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Jesús se encamina de nuevo a JerusalénEl hombre más grande de todos los tiempos
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Mientras Jesús sigue su viaje hacia Jerusalén, un gobernante de los fariseos lo invita a su casa. Es sábado, y la gente observa detenidamente a Jesús, pues allí está un hombre que sufre de hidropesía, una acumulación de agua quizás en los brazos y las piernas. Jesús habla a los fariseos y a los peritos en la Ley presentes y pregunta: “¿Es lícito curar en sábado, o no?”.
Nadie dice nada. Por eso Jesús sana al hombre y lo despacha. Entonces pregunta: “¿Quién de ustedes, si su hijo o su toro cae en un pozo, no lo saca inmediatamente en día de sábado?”. De nuevo, nadie le contesta nada.
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En casa de un fariseoEl hombre más grande de todos los tiempos
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En casa de un fariseo
JESÚS todavía está en el hogar de un fariseo prominente y acaba de sanar a un hombre que padecía de hidropesía. Ahora, mientras observa a los demás convidados escoger los lugares prominentes a la mesa, enseña una lección de humildad.
“Cuando alguien te invita a un banquete de bodas —explica entonces Jesús—, no te recuestes en el lugar más prominente. Puede que alguien más distinguido que tú haya sido invitado por él en ese tiempo, y que venga el que los invitó a ti y a él y te diga: ‘Deja que este tenga el lugar’. Y entonces tendrás que irte con vergüenza a ocupar el lugar más bajo.”
Por eso Jesús aconseja: “Cuando se te invita, ve y reclínate en el lugar más bajo, para que cuando venga el que te haya invitado te diga: ‘Amigo, sube más arriba’. Entonces tendrás honra delante de todos los demás convidados contigo”. Para concluir, Jesús dice: “Porque todo el que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado”.
Entonces Jesús habla al fariseo que lo ha invitado y describe cómo dar una comida que tenga verdadero mérito ante Dios. “Cuando des una comida o una cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos. Quizás alguna vez ellos también te inviten a ti en cambio, y esto llegue a ser tu pago correspondiente. Pero cuando des un banquete, invita a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás feliz, porque ellos no tienen con qué pagártelo.”
El dar tal comida para los desafortunados hará feliz al que la da, porque, como explica Jesús a su anfitrión: “Se te pagará en la resurrección de los justos”. La descripción que da Jesús de esta meritoria comida hace que un convidado recuerde otra clase de comida. “Feliz es el que coma pan en el reino de Dios”, dice este invitado. Sin embargo, no todos aprecian debidamente esa feliz perspectiva, como pasa a mostrar Jesús por una ilustración.
“Cierto hombre daba una gran cena, e invitó a muchos. Y [...] envió a su esclavo a decir a los invitados: ‘Vengan, porque las cosas ya están listas’. Pero todos a una comenzaron a rogar que se les excusara. El primero le dijo: ‘Compré un campo y tengo que salir a verlo; te pido: Excúsame’. Y otro dijo: ‘Compré cinco yuntas de bueyes y voy a examinarlas; te pido: Excúsame’. Uno más dijo: ‘Acabo de casarme con una esposa, y por eso no puedo ir’.”
¡Qué pobres aquellas excusas! Lo normal es examinar un campo o el ganado antes de comprarlo; por eso, en verdad no es urgente verlos después. El casamiento de alguien tampoco debería impedirle aceptar una invitación tan importante. Por eso, al enterarse de estas excusas, el amo se encoleriza y da este mandato a su esclavo:
“‘Sal pronto a los caminos anchos y a las callejuelas de la ciudad, y trae acá a los pobres y a los lisiados y a los ciegos y a los cojos.’ Andando el tiempo, el esclavo dijo: ‘Amo, se ha hecho lo que ordenaste, y todavía hay lugar’. Y el amo dijo al esclavo: ‘Sal a los caminos y a los lugares cercados, y oblígalos a entrar, para que se llene mi casa. [...] Ninguno de aquellos varones que fueron invitados gustará mi cena’”.
¿Qué situación se ilustra así? Pues bien, “el amo” que da la comida representa a Jehová Dios; “el esclavo” que extiende la invitación, a Jesucristo; y la “gran cena” representa las oportunidades de poder entrar en el Reino de los cielos.
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