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Calma una tremenda tormentaEl hombre más grande de todos los tiempos
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Cuando viene la noche, dice: “Pasemos a la otra ribera”.
Al otro lado, en la ribera oriental del mar de Galilea, está la región llamada la Decápolis, de los términos griegos dé·ka, que significa “diez”, y pó·lis, que quiere decir “ciudad”. Las ciudades de la Decápolis son un centro de cultura griega, aunque sin duda viven también allí muchos judíos. Sin embargo, la actividad de Jesús en aquella región es muy limitada. Hasta en esta visita, como veremos después, se le impide permanecer allí mucho tiempo.
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Un discípulo inverosímilEl hombre más grande de todos los tiempos
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Un discípulo inverosímil
QUÉ aterradora vista se presenta ante Jesús cuando llega a la ribera! Dos hombres extraordinariamente fieros salen del cementerio cercano y corren hacia él. Están poseídos de demonios. Puesto que uno de ellos es posiblemente más violento que el otro y ha sufrido por mucho más tiempo bajo el control de los demonios, se hace el foco de la atención.
Por mucho tiempo este hombre digno de lástima ha estado viviendo desnudo entre las tumbas. Continuamente, día y noche, clama y se corta con piedras. Es tan violento que nadie se atreve a pasar por aquel lugar de la carretera. Se ha intentado atarlo, pero él rompe las cadenas y quiebra los grilletes que se le ponen en los pies. Nadie tiene suficiente fuerza para subyugarlo.
Al acercarse el hombre a Jesús y caer a sus pies, los demonios que lo dominan hacen que grite: “¿Qué tengo que ver contigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo? Te pongo bajo juramento por Dios que no me atormentes”.
“Sal del hombre, espíritu inmundo”, sigue diciendo Jesús. Pero entonces Jesús pregunta: “¿Cuál es tu nombre?”.
“Mi nombre es Legión, porque somos muchos”, es la respuesta. A los demonios les deleita ver el sufrimiento de las personas a quienes pueden dominar, y aparentemente disfrutan de atacarlas en grupo, con cobarde espíritu de chusmas. Pero frente a Jesús, suplican que no se les envíe al abismo. De nuevo vemos que Jesús tenía gran poder; podía vencer hasta a los crueles demonios. Esto también revela que los demonios saben que el juicio que con el tiempo les vendrá de Dios es que se les encierre en el abismo a la vez que se encierra en él a su caudillo, Satanás el Diablo.
Cerca de allí, en la montaña, se alimenta una piara de unos 2.000 cerdos. De modo que los demonios dicen: “Envíanos a los cerdos, para que entremos en ellos”. Evidentemente los demonios experimentan cierto placer contranatural, sádico, en invadir el cuerpo de criaturas carnales. Cuando Jesús les permite entrar en los cerdos, los 2.000 animales se lanzan en estampida por el precipicio y se ahogan en el mar.
Cuando los porquerizos ven esto, se apresuran a llevar la noticia a la ciudad y a la región rural. La gente entonces sale a ver qué ha sucedido. Cuando llegan, ven al hombre del cual han salido los demonios. ¡Está vestido y en su sano juicio, sentado a los pies de Jesús!
Los testigos oculares relatan cómo fue sanado el hombre. También le cuentan a la gente acerca de la muerte extraña de los cerdos. Al oír esto, la gente siente gran temor, y le pide encarecidamente a Jesús que salga de su territorio. Por eso, él hace lo que le piden y sube a la barca. El hombre que había estado endemoniado le suplica a Jesús que le permita ir con él. Pero Jesús le dice: “Vete a casa a tus parientes, e infórmales acerca de todas las cosas que Jehová ha hecho por ti, y de la misericordia que te tuvo”.
Jesús suele decir a las personas a quienes sana que no le digan a nadie lo que ha sucedido, pues no quiere que la gente llegue a conclusiones sobre la base de informes sensacionales. Pero esta excepción es apropiada, porque el hombre que había estado endemoniado estará testificando entre personas a quienes Jesús ahora probablemente no tendrá la oportunidad de llegar. Además, la presencia del hombre suministrará testimonio acerca del poder de Jesús para hacer el bien, algo que contrarrestará cualquier informe desfavorable que se esparciera debido a la pérdida de los cerdos.
Cumpliendo con la instrucción de Jesús, el hombre que había estado endemoniado se va. Empieza a proclamar por toda la Decápolis todas las cosas que Jesús ha hecho por él, y la gente queda muy sorprendida. (Mateo 8:28-34; Marcos 5:1-20; Lucas 8:26-39; Revelación 20:1-3.)
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