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  • ¿Dejamos que Jehová nos interrogue?
    La Atalaya 2010 | 15 de abril
    • Jesús, el Gran Maestro, también utilizó eficazmente este recurso. De hecho, en los Evangelios aparecen más de doscientas ochenta preguntas suyas. Aunque a veces las planteaba para hacer callar a los críticos, normalmente las hacía para llegar al corazón de sus oyentes y animarlos a reflexionar sobre su situación espiritual (Mat. 22:41-46; Juan 14:9, 10).

  • ¿Dejamos que Jehová nos interrogue?
    La Atalaya 2010 | 15 de abril
    • El propósito de algunas oraciones interrogativas es provocar una respuesta verbal, mientras que otras pretenden lograr un impacto más profundo. De estas últimas encontramos muchos ejemplos en los Evangelios. Pensemos en el momento en que Jesús advirtió a sus discípulos: “Cuídense de la levadura de los fariseos y de la levadura de Herodes” (Mar. 8:15; Mat. 16:12). Ellos no entendieron lo que el Maestro quería decirles —que evitaran la hipocresía y las falsas doctrinas de aquellas personas— y se pusieron a discutir debido a que habían olvidado el pan. Ante aquello, Jesús decidió recurrir a las preguntas: “¿Por qué discuten sobre el no tener panes? ¿Todavía no perciben ni captan el significado? ¿Tienen su corazón embotado e incapaz de entender? ‘Aunque tienen ojos, ¿no ven?; y aunque tienen oídos, ¿no oyen?’ [...] ¿Todavía no captan el significado?”. Eran cuestiones que tenían que contestar en su mente y que los hacían reflexionar sobre el verdadero significado de sus palabras (Mar. 8:16-21).

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