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  • Cuatro discípulos de Jesús se hacen pescadores de hombres
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Jesús habla con Pedro, Andrés, Santiago y Juan en la orilla del mar de Galilea

      CAPÍTULO 22

      Cuatro discípulos de Jesús se hacen pescadores de hombres

      MATEO 4:13-22 MARCOS 1:16-20 LUCAS 5:1-11

      • JESÚS LES PIDE A SUS DISCÍPULOS QUE LO ACOMPAÑEN A TIEMPO COMPLETO

      • DEJAN DE PESCAR PECES PARA PESCAR HOMBRES

      Después de que la gente de Nazaret intenta matar a Jesús, él se va a vivir a la ciudad de Capernaúm, junto al mar de Galilea o “lago de Genesaret” (Lucas 5:1). Esto cumple la profecía de Isaías que decía que los galileos que vivieran junto al mar verían una gran luz (Isaías 9:1, 2).

      Aquí, en Galilea, Jesús sigue anunciando que “el Reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17). En esta región encuentra a cuatro de sus discípulos. Estos viajaron anteriormente con Jesús, pero, cuando regresaron con él de Judea, volvieron a su negocio de pesca (Juan 1:35-42). Sin embargo, ha llegado el momento de que lo acompañen todo el tiempo a fin de que Jesús pueda prepararlos para seguir con el ministerio cuando él ya no esté.

      Mientras camina por la orilla del lago, Jesús ve a Simón Pedro, a su hermano Andrés y a algunos de sus compañeros lavando las redes. Jesús se acerca adonde están, sube a la barca de Pedro y le pide que la aleje un poco de la orilla. Cuando está a cierta distancia, se sienta y comienza a enseñarles verdades sobre el Reino a las muchas personas que están en la playa.

      Luego, Jesús le dice a Pedro: “Rema a aguas profundas y echen allí las redes para que pesquen”. Pero él le responde: “Maestro, trabajamos sin descanso toda la noche y no sacamos nada; pero, porque lo dices tú, bajaré las redes” (Lucas 5:4, 5).

      Andrés, Santiago y Juan tratando de meter las redes dentro del barco; Pedro cae a los pies de Jesús

      Cuando Pedro y los que están con él lo hacen, capturan tantísimos peces que las redes empiezan a romperse. Rápidamente hacen señas a sus socios, que están cerca en otra barca, para que vayan a ayudarlos. En poco tiempo, las dos barcas llegan a estar tan cargadas que empiezan a hundirse. Al ver esto, Pedro cae ante Jesús y le dice: “Apártate de mí, Señor, porque soy un hombre pecador”. Pero Jesús le contesta: “Ya no tengas miedo. A partir de ahora estarás pescando hombres” (Lucas 5:8, 10).

      Entonces, Jesús les dice a Pedro y a Andrés: “Síganme y yo los haré pescadores de hombres” (Mateo 4:19). Además, extiende la misma invitación a otros dos pescadores: Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo. Los cuatro la aceptan sin dudar. Dejan su negocio de pesca y se convierten en los primeros discípulos de Jesús que se dedicarán exclusivamente a acompañarlo.

  • Jesús hace grandes milagros en Capernaúm
    Jesús: el camino, la verdad y la vida
    • Muchos enfermos van a la casa de Pedro y Jesús los cura

      CAPÍTULO 23

      Jesús hace grandes milagros en Capernaúm

      MATEO 8:14-17 MARCOS 1:21-34 LUCAS 4:31-41

      • JESÚS EXPULSA A UN DEMONIO EN UNA SINAGOGA

      • CURA A LA SUEGRA DE PEDRO

      Jesús ha invitado a cuatro discípulos —Pedro, Andrés, Santiago y Juan— a ser pescadores de hombres. Ahora es sábado, y van a una sinagoga de Capernaúm. Allí, Jesús empieza a enseñar y, de nuevo, la gente se queda impactada, pues enseña como alguien con autoridad, y no como los escribas.

      Ese día está presente en la sinagoga un hombre endemoniado que se pone a gritar: “¿Qué tenemos que ver contigo, Jesús el Nazareno? ¿Viniste a destruirnos? Sé perfectamente quién eres: ¡el Santo de Dios!”. Pero Jesús reprende al demonio que controla a ese hombre, diciéndole: “¡Cállate y sal de él!” (Marcos 1:24, 25).

      En ese momento, el espíritu maligno grita muy fuerte, hace que el hombre caiga al suelo con convulsiones y sale de él “sin hacerle daño” (Lucas 4:35). Las personas que están en la sinagoga no pueden creer lo que acaban de ver y preguntan: “Pero ¿qué es esto? [...] Hasta a los espíritus malignos les da órdenes con autoridad, y estos lo obedecen” (Marcos 1:27). Como es lógico, la noticia de este suceso tan impactante se esparce por toda Galilea.

      Al salir de la sinagoga, Jesús y sus discípulos se van a la casa de Pedro, también llamado Simón. Una vez allí, le ruegan a Jesús que cure a la suegra de Pedro, porque está muy enferma con fiebre. Así que él se acerca a ella, la toma de la mano y la levanta. De inmediato, la mujer se cura y comienza a atender a Jesús y a los discípulos que están con él, tal vez preparándoles algo de comer.

      Al caer la tarde, empieza a llegar a la casa tanta gente que parece que toda la ciudad esté reunida frente a la puerta. Le llevan a Jesús enfermos para que los cure, y él lo hace “poniendo las manos sobre cada uno de ellos” (Lucas 4:40). Tal y como estaba predicho, Jesús los ayuda a todos, sin importar qué enfermedad tienen (Isaías 53:4). Hasta libera a los que están poseídos por demonios. Cuando los demonios salen de la gente, gritan: “¡Tú eres el Hijo de Dios!” (Lucas 4:41). Pero Jesús los reprende y no les deja decir nada más. Ellos saben que Jesús es el Cristo, pero él no quiere que estos espíritus malignos den la impresión de servir al Dios verdadero.

      LOS ENDEMONIADOS

      Cuando uno o más demonios poseían a una persona, podían hacerla sufrir mucho (Mateo 17:14-18). Pero, una vez que salían de ella, esta volvía a su estado normal, tanto mental como físico. Jesús demostró en muchas ocasiones que tenía el poder de expulsar demonios gracias al espíritu santo de Dios (Lucas 8:39; 11:20).

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