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“Ven y verás” al Cristo“Ven y sé mi seguidor”
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SECCIÓN 1
“Ven y verás” al Cristo
Aunque Jesús vivió como ser humano hace unos 2.000 años, todavía hoy podemos aceptar esta invitación que aparece en la Biblia: “Ven y verás” al Hijo de Dios (Juan 1:46). Los Evangelios pintan un cuadro muy vivo de su personalidad, actitudes y manera de actuar. En esta sección veremos algunas de sus cualidades más sobresalientes.
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“Soy [...] humilde de corazón”“Ven y sé mi seguidor”
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CAPÍTULO TRES
“Soy [...] humilde de corazón”
“¡Mira! Tu rey viene hacia ti”.
1-3. ¿De qué manera entró Jesús en Jerusalén, y por qué puede que algunos de los presentes se sorprendieran?
LA GENTE de Jerusalén está llena de entusiasmo. ¡Va a llegar alguien muy importante! Salen a las afueras de la ciudad y lo esperan junto al camino. Tienen muchas ganas de recibirlo. Según dicen algunos, es el heredero del rey David, el que tiene derecho a ocupar el trono de Israel. Algunos llevan hojas de palmera para ondearlas, y otros extienden en las calles ramas de árboles y mantos para facilitarle el paso en señal de respeto (Mateo 21:7, 8; Juan 12:12, 13). Tal vez muchos se pregunten cómo será su entrada en la ciudad.
2 Algunos quizás se imaginen que llegará de una forma espectacular. Seguro que han oído hablar de hombres importantes que hicieron entradas grandiosas. Por ejemplo, cuando Absalón, el hijo de David, se autoproclamó rey, llegó en un carruaje y delante de él iban 50 hombres corriendo (2 Samuel 15:1, 10). Y el gobernante romano Julio César exigió aún más ostentación: llegó en un desfile triunfal hasta el capitolio de Roma junto a 40 elefantes que portaban unos candelabros. La gente de Jerusalén espera a alguien mucho más importante. Sea que la multitud lo entienda bien o no, se trata del Mesías, el hombre más grande de todos los tiempos. Sin embargo, cuando este futuro Rey haga su aparición, es posible que algunos se lleven una sorpresa.
3 No ven ni carruaje ni corredores ni caballos... ¡Mucho menos elefantes! Más bien, Jesús viene sentado en una humilde bestia de carga: un burrito.a Además, no lleva un atuendo llamativo, y el burrito tampoco lleva adornos lujosos. En vez de ir en una silla muy costosa, Jesús va sobre unas cuantas prendas de vestir que sus seguidores más cercanos han puesto encima del burrito. ¿Por qué ha decidido entrar en Jerusalén de manera tan humilde, si hombres muy inferiores a él habían exigido ceremonias mucho más ostentosas?
4. ¿Qué predijo la Biblia sobre la forma en que entraría el Rey mesiánico en Jerusalén?
4 En realidad, Jesús estaba cumpliendo la siguiente profecía: “Alégrate mucho [...]. Grita en triunfo, oh, hija de Jerusalén. ¡Mira! Tu rey viene hacia ti. Es justo y trae salvación, es humilde y va montado en un burro” (Zacarías 9:9). Esta profecía indicaba que llegaría el día en que el Mesías, el Ungido de Dios, entraría en Jerusalén y le mostraría al pueblo que él era el Rey que Dios había elegido. Además, la forma en que lo haría —sentado en un burro— indicaría una bella cualidad que le nacería del corazón: la humildad.
5. ¿Por qué nos conmueve pensar en la humildad de Jesús, y por qué es esencial que aprendamos a imitarlo?
5 La humildad de Jesús es una de sus cualidades más atrayentes, y pensar en ella nos conmueve. Como vimos en el capítulo anterior, solo el Hijo de Dios es “el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6). Es obvio que entre los miles de millones de personas que han pisado la Tierra no ha habido ni una sola que se le acerque en importancia. Sin embargo, Jesús nunca demostró la menor sombra de orgullo, arrogancia o soberbia, defectos muy comunes en los seres humanos. Para seguir a Cristo, tenemos que luchar contra nuestra tendencia al orgullo (Santiago 4:6). No olvidemos que Jehová odia la arrogancia. Por lo tanto, es esencial que aprendamos a imitar la humildad de Jesús.
Un largo historial de humildad
6. ¿Qué es la humildad, y por qué estaba seguro Jehová de que el Mesías sería humilde?
6 La humildad es la actitud mental opuesta al orgullo o la arrogancia. Es una cualidad que se cultiva desde el corazón y se demuestra con la forma de hablar, comportarse y tratar a los demás. Ahora bien, ¿por qué estaba seguro Jehová de que el Mesías sería humilde? Porque sabía que su Hijo reflejaba el ejemplo perfecto de humildad que él mismo le había dado (Juan 10:15). De hecho, ya lo había visto mostrar humildad. ¿Por qué decimos esto?
7-9. a) ¿Cómo mostró Miguel humildad cuando discutió con Satanás? b) ¿Cómo podemos imitar los cristianos la humildad de Miguel?
7 La carta de Judas contiene un ejemplo muy interesante: “Cuando Miguel el arcángel tuvo un desacuerdo con el Diablo y discutía acerca del cuerpo de Moisés, no se atrevió a condenarlo con palabras ofensivas, sino que dijo: ‘Que Jehová te reprenda’” (Judas 9). El nombre Miguel se aplica a Jesús, tanto antes como después de vivir en la Tierra, en su función de arcángel o jefe del ejército celestial de ángeles de Jehová (1 Tesalonicenses 4:16).b Fijémonos, sin embargo, en cómo manejó Miguel aquella discusión con Satanás.
8 Judas no nos dice qué pensaba hacer Satanás con el cuerpo del fiel Moisés, pero sin duda tenía malas intenciones. Tal vez deseaba usarlo para promover la religión falsa. Pero, aunque Miguel estaba en contra de sus malvados planes, demostró un autocontrol admirable mientras discutía con él. La verdad es que Satanás merecía que lo reprendieran. Pero a Miguel aún no se le había confiado “toda la labor de juzgar”, por lo que dejó que fuera Jehová Dios quien lo condenara (Juan 5:22). Al ser el arcángel, Miguel tenía mucha autoridad. Pero, en vez de salirse de los límites de su autoridad, humildemente dejó el asunto en manos de Jehová. Y además de humildad, mostró modestia, es decir, fue consciente de sus limitaciones.
9 ¿Por qué escribió Judas bajo inspiración sobre este incidente? Por desgracia, en esa época había cristianos que no eran humildes. Él destacó lo arrogantes que eran cuando dijo: “Hablan de manera ofensiva de todas las cosas que en realidad no entienden” (Judas 10). Como somos imperfectos, ¡qué fácil es que nos dejemos llevar por el orgullo! ¿Cómo reaccionamos si no entendemos algo que pasa en la congregación cristiana? ¿Y si no comprendemos una decisión del cuerpo de ancianos? La verdad es que no sabemos todas las razones que hay detrás de una decisión. Así que, si nos ponemos a hablar mal y a criticar, podría ser que nos falte humildad. Es mucho mejor imitar a Miguel, sí, a Jesús, y no juzgar asuntos sobre los que Dios no nos ha dado ninguna autoridad.
10, 11. a) ¿Por qué fue notable que el Hijo de Dios aceptara venir a la Tierra? b) ¿Cómo podemos imitar la humildad de Jesús?
10 El Hijo de Dios también demostró humildad al aceptar la misión de venir a la Tierra. Pensemos en lo que tuvo que dejar atrás. No solo era el arcángel, sino “la Palabra”, el propio portavoz de Jehová (Juan 1:1-3). Vivía en el cielo, la “elevada morada de santidad y gloria” de Dios (Isaías 63:15). Aunque era el Hijo de Dios, “dejó todo lo que tenía y tomó la forma de un esclavo y se convirtió en un ser humano” (Filipenses 2:7). No olvidemos lo que implicaba su labor en la Tierra. Jehová pasó la vida de su Hijo a la matriz de una virgen judía, donde se desarrollaría durante nueve meses. Al nacer, sería un bebé indefenso y crecería en la casa de un humilde carpintero. Allí daría sus primeros pasos, pasaría su infancia y entraría en la adolescencia. A pesar de ser perfecto, pasaría la primera etapa de su vida sujeto a unos padres humanos imperfectos (Lucas 2:40, 51, 52). ¡Qué humildad!
11 ¿Imitaremos la humildad de Jesús? Podemos hacerlo aceptando de buena gana asignaciones de servicio que en ocasiones pudieran parecer poco importantes. Por ejemplo, hace falta humildad para predicarles las buenas noticias a personas que no quieren escucharnos, que hablan mal de nosotros o nos tratan mal (Mateo 28:19, 20). Pero, si no nos rendimos, tal vez logremos salvar vidas. En cualquier caso, aprenderemos una buena lección de humildad y estaremos siguiendo las huellas del Amo, Jesucristo.
La humildad de Jesús durante su vida humana
12-14. a) ¿Cómo demostró Jesús humildad cuando la gente lo elogiaba? b) ¿De qué maneras demostró Jesús que era humilde al tratar a los demás? c) ¿Cómo sabemos que la humildad de Jesús no era cuestión de simple formalismo o cortesía?
12 Durante su ministerio en la Tierra, Jesús siempre fue humilde. Él demostró esta cualidad al darle siempre la alabanza y gloria a su Padre. La gente a veces lo elogiaba por la sabiduría de sus palabras, el poder de sus milagros e incluso por su bondad. Pero Jesús se negó en todo momento a aceptar esa gloria y la dirigió a Jehová (Marcos 10:17, 18; Juan 7:15, 16).
13 Jesús era humilde al tratar con las personas. De hecho, dejó muy claro que no había venido a la Tierra para que le sirvieran, sino para servir a los demás (Mateo 20:28). Demostró que era humilde siendo razonable y amable. Cuando sus discípulos le fallaron, no los regañó, sino que siguió esforzándose por llegarles al corazón (Mateo 26:39-41). El día que quería descansar y llegaron las multitudes, no les dijo que se fueran, sino que sacrificó su descanso y les enseñó “muchas cosas” (Marcos 6:30-34). En cierta ocasión, una mujer que no era israelita le pidió que sanara a su hija. Aunque al principio él le dijo que no lo haría, ella siguió insistiendo. ¿Cómo reaccionó Jesús? En vez de enojarse, estuvo dispuesto a ceder al ver la extraordinaria fe de aquella mujer, como analizaremos en el capítulo 14 (Mateo 15:22-28).
14 De muchísimas formas, Jesús fue fiel a la descripción que hizo de sí mismo: “Soy apacible y humilde de corazón” (Mateo 11:29). Su humildad no era pura apariencia, una cuestión de simple formalismo o cortesía; le nacía del corazón, de lo más profundo. Por eso no nos sorprende que para Jesús fuera tan importante enseñarles a sus discípulos a ser humildes.
Enseña a sus discípulos a ser humildes
15, 16. ¿Cómo marcó Jesús la diferencia entre la actitud de los gobernantes del mundo y la que debían cultivar sus discípulos?
15 A los apóstoles les costaba trabajo aprender a ser humildes, así que Jesús tuvo que enseñarles lecciones de humildad vez tras vez. Por ejemplo, en cierta ocasión Santiago y Juan —utilizando a su propia madre como intermediaria— le pidieron a Cristo que les diera puestos muy importantes en el Reino de Dios. Pero él les respondió con toda modestia: “Yo no soy el que dice quiénes van a sentarse a mi derecha y a mi izquierda. Esos lugares son para aquellos para quienes mi Padre los ha preparado”. Al enterarse de lo que habían hecho Santiago y Juan, los otros 10 apóstoles “se indignaron” con ellos (Mateo 20:20-24). ¿Cómo manejó Jesús la situación?
16 Los corrigió a todos con bondad. Dijo: “Saben que los gobernantes de las naciones dominan al pueblo y que los hombres importantes tienen autoridad sobre la gente. Entre ustedes no debe ser así. Más bien, el que quiera llegar a ser grande entre ustedes tiene que servir a los demás y el que quiera ser el primero entre ustedes tiene que ser esclavo de los demás” (Mateo 20:25-27). Muy probablemente, los apóstoles habían comprobado lo arrogantes, ambiciosos y egoístas que podían ser “los gobernantes de las naciones”. Pero Jesús les dijo que quienes quisieran seguirlo debían ser diferentes a esos tiranos obsesionados por el poder, debían ser humildes. ¿Captaron los apóstoles la idea?
17-19. a) ¿De qué manera les dio Jesús a sus discípulos una lección inolvidable de humildad la noche antes de su muerte? b) ¿Cuál es la lección de humildad más impresionante que dio Jesús en la Tierra?
17 A decir verdad, se les hizo difícil. No fue ni la primera ni la última vez que Jesús les enseñaría a ser humildes. En cierta ocasión, empezaron a discutir sobre quién era el más importante. Entonces Jesús puso a un niño en el centro y les dejó claro que debían imitar a los niños. Y es que por lo general los pequeños no son orgullosos ni ambiciosos, y tampoco les preocupa la posición social, cosas tan comunes en los adultos (Mateo 18:1-4). Aun así, la noche justo antes de morir vio que sus apóstoles seguían teniendo un problema con el orgullo. De modo que les dio una lección inolvidable. Se ató una toalla a la cintura y realizó la tarea más humilde que existía, algo que normalmente hacían los sirvientes con los huéspedes: les lavó los pies a todos los apóstoles, incluido Judas, quien iba a traicionarlo (Juan 13:1-11).
18 Jesús destacó por qué lo había hecho al decirles: “Yo les he dado el ejemplo” (Juan 13:15). ¿Les llegó por fin la lección al corazón? Bueno, esa misma noche volvieron a discutir sobre quién era el más importante (Lucas 22:24-27). Pese a todo, Cristo no perdió la paciencia con ellos, sino que les recalcó una vez más que fueran humildes. Luego les dio la mayor lección que puede haber: “Se humilló y se hizo obediente hasta la muerte, así es, una muerte en un madero de tormento” (Filipenses 2:8). Jesús estuvo dispuesto a morir de una forma humillante, acusado injustamente de blasfemar a Dios y ser un delincuente. Así demostró que su humildad era perfecta y total; ningún otro ser creado por Jehová ha sido tan humilde.
19 Es probable que esta lección de humildad —la última que les dio Jesús como ser humano— fuera la que grabara este punto de forma imborrable en el corazón de sus apóstoles fieles. La Biblia cuenta que después estos hombres trabajaron juntos con humildad durante años y hasta décadas. ¿Qué tiene que ver esto con nosotros?
¿Seguirá usted el modelo de Jesús?
20. ¿Cómo podemos saber si somos humildes de corazón?
20 Pablo nos hace esta invitación: “Mantengan esta misma actitud mental que tuvo Cristo Jesús” (Filipenses 2:5). Igual que Jesús, tenemos que ser humildes de corazón. ¿Y cómo podemos saber si lo somos? Para averiguarlo, pensemos en las siguientes palabras de Pablo: “No hagan nada motivados por un espíritu conflictivo o egocéntrico, sino que humildemente piensen que los demás son superiores a ustedes” (Filipenses 2:3). Por lo tanto, la clave es cómo vemos a los demás en relación con nosotros. Tenemos que considerarlos superiores o más importantes. ¿Seguiremos ese consejo?
21, 22. a) ¿Por qué deben ser humildes los superintendentes cristianos? b) ¿Cómo demostraremos que estamos vestidos de humildad?
21 Muchos años después de la muerte de Jesús, el apóstol Pedro aún tenía muy presente la importancia de la humildad. Por eso les mandó a los superintendentes cristianos que cumplieran sus deberes con humildad y que no actuaran como si fueran los amos de las ovejas de Jehová (1 Pedro 5:2, 3). Los puestos de responsabilidad no dan licencia para ser orgullosos. Al contrario, exigen aún más humildad (Lucas 12:48). Claro, esta cualidad no solo es esencial para los ancianos, sino para todos los cristianos.
22 Seguro que Pedro nunca olvidó la noche en que Jesús le lavó los pies a pesar de que al principio no quería que lo hiciera (Juan 13:6-10). Él mismo les escribió a los cristianos: “Vístanse todos de humildad al tratar unos con otros” (1 Pedro 5:5). La expresión griega original para “vístanse” transmite la idea de un esclavo que se ata un delantal para hacer una tarea humilde. Es muy probable que esto nos recuerde la ocasión en que Jesús se ató una toalla y se arrodilló para cumplir con la tarea de lavarles los pies a sus discípulos. Así que, si seguimos a Jesús, no pensaremos que somos demasiado importantes como para hacer cualquier cosa que Dios nos pida. La humildad de nuestro corazón debería ser visible para todos, como una prenda de vestir que llevamos puesta.
23, 24. a) ¿Por qué deberíamos luchar contra la más mínima tendencia a ser orgullosos? b) ¿Qué idea equivocada acerca de la humildad veremos en el próximo capítulo?
23 El orgullo es un veneno muy destructivo: hace que hasta la persona más hábil sea inservible para Dios. En cambio, la humildad convierte hasta a la persona más insignificante en un instrumento útil para Jehová. Si cultivamos día a día esta valiosa cualidad y nos esforzamos por seguir el ejemplo de humildad de Cristo, tendremos una maravillosa recompensa. Pedro dijo: “Humíllense bajo la poderosa mano de Dios, para que él los engrandezca a su debido tiempo” (1 Pedro 5:6). En el caso de Jesús, Jehová lo engrandeció por haber demostrado una humildad perfecta y total. Y con gusto lo recompensará a usted si también demuestra esa cualidad.
24 Por desgracia, algunos creen que la humildad es señal de debilidad. Pero el ejemplo de Jesús muestra que eso no es así, pues, como veremos en el próximo capítulo, el hombre más humilde de la historia fue también el más valiente.
a Al hablar de esta ocasión, una obra especializada llama a los burros “criaturas humildes”, y añade que “son de aspecto poco agraciado, lentos y testarudos, y son los animales de trabajo que por lo general usan los pobres”.
b En el sitio oficial de los testigos de Jehová, jw.org, encontrará más pruebas de que Miguel es Jesús. Vea el artículo “¿Quién es el arcángel Miguel?”, de la sección “Preguntas sobre la Biblia”.
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“Mira, el León de la tribu de JudᔓVen y sé mi seguidor”
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CAPÍTULO CUATRO
“Mira, el León de la tribu de Judá”
“Soy yo”.
1-3. ¿A qué peligro se enfrentó Jesús, y cómo reaccionó?
UN GRUPO de hombres violentos van de noche en busca de Jesús. Están armados con espadas y con palos, y vienen con soldados. Tienen un mismo objetivo, un plan perverso. Cruzan las oscuras calles de Jerusalén y van hacia el monte de los Olivos a través del valle de Cedrón. Aunque hay luna llena, llevan lámparas y antorchas. ¿Para qué? ¿Para alumbrar el camino porque las nubes ocultan la luz de la luna? ¿O será que piensan que su presa está escondida entre las sombras? Una cosa es cierta: quien crea que Jesús se va a asustar no lo conoce.
2 Aunque sabe lo que le espera, Jesús no se mueve de donde está. Dirigidos por Judas, aquellos hombres se acercan. Él había sido uno de los amigos de confianza del Maestro. Pero ahora lo traiciona descaradamente identificándolo con un saludo hipócrita y un beso. Aun así, Jesús mantiene la calma. Da un paso al frente y pregunta: “¿A quién buscan?”. “A Jesús el Nazareno”, responden ellos.
3 Cualquiera se moriría de miedo al ver a toda esa gente armada. Quizás así es como esperan que reaccione el hombre que tienen delante. Pero Jesús no se echa para atrás, no huye, no se escuda en una mentira. Simplemente dice: “Soy yo”. Su porte transmite tanta tranquilidad y valentía que los hombres retroceden asombrados y se caen al suelo (Juan 18:1-6; Mateo 26:45-50; Marcos 14:41-46).
4-6. a) ¿Con qué se compara al Hijo de Dios, y por qué? b) Mencione tres aspectos en los que Jesús demostró valor.
4 ¿Qué hizo que Jesús mantuviera por completo la calma ante una situación tan peligrosa? Dicho sencillamente: el valor. Entre las cualidades de un buen líder, esta es una de las más importantes y de las que más llaman la atención. Y nunca nadie ha sido tan valiente como Jesús. En el capítulo anterior vimos lo humilde y apacible que fue Jesús. De hecho, se le llamó “el Cordero” (Juan 1:29). Sin embargo, debido a su valor se le llama también de otra manera muy distinta. La Biblia dice del Hijo de Dios: “Mira, el León de la tribu de Judá” (Apocalipsis 5:5).
5 Se suele asociar al león con la valentía. ¿Se ha encontrado usted cara a cara con un león adulto alguna vez? En ese caso, lo más probable es que lo haya hecho a través de las rejas de un zoológico o algo por el estilo. Aun así, esta experiencia puede ponerle los pelos de punta a cualquiera. Si estamos frente a frente con este animal imponente y feroz mientras nos clava la mirada, difícilmente nos lo imaginemos huyendo despavorido de algo. La Biblia dice que el león es “el más poderoso de los animales, que no retrocede ante nadie” (Proverbios 30:30). Así de valiente es Cristo.
6 A continuación, analizaremos tres aspectos en los que Jesús ha demostrado un valor como el del león: al defender la verdad, al promover la justicia y al afrontar oposición. Y también veremos que todos —seamos valientes por naturaleza o no— podemos imitarlo y demostrar esta cualidad.
Defendió la verdad con valentía
7-9. a) ¿Qué le pasó a Jesús cuando tenía 12 años, y por qué podemos decir que el ambiente era intimidante? b) ¿Cómo demostró valor Jesús cuando estuvo con los maestros en el templo?
7 En este mundo dominado por Satanás, “el padre de la mentira”, hace falta valor para defender la verdad (Juan 8:44; 14:30). Jesús no esperó a ser adulto para hacerlo, como lo demuestra cierto episodio que vivió cuando tenía 12 años. Él había ido con sus padres a celebrar la fiesta de la Pascua en Jerusalén. Resulta que, al volver, Jesús ya no estaba con ellos. Así que María y José lo estuvieron buscando desesperadamente por tres días. Al final, “lo encontraron en el templo sentado en medio de los maestros”. ¿Y qué estaba haciendo? “Estaba escuchándolos y haciéndoles preguntas” (Lucas 2:41-50). Piense en cómo tuvo que haber sido aquella conversación con los maestros.
8 Según los historiadores, algunos de los líderes religiosos más prominentes tenían la costumbre de quedarse después de las fiestas en alguno de los espaciosos pórticos del templo para enseñar a la gente. Las personas se sentaban a los pies de ellos para escucharlos y hacerles preguntas. Estos maestros tenían mucha preparación. Conocían muy bien la Ley mosaica, así como el sinfín de complejas leyes y tradiciones humanas que se habían multiplicado con los años. ¿Cómo se hubiera sentido usted allí en medio de ellos? ¿Intimidado? No es para menos. ¿Y si fuera un niño de 12 años? Muchos niños son tímidos (Jeremías 1:6). Algunos tratan por todos los medios de pasar inadvertidos durante las clases. Quizás tienen miedo de que sus maestros les hagan una pregunta, de que los elijan para hacer algo, de pasar vergüenza o de que se rían de ellos.
9 Sin embargo, ahí estaba Jesús, sentado en medio de aquellos expertos, haciéndoles preguntas sin miedo sobre cuestiones profundas. Y no solo eso, pues el relato añade: “Todos los que lo escuchaban se quedaban asombrados al ver su entendimiento de los asuntos y las respuestas que daba” (Lucas 2:47). Aunque la Biblia no especifica lo que dijo en esa ocasión, seguro que no repitió como un periquito las mentiras que enseñaban aquellos maestros religiosos (1 Pedro 2:22). Más bien, Jesús defendió la verdad de la Palabra de Dios. Por eso, al ver a un niño de 12 años expresarse con tanta inteligencia y valor, todos los que lo oyeron se maravillaron.
Muchos jóvenes cristianos hablan de sus creencias con valor.
10. ¿Cómo imitan hoy día los jóvenes cristianos el valor de Jesús?
10 Actualmente, muchos jóvenes cristianos siguen las huellas de Jesús. Es verdad que, a diferencia de él, no son perfectos. Pero sí copian su ejemplo, porque no esperan a ser adultos para defender la verdad. Ya sea en la escuela o en su comunidad, les enseñan con respeto la verdad a los demás, haciéndoles preguntas con tacto y escuchándolos (1 Pedro 3:15). Muchos han ayudado a compañeros, maestros y vecinos a hacerse seguidores de Cristo. ¡Qué feliz debe sentirse Jehová al ver el valor de estos jóvenes! Su Palabra los asemeja a gotas de rocío: son refrescantes, agradables y numerosos (Salmo 110:3).
11, 12. Cuando Jesús era adulto, ¿cómo demostró valor al defender la verdad?
11 De adulto, Jesús siguió defendiendo la verdad con valor. De hecho, su ministerio empezó con una confrontación que a muchos les causaría terror. Tuvo que enfrentarse a Satanás, el más fuerte y peligroso de todos los enemigos de Jehová. Pero esta vez no en su papel de poderoso arcángel, sino como un simple hombre de carne y hueso. Jesús rechazó al Diablo y dejó claro que estaba manipulando unas palabras inspiradas por Dios. Al final, terminó ordenándole con valor: “¡Vete, Satanás!” (Mateo 4:2-11).
12 Jesús defendió con valentía la Palabra de su Padre contra los intentos de torcerla o manipularla, y así lo siguió haciendo durante todo su ministerio. En ese entonces —igual que ahora— había muchas mentiras religiosas. De hecho, Jesucristo les dijo a los líderes religiosos de su día: “Con las tradiciones que ustedes transmiten, anulan la palabra de Dios” (Marcos 7:13). Aunque el pueblo tenía en un pedestal a aquellos hombres, Jesús tuvo el valor de decirles que eran unos guías ciegos e hipócritas (Mateo 23:13, 16).a ¿Cómo podemos copiar su ejemplo de valor?
13. ¿Qué no podemos hacer a diferencia de Jesús, pero qué privilegio tenemos?
13 Desde luego, debemos recordar que, a diferencia de Jesús, nosotros no podemos leer los corazones ni tenemos autoridad para juzgar. Pero sí podemos defender la verdad con el mismo valor que él. Piense en esto: aunque el mundo está en oscuridad por culpa de Satanás, nosotros ayudamos a la gente a ver la luz de la verdad. ¿Cómo? Poniendo al descubierto las enseñanzas falsas, es decir, las mentiras religiosas sobre Dios, sus propósitos y su Palabra (Mateo 5:14; Apocalipsis 12:9, 10). Estas enseñanzas esclavizan a las personas, hacen que le tengan miedo a Dios y envenenan su relación con él. Pero nosotros podemos ayudarles a liberarse de estas mentiras. Jesús prometió: “Conocerán la verdad, y la verdad los hará libres” (Juan 8:32). ¡Qué honor tenemos de ver cómo se cumplen estas palabras!
Promovió con valor la justicia
14, 15. a) Mencione una manera en que Jesús aclaró “lo que es la justicia”. b) ¿Qué prejuicios no le importaron a Jesús cuando habló con una mujer samaritana?
14 La Biblia predijo que el Mesías les aclararía a las naciones “lo que es la justicia” (Mateo 12:18; Isaías 42:1). Y precisamente Jesús comenzó esa labor cuando estuvo en la Tierra. Siempre trató a los demás de manera justa y equitativa, lo que exigió gran valor de su parte. Por ejemplo, se negó a adoptar actitudes contrarias a las Escrituras, como los prejuicios y el fanatismo que predominaban a su alrededor.
15 Cuando los discípulos lo encontraron hablando con una mujer de Samaria en el pozo de Sicar, se extrañaron. ¿Por qué? Porque en aquel entonces los judíos en general detestaban a los samaritanos, un sentimiento que venía de muchos años atrás (Esdras 4:4). Por otro lado, algunos rabinos despreciaban a las mujeres. Sus leyes, puestas por escrito tiempo después, disuadían a los hombres de hablar con ellas y hasta insinuaban que las mujeres no merecían que se les enseñara la Ley de Dios. Y en especial a las samaritanas se las consideraba impuras. Pero a Jesús no le importaron esos prejuicios y habló abiertamente con esta mujer —que llevaba una vida inmoral—, y hasta le reveló que era el Mesías (Juan 4:5-27).
16. ¿Por qué necesitamos valor los cristianos para ser justos e imparciales?
16 ¿Ha estado usted alguna vez en compañía de gente llena de prejuicios? Es muy probable que hagan bromas despectivas sobre personas de otra raza o nación, que hablen con desprecio de los miembros del sexo opuesto, o que marginen a los que tienen una posición social o económica distinta. En cambio, los seguidores de Cristo rechazamos esas actitudes que promueven el odio, y nos esforzamos por arrancar del corazón todo rastro de prejuicio (Hechos 10:34). Así que, para ser justos e imparciales, todos nosotros necesitamos valor.
17. ¿Qué hizo Jesús en el templo, y por qué?
17 El valor también llevó a Jesús a luchar por la pureza del pueblo de Dios y por todo lo relacionado con la adoración pura. En los comienzos de su ministerio entró en el templo de Jerusalén y se horrorizó al ver comerciando allí a los mercaderes y a los que cambiaban dinero. Lleno de justa indignación, echó fuera a estos hombres codiciosos junto con sus mercancías (Juan 2:13-17). Y al final de su ministerio hizo algo parecido (Marcos 11:15-18). Aunque esto podía hacer que gente muy influyente se volviera en su contra, él no se echó para atrás. Y es que desde niño amaba de verdad el templo y, de hecho, decía que era la casa de su Padre (Lucas 2:49). No podía tolerar que se contaminara la adoración pura que se le daba allí a Jehová. La devoción que sentía le dio el valor necesario para evitar esa injusticia y hacer lo que debía.
18. ¿Cómo podemos los cristianos mostrar valor para proteger la pureza de la congregación?
18 A los cristianos también nos interesa mucho la pureza del pueblo de Dios y todo lo que tiene que ver con la adoración pura. Por eso, si vemos que un hermano comete un pecado grave, no hacemos la vista gorda, sino que nos armamos de valor para hablar (1 Corintios 1:11). Nos aseguramos de que los ancianos de la congregación lo sepan. Ellos pueden ayudar a quienes están enfermos espiritualmente y tomar medidas para proteger la pureza de la congregación (Santiago 5:14, 15).
19, 20. a) ¿Qué injusticias se cometían en el tiempo de Jesús, y a qué presión se enfrentó él? b) ¿Por qué se niegan a participar en política y en actos violentos los cristianos, y qué tipo de premio han conseguido gracias a su postura?
19 Ahora bien, ¿significa esto que Jesús luchó contra todas las injusticias sociales del mundo? Él vivía en una nación rodeada de injusticias que estaba bajo el dominio de una potencia extranjera, Roma. Los romanos oprimían a los judíos con una fuerte presencia militar, les imponían altos impuestos y hasta interferían en la religión. No es de extrañar, por lo tanto, que muchos quisieran que Jesús interviniera en la política (Juan 6:14, 15). Una vez más, su valor se puso a prueba.
20 Jesús explicó que su Reino no era parte del mundo. Con su ejemplo, les enseñó a sus discípulos que no debían meterse en peleas ni en conflictos políticos, sino dedicarse a predicar las buenas noticias del Reino de Dios (Juan 17:16; 18:36). La noche en que una multitud fue a arrestarlo, enseñó una impactante lección de neutralidad. Resulta que el apóstol Pedro sacó por impulso una espada e hirió a un hombre. ¿Qué habría hecho usted? ¿Diría que estaba justificada la violencia? Podría parecer que sí, pues estaban atacando al Hijo de Dios, que era inocente. Sin embargo, justo en ese momento Jesús fijó la pauta que sus discípulos deberían seguir hasta el día de hoy. Dijo: “Guarda tu espada, porque todos los que usan la espada morirán a espada” (Mateo 26:51-54). Los seguidores de Cristo necesitaron valor para mantener una postura pacífica, y hoy pasa lo mismo. Gracias a su neutralidad, los cristianos verdaderos nunca se han involucrado en guerras, matanzas, revueltas ni en ningún otro acto violento. Este historial intachable es un premio en honor a su valentía.
Afrontó la oposición con valor
21, 22. a) ¿Qué ayuda recibió Jesús antes de afrontar la mayor prueba de su vida? b) ¿Cómo demostró Jesús valor hasta el final?
21 El Hijo de Jehová ya sabía que afrontaría una fuerte oposición en la Tierra (Isaías 50:4-7). Muchas veces trataron de matarlo, y la última vez fue la que comentamos al principio de este capítulo. ¿Cómo pudo ser tan valiente ante todos estos peligros? Pues bien, ¿qué estaba haciendo poco antes de que aquella multitud lo arrestara? Le estaba orando con fervor a Jehová. ¿Y qué hizo Jehová? La Biblia dice que Jesús “fue escuchado” (Hebreos 5:7). De hecho, Jehová envió a un ángel del cielo para fortalecer a su Hijo, que había sido tan valiente (Lucas 22:42, 43).
22 Poco después de haber sido fortalecido, Jesús les dijo a los apóstoles: “Levántense, vámonos” (Mateo 26:46). Piense en lo valiente que fue Jesús cuando pronunció esas palabras. Dijo “vámonos”. Pero él sabía que le pediría a ese grupo de gente violenta que dejara ir a sus amigos, sabía que ellos huirían y lo abandonarían, y sabía que al enfrentarse a la mayor prueba de su vida estaría solo. Nadie estuvo con él cuando fue víctima de un juicio ilegal e injusto, de burlas, de tortura y de una muerte atroz. Durante todo esto, sin embargo, no perdió el valor ni por un momento.
23. ¿Por qué decimos que Jesús no afrontó el peligro y las amenazas de muerte de forma temeraria?
23 ¿Actuó Jesús de forma temeraria e imprudente? De ningún modo, pues estas actitudes poco tienen que ver con el auténtico valor. Es más, él les enseñó a sus seguidores a ser cautelosos y evitar con prudencia el peligro para poder seguir haciendo la voluntad de Dios (Mateo 4:12; 10:16). Sin embargo, en esta ocasión Jesús entendía que retroceder no era una opción. Sabía cuál era la voluntad de su Padre y estaba resuelto a serle fiel. La única opción era seguir adelante y afrontar lo que le esperaba.
Los testigos de Jehová han afrontado con valor la persecución.
24. ¿Por qué estamos seguros de que podremos aguantar con valor cualquier prueba que se nos presente?
24 Muchos cristianos han seguido con valentía el ejemplo de Jesús. Se han mantenido firmes a pesar de las burlas, la persecución, los arrestos, los encarcelamientos, la tortura y hasta la muerte. ¿De dónde sacan el valor estos seres humanos imperfectos? ¿De sus propias fuerzas? No, para nada. Así como Jehová ayudó a Jesús, también ayuda a quienes siguen a su Hijo (Filipenses 4:13). Por eso, nunca tenga miedo de lo que pueda pasar en el futuro. Esté decidido a ser fiel a Jehová, y él le dará el valor que necesita. Siga sacando fuerzas del ejemplo de nuestro Líder, Jesús, quien dijo: “¡Sean valientes!, que yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).
a Los historiadores han señalado que las tumbas de los rabinos o maestros judíos eran tan veneradas como las tumbas de los patriarcas y los profetas.
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“Todos los tesoros de la sabiduría”“Ven y sé mi seguidor”
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CAPÍTULO CINCO
“Todos los tesoros de la sabiduría”
1-3. ¿Cuál fue el escenario del sermón que pronunció Jesús en la primavera del año 31, y por qué se quedaron impactados quienes lo estaban escuchando?
ES LA primavera del año 31, y Jesús está cerca de Capernaúm, una bulliciosa ciudad situada en la orilla noroeste del mar de Galilea. Después de pasar la noche orando él solo en una montaña, reúne a sus discípulos al amanecer y elige a 12 de ellos, a quienes llama apóstoles. Mientras tanto, una gran multitud de personas que lo siguieron hasta allí lo esperan en un lugar llano de la montaña. Algunas vienen de muy lejos y todas tienen muchas ganas de oírlo y de que las cure de sus enfermedades. Y él no las decepciona (Lucas 6:12-19).
2 Jesús se acerca a las multitudes y sana a todos los enfermos. Al final, cuando ya no queda nadie que esté sufriendo por una enfermedad, se sienta a enseñarles.a Lo que él dice aquel bonito día de primavera seguramente sorprende a quienes lo están escuchando, pues nunca han oído a nadie enseñar como él. En vez de apoyar sus enseñanzas en las tradiciones orales o en las palabras de famosos rabinos, Jesús cita repetidas veces de las Escrituras Hebreas inspiradas. Su mensaje es directo, tiene un estilo sencillo y un significado claro. Cuando termina de hablar, las multitudes están impactadas. Y no es para menos, pues acaban de oír al hombre más sabio que ha pisado la Tierra (Mateo 7:28, 29).
“Las multitudes estaban impactadas con su manera de enseñar”.
3 Este sermón, así como muchas otras cosas que Jesús dijo e hizo, está registrado en la Palabra inspirada de Dios. Sacaremos mucho provecho si analizamos con cuidado lo que la Biblia nos dice acerca de Jesús, ya que “todos los tesoros de la sabiduría” se concentran en el Hijo de Dios (Colosenses 2:3). La sabiduría es la capacidad de usar de forma práctica el conocimiento y el entendimiento. Ahora bien, ¿de dónde sacó Jesús tanta sabiduría? ¿Cómo la demostró, y de qué modo podemos copiar su ejemplo?
¿Dónde consiguió este hombre esta sabiduría?
4. ¿Qué se preguntaba la gente de Nazaret acerca de Jesús, y por qué?
4 En uno de sus viajes de predicación, Jesús visitó Nazaret —el pueblo donde se crio— y se puso a enseñar en la sinagoga. Muchos de los presentes estaban impactados y se preguntaban dónde había conseguido aquella sabiduría. Conocían a sus padres y a sus hermanos, y sabían que provenía de un hogar humilde (Mateo 13:54-56; Marcos 6:1-3). Seguramente también estaban al tanto de que este carpintero, que se expresaba tan bien, no había estudiado en ninguna de las prestigiosas escuelas rabínicas (Juan 7:15). Así que lo que se preguntaban parecía tener lógica.
5. ¿De dónde dijo Jesús que provenía su sabiduría?
5 La sabiduría de Jesús no se debía simplemente a que tuviera una mente perfecta. Más adelante en su ministerio, mientras enseñaba en el templo, él reveló que su sabiduría provenía de una fuente mucho más elevada. Dijo: “Lo que yo enseño no es mío, sino del que me envió” (Juan 7:16). Así que la verdadera fuente de su sabiduría era su Padre, quien lo había enviado (Juan 12:49). Ahora bien, ¿cómo le dio Jehová esa sabiduría?
6, 7. ¿De qué maneras recibió Jesús sabiduría de parte de su Padre?
6 El espíritu santo de Jehová actuó en el corazón y la mente de Jesús. Isaías profetizó lo siguiente acerca de Jesús, el Mesías prometido: “El espíritu de Jehová se asentará sobre él, el espíritu de sabiduría y de entendimiento, el espíritu de consejo y de poder, el espíritu de conocimiento y del temor de Jehová” (Isaías 11:2). Como vemos, el espíritu de Jehová estaba sobre él y dirigía sus pensamientos y acciones. De modo que todo lo que hacía y decía reflejaba la sabiduría perfecta de Jehová.
7 Jesús consiguió sabiduría de su Padre de otra manera extraordinaria. Como vimos en el capítulo 2, tuvo la oportunidad de conocer a fondo el modo de pensar de Dios durante los miles y miles de años que vivió en el cielo antes de venir a la Tierra. ¿Se imagina cuánta sabiduría adquirió Jesús al lado de su Padre? Piénselo: él estuvo trabajando como su “obrero experto” en la creación de todo, tanto de los seres vivos como de las cosas inanimadas. Con razón la Biblia se refiere a Jesús antes de venir a la Tierra como la sabiduría personificada (Proverbios 8:22-31; Colosenses 1:15, 16). A lo largo de su ministerio, Jesús pudo aprovechar la sabiduría que había adquirido durante el tiempo que vivió con su Padre en el cielo (Juan 8:26, 28, 38).b Por eso no nos sorprende que las palabras de Jesús reflejaran tanto conocimiento y entendimiento, y que sus acciones reflejaran tanta sensatez y buen juicio.
8. ¿Cómo podemos adquirir sabiduría los seguidores de Jesús?
8 Nosotros, que somos seguidores de Jesús, también tenemos que acudir a Jehová como la fuente de la sabiduría (Proverbios 2:6). Claro, no la vamos a recibir de forma milagrosa. Pero, si se la pedimos a Jehová, él contestará nuestras súplicas y nos dará la sabiduría necesaria para enfrentar las dificultades de la vida (Santiago 1:5). Además de eso, tenemos que esforzarnos por conseguirla, como si buscáramos “tesoros escondidos” (Proverbios 2:1-6). Debemos seguir profundizando en la Palabra de Dios —donde él nos revela su sabiduría— y ajustar nuestra vida a lo que aprendamos en ella. Algo que nos ayudará mucho es pensar en el ejemplo del Hijo de Jehová. Analicemos varios ámbitos de la vida en los que él demostró esta cualidad y veamos cómo podemos imitarlo.
Palabras de gran sabiduría
La sabiduría de Dios se revela en la Biblia.
9. ¿Por qué reflejaban tanta sabiduría las enseñanzas de Jesús?
9 Enormes multitudes acudían a Jesús tan solo para escuchar lo que decía (Marcos 6:31-34; Lucas 5:1-3). ¿Y cómo no iban a hacerlo, si de su boca brotaban palabras de una sabiduría insuperable? Todo lo que enseñaba revelaba que conocía muy bien la Palabra de Dios y que tenía una capacidad incomparable para llegar siempre a la raíz del problema. Lo que es más, sus enseñanzas tienen el poder de atraer a personas de cualquier época y lugar. Veamos a continuación algunos ejemplos de la sabiduría que contienen las palabras de Jesús, el “Maravilloso Consejero” prometido (Isaías 9:6).
10. ¿Qué cualidades nos anima a desarrollar Jesús, y por qué?
10 Al principio del capítulo, hablamos del Sermón del Monte. Es la mayor colección de enseñanzas de Jesús registradas sin la intervención de un narrador ni de ningún personaje. En él, Jesús no se limita a darnos consejos sobre qué decir o cómo actuar, sino que va más allá. Él sabe que nuestras palabras y acciones vienen de lo que pensamos y sentimos. Por eso nos anima a desarrollar en la mente y el corazón cualidades como la apacibilidad, la justicia, la misericordia, la paz y el amor al prójimo (Mateo 5:5-9, 43-48). A medida que cultivemos estas cualidades, hablaremos y nos comportaremos de una manera apropiada. Y al hacerlo así no solo agradaremos a Jehová, sino que también nos llevaremos bien con los demás (Mateo 5:16).
11. ¿Cómo llegó Jesús a la raíz del problema al hablar de las cosas malas que debemos evitar?
11 Al hablar de las cosas malas que debemos evitar, Jesús va a la raíz del problema. Por ejemplo, en vez de simplemente mandarnos que evitemos la violencia, nos aconseja que no guardemos ira en el corazón (Mateo 5:21, 22; 1 Juan 3:15). En lugar de limitarse a prohibir el adulterio, advierte sobre la pasión que puede nacer dentro de una persona y llevarla a cometer semejante acto de traición. Y también nos previene del peligro de dejar que los ojos despierten en nosotros deseos inmorales (Mateo 5:27-30). Así que Jesús no trata solo los síntomas, sino también las causas del pecado, pues describe las actitudes y los deseos que lo originan (Salmo 7:14).
12. ¿Cómo ven los seguidores de Jesús sus consejos, y por qué?
12 ¡Cuánta sabiduría hay en las palabras de Jesús! Con razón “las multitudes estaban impactadas con su manera de enseñar” (Mateo 7:28). Para quienes lo seguimos, sus sabios consejos son una guía para la vida. Por ejemplo, nos aconseja cultivar cualidades como la misericordia, la apacibilidad y el amor. Y nos esforzamos por desarrollarlas en nosotros, pues sabemos que eso nos ayudará a comportarnos de la forma que Dios aprueba. Por otro lado, nos aconseja rechazar sentimientos como la ira y los deseos inmorales. Y nos esforzamos por desarraigar del corazón ese tipo de cosas, pues sabemos que esto evitará que caigamos en la conducta que Dios odia (Santiago 1:14, 15).
La sabiduría rigió su vida
13, 14. ¿Cómo sabemos que Jesús mostró buen juicio al elegir el rumbo que le daría a su vida?
13 Jesús no solo demostró sabiduría por lo que dijo, sino también por lo que hizo. Con su modo de vivir —sus decisiones, su opinión sobre sí mismo y su manera de tratar a los demás— reveló las múltiples y bellas facetas de la sabiduría. Él siempre usaba “la sabiduría práctica y la capacidad de pensar” (Proverbios 3:21). Veamos algunos ejemplos de cómo lo hacía.
14 La sabiduría implica actuar con sensatez. ¿Se comportó así Jesús? Claro que sí. Jesús mostró buen juicio al elegir el rumbo que le daría a su vida. ¿Se imagina usted la clase de vida que pudo haber tenido, el tipo de casa que pudo haber construido, el negocio que pudo haber establecido o el prestigio que pudo haber conseguido en este mundo? Pero él sabía que dedicar la vida a conseguir esas cosas “es en vano, es perseguir el viento” (Eclesiastés 4:4; 5:10). Hacerlo hubiera sido una insensatez, que es, justamente, lo contrario de la sabiduría. Pero Jesús optó por llevar una vida sencilla. A él no le interesaba hacer dinero ni acumular bienes (Mateo 8:20). Siguiendo lo que él mismo enseñaba, mantuvo la vista enfocada en un único objetivo: hacer la voluntad de Dios (Mateo 6:22). Por eso dedicó sabiamente su tiempo y energías a los asuntos relacionados con el Reino, que son mucho más importantes que las cosas materiales y dan mayor felicidad (Mateo 6:19-21). Así nos dejó un ejemplo digno de imitar.
15. ¿Cómo demostramos los cristianos que tenemos la vista enfocada en los asuntos relacionados con el Reino, y por qué es lo mejor que podemos hacer?
15 Los seguidores de Jesús también sabemos que lo más sabio es mantener la vista enfocada en los asuntos relacionados con el Reino. Por esta razón no nos cargamos con deudas innecesarias ni nos dejamos llevar por las metas que este mundo promueve y que consumen demasiado tiempo y energías (1 Timoteo 6:9, 10). Más bien, muchos han simplificado su vida para poder participar más en el ministerio, quizás sirviendo como evangelizadores de tiempo completo. Esto es lo mejor que uno puede hacer, pues no hay mayor alegría que poner el Reino en primer lugar (Mateo 6:33).
16, 17. a) ¿De qué maneras demostró Jesús que era modesto y realista en sus expectativas? b) ¿Cómo podemos demostrar nosotros esas mismas cualidades?
16 La Biblia relaciona la sabiduría con la modestia, una cualidad que, entre otras cosas, consiste en reconocer nuestras propias limitaciones (Proverbios 11:2). ¿Demostró modestia Jesucristo? Claro que sí. Jesús fue modesto y realista en lo que esperaba de sí mismo. Sabía que no todos los que lo escucharan se convertirían en sus seguidores (Mateo 10:32-39). Comprendía que solo iba a poder predicarle a un número limitado de personas. Así que fue sensato y les encargó a sus seguidores la tarea de hacer discípulos (Mateo 28:18-20). Con modestia, admitió que ellos harían “obras más grandes” que las suyas, pues su predicación llegaría a más personas, abarcaría una zona más extensa y duraría más tiempo (Juan 14:12). Por otra parte, él reconoció que otros lo podían ayudar. Por eso aceptó la ayuda que los ángeles le brindaron en el desierto y dejó que un ángel lo fortaleciera en el jardín de Getsemaní. Y, en el momento más crucial de su vida, el Hijo de Dios pidió auxilio (Mateo 4:11; Lucas 22:43; Hebreos 5:7).
17 Nosotros también debemos ser modestos y realistas en lo que esperamos de nosotros mismos. Claro, deseamos trabajar con toda el alma y esforzarnos al máximo en la obra de predicar y hacer discípulos (Lucas 13:24; Colosenses 3:23). Pero debemos recordar algo importante: Jehová no nos compara con los demás, y tampoco debemos hacerlo nosotros (Gálatas 6:4). Si somos sabios, nos fijaremos metas realistas tomando en cuenta nuestras capacidades y circunstancias. Además, quienes ocupan puestos de responsabilidad demuestran sensatez cuando reconocen que tienen limitaciones y que necesitan ayuda y apoyo de vez en cuando. Si son modestos, aceptarán agradecidos esa ayuda, ya que saben bien que Jehová puede utilizar a un hermano para que sea “una fuente de gran consuelo” para ellos (Colosenses 4:11).
18, 19. a) ¿Qué demuestra que Jesús era razonable y bondadoso al tratar con los discípulos? b) ¿Qué buenas razones tenemos para ser bondadosos y razonables con los demás? ¿Qué podemos hacer para tratarlos así?
18 “La sabiduría de arriba es [...] razonable”, afirma Santiago 3:17. ¿Fue así Jesús? Por supuesto. Jesús fue razonable y bondadoso al tratar con sus discípulos. Aunque conocía sus debilidades, se fijaba en sus buenas cualidades (Juan 1:47). Por ejemplo, a pesar de que sabía que lo iban a abandonar la noche de su arresto, no dudó de su lealtad (Mateo 26:31-35; Lucas 22:28-30). También sabía que, en tres ocasiones, Pedro iba a negar conocerlo. Aun así, Jesús rogó por él y expresó confianza en su fidelidad (Lucas 22:31-34). Al orar a su Padre la última noche de su vida en la Tierra, no se centró en las faltas de sus discípulos. Más bien, destacó las cosas buenas que habían hecho hasta ese momento cuando dijo: “Han obedecido tus palabras” (Juan 17:6). Y, a pesar de sus imperfecciones, les encargó la misión de predicar el Reino y hacer discípulos (Mateo 28:19, 20). Como Jesús les dejó claro que confiaba mucho en ellos, seguro que eso los fortaleció para llevar a cabo su comisión.
19 Los seguidores de Jesús tenemos buenas razones para imitar su manera de tratar a los demás. Después de todo, si el Hijo de Dios —que era perfecto— fue paciente al tratar con los discípulos imperfectos, ¿no deberíamos nosotros, seres humanos pecadores, ser razonables con los demás? (Filipenses 4:5). En vez de estar fijándonos en los defectos de nuestros hermanos, concentrémonos en sus cosas buenas. Recordemos que Jehová los ha atraído a él (Juan 6:44). Seguro que vio algo bueno en ellos, y nosotros debemos hacer lo mismo. Una actitud positiva nos ayudará no solo a pasar por alto las faltas de los demás, sino a buscar en ellos cosas por las que podamos felicitarlos (Proverbios 19:11). Cuando les demostramos a nuestros hermanos que confiamos en ellos, los animamos a dar lo mejor de sí en su servicio a Jehová y a disfrutar de él (1 Tesalonicenses 5:11).
20. ¿Qué debemos hacer con el tesoro de sabiduría que contienen los Evangelios, y por qué?
20 Los Evangelios, que relatan la vida y el ministerio de Jesús, son un verdadero tesoro de sabiduría. ¿Qué debemos hacer con este valioso regalo? En la conclusión del Sermón del Monte, Jesús no solo exhortó a todos los presentes a escuchar lo que él dijo, sino a hacerlo, es decir, a poner en práctica sus sabios consejos (Mateo 7:24-27). Si dejamos que sus sabias palabras y acciones moldeen nuestra forma de pensar, sentir y actuar, disfrutaremos del mejor modo de vida que existe ahora y nos mantendremos en el camino que lleva a la vida eterna (Mateo 7:13, 14). Es lo más sabio... ¡Lo mejor que podemos hacer!
a Este discurso de Jesús se conoce como el Sermón del Monte. Tal y como se encuentra en Mateo 5:3 a 7:27, abarca 107 versículos. Y pronunciarlo tomaría apenas unos 20 minutos.
b Al parecer, Jesús recordó su existencia prehumana cuando “los cielos se abrieron” en el momento de su bautismo (Mateo 3:13-17).
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“Aprendió lo que es la obediencia”“Ven y sé mi seguidor”
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CAPÍTULO SEIS
“Aprendió lo que es la obediencia”
1, 2. ¿Por qué se siente tan orgulloso un buen padre al ver que su hijo le obedece, y cómo refleja esto los sentimientos de Jehová?
DESDE la ventana, un padre observa a su hijito jugando en el jardín con unos amigos. De repente, la pelota sale rebotando hacia la calle mientras el niño la sigue ansioso con la mirada. “¡Corre y búscala!”, insiste uno de sus amigos. Pero él, meneando la cabeza, responde: “No, mi papá no me deja”. Entonces su padre sonríe orgulloso.
2 ¿Y por qué está tan orgulloso? Porque es él quien le enseñó a su hijo que nunca cruce solito la calle. El hecho de que el niño haga caso —aun sin saber que el padre lo está mirando— indica que está aprendiendo a ser obediente y que así corre menos peligro. Algo parecido siente nuestro Padre celestial, Jehová. Él sabe que, para permanecer fieles y disfrutar del maravilloso futuro que él nos ofrece, debemos aprender a confiar en él y obedecerlo (Proverbios 3:5, 6). Y para ayudarnos a ser obedientes nos envió al mejor de los maestros.
3, 4. ¿En qué sentido Jesús “aprendió lo que es la obediencia” y fue “perfeccionado”? Ponga un ejemplo.
3 La Biblia dice algo impresionante acerca de Jesús: “Aunque él era su hijo, aprendió lo que es la obediencia por las cosas que sufrió. Y, después de haber sido perfeccionado, llegó a ser el responsable de la salvación eterna de todos los que lo obedecen” (Hebreos 5:8, 9). Jesús, el Hijo primogénito de Dios, había existido por miles y miles de años en el cielo. Allí vio la rebelión de Satanás y sus ángeles, pero nunca se les unió. Su actitud se ve reflejada en estas palabras que se cumplieron en él: “Yo no fui rebelde” (Isaías 50:5). Entonces, ¿cómo es que “aprendió lo que es la obediencia” si siempre había sido obediente a Dios? ¿Cómo fue “perfeccionado” si ya era perfecto?
4 Pongamos un ejemplo. Supongamos que un soldado tiene una espada de hierro. Aunque nunca ha sido probada en la guerra, está fabricada y diseñada a la perfección. Sin embargo, el soldado decide cambiarla por una más dura, de acero templado, que ya ha sido empleada eficazmente en el combate. ¿No diríamos que ha salido ganando? De la misma manera, Jesús ya obedecía a su Padre a la perfección antes de venir a la Tierra. Pero, después de haber vivido aquí, su obediencia llegó a ser de una calidad totalmente distinta: había sido probada —o templada, por así decirlo— en circunstancias que jamás se habrían dado en el cielo.
5. ¿Por qué era tan importante que Jesús fuera obediente? ¿Qué examinaremos en este capítulo?
5 La obediencia era fundamental para la misión de Jesús en la Tierra. A él se le llama “el último Adán”, pues vino a hacer lo que Adán no hizo: obedecer a Jehová Dios aun bajo prueba (1 Corintios 15:45). Jesús no obedeció de forma mecánica, sino con toda su mente, con todo su corazón y con toda su alma; y lo hizo con alegría. Para él, hacer la voluntad de su Padre era más importante que el alimento (Juan 4:34). Ahora bien, ¿qué nos ayudará a ser obedientes como Jesús? Si logramos que nuestra motivación sea como la de él, nos resultará más fácil vencer las tentaciones y hacer la voluntad de Dios. Así que, para empezar, analicemos qué lo motivaba a ser obediente. Luego veamos algunos de los beneficios de obedecer a Jehová tal como lo hizo Cristo.
¿Qué lo motivaba a ser obediente?
6, 7. ¿Qué motivaba a Jesús a ser obediente?
6 La obediencia de Jesús nacía de lo que tenía en su corazón. Como vimos en el capítulo 3, él era humilde de corazón. Las personas humildes están dispuestas a obedecer a Jehová de buena gana, mientras que las orgullosas y arrogantes se niegan a hacerlo (Éxodo 5:1, 2; 1 Pedro 5:5, 6). ¿Qué más le ayudó a Jesús a ser obediente? Las cosas que amaba y las que odiaba. Veamos por qué.
7 Jesús amaba a Jehová sobre todas las cosas, como se explica con detalle en el capítulo 13. De hecho, fue ese amor lo que lo motivó a temer a su Padre celestial. Jesús lo amaba tanto y sentía un respeto tan profundo por él que temía lastimarlo. Y ese temor que Jesús sentía fue una de las razones por las que Jehová escuchó con gusto sus oraciones (Hebreos 5:7). Ahora, en su papel de Rey mesiánico, Jesús sigue demostrando este temor (Isaías 11:3).
Cuando elige sus diversiones, ¿demuestra que odia lo malo?
8, 9. Según se había predicho, ¿qué sentía Jesús por la justicia y por la maldad, y cómo lo demostró?
8 Amar a Jehová también implica odiar lo que él odia. Fíjese, por ejemplo, en la siguiente profecía sobre el Rey mesiánico: “Amaste la justicia y odiaste la maldad. Por eso Dios, tu Dios, te ha ungido a ti con el aceite de alegría más que a tus compañeros” (Salmo 45:7). Los “compañeros” de Jesús eran los demás reyes del linaje de David. Él podía alegrarse más que todos ellos por su nombramiento como Rey. ¿Por qué? Porque la recompensa de él es mucho mayor que la de ellos y porque los beneficios de su reinado serán ilimitados. Y precisamente recibe esa recompensa porque su amor a la justicia y su odio a la maldad lo impulsaron a obedecer a Dios en todo.
9 ¿Cómo demostró Jesús lo que sentía hacia la justicia y la maldad? Por ejemplo, cuando sus discípulos siguieron sus instrucciones en la predicación y tuvieron éxito, ¿cómo reaccionó? Sintió una inmensa felicidad (Lucas 10:1, 17, 21). Y, cuando vio que los habitantes de Jerusalén no le hacían caso y rechazaban su amorosa ayuda una y otra vez, ¿cómo se sintió? Lloró por aquella ciudad rebelde (Lucas 19:41, 42). Como vemos, a Jesús le afectaban profundamente tanto la buena como la mala conducta de la gente.
10. ¿Qué sentimientos debemos desarrollar hacia lo que es bueno y lo que es malo, y cómo lo logramos?
10 Meditar en estos sentimientos de Jesús nos ayuda a ver qué nos motiva a obedecer a Jehová. Aunque somos imperfectos, podemos desarrollar un amor intenso hacia lo que es bueno y un odio profundo hacia lo que es malo. Y, para eso, tenemos que pedirle a Jehová que nos ayude a cultivar los mismos sentimientos de él y de su Hijo (Salmo 51:10). También debemos evitar las influencias que puedan corromper esos sentimientos. Por eso, es esencial que seamos muy cuidadosos a la hora de elegir el entretenimiento y las amistades (Proverbios 13:20; Filipenses 4:8). Si tenemos la misma motivación que Jesucristo, no obedeceremos simplemente por cumplir, sino que haremos lo bueno porque amamos lo bueno. Y evitaremos todo lo malo no solo por el temor a ser descubiertos, sino porque odiamos lo malo.
“Él no cometió ningún pecado”
11, 12. a) ¿Qué ocurrió al principio del ministerio de Jesús en la Tierra? b) ¿En qué consistió la primera tentación que el Diablo le puso a Jesús, y qué tácticas astutas utilizó?
11 Al principio del ministerio de Jesús, el Diablo lo puso a prueba para ver si de veras odiaba el pecado. Tras su bautismo, pasó 40 días y 40 noches en el desierto sin comer nada. Entonces se le acercó Satanás para tentarlo, ¡y con qué astucia lo hizo! (Mateo 4:1-11).
12 Lo primero que le dijo fue: “Si eres hijo de Dios, diles a estas piedras que se conviertan en panes” (Mateo 4:3). ¿Cómo se sentía Jesús después de tanto tiempo sin comer? La Biblia dice claramente que “tenía hambre” (Mateo 4:2). Satanás se aprovechó del deseo natural de comer y seguro que esperó a que Jesús estuviera débil. Fíjese también en el tono provocador de la frase: “Si eres hijo de Dios”, como si él no supiera que Jesús era “el primogénito de toda la creación” (Colosenses 1:15). Pero Jesús no dejó que aquella provocación de Satanás lo hiciera desobedecer. Sabía que no era la voluntad de Dios que él usara sus poderes con fines egoístas. Así que rechazó la propuesta del Diablo y demostró humildemente que confiaba en que Jehová le brindaría alimento y guía (Mateo 4:4).
13-15. a) ¿Cómo tentó Satanás a Jesús la segunda y la tercera vez, y cómo reaccionó Jesús? b) ¿Por qué Jesús no podía bajar la guardia?
13 Satanás lo subió a una parte alta de la muralla del templo para tentarlo por segunda vez. Manipulando astutamente las Escrituras, le propuso que realizara un acto espectacular: que se arrojara al vacío para obligar a los ángeles a acudir en su auxilio. Si así lo hacía, ¿acaso se atrevería alguien a dudar de que él era el Mesías prometido? Después de todo, en el templo había muchísima gente que vería el milagro. Además, ¿no se ahorraría muchos problemas y sufrimientos si, gracias a aquel espectáculo, el pueblo lo aceptaba como el Mesías? Pudiera ser, pero Jesús sabía que la voluntad de Jehová era que cumpliera su misión con humildad y no que la gente creyera por medios espectaculares que él era el Mesías (Isaías 42:1, 2). Así que en esta ocasión tampoco le desobedeció a Jehová: no se dejó deslumbrar por la fama.
14 Ahora bien, ¿se dejaría entrampar por las ganas de tener más poder? En la tercera tentación, Satanás le ofreció a Jesús todos los reinos del mundo a cambio de un solo acto de adoración. Pero el Hijo de Dios no le dio vueltas al asunto. Su respuesta fue: “¡Vete, Satanás!”. Y agregó: “Porque está escrito: ‘Adora a Jehová tu Dios y sírvele solo a él’” (Mateo 4:10). Por nada del mundo adoraría Jesús a otro dios. Por más que le ofrecieran poder o prestigio, nunca cometería un acto de desobediencia.
15 ¿Se dio por vencido Satanás? Es verdad que en aquella ocasión se alejó cuando Jesús se lo ordenó. Pero no se rindió, sino que, como añade el Evangelio de Lucas, “se alejó de él a la espera de otro momento conveniente” (Lucas 4:13). De hecho, el Diablo buscaría otras oportunidades para probarlo y tentarlo hasta el final, pues la Biblia dice que Jesucristo fue “probado [...] en todo sentido” (Hebreos 4:15). Así que Jesús nunca podía bajar la guardia, y lo mismo pasa con nosotros.
16. ¿Cómo tienta hoy Satanás a los siervos de Dios, y qué podemos hacer para que no se salga con la suya?
16 Hoy Satanás sigue tentando a los siervos de Dios. Por desgracia, nuestras debilidades a menudo nos convierten en presas fáciles del Diablo. Él se aprovecha con astucia de actitudes como el egoísmo, el orgullo y la ambición de poder. Y con la trampa del materialismo puede hacer que estas tres actitudes afloren en nosotros a la vez. Por eso, es esencial que de vez en cuando nos hagamos un autoexamen. Mientras meditamos en 1 Juan 2:15-17, preguntémonos si los deseos de la carne que promueve este mundo, las ansias de riquezas y el deseo de impresionar a los demás han debilitado hasta cierto grado el amor que le tenemos a nuestro Padre celestial. Recordemos que este mundo y su gobernante, Satanás, se encaminan a la destrucción. ¡No dejemos que el Diablo se salga con la suya! Imitemos el ejemplo de nuestro Maestro, quien “no cometió ningún pecado” (1 Pedro 2:22).
“Siempre hago lo que a él le agrada”
17. ¿Cómo se sentía Jesús al obedecer a su Padre? ¿Qué podría decir alguien al respecto?
17 Obedecer significa mucho más que evitar el pecado. Jesús demostró que obedecer es algo activo, pues él cumplió cada uno de los mandatos de su Padre. Él dijo: “Yo siempre hago lo que a él le agrada” (Juan 8:29). Y esa obediencia lo hizo muy feliz. Claro, alguien podría decir que para Jesús era fácil obedecer. Al fin y al cabo, solo tenía que rendirle cuentas a Jehová, que es perfecto. En cambio, nosotros tenemos que rendirles cuentas a personas imperfectas con autoridad. Pero debemos recordar algo: Jesús también se sometió a la autoridad de seres humanos imperfectos.
18. ¿Qué ejemplo de obediencia dejó Jesús cuando era jovencito?
18 Jesús creció bajo la autoridad de José y María, quienes eran imperfectos. Probablemente notaba las imperfecciones de sus padres mucho más que otros niños. ¿Se rebeló por eso? ¿Dejó de respetar el papel que Dios le había dado como hijo y se puso a decirles cómo debían criar a una familia? No, Lucas 2:51 dice que Jesús “continuó sujeto a ellos”. Con su actitud, aquel jovencito de 12 años les dejó un magnífico ejemplo a los jóvenes cristianos, que tratan de obedecer a sus padres y mostrarles el debido respeto (Efesios 6:1, 2).
19, 20. a) ¿En qué circunstancias particulares tuvo que obedecer Jesús a hombres imperfectos? b) ¿Por qué deben los cristianos obedecer a quienes dirigen la congregación?
19 Jesús obedeció a hombres imperfectos en ciertas circunstancias por las que los cristianos de la actualidad nunca tendremos que pasar. Piense, por ejemplo, en la época tan particular en que vivió. El sistema religioso judío —con el templo de Jerusalén y el sacerdocio— había tenido la aprobación de Jehová desde hacía mucho tiempo. Pero estaba a punto de ser rechazado y sustituido por la congregación cristiana (Mateo 23:33-38). Muchos de los líderes religiosos enseñaban doctrinas falsas derivadas de la filosofía griega. Además, la corrupción en el templo estaba tan extendida que Jesús lo llamó “una cueva de ladrones” (Marcos 11:17). ¿Lo alejó esto del templo y de las sinagogas? No, pues todavía eran instrumentos de Jehová. Con el tiempo Dios intervino y cambió las cosas, pero mientras tanto Jesús siguió celebrando obedientemente las fiestas en el templo y acudiendo a la sinagoga (Lucas 4:16; Juan 5:1).
20 Si Jesús obedeció en esas circunstancias, ¡con más razón deberíamos hacerlo los cristianos de la actualidad! Después de todo, vivimos en tiempos muy diferentes: vivimos en la era en que —como se anunció muchos siglos atrás— la adoración pura se ha restaurado. Dios nos asegura que nunca permitirá que Satanás corrompa a su pueblo restaurado (Isaías 2:1, 2; 54:17). Es cierto que en la congregación cristiana encontramos errores e imperfecciones. Pero ¿deberíamos poner esto como excusa para desobedecer a Jehová, quizás dejando de ir a las reuniones o criticando a los ancianos? ¡Jamás! Más bien, debemos apoyar con toda el alma a los que dirigen la congregación. Mostramos nuestra obediencia al asistir a las reuniones y asambleas, y al seguir los consejos bíblicos que se nos dan allí (Hebreos 10:24, 25; 13:17).
Mostramos obediencia cuando ponemos en práctica lo que aprendemos en las reuniones.
21. ¿Qué hizo Jesús cuando otros lo presionaron para que desobedeciera a Dios, y qué ejemplo nos dio así?
21 Jesús no permitió que nadie —ni siquiera algún amigo con buenas intenciones— lo hiciera desobedecer a Jehová. En cierta ocasión, el apóstol Pedro intentó convencerlo de que no hacía falta que sufriera y muriera. Sin embargo, Jesús rechazó con firmeza el consejo de Pedro de no ser tan duro consigo mismo. Aunque Pedro tenía las mejores intenciones, su consejo iba en contra de la voluntad de Jehová (Mateo 16:21-23). Quizás algunos familiares con buenas intenciones traten de disuadirnos de obedecer las leyes y principios de Dios. Pero, igual que los discípulos de Jesús del siglo primero, sabemos que “tenemos que obedecer a Dios como gobernante más bien que a los hombres” (Hechos 5:29).
Recompensas de obedecer como lo hizo Cristo
22. ¿Qué cuestión resolvió Jesús, y cómo lo hizo?
22 La prueba de obediencia más difícil por la que Jesús pasó fue cuando se enfrentó a la muerte. Ese día “aprendió lo que es la obediencia” en todo el sentido de la palabra. Hizo la voluntad de su Padre, y no la suya (Lucas 22:42). Al seguir siendo fiel, dejó un modelo perfecto de integridad (1 Timoteo 3:16). De este modo, resolvió una cuestión que había surgido mucho tiempo atrás: ¿puede un ser humano perfecto obedecerle a Jehová a pesar de las pruebas? Adán y Eva fallaron. Pero entonces vino Jesús, quien con su vida y su muerte respondió esa cuestión y dejó claro que Satanás es un mentiroso. Así que la más importante de todas las criaturas de Jehová fue obediente a pesar del precio tan alto que tuvo que pagar.
23-25. a) ¿Cómo se relacionan la obediencia y la integridad? Explíquelo con un ejemplo. b) ¿Qué veremos en el siguiente capítulo?
23 ¿Cómo le demostramos a Jehová nuestra integridad, es decir, que queremos serle fieles? Siendo obedientes. Jesús se mantuvo íntegro gracias a su obediencia, y así benefició a la humanidad (Romanos 5:19). Como resultado, Jehová lo recompensó generosamente. Si nosotros obedecemos a Cristo, nuestro Amo, Jehová también nos recompensará, pues la obediencia a Cristo lleva a “la salvación eterna” (Hebreos 5:9).
24 Además, la integridad ya es de por sí un premio. Proverbios 10:9 dice: “El que vive con integridad andará seguro”. Si comparáramos una vida de integridad a una mansión hecha con buenos ladrillos, cada acto de obediencia equivaldría a uno de ellos. Por sí solo, un ladrillo tal vez parezca insignificante, pero cada uno ocupa su lugar y es importante. Y, cuando ponemos uno sobre otro, vamos construyendo algo de mucho más valor. Por eso cada vez que obedecemos a Jehová —cada día, cada año— es como si fuéramos colocando los “ladrillos” que forman nuestro historial de integridad.
25 La idea de obedecer a lo largo de los años nos recuerda otra cualidad: el aguante. En el siguiente capítulo veremos el ejemplo de aguante de Jesús.
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“Piensen detenidamente en el que aguantó”“Ven y sé mi seguidor”
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CAPÍTULO SIETE
“Piensen detenidamente en el que aguantó”
1-3. a) ¿Hasta qué grado llegó la agonía de Jesús en el jardín de Getsemaní, y qué lo llevó a eso? b) ¿Qué puede decirse del ejemplo de aguante de Jesús, y qué preguntas surgen?
LA PRESIÓN a la que se enfrenta es muy intensa. Jesús nunca ha sentido tanta angustia mental y emocional. Son las últimas horas de su vida en la Tierra, y se dirige con sus apóstoles a un lugar que conocen bien: el jardín de Getsemaní. Ya se han reunido allí varias veces, pero esta noche necesita estar un rato a solas. Jesús se separa de ellos, se adentra en el jardín, se arrodilla y empieza a orar. Son tan fervientes sus oraciones y es tan profunda su agonía que su sudor se vuelve “como gotas de sangre” que caen al suelo (Lucas 22:39-44).
2 ¿Por qué está tan angustiado? Claro, sabe que dentro de poco va a sufrir dolor físico extremo, pero esa no es la razón por la que se siente así. Lleva sobre los hombros una responsabilidad muy pesada. Le preocupa profundamente el nombre de su Padre. Además, es consciente de que el futuro de los seres humanos depende de que él sea fiel. Sabe que es muy importante que aguante. Si falla, el nombre de Jehová quedará deshonrado. Pero Jesús no falla. Más tarde ese mismo día, antes de exhalar su último suspiro, el hombre que ha sido el mayor ejemplo de aguante en la Tierra exclama triunfante: “¡Se ha cumplido!” (Juan 19:30).
3 La Biblia nos hace esta invitación: “Piensen detenidamente en el que aguantó”, es decir, en Jesús (Hebreos 12:3). ¿Y qué pruebas tuvo que aguantar? ¿Qué le ayudó a resistirlas? ¿Cómo podemos copiar su ejemplo? Antes de responder estas preguntas importantes, examinemos lo que implica el aguante.
¿En qué consiste el aguante?
4, 5. a) ¿En qué consiste el aguante? b) ¿Qué ejemplo muestra que el aguante no es sufrir solo porque no queda más remedio?
4 De vez en cuando, todos nos sentimos “angustiados por diversas pruebas” (1 Pedro 1:6). Ahora bien, si alguien está pasando por una prueba, ¿significa que está aguantando? No necesariamente. La palabra griega que se traduce “aguante” significa “la acción de permanecer firme [...] frente a los males”. Hablando del aguante al que se refieren los escritores de la Biblia, un experto dice: “Es el espíritu que puede sobrellevar las cargas por su esperanza inflamada [o ardiente], no por simple resignación [...]. Es la cualidad que mantiene a un hombre firme contra los elementos. Es la virtud que puede transmutar [o cambiar] en gloria a la desgracia más grande, porque, más allá del dolor, ve la meta”.
5 Por lo tanto, aguantar no es cuestión de sufrir solo porque no queda más remedio. En sentido bíblico implica firmeza, mantener la debida actitud mental, sin perder la esperanza ante las adversidades. Pensemos en el siguiente ejemplo. Dos hombres están presos en la misma cárcel, pero por motivos muy distintos. Uno de ellos es un delincuente que cumple su condena con resentimiento y amargura. El otro es un cristiano que ha sido encarcelado por su lealtad, pero permanece fiel y mantiene una actitud positiva porque ve en su situación una oportunidad de demostrar su fe. ¿Diríamos que el delincuente es un ejemplo de aguante? Claro que no. En cambio, el cristiano leal sería para nosotros un excelente ejemplo de lo que en realidad es el aguante (Santiago 1:2-4).
6. ¿Cómo cultivamos el aguante?
6 El aguante es indispensable para alcanzar la salvación (Mateo 24:13). Sin embargo, no nacemos con esta cualidad tan necesaria; tenemos que cultivarla. ¿Cómo se hace esto? Romanos 5:3 dice: “Las dificultades producen aguante”. Así que, si de veras queremos desarrollar aguante, no debemos tratar de escapar de las pruebas de fe cada vez que se presenten. Aunque nos sintamos intimidados, tenemos que hacerles frente. El aguante es el resultado de afrontar y superar las pruebas grandes y pequeñas que se nos presentan a diario. Cada prueba que superamos nos fortalece para resistir la siguiente. Claro, no conseguimos el aguante por nuestra propia cuenta, sino que cada uno “depende de la fuerza que Dios da” (1 Pedro 4:11). A fin de ayudarnos a permanecer firmes, Jehová nos ha dado la mejor ayuda posible: el ejemplo de su Hijo. Analicemos el intachable historial de aguante de Jesús.
Lo que Jesús aguantó
7, 8. ¿Qué terribles sufrimientos aguantó Jesús en sus últimas horas de vida?
7 Al acercarse el fin de su vida en la Tierra, Jesús aguantó una crueldad tras otra. Aparte de la gran tensión mental que experimentó durante su última noche, piense en las desilusiones que debió de sufrir y en las humillaciones que soportó. Alguien muy cercano lo traicionó, sus amigos más allegados lo abandonaron y el tribunal religioso más importante del país le hizo un juicio ilegal. Durante ese juicio se burlaron de él, le escupieron y le dieron puñetazos. Sin embargo, aguantó todo con calma, dignidad y fortaleza (Mateo 26:46-49, 56, 59-68).
8 En sus últimas horas de vida, Jesús aguantó gran dolor físico. Le dieron latigazos de una manera tan brutal que —según una publicación médica— le causaron “profundos cortes en forma de tiras y una considerable pérdida de sangre”. Luego, lo ejecutaron de un modo que producía “una muerte lenta con el máximo dolor y sufrimiento”. Piense en el terrible sufrimiento que debió sentir cuando le hundieron largos clavos en las manos y los pies para clavarlo a un madero (Juan 19:1, 16-18). Imagínese el indescriptible dolor que soportó cuando levantaron el madero y cuando su cuerpo —con todo su peso— quedó suspendido de los clavos, mientras su espalda desgarrada rozaba la áspera superficie del poste. Y Jesús soportó esta terrible tortura a la vez que llevaba sobre sí una pesada carga emocional, como se mencionó al comienzo del capítulo.
9. ¿Qué implica tomar nuestro “madero de tormento” y seguir a Jesús?
9 Como seguidores de Cristo, ¿qué cosas pudiera tocarnos aguantar? Jesús dijo: “Si alguien quiere ser mi seguidor, [...] que tome su madero de tormento y me siga constantemente” (Mateo 16:24). La expresión “madero de tormento” simboliza aquí el sufrimiento, la vergüenza y hasta la misma muerte. Seguir a Cristo no es fácil. Las normas cristianas nos hacen diferentes, y el mundo nos odia porque no somos parte de él (Juan 15:18-20; 1 Pedro 4:4). Aun así, estamos dispuestos a tomar nuestro madero de tormento: estamos listos para sufrir —y hasta morir— antes que dejar de seguir a nuestro modelo (2 Timoteo 3:12).
10-12. a) ¿Por qué fueron una prueba de aguante para Jesús las imperfecciones de quienes lo rodeaban? b) ¿Cuáles fueron algunas de las situaciones difíciles por las que Jesús pasó?
10 Durante su ministerio, Jesús se enfrentó a las imperfecciones de quienes lo rodeaban, y eso también fue una prueba para él. Recordemos que él fue el “obrero experto” cuando Jehová creó la Tierra y todas las formas de vida que hay en ella (Proverbios 8:22-31). Por lo tanto, sabía bien que Jehová se proponía que los seres humanos reflejaran sus cualidades y disfrutaran de la vida con salud perfecta (Génesis 1:26-28). Sin embargo, ya en la Tierra, Jesús vio desde otra perspectiva las terribles consecuencias del pecado, pues él mismo era un hombre, capaz de experimentar los sentimientos y emociones humanos. ¡Qué triste debió de sentirse al ver de cerca cuánto se había alejado la humanidad de la perfección que tuvieron Adán y Eva! Esta era una prueba de aguante para Jesús. ¿Se desanimaría y se daría por vencido? ¿Consideraría a los seres humanos un caso perdido? Veamos lo que hizo.
11 En cierta ocasión, a Jesús le dolió tanto ver lo insensibles que eran los judíos que lloró en público. Sin embargo, ¿logró la indiferencia de aquel pueblo que él se desanimara o que dejara de predicar? Todo lo contrario: “siguió enseñando diariamente en el templo” (Lucas 19:41-44, 47). En otra ocasión, cuando vio que los fariseos lo vigilaban para ver si curaba a un hombre en sábado, se sintió “muy dolido al ver que tenían el corazón tan duro”. Pero ¿se dejó intimidar por aquellos santurrones? Claro que no. De hecho, curó al hombre allí, ¡en el mismo centro de la sinagoga! (Marcos 3:1-5).
12 Las debilidades de sus discípulos más cercanos también debieron de ser una prueba para Jesús. Como vimos en el capítulo 3, ellos demostraron una y otra vez que querían ser prominentes (Mateo 20:20-24; Lucas 9:46). Más de una vez, Jesús les dijo que tenían que ser humildes (Mateo 18:1-6; 20:25-28). Pero les costaba cambiar su forma de pensar. De hecho, en la última noche que él estuvo con ellos “surgió una fuerte discusión” sobre quién era el más importante (Lucas 22:24). ¿Se dio por vencido Jesús pensando que eran un caso perdido? Por supuesto que no. Siempre fue paciente y positivo, confiaba en ellos y se centraba en las cosas buenas que tenían. Sabía que de veras amaban a Jehová y querían hacer su voluntad (Lucas 22:25-27).
¿Dejaremos que la oposición nos desanime, o seguiremos predicando con entusiasmo?
13. ¿Qué pruebas similares a las de Jesús es probable que enfrentemos?
13 Es posible que nosotros pasemos por pruebas similares a las de Jesús. Por ejemplo, quizá nos encontremos con personas que son indiferentes o que hasta se oponen al mensaje del Reino. ¿Nos desanimará su actitud negativa, o seguiremos predicando con entusiasmo? (Tito 2:14). Las imperfecciones de nuestros hermanos también pueden ser una prueba. Una palabra irreflexiva o un acto desconsiderado por su parte puede herirnos (Proverbios 12:18). ¿Dejaremos que sus defectos nos hagan pensar que son un caso perdido? ¿O más bien seguiremos soportando sus faltas y concentrándonos en sus buenas cualidades? (Colosenses 3:13).
Razones por las que aguantó
14. ¿Qué dos cosas le ayudaron a Jesús a mantenerse firme?
14 ¿Qué le ayudó a Jesús a mantenerse firme y fiel a Jehová a pesar de todos los sufrimientos, humillaciones y desilusiones que vivió? Veamos dos cosas importantes. En primer lugar, miró hacia arriba, por así decirlo, para pedirle ayuda a Jehová, “el Dios que da aguante” (Romanos 15:5). En segundo lugar, miró hacia adelante para centrar su atención en los resultados que obtendría si aguantaba. Analicemos estas dos ideas por separado.
15, 16. a) ¿Cómo sabemos que Jesús no confió en sus propias fuerzas para aguantar? b) ¿Qué confianza tenía Jesús en su Padre, y por qué?
15 Aunque Jesús era el Hijo perfecto de Dios, no confió en sus propias fuerzas para aguantar, sino que acudió a su Padre celestial para que lo ayudara. El apóstol Pablo escribió: “Cristo ofreció peticiones y ruegos con fuertes clamores y lágrimas al que podía salvarlo de la muerte” (Hebreos 5:7). Fíjese en que Jesús no solo “ofreció peticiones”, sino también ruegos. El término ruego se refiere a una súplica especialmente sincera e intensa; significa implorar ayuda. La palabra “ruegos”, en plural, indica que Jesús le imploró ayuda a Jehová en más de una ocasión. De hecho, en el jardín de Getsemaní, él oró con fervor una y otra vez (Mateo 26:36-44).
16 Él tenía plena confianza en que Jehová escucharía sus ruegos, pues sabía que su Padre es “el que escucha las oraciones” (Salmo 65:2). Antes de venir a la Tierra, Jesús, el Hijo primogénito, había visto a su Padre contestar las oraciones de sus siervos fieles. Él estaba en los cielos cuando el profeta Daniel hizo una oración sincera y Jehová le envió un ángel para responderle incluso antes de que terminara de orar (Daniel 9:20, 21). Entonces, ¿cómo no iba a contestarle el Padre a su Hijo unigénito cuando este le abrió su corazón “con fuertes clamores y lágrimas”? Jehová respondió las súplicas de su Hijo y mandó a un ángel para que lo fortaleciera y así pudiera resistir la prueba (Lucas 22:43).
17. ¿Por qué debemos mirar hacia arriba, por así decirlo, para seguir aguantando, y cómo podemos hacerlo?
17 Para aguantar, nosotros también tenemos que mirar hacia arriba, por así decirlo, y acudir al Dios que nos “da poder” (Filipenses 4:13). Si el Hijo perfecto de Dios sintió la necesidad de implorarle ayuda a Jehová, ¡cuánto más tendremos que hacerlo nosotros! Como Jesús, tal vez tengamos que suplicarle ayuda a Jehová en repetidas ocasiones (Mateo 7:7). Aunque no esperamos recibir la visita de un ángel, los cristianos leales sí estamos seguros de algo: cuando uno “no deja de rogar y orar día y noche”, Jehová responde (1 Timoteo 5:5). Sean cuales sean las pruebas que afrontemos —la mala salud, la muerte de un ser querido o la persecución—, Jehová nos responderá cuando le pidamos con fervor que nos dé sabiduría, valor y fuerzas para aguantar (2 Corintios 4:7-11; Santiago 1:5).
Jehová nos responderá cuando le supliquemos que nos ayude a aguantar.
18. ¿En qué sentido miró Jesús hacia adelante, más allá del sufrimiento?
18 ¿Qué otra cosa le ayudó a Jesús a aguantar? Ver más allá del sufrimiento, mirar hacia adelante, a lo que le esperaba. De hecho, la Biblia dice: “Por la felicidad que fue puesta delante de él, aguantó un madero de tormento” (Hebreos 12:2). El ejemplo de Jesús muestra la relación que hay entre la esperanza, la felicidad y el aguante. Podríamos resumirlo así: la esperanza produce felicidad, y la felicidad, aguante (Romanos 15:13; Colosenses 1:11). A Jesús le esperaban cosas muy buenas si aguantaba. Sabía que con su fidelidad contribuiría a santificar el nombre de su Padre y podría recomprar a la humanidad del pecado y la muerte. Además, tenía la esperanza de ser Rey y Sumo Sacerdote, y así traería más bendiciones para los seres humanos obedientes (Mateo 20:28; Hebreos 7:23-26). Al concentrarse en las perspectivas y la esperanza que tenía por delante, Jesús sintió una felicidad infinita, y esa felicidad, a su vez, le ayudó a aguantar.
19. ¿Cómo pueden ayudarnos la esperanza y la felicidad a aguantar las pruebas de fe?
19 Al igual que Jesús, nosotros también necesitamos tener esperanza y felicidad para poder aguantar. El apóstol Pablo dijo: “Alégrense por la esperanza”. Y añadió: “Aguanten cuando tengan dificultades” (Romanos 12:12). ¿Está usted pasando ahora mismo por una situación grave que pone a prueba su fe? Entonces, mire hacia adelante. No olvide que su aguante le dará honra al nombre de Jehová. Tenga muy presente la preciosa esperanza de vivir bajo el Reino. Transpórtese al cercano nuevo mundo de Dios e imagínese disfrutando de las bendiciones del Paraíso. Concéntrese en el cumplimiento de las maravillosas promesas de Jehová, entre ellas la santificación de su nombre, la eliminación de la maldad en la Tierra y el fin de la enfermedad y la muerte. Así, sentirá una gran felicidad, y esa felicidad le ayudará a aguantar cualquier prueba. Así es: en comparación con el cumplimiento de la esperanza del Reino, todas las dificultades que estemos sufriendo en este mundo son “momentáneas y livianas” (2 Corintios 4:17).
Sigamos “fielmente sus pasos”
20, 21. ¿Qué espera Jehová de nosotros? ¿Qué debemos estar decididos a hacer?
20 Jesús sabía que ser seguidor suyo no sería fácil, que haría falta tener aguante (Juan 15:20). Él estuvo dispuesto a aguantar, y sabía que su ejemplo fortalecería a otras personas (Juan 16:33). Claro, él fue el ejemplo perfecto de aguante, pero nosotros estamos muy lejos de la perfección. Entonces, ¿qué espera Jehová de nosotros? Pedro explica: “Cristo sufrió por ustedes y así les puso el ejemplo para que siguieran fielmente sus pasos” (1 Pedro 2:21). La manera como él se enfrentó a las pruebas es un “ejemplo”, es decir, un modelo que podemos imitar.a Su historial de aguante puede compararse a “pasos” o pisadas. Aunque somos incapaces de seguirlos a la perfección, sí podemos seguirlos “fielmente”.
21 Así que estemos decididos a seguir el ejemplo de Jesús lo mejor que podamos. No olvidemos nunca que, mientras más fielmente sigamos sus pasos, mejor preparados estaremos para aguantar “hasta el fin”, ya sea el fin de este viejo mundo o el fin de nuestra vida actual. No sabemos qué llegará primero, pero sí sabemos esto: Jehová premiará nuestro aguante por toda la eternidad (Mateo 24:13).
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