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  • ¿Quién es en verdad Jesús?
    El hombre más grande de todos los tiempos
    • Jesús ahora parte con sus discípulos hacia las aldeas de Cesarea de Filipo, en el extremo norte de Palestina. Es una subida larga, de unos 48 kilómetros (30 millas) hasta la hermosa Cesarea de Filipo, a unos 351 metros (1.150 pies) sobre el nivel del mar. Puede que el viaje les tome dos días.

  • Vista anticipada de Cristo en su gloria real
    El hombre más grande de todos los tiempos
    • Vista anticipada de Cristo en su gloria real

      JESÚS ha llegado a las partes de Cesarea de Filipo y está enseñando a una muchedumbre que incluye a sus apóstoles. Les hace este sorprendente anuncio: “En verdad les digo que hay algunos de los que están en pie aquí que de ningún modo gustarán la muerte hasta que primero vean al Hijo del hombre viniendo en su reino”.

      ‘¿Qué querrá decir Jesús?’, puede que se pregunten los discípulos. Aproximadamente una semana después Jesús sube con Pedro, Santiago y Juan a una montaña encumbrada. Puede que sea de noche, pues los discípulos tienen sueño. Mientras Jesús ora, se transfigura ante ellos. El rostro le empieza a brillar como el Sol, y sus prendas de vestir se hacen brillantes como la luz.

      Entonces dos figuras —identificadas como “Moisés y Elías”— aparecen y empiezan a hablar a Jesús acerca de su ‘partida que ha de ocurrir en Jerusalén’. Esta partida evidentemente se refiere a la muerte y la resurrección subsiguiente de Jesús. Por lo tanto, esta conversación es prueba de que su muerte en humillación no es algo que deba evadirse, como Pedro había deseado.

      Completamente despiertos ahora, los discípulos observan y escuchan asombrados. Aunque esto es una visión, parece tan real que Pedro empieza a participar en la escena, diciendo: “Señor, es excelente que estemos aquí. Si quieres, erigiré aquí tres tiendas: una para ti y una para Moisés y una para Elías”.

      Mientras Pedro habla, una nube brillante los cubre, y de la nube sale una voz que dice: “Este es mi Hijo, el amado, a quien he aprobado; escúchenle”. Al oír la voz, los discípulos caen sobre sus rostros. Pero Jesús dice: “Levántense y no teman”. Cuando se levantan, no ven a nadie sino a Jesús.

      Mientras bajan de la montaña el día siguiente, Jesús les manda: “No digan a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre sea levantado de entre los muertos”. El que Elías apareciera en la visión hace que en la mente de los discípulos surja una pregunta. “¿Por qué, pues —preguntan—, dicen los escribas que Elías tiene que venir primero?”

      “Elías ya ha venido —dice Jesús—, y ellos no lo reconocieron.” Sin embargo, Jesús se refiere a Juan el Bautizante, quien cumplió un papel similar al de Elías. Juan preparó el camino para Cristo, tal como Elías lo hizo para Eliseo.

      ¡Cuán fortalecedora resulta ser esta visión, tanto para Jesús como para los discípulos! Se puede decir que la visión es una vista por anticipado de la gloria de Cristo en el Reino. Para los efectos, los discípulos vieron “al Hijo del hombre viniendo en su reino”, tal como Jesús había prometido una semana antes. Después de la muerte de Jesús, Pedro escribió que ellos habían ‘llegado a ser testigos oculares de la magnificencia de Cristo mientras estaban con él en la santa montaña’.

      Los fariseos habían exigido de Jesús una señal que probara que él era el que por la promesa de las Escrituras sería el Rey escogido por Dios. No recibieron tal señal. Por otra parte, a los discípulos allegados de Jesús se les permite ver la transfiguración de Jesús como confirmación de las profecías del Reino. Por eso, después Pedro escribió: “Por consiguiente, tenemos la palabra profética hecha más segura”. (Mateo 16:13, Mat. 16:28–17:13; Marcos 9:1-13; Lucas 9:27-37; 2 Pedro 1:16-19.)

  • Un muchacho librado de un demonio
    El hombre más grande de todos los tiempos
    • Un muchacho librado de un demonio

      EN LA ausencia de Jesús, Pedro, Santiago y Juan, que quizás están en un ramal del monte Hermón, los demás discípulos afrontan un problema. Cuando Jesús regresa, inmediatamente nota que algo anda mal. Una muchedumbre rodea a sus discípulos, y los escribas disputan con ellos. Cuando la gente ve venir a Jesús, muestra gran sorpresa y corre a encontrarse con él. “¿Qué disputan con ellos?”, pregunta él.

      De entre la muchedumbre sale un hombre, se arrodilla delante de Jesús, y explica: “Maestro, te traje a mi hijo porque tiene un espíritu mudo; y dondequiera que lo prende lo echa al suelo, y el muchacho echa espumarajos y hace rechinar los dientes y pierde la fuerza. Y dije a tus discípulos que lo expulsaran, pero no pudieron”.

      Parece que los escribas están aprovechándose de que los discípulos no hayan podido sanar al muchacho, y quizás estén burlándose de sus esfuerzos. Precisamente en ese momento crítico se presenta Jesús. “Oh generación falta de fe —dice—, ¿hasta cuándo tengo que continuar con ustedes? ¿Hasta cuándo tengo que soportarlos?”

      Parece que Jesús dirige sus palabras a todos los presentes, pero no hay duda de que particularmente las dirige a los escribas, que han estado causando dificultad a Sus discípulos. Después, Jesús dice en cuanto al muchacho: “Tráiganmelo”. Pero cuando el muchacho viene a Jesús, el demonio que lo posee derriba al joven al suelo y lo convulsiona violentamente. El muchacho se revuelca en el suelo y echa espuma por la boca.

      “¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto?”, pregunta Jesús.

      “Desde niño —contesta el padre—; y repetidas veces [el demonio] lo echaba en el fuego así como en el agua para destruirlo.” Entonces el padre suplica: “Si puedes hacer algo, compadécete de nosotros y ayúdanos”.

      Puede que aquel padre haya estado buscando ayuda por años. Y ahora, cuando los discípulos de Jesús no pueden hacer nada, verdaderamente se desespera. Jesús repite palabras de la solicitud desesperada del hombre y le infunde ánimo diciendo: “Esa expresión: ¡‘Si puedes’! ¡Todas las cosas son posibles para uno si tiene fe!”.

      “¡Tengo fe!”, clama el padre inmediatamente. Pero suplica: “¡Ayúdame donde necesite fe!”.

      Al notar que toda la muchedumbre viene corriendo hacia ellos, Jesús reprende al demonio: “Espíritu mudo y sordo, yo te ordeno: sal de él y no entres más en él”. Al partir el demonio, de nuevo hace que el muchacho clame, y le causa muchas convulsiones. Entonces el muchacho queda inmóvil en el suelo, y la mayoría de la gente empieza a decir: “¡Está muerto!”. Pero Jesús lo toma de la mano, y él se levanta.

      Antes, cuando los discípulos habían sido enviados a predicar, habían expulsado demonios. Por eso ahora, cuando entran en una casa, le preguntan en privado a Jesús: “¿Por qué no pudimos expulsarlo nosotros?”.

      En su respuesta Jesús indica que esto se debió a falta de fe por parte de ellos: “Este género con nada puede salir salvo con oración”. Era patente que se necesitaba preparación para expulsar al demonio especialmente poderoso implicado en este caso. Se necesitaba fe firme junto con oración por el poder que como ayuda Dios podía dar.

      Y entonces Jesús añade: “En verdad les digo: Si tienen fe del tamaño de un grano de mostaza, dirán a esta montaña: ‘Transfiérete de aquí allá’, y se transferirá, y nada les será imposible”. ¡Cuán poderosa puede ser la fe!

      Puede que los obstáculos y las dificultades que impiden el progreso en el servicio de Jehová parezcan tan infranqueables e inmovibles como una gran montaña literal. Sin embargo, Jesús muestra que si cultivamos fe en nuestro corazón, y la regamos, y estimulamos su crecimiento, alcanzará madurez y podremos remover obstáculos y dificultades parecidos a montañas. (Marcos 9:14-29; Mateo 17:19, 20; Lucas 9:37-43.)

  • Una lección de humildad
    El hombre más grande de todos los tiempos
    • DESPUÉS de sanar al muchacho endemoniado en la región cerca de Cesarea de Filipo, Jesús desea regresar a Capernaum. Sin embargo, quiere estar a solas con sus discípulos mientras viaja para seguir preparándolos para Su muerte y las responsabilidades que ellos tendrán después. “El Hijo del hombre ha de ser entregado en manos de los hombres —les explica—, y lo matarán, pero, a pesar de que lo maten, se levantará tres días después.”

      Aunque Jesús había hablado acerca de esto antes, y tres apóstoles vieron la transfiguración misma durante la cual se había considerado su “partida”, sus seguidores todavía no entienden este asunto. Aunque ninguno trata de negar que se le dará muerte, como hizo Pedro antes, temen seguir preguntándole acerca de esto.

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