentarse ante sus compañeros. Algunos dijeron que tenían una religión, pero aclararon que en realidad no la practicaban. Entonces Kitty se dio cuenta de que esa era la oportunidad que había estado esperando. Cuando le llegó su turno, dijo con toda claridad: “Soy testigo de Jehová y siempre trato de actuar tal como manda la Biblia”. A medida que siguió hablando, algunos de sus compañeros empezaron a poner cara de fastidio, pero hubo otros que prestaron atención y más tarde le hicieron preguntas. El profesor puso a Kitty de ejemplo por defender sus creencias, y ella se sintió muy contenta de haber imitado el valor de Jesús.

      Sigamos el ejemplo de fe y valor que dio Jesús

      19. a) ¿Qué implica la fe verdadera? b) ¿Cómo podemos alegrar a Jehová?

      19 Los apóstoles se dieron cuenta de que para ser valientes necesitaban fe; por eso le rogaron a Jesús: “Danos más fe” (léase Lucas 17:5, 6). La fe verdadera implica más que creer que Dios existe. Implica confiar plenamente en él, cultivar una relación con él como la que tiene un niñito con su querido padre. Salomón escribió por inspiración: “Hijo mío, si tu corazón se ha hecho sabio, se regocijará mi corazón, sí, el mío. Y mis riñones se alborozarán cuando tus labios hablen rectitud” (Pro. 23:15, 16). De igual modo, Jehová se alegra cuando defendemos con valentía sus justos principios, y saber esto nos da más valor aún. Imitemos, pues, el ejemplo de Jesús y defendamos con valor la justicia.

      [Nota]

      a Encontrará algunos ejemplos en Mateo 4:4, 7, 10; 11:10; 21:13; 26:31; Marcos 9:13; 14:27; Lucas 24:46, y Juan 6:45; 8:17.

  • El amor de Cristo nos impulsa a amar
    La Atalaya 2009 | 15 de septiembre
    • El amor de Cristo nos impulsa a amar

      “Jesús, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el fin.” (JUAN 13:1)

      1, 2. a) ¿Por qué es tan sobresaliente el amor de Jesús? b) ¿Qué maneras de demostrar amor analizaremos en este artículo?

      JESÚS es el ejemplo perfecto de amor. Por todo lo que hizo, dijo y enseñó, así como por el sacrificio que realizó al morir por nosotros, demostró la profundidad de su amor. Hasta el fin de su vida en la Tierra trató con cariño a todos, y en especial a sus discípulos.

      2 Los cristianos tenemos en Jesús un magnífico modelo que seguir, un modelo que nos impulsa a tratar con amor a nuestros hermanos y a toda otra persona. En este artículo veremos cómo pueden los superintendentes imitar a Jesús y tratar con bondad a los hermanos que han cometido una falta, sea grave o no. También veremos cómo nos impulsa el amor de Jesús a ayudar a los hermanos que se enfrentan a dificultades, enfermedades e incluso desastres naturales.

      3. ¿Cómo trató Jesús a Pedro pese a su grave falta?

      3 La noche antes de que Jesús muriera, Pedro, su propio apóstol, lo negó en tres ocasiones (Mar. 14:66-72). Pero Jesús había predicho que Pedro se arrepentiría. Y cuando el apóstol así lo hizo, lo perdonó, y más tarde le confió serias responsabilidades (Luc. 22:32; Hech. 2:14; 8:14-17; 10:44, 45). ¿Qué nos enseña esto? ¿Qué aprendemos al observar la manera en que Jesús reaccionaba cuando alguien cometía una falta grave?

      Tengamos la misma actitud que Jesús hacia quienes cometen un pecado

      4. ¿En qué situación es especialmente necesario tener la misma actitud que Jesús?

      4 Hay muchas situaciones en las que es necesario tener la misma actitud que Jesús, pero una de las más difíciles y dolorosas es cuando alguien de nuestra familia o de la congregación comete un pecado grave. Lamentablemente, cuanto más nos acercamos al fin de este sistema satánico, más daño causa el espíritu del mundo. Los cristianos, sean jóvenes o mayores, pueden contagiarse de la indiferencia y rebeldía de la gente hacia las normas morales, y eso podría debilitar su determinación de seguir en el camino estrecho que lleva a la vida. En el siglo primero, algunos cristianos tuvieron que ser expulsados de la congregación, y otros fueron censurados. Lo mismo sucede hoy (1 Cor. 5:11-13; 1 Tim. 5:20). Pero si los ancianos tratan con amor al hermano que ha pecado, pueden llegar a su corazón.

      5. ¿Cómo pueden los ancianos imitar la actitud de Cristo al tratar con un pecador?

      5 Al igual que Jesús, los ancianos deben defender las justas normas divinas en todo momento. Pero al hacerlo, deben reflejar la apacibilidad, bondad y amor de Jehová. Cuando los cristianos que pecan se sienten “quebrantados de corazón” y “aplastados en espíritu”, es decir, están sinceramente arrepentidos, a los ancianos no les resulta muy difícil “reajustar[los] [...] con espíritu de apacibilidad” (Sal. 34:18; Gál. 6:1). Pero ¿qué ocurre si el pecador tiene una actitud rebelde o muestra poco o ningún arrepentimiento?

      6. ¿Qué no deben hacer nunca los ancianos al tratar con un pecador, y por qué?

      6 Cuando un pecador rechaza los consejos bíblicos o trata de echarles a los demás la culpa, los ancianos y otros miembros de la congregación tal vez se sientan indignados. Como saben el daño que dicha persona ha causado y ven su actitud, quizá se sientan tentados a expresar su indignación. Sin embargo, enojarse no hace ningún bien ni refleja “la mente de Cristo” (1 Cor. 2:16; léase Santiago 1:19, 20). Hubo ocasiones en las que Jesús reprendió enérgicamente a algunas personas, pero nunca dijo nada movido por el odio ni con la intención de herir a nadie (1 Ped. 2:23). Al contrario, siempre dejó claro que los pecadores pueden arrepentirse y recobrar el favor de Jehová. De hecho, una de las razones por las que Jesús vino a la Tierra fue para “salvar a pecadores” (1 Tim. 1:15).

      7, 8. ¿Qué deben tener presente los ancianos al atender casos judiciales?

      7 ¿Cómo debería influir el ejemplo de Jesús en nuestra manera de ver a quienes reciben disciplina en la congregación? Para empezar, debe ayudarnos a recordar que las medidas disciplinarias tienen el propósito de proteger al rebaño y motivar al pecador a arrepentirse (2 Cor. 2:6-8). Aunque es muy triste ver que algunos son expulsados por su falta de arrepentimiento, es reconfortante saber que muchos de ellos terminan regresando a Jehová. Si los ancianos se han esforzado por tener la actitud de Cristo al tratar con el pecador, con el tiempo este quizá recapacite y decida volver a la congregación. Tal vez no recuerde todos los consejos bíblicos que le dieron, pero lo que seguramente no olvidará es el amor y la dignidad con que lo trataron.

      8 Incluso en las circunstancias más difíciles, los ancianos deben manifestar “el fruto del espíritu”, sobre todo el amor (Gál. 5:22, 23). Jamás deben apresurarse a expulsar a quien ha cometido un pecado. Más bien, deben mostrar que su deseo sincero es ayudarlo. Así, cuando el pecador se arrepienta —como sucede en muchos casos—, de seguro se sentirá profundamente agradecido a Jehová y a los ancianos, las “dádivas en [forma de] hombres” que le hicieron más fácil recuperarse (Efe. 4:8, 11, 12).

      El amor cristiano en el tiempo del fin

      9. Mencione una de las muestras de amor de Jesús por sus discípulos.

      9 En el Evangelio de Lucas vemos una de las muchas muestras de amor de Jesús. Él sabía que en el futuro el ejército romano sitiaría Jerusalén, una ciudad condenada por Dios, y que sus habitantes no podrían huir. De modo que dio esta advertencia a sus discípulos: “Cuando vean a Jerusalén cercada de ejércitos acampados, entonces sepan que la desolación de ella se ha acercado”. ¿Qué debían hacer cuando llegara ese momento? Las instrucciones de Jesús fueron muy claras: “Los que estén en Judea echen a huir a las montañas, y los que estén en medio de Jerusalén retírense, y los que estén en los lugares rurales no entren en ella; porque estos son días para hacer justicia, para que se cumplan todas las cosas que están escritas” (Luc. 21:20-22). El ejército romano sitió Jerusalén en el año 66, pero levantó el sitio, y los discípulos fieles siguieron las instrucciones de su Maestro.

      10, 11. ¿Cómo nos ayuda el ejemplo de los cristianos que huyeron de Jerusalén a prepararnos para la “gran tribulación”?

      10 Mientras huían de Jerusalén, los cristianos tuvieron que mostrarse amor unos a otros, tal como había hecho Cristo con ellos, y compartir las provisiones que tenían. Ahora bien, la profecía de Jesús tendría un cumplimiento mucho mayor en el futuro. Él predijo: “Habrá gran tribulación como la cual no ha sucedido una desde el principio del mundo hasta ahora, no, ni volverá a suceder” (Mat. 24:17, 18, 21). Antes de la “gran tribulación” y durante esta, es posible que nosotros también pasemos por graves dificultades y privaciones. Adoptar la actitud mental de Cristo nos ayudará en esos momentos tan críticos.

      11 Cuando eso ocurra, tendremos que seguir el ejemplo de Jesús y velar con amor por el bien de los demás. Pablo dio este consejo: “Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno para la edificación de este. Porque hasta el Cristo no se agradó a sí mismo [...]. Ahora, que el Dios que suministra aguante y consuelo les conceda tener entre sí la misma actitud mental que tuvo Cristo Jesús” (Rom. 15:2, 3, 5).

      12. ¿Qué clase de amor debemos desarrollar, y por qué?

      12 Pedro, que fue objeto del amor de Jesús, también exhortó a sus hermanos a actuar con “obediencia a la verdad” y a tenerse “cariño fraternal sin hipocresía”. Así es, tenían que amarse los “unos a [los] otros intensamente desde el corazón” (1 Ped. 1:22). Hoy más que nunca necesitamos desarrollar esas cualidades cristianas, pues las presiones que sufre el pueblo de Dios ya están aumentando. No podemos confiar en ningún elemento de este sistema moribundo, como bien lo demuestra la grave crisis financiera que está viviendo el mundo (léase 1 Juan 2:15-17). Puesto que el fin está tan cerca, debemos acercarnos aún más a Jehová. Y también debemos acercarnos a nuestros hermanos y estrechar nuestros lazos de amistad con ellos. Pablo dijo: “En amor fraternal ténganse tierno cariño unos a otros. En cuanto a mostrarse honra unos a otros, lleven la delantera” (Rom. 12:10). Pedro, por su parte, enfatizó este punto con las siguientes palabras: “Ante todo, tengan amor intenso unos para con otros, porque el amor cubre una multitud de pecados” (1 Ped. 4:8).

      13-15. ¿Cómo han demostrado muchos hermanos su amor cuando se han producido desastres naturales?

      13 En todo el mundo se conoce a los testigos de Jehová por demostrar su amor con obras. Por ejemplo, en 2005, muchos de ellos participaron en las tareas de socorro que se llevaron a cabo después de los terribles huracanes que devastaron amplias zonas del sur de Estados Unidos. Inspirados en el ejemplo de Jesús, más de veinte mil Testigos se ofrecieron como voluntarios. Muchos incluso dejaron sus hogares y empleos para ayudar a sus hermanos necesitados.

      14 En cierto lugar de la costa, un huracán provocó olas de 10 metros (30 pies) de altura, y las inundaciones llegaron 80 kilómetros (50 millas) tierra adentro. Un tercio de las construcciones que estaban en la ruta del huracán quedaron totalmente destruidas. Vinieron voluntarios de diversos países con herramientas y material de construcción para ayudar en lo que hiciera falta. Dos hermanas carnales que son viudas hicieron las maletas y recorrieron 3.000 kilómetros (2.000 millas) en camioneta hasta la zona del desastre. Una de ellas se quedó a vivir allí, donde sirve de precursora regular y sigue colaborando con el comité de socorro.

      15 Ya se han reconstruido o reparado más de cinco mil seiscientas viviendas de hermanos y de otras personas de la zona. ¿Cómo se sienten los hermanos por toda la ayuda que han recibido? Una cristiana que perdió su vivienda tuvo que irse a una pequeña casa remolque que tenía goteras y una cocina (estufa) que no funcionaba. Cuando los hermanos le entregaron la modesta pero acogedora casa que habían levantado, ella no pudo contener las lágrimas. ¡Qué agradecida se sentía a Jehová y a sus hermanos por su nuevo hogar! En muchos casos, los Testigos desplazados permanecieron en alojamientos temporales pese a que sus casas llevaban más de un año reconstruidas. ¿Por qué no se mudaron? Para que los voluntarios tuvieran un sitio donde quedarse hasta que terminaran las labores de socorro. No cabe duda de que estos hermanos han demostrado la actitud mental de Cristo.

      Tengamos la misma actitud que Jesús hacia los enfermos

      16, 17. ¿Cómo podemos imitar la actitud de Jesús al tratar a los hermanos enfermos?

      16 Aunque relativamente pocos de nosotros hemos sufrido los efectos de un desastre natural, casi todos tenemos problemas de salud o familiares enfermos. La actitud que Jesús tuvo hacia los enfermos también puede servirnos de ejemplo. Cuando le trajeron a quienes sufrían padecimientos, su amor lo hizo compadecerse de ellos y curar “a todos los que se sentían mal” (Mat. 8:16; 14:14).

      17 Hoy día no podemos curar a los enfermos de manera milagrosa, como hizo Jesús, pero sí podemos tratarlos con la misma compasión que él. Por ejemplo, los ancianos imitan la actitud de Jesús al organizar y supervisar programas de ayuda para los hermanos enfermos de la congregación, siguiendo el principio que se expone en Mateo 25:39, 40 (léase).a

      18. ¿Cómo demostraron dos cristianas amor por una hermana enferma, y con qué resultados?

      18 Claro, no hace falta ser anciano para hacer el bien a los demás. Veamos el caso de Charlene, una hermana de 44 años que padecía cáncer y a la que los médicos le dieron tan solo diez días de vida. Viendo lo agotador que era para su esposo cuidar de ella, Sharon y Nicolette, dos hermanas de la congregación, se ofrecieron para atenderla día y noche durante sus últimos días. Sin embargo, esos diez días se convirtieron en seis semanas. Aun así, las dos mostraron su amor hasta el final. “Fue muy duro saber que Charlene no se iba a recuperar —comenta Sharon—, pero Jehová nos ayudó a ser fuertes. Lo que vivimos nos acercó más a él y estrechó los lazos entre nosotras.” El esposo de Charlene dice: “Nunca olvidaré la bondad y el apoyo de estas dos fieles hermanas. Sus esfuerzos sinceros y su actitud positiva le hicieron más llevaderos sus últimos días a mi querida Charlene y me dieron el alivio físico y emocional que tanto necesitaba. Les estaré siempre agradecido. Su abnegación fortaleció mi fe en Jehová y mi amor por toda la hermandad”.

      19, 20. a) ¿Qué cualidades de Cristo hemos analizado en estos tres artículos? b) ¿Qué está usted decidido a hacer?

      19 En esta serie de tres artículos hemos analizado cinco cualidades de Jesús, así como diversas maneras de imitar su forma de pensar y de actuar. Como él, seamos “de genio apacible y humilde[s] de corazón” (Mat. 11:29). Esforcémonos también por tratar a todos con bondad, a pesar de sus imperfecciones. Y obedezcamos con valor las normas de Jehová aun ante las dificultades.

      20 Además, amemos a nuestros hermanos como los amó Cristo: “hasta el fin”. Eso es lo que nos identifica a los verdaderos cristianos (Juan 13:1, 34, 35). Por lo tanto, hagamos “que [nuestro] amor fraternal continúe” y actuemos con decisión: usemos nuestra vida para alabar a Dios y para ayudar a los demás (Heb. 13:1). Jehová bendecirá todos nuestros esfuerzos.

      [Nota]

      a Véase el artículo “Haga más que sólo decir: ‘Manténganse calientes y bien alimentados’”, de La Atalaya del 15 de octubre de 1986.

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